El lenguaje oculto de la policromía barroca en la imaginería andaluza
Del estofado a la veladura: claves materiales y simbólicas en el arte procesional
Por Clara Sanjuán
Colaboradora cultural – Padul Cofrade
Jerez de la Frontera (Cádiz), 19 de agosto de 2025
Decía Francisco Pacheco en su Arte de la pintura (1649) que la policromía no era mero adorno, sino “compañera inseparable de la escultura, que da espíritu a la carne y fulgor a lo divino”. Esa piel de colores, dorados y transparencias que envuelve a las tallas barrocas andaluzas sigue siendo hoy un lenguaje oculto, cargado de significados simbólicos y de secretos técnicos que la conservación actual intenta desvelar sin romper su misterio.
La imaginería barroca andaluza, desde Juan Martínez Montañés hasta Pedro Roldán y José de Mora, entendió que el color era voz y la luz era teología. Cada capa de aparejo, cada veladura aplicada con paciencia, hablaba tanto como el gesto o la anatomía.
La piel de la escultura
Bajo la superficie brillante de una imagen procesional late una arquitectura material compleja. La madera, preparada con encolados y aparejos de yeso y cola, recibía el llamado bol rojo (arcilla engobada) sobre el que se aplicaban los panes de oro bruñidos. Sobre ese oro se asentaban las capas pictóricas: azules de ultramar traídos de Sicilia, bermellones mercuriales o tierras naturales de la campiña andaluza.
Los talleres sevillanos del siglo XVII —con maestros como Juan de Mesa o Alonso Cano— perfeccionaron la unión entre talla y policromía, hasta el punto de que la superficie se concebía como un todo: materia y espíritu inseparables.
El lenguaje simbólico de los colores
Los pigmentos no eran neutros. Había un código cromático compartido por fieles y artistas.
El azul ultramarino, de altísimo coste, se reservaba a las vestiduras de la Virgen, símbolo de pureza y trascendencia celestial.
El rojo bermellón evocaba la sangre de los mártires y se aplicaba con fuerza en túnicas de santos y pasionistas.
El verde malaquita, usado en palios y mantos, hablaba de esperanza y eternidad.
El oro, omnipresente, era luz de Dios materializada.
Como recordaba Antonio Palomino en su Museo pictórico y escala óptica (1715):
“El oro es el sol de lo divino, y el azul, el cielo que lo cobija”.
Secretos técnicos: estofados y veladuras
Entre las técnicas más admiradas destacan los estofados, esgrafiados sobre oro que dejaban aparecer motivos vegetales y geométricos; las corladuras, transparencias rojizas que daban calor al oro bruñido; y las veladuras, capas finísimas de pigmento que lograban la suavidad de la piel.
El estudio con luz rasante revela a menudo diseños ocultos bajo los estofados: flores, roleos o símbolos que hoy apenas se intuyen pero que en su día deslumbraban bajo la cera de los cirios.
Conservación y patologías
La policromía es extremadamente frágil. Los craquelados (grietas superficiales), las pérdidas por roce en las procesiones o la oxidación de pigmentos como el bermellón (que ennegrece con el tiempo) son patologías frecuentes.
En palabras de la restauradora María Dolores Gayo, del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH):
“La policromía barroca andaluza respira todavía con la madera; cualquier cambio de humedad o temperatura provoca que la piel se contraiga o se abra como un ser vivo”.
La restauración actual busca intervenciones mínimas, respetando la pátina y evitando repintes agresivos que en siglos pasados borraron detalles originales.
La emoción de lo invisible
En cada limpieza controlada, en cada examen con microscopio digital, aparece la sorpresa: un azul más intenso del que imaginábamos, un motivo estofado escondido, un dorado apagado que vuelve a brillar.
La policromía es un lenguaje oculto porque no solo embellece: narra lo invisible. Es el recordatorio de que las imágenes no eran objetos decorativos, sino mediadores de fe. Bajo las grietas y los desgastes hay siglos de procesiones, lágrimas, polvo de incienso y miradas devotas.
Bibliografía
PACHECO, Francisco. Arte de la pintura. Sevilla, 1649.
PALOMINO, Antonio. Museo pictórico y escala óptica. Madrid, 1715.
GILA MEDINA, Lázaro. La escultura barroca en Andalucía. Granada: Universidad de Granada, 2004.
MORALES MARTÍNEZ, Alfredo J. El Barroco en Andalucía. Madrid: Sílex, 2011.
IAPH. La policromía en la imaginería procesional andaluza. Estudios de conservación y restauración. Sevilla: Junta de Andalucía, 2019.
Anexos
Anexo I.
Detalle de estofado en la imagen de Nuestra Señora de la O.
Fuente: El Barroco Jerezano. 27 de mayo de 2022.
Nuestra Señora de la O (detalle de la policromía y estofado)
José de Guerra, 1785-1788
Parroquia de Nuestra Señora de la O de Chipiona (Cádiz). https://shre.ink/tqBN
Anexo II.
Pruebas de limpieza y levantamientos de repintes de la encarnadura.
Fuente: Salvador Guzmán Moral Conservación Restauración Imaginería. https://shre.ink/tqBe
Anexo III.
Pigmentos naturales usados en la policromía barroca (azurita, bermellón, malaquita).Azurita: El nombre azurita hace alusión al vivo color azul del mineral. Dicho nombre proviene de la palabra árabe azur, que a su vez viene de la palabra persa lazhward, que significa azul.
Antiguamente la azurita se molía para usarla como pigmento azul, pero ya no se usa debido a que con el tiempo se convierte en malaquita y se vuelve verde. Cuando se mezcla con yema de huevo se vuelve verde-grisácea.
Bermellón: Pigmento con tonalidades rojas intensas, usado para la escritura e iluminación de textos desde el siglo V hasta el XV aproximadamente, que se obtenía a partir del cinabrio.
El cinabrio es un mineral compuesto de mercurio y azufre. Se desconocía la toxicidad del mercurio para los seres humanos por lo que se utilizó incluso en productos cosméticos femeninos.
Malaquita: El color malaquita tiene como referente tanto la piedra malaquita como el colorante verde malaquita, por lo que su coloración puede variar entre el verde algo azulado como el que se muestra aquí abajo, hasta un verde azulado similar al color esmeralda.
Pigmentos minerales ámpliamente usados en el barroco
a. Azurita
b. Bermellón c. Malaquita
Nota de autoría
Escribir sobre policromía barroca es para mí volver a los olores de taller: la cola caliente, el yeso en suspensión, el oro bruñido que refleja la luz. Cada grieta en la superficie de una imagen me recuerda que también la materia tiene memoria. Mi empeño es compartir ese susurro silencioso de los colores, que a menudo dice más que un sermón.
Clara Sanjuán Colaboradora cultural – Padul Cofrade