Luz en la madrugada: La Pascua de Resurrección y el Cirio Pascual
Francisco Molina Muñoz
Director de Padul Cofrade
Padul, 21 de abril de 2025. Lunes de Pascua
I. El día más luminoso de la historia
La Pascua de Resurrección no es simplemente una fecha del calendario litúrgico: es el epicentro de la fe cristiana. Es el día en que el sepulcro quedó vacío, el día en que Cristo venció a la muerte, el día en que todo cobró sentido. El eco de aquella madrugada en Jerusalén resuena en cada rincón donde se alza una cruz, donde se enciende una vela, donde un alma espera la salvación.
Celebrada desde los albores del cristianismo, la Pascua es la fiesta más antigua del calendario cristiano. En sus primeras formas, los seguidores de Jesús se reunían cada domingo para conmemorar la Resurrección, pero muy pronto este memorial semanal dio paso a una celebración anual, vinculada a la Pascua judía (Pesaj), que recordaba la liberación de Israel de Egipto. Cristo, el nuevo Cordero Pascual, da un nuevo sentido a esta festividad: su sangre, derramada en la cruz, marca el dintel del alma redimida.
San Pablo, en su Primera Carta a los Corintios, proclama con fuerza: "Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe" (1 Cor 15,17). Este grito apostólico atraviesa los siglos y se convierte en la clave de bóveda de toda la predicación cristiana. El sepulcro vacío no es un símbolo: es una realidad que incendia la historia.
II. Huellas en la historia
Los testimonios más antiguos sobre la celebración pascual nos llegan de autores como Melitón de Sardes, que en el siglo II escribió una homilía pascual llena de una fuerza casi poética. También Orígenes, Hipólito de Roma o San Ambrosio atestiguan el carácter central de esta fiesta. Ya en el siglo IV, con la libertad de culto bajo Constantino, la celebración pascual alcanza su plenitud con una liturgia rica y simbólica, tal como nos la describe la peregrina Egeria en su Itinerarium.
En Padul, como en tantos pueblos marcados por la cruz y la esperanza, la Pascua ha sido siempre un canto de vida. Las campanas de la Parroquia repicaban antiguamente con más brío al alba del Domingo de Resurrección, anunciando que el Señor había vencido. La tradición del Encuentro entre Cristo Resucitado y la Virgen —a veces, portando la imagen de una Dolorosa vestida de blanco, otras bajo palio— era recibida con lágrimas, vivas y salves cantadas a cielo abierto.
III. El Cirio Pascual: llama viva del Resucitado
El fuego que arde en la noche de la Vigilia Pascual no es sólo luz que rompe la oscuridad: es signo del Cristo glorioso que resplandece entre las sombras del pecado y de la muerte. De ese fuego nuevo se enciende el Cirio Pascual, majestuosa columna de cera que representa a Cristo, Alfa y Omega, principio y fin de todo.
El rito del encendido del Cirio comienza en la noche santa del Sábado Santo. En el exterior del templo, los fieles se congregan alrededor del fuego nuevo. El sacerdote traza sobre el Cirio una cruz, las letras griegas Α (alfa) y Ω (omega) —primer y última del alfabeto— y el número del año, marcando así que Cristo es Señor del tiempo y de la historia.
Mientras inserta cinco granos de incienso en forma de cruz, el celebrante dice: "Por sus santas llagas, gloriosas, nos proteja y nos guarde Cristo nuestro Señor. Amén." Estos granos simbolizan las cinco llagas de Cristo crucificado. Después, el Cirio es encendido y, entre cantos, entra en la iglesia, iluminando las tinieblas, proclamando que la Luz ha vencido.
El canto del Exsultet, antiquísimo pregón pascual que algunos atribuyen a San Ambrosio o a San Agustín, ensalza el Cirio como "luz que no se extingue", "trabajo de las abejas", y "columna de fuego que guía al pueblo redimido". La liturgia pascual, en su esplendor y belleza, no es un teatro: es una epifanía de lo eterno.
IV. Signos inscritos: el lenguaje del Cirio
Los símbolos del Cirio Pascual son catequesis pura:
La cruz: centro de todo, árbol de la vida, señal de redención.
Las letras Α y Ω: Cristo eterno, presente desde el principio hasta el fin.
El año: Dios se hace presente aquí y ahora.
Los cinco granos de incienso: las llagas gloriosas de Jesús.
La llama: signo del Cristo resucitado, Luz del mundo.
A veces, el Cirio lleva decoraciones más elaboradas: el cordero pascual, el pelícano que se hiere para alimentar a sus crías, la vid, el pez (Ichtus), o incluso la imagen del Resucitado. Cada uno de estos elementos no es adorno: es un fragmento de la historia de la Salvación narrado en cera y luz.
V. Pascua en el corazón del Valle
Cuando amanece el Domingo de Resurrección en el Valle de Lecrín, no es un domingo cualquiera. Aunque el silencio del Sábado Santo aún flota en el aire, la liturgia irrumpe con campanas, flores y cantos. Es día de estrenar lo más blanco, de soltar palomas, de sentir que todo ha valido la pena. Es el triunfo del Amor.
La Pascua nos dice que no hay noche definitiva, que la piedra se corre, que el llanto cesa y que la Vida tiene la última palabra. Que tras cada Calvario hay un amanecer. Que el Cirio arde no para consumirse, sino para encender otras vidas.