Entre el atrio y la plaza. La liturgia que se derrama fuera del templo
Cuando la procesión continúa más allá de la puerta santa
Por Teresa Almonte
Colaboradora cultural – Padul Cofrade
Sevilla, 18 de agosto de 2025
A menudo, la imagen que guardamos de la liturgia es la de un espacio cerrado, protegido por muros centenarios, con su luz filtrada por vidrieras y el eco contenido de las oraciones. Sin embargo, la historia de la Iglesia y la experiencia cofrade nos recuerdan que la fe no cabe en un recinto. El atrio y la plaza han sido, desde los primeros siglos, escenarios donde la oración se hace pública, se comparte y, a veces, se transforma.
En la Semana Santa andaluza, esa frontera simbólica entre el interior sagrado y el exterior profano se traspasa de manera ritual: la puerta de la iglesia se abre, y el cortejo procesional lleva consigo la liturgia al corazón mismo de la ciudad.
1. El atrio: lugar de espera y de umbral
En la tradición litúrgica, el atrium romano era espacio de reunión previa, de catequesis y hasta de reconciliación. Durante siglos, los penitentes públicos permanecían en él hasta ser admitidos de nuevo en la asamblea eucarística. La liturgia procesional ha heredado esa condición de puerta que conecta dos mundos.
"El atrio es el punto donde la liturgia se inclina hacia la calle, y la calle se inclina hacia la liturgia",
— Hermana Clara Gómez, OSB, monja benedictina y especialista en liturgia urbana (entrevista, Sevilla, marzo de 2025).
En Andalucía, el momento en que el paso se detiene bajo el dintel de la iglesia es una imagen profundamente teológica: la comunidad, representada por la cofradía, sale en misión; y el templo, que recibe a todos al regreso, es el lugar de la acogida final.
2. La plaza: asamblea a cielo abierto
Las plazas de nuestros pueblos y ciudades han sido escenario de procesiones, rogativas y autos sacramentales. En Sevilla, la Plaza del Salvador, la Plaza Nueva o la Plaza de San Francisco han sido testigos de procesiones históricas como las rogativas contra epidemias en el siglo XVII. En Padul, la plaza de la iglesia es todavía punto de encuentro en las procesiones del Corpus, donde se colocan altares efímeros.
El Concilio Vaticano II, en Sacrosanctum Concilium (n. 13), subraya que las celebraciones populares “deben armonizarse con la liturgia sagrada, derivar en cierto modo de ella y conducir al pueblo hacia ella”. Esto significa que la plaza no es una ruptura, sino una prolongación del templo.
3. La calle como lenguaje litúrgico
En el exterior, los signos se adaptan:
La música procesional sustituye a los cantos litúrgicos.
El incienso, que en el templo se eleva con discreción, se expande libre en la calle, mezclándose con aromas locales como el jazmín o el azahar.
Los altares improvisados se convierten en capillas efímeras, verdaderos retablos urbanos.
La teóloga Elisabeth Schüssler Fiorenza habla de “espacios de fe performativos”, donde el gesto y el lugar construyen significado. La Semana Santa es ejemplo claro: el recorrido urbano reconfigura el espacio como camino sagrado.
4. Voces y testimonios
Para este artículo he conversado con cofrades de distintos puntos de Andalucía:
María Luisa Fajardo, costurera de mantos en Córdoba:
"Cuando el paso cruza la plaza, la luz es distinta; parece que hasta las piedras rezan".
Antonio Lara, capataz en Cádiz:
"La plaza nos da aire y nos da público, pero sobre todo nos da perspectiva: ves el cortejo entero y entiendes que eres parte de algo mucho mayor".
Sor Águeda Martín, clarisa de clausura en Granada:
"Cuando escucho desde mi celda el murmullo de una procesión en la plaza, es como si la oración viniera a buscarnos".
5. Desafíos contemporáneos
Hoy, la liturgia en la calle se enfrenta a retos inéditos:
La digitalización del momento: el teléfono móvil como mediador, que a veces resta presencia real.
La presión turística: riesgo de confundir celebración con espectáculo.
El ruido urbano: altavoces comerciales, tráfico, música ajena.
Sin embargo, también hay signos de esperanza: en 2024, varias hermandades sevillanas acordaron pausas de silencio total en puntos clave del recorrido, recordando que la liturgia también se construye con pausas.
6. El retorno: clausura y bendición
El regreso al templo no es una simple recogida. Es un acto que concentra todo lo vivido fuera: el calor, las miradas, las oraciones espontáneas, incluso las dificultades. En la entrada final, el atrio se convierte en altar improvisado donde la comunidad, cansada y feliz, ofrece su esfuerzo como ofrenda.
7. Documentación histórica: procesiones y liturgia en el espacio público (siglo XVI–XXI)
La presencia de la liturgia fuera del templo no es una innovación contemporánea, sino una práctica con raíces hondas en la tradición cristiana. Su configuración actual, especialmente en Andalucía, hunde sus raíces en la religiosidad barroca y en la teología de la manifestación pública de la fe.
Siglo XVI – El nacimiento del ceremonial urbano
Tras el Concilio de Trento (1545–1563), la Iglesia reforzó la visibilidad del culto externo como expresión de ortodoxia y catequesis popular. En Sevilla, ya en 1564, la Procesión de la Octava del Corpus recorrió no solo la Catedral sino también las principales plazas, incorporando altares efímeros erigidos por gremios. Un acta capitular del 12 de junio de 1570 recoge que “la solemnidad de la plaza engrandece el misterio y muestra la fe al vulgo y al extranjero”.
En Granada, en 1588, la Hermandad del Santísimo Sacramento estableció un recorrido que incluía la Plaza Bib-Rambla, centro neurálgico de la vida comercial.
Siglo XVII – El esplendor barroco
La liturgia barroca entendió la calle como extensión natural del templo. En 1623, en Málaga, la Procesión de la Virgen de la Victoria atravesaba la Plaza Mayor bajo toldos y colgaduras, con predicaciones intercaladas en altares levantados en esquinas estratégicas.
Durante la epidemia de peste de 1649 en Sevilla, las rogativas públicas con la imagen de la Virgen de los Reyes y del Cristo de San Agustín fueron actos multitudinarios donde el recorrido urbano adquirió sentido penitencial.
Siglo XVIII – Consolidación y regulación
En Cádiz, los estatutos de la Hermandad del Nazareno (1768) fijaron la obligación de detener el cortejo en tres plazas para rezar responsos, evidenciando la plaza como “estación” de la procesión. Este uso se reforzó con la tradición de instalar pequeños retablos portátiles para esos momentos.
Siglo XIX – Resistencia y adaptación
La desamortización eclesiástica y las tensiones políticas obligaron a redefinir la presencia litúrgica en la calle. Sin embargo, las procesiones persistieron como símbolo de identidad. En 1881, la prensa sevillana narró que, pese a las restricciones, la Hermandad del Gran Poder mantuvo su paso por la Plaza del Duque, congregando a miles de personas en silencio.
Siglo XX – Renovación y turismo religioso
A mediados del siglo XX, la liturgia externa se reconfiguró con un fuerte componente turístico. La Plaza de San Francisco en Sevilla se convirtió en uno de los puntos más concurridos de la Semana Santa. En Córdoba, desde 1953, la Plaza de Capuchinos es escenario de actos litúrgicos nocturnos que combinan recogimiento y masiva afluencia.
Siglo XXI – Conciencia patrimonial y diálogo urbano
En las últimas décadas, la presencia litúrgica en el espacio público ha buscado un equilibrio entre su dimensión espiritual y su valor cultural. Ejemplo de ello es la Procesión Magna Mariana celebrada en Málaga en 2018, que recorrió plazas históricas como la de la Constitución, integrando conciertos de música sacra y momentos de oración comunitaria.
En 2024, en Sevilla, varias hermandades establecieron “puntos de silencio” en plazas emblemáticas como San Lorenzo y San Román, recordando la necesidad de preservar el carácter orante en medio de la multitud.
Fuentes primarias y secundarias consultadas:
Archivo Histórico de la Catedral de Sevilla, Actas Capitulares, 1570 y 1649.
Hermandad del Nazareno de Cádiz, Reglas de 1768, fols. 12-13.
“La procesión de la Virgen de la Victoria”, Gaceta de Málaga, 1623.
Diario El Liberal Andaluz, 5 de abril de 1881.
Actas del Congreso de Hermandades y Cofradías de Andalucía, Granada, 2024.
Bibliografía
Ambrosio de Milán. De Mysteriis. Ed. BAC, Madrid, 2004.
Concilio Vaticano II. Sacrosanctum Concilium. Tipografía Políglota Vaticana, 1963.
Congregación para el Culto Divino. Instrucción sobre las procesiones, Roma, 1970.
Schüssler Fiorenza, Elisabeth. En memoria de ella. Trotta, Madrid, 1993.
Ceballos, Manuel. Liturgia y espacio urbano. Conferencia en la Facultad de Teología de Sevilla, 2024.
Anexos visuales
Anexo I – Cronología ilustrada
1. 1564 / Sevilla – Procesión del Corpus
Procesión del Corpus en Sevilla, óleo de Genaro Pérez Villaamil (1835)
Fuente: Wikimedia Commons — Fundación Banco Santander (Dominio público). https://shre.ink/tj87
2. 1649 / Sevilla – Virgen de los Reyes
Virgen de los Reyes, protagonista de las rogativas durante la peste de 1649
Fuente: Wikimedia Commons (CC0 1.0). https://shre.ink/tj8e
3. 1768 / Cádiz – Jesús Nazareno
Capilla de Jesús Nazareno de la parroquia de Santa María, Cádiz Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0). https://shre.ink/tj8m
4. 1881 / Sevilla – Jesús del Gran Poder
Jesús del Gran Poder, símbolo devocional y social en Sevilla
Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0). https://shre.ink/tjD8
5. 1953 / Córdoba – Cristo de los Faroles
Cristo de los Faroles, Plaza de los Capuchinos, Córdoba Fuente: Wikimedia Commons (CC BY 2.0). https://shre.ink/tjgN
Entrada de un paso de palio al templo tras la procesión nocturna. Fuente: Archivo particular
Anexo III – Plaza como asamblea
La Borriquita, en medio de la plaza del Salvador en la tarde del Domingo de Ramos
Foto: Manuel Gómez / El Correo 2018 https://shre.ink/t3Xt
Anexo IV – Altares efímeros en la calle
Altar efímero levantado en una calle para la procesión del Corpus
Fuente: Hermandad del Huerto de Granada. https://shre.ink/t3Zv
Nota de la autora
A lo largo de mi vida, he visto procesiones desde ambos lados del umbral: dentro, en la penumbra del templo, y fuera, en la claridad cambiante de la calle. Escribo estas líneas convencida de que la liturgia, cuando se derrama sobre la plaza, no pierde sacralidad, sino que la comparte.