María Magdalena: Lágrimas de redención al pie de la Cruz
Padul Cofrade
Cuaresma 2025
Primera Parte: De las sombras del pecado al resplandor del Evangelio
I. Introducción: Una figura envuelta en misterio y devoción
María Magdalena es, sin duda, una de las figuras más fascinantes y conmovedoras del Nuevo Testamento. Su nombre evoca el perfume derramado a los pies del Maestro, las lágrimas de arrepentimiento, el valor junto a la Cruz y la esperanza al amanecer de la Resurrección. No es sólo la “pecadora perdonada”, como se le ha malentendido durante siglos, sino la primera testigo del Cristo Resucitado, apóstol de los apóstoles, presencia viva en los caminos de la Pasión.
En los cortejos procesionales, su imagen conmueve. Sus ojos, enrojecidos de llanto, elevan la mirada hacia lo alto o buscan el rostro del Salvador. Representa a la humanidad reconciliada, la fe que se levanta desde el abismo, la mujer que se convierte en testimonio y baluarte de fidelidad.
II. ¿Quién fue realmente María Magdalena?
El nombre de Magdalena procede de Magdala, una ciudad junto al lago de Tiberíades, en Galilea. María, natural de este lugar, se menciona en los Evangelios como una mujer de la que Jesús expulsó siete demonios (Lucas 8,2). Esta referencia no implica necesariamente posesión demoníaca en el sentido cinematográfico, sino una profunda sanación física, emocional y espiritual.
Con el tiempo, el imaginario cristiano —sobre todo a partir de la tradición latina medieval— la identificó con la mujer pecadora que unge los pies de Jesús en casa del fariseo Simón (Lucas 7,36-50), así como con María, la hermana de Marta y Lázaro, en Betania. Aunque la exégesis actual tiende a diferenciarlas, esta fusión contribuyó a forjar una imagen intensa, cercana y profundamente humana de la Magdalena.
III. La conversión: lágrimas, perfume y perdón
La escena de la mujer pecadora que se arroja a los pies del Maestro, rompe el frasco de alabastro y unge sus pies con perfume mientras los baña con sus lágrimas, ha sido, a lo largo de la historia, uno de los momentos más representados por el arte sacro.
En este gesto hay algo que trasciende el tiempo: el acto de romper un perfume costoso es signo de entrega total. No es un acto impulsivo, sino una declaración de amor. De amor redimido. El que se siente perdonado mucho, mucho ama, dice Jesús. Y eso es precisamente María Magdalena: la mujer que mucho amó.
Las cofradías han hecho de este momento un símbolo de penitencia y renovación. Su presencia en los pasos de misterio es una catequesis visual de lo que significa volver al Maestro con el corazón hecho pedazos.
IV. Seguidora del Nazareno
Tras su sanación y conversión, María Magdalena se convierte en una de las mujeres que acompañaban a Jesús y lo servían con sus bienes (Lucas 8,3). No era una figura marginal, sino una discípula cercana, firme en su fe, comprometida con la causa del Reino.
Estuvo presente en los momentos de gloria y de dolor, en Galilea y en Judea, en los caminos polvorientos y en la subida al Gólgota. Ella no huyó. Cuando muchos discípulos desaparecieron, María de Magdala permaneció al pie de la Cruz. Con María, la Madre, y Juan, el discípulo amado, vio morir al Salvador. Y con Él, murió también su esperanza... hasta la mañana del tercer día.
Segunda Parte: Del sepulcro vacío a la voz de la Resurrección
V. El alba del Tercer Día: una mujer ante la tumba
Es en la mañana del Domingo cuando la historia de María Magdalena se vuelve eternamente luminosa. Según el evangelio de Juan (20,1-18), fue la primera en llegar al sepulcro. Iba sola, todavía a oscuras, buscando un cadáver... pero lo que halló fue la tumba vacía.
“María se había quedado fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se inclinó hacia el sepulcro...”
(Juan 20,11)
Y entonces, ocurre lo imposible: Jesús, resucitado, se le aparece. Pero María no lo reconoce al instante. Lo confunde con el hortelano. Hasta que Él pronuncia su nombre:
“¡María!” Ella se volvió y le dijo en hebreo: “¡Rabboní!” (que significa: Rabino o Maestro).
(Juan 20,16)
Este instante, de una ternura insólita, ha sido interpretado por muchos místicos como el momento en que el alma, cegada por el dolor, reencuentra al Amor vivo.
San Bernardo de Claraval escribió:
“La Magdalena buscaba al Señor muerto, y fue el Señor quien la encontró viva.”
Y de ahí nace su misión: Jesús le encarga que anuncie a los discípulos lo que ha visto. Se convierte así en apóstol de los apóstoles, no por privilegio clerical, sino por haber sido la primera en llorar su ausencia y la primera en creer en su regreso glorioso.
VI. En la tradición de la Iglesia
A lo largo de los siglos, la figura de María Magdalena ha ido ganando profundidad y riqueza en la Tradición. Frente a las visiones reduccionistas que la limitaban a su pasado pecador, el magisterio actual la reivindica como discípula, testigo y anunciadora.
En 2016, el Papa Francisco elevó su memoria litúrgica a la categoría de fiesta, al mismo nivel que los apóstoles, precisamente por su papel insustituible en la Pascua.
“La Iglesia ha elegido celebrar a esta mujer no sólo como una penitente, sino como una mujer de fe que fue protagonista en el anuncio pascual.”
(Decreto de la Congregación para el Culto Divino, 2016)
En la tradición oriental, se la venera como “igual a los apóstoles” (ἰσαπόστολος), y muchas liturgias bizantinas la mencionan como la primera predicadora de la Resurrección.
VII. La Magdalena en la piedad popular y la iconografía cofrade
En el arte sacro y en la Semana Santa, María Magdalena aparece con frecuencia a los pies de la cruz o en las escenas del Santo Entierro. Su iconografía es reconocible: cabello suelto, lágrimas en los ojos, manos en actitud suplicante o portando un frasco de perfume.
En algunas localidades andaluzas, se le ha rendido especial devoción. No sólo como símbolo de arrepentimiento, sino como modelo de seguimiento, valentía femenina y fidelidad hasta el final.
Es célebre en Sevilla su presencia en el paso de misterio de la Hermandad de la Esperanza de Triana, abrazada a la cruz del Cristo de las Tres Caídas. O en Córdoba, en la Hermandad del Santo Sepulcro, donde su rostro refleja desgarro y ternura al mismo tiempo.
Y es que, como escribió el místico sevillano Juan de Ávila:
“No es María Magdalena quien sigue al Cristo, es Cristo quien no deja de habitar en su alma.”
VIII. Posible destino final: ¿Éfeso o la Provenza?
Las tradiciones sobre el destino final de María Magdalena son diversas. Algunas fuentes orientales la sitúan en Éfeso, acompañando a la Virgen María y al apóstol Juan.
Otras, especialmente en Occidente, afirman que viajó a Marsella, en la actual Provenza (Francia), donde predicó y se retiró en penitencia a una cueva, la Sainte-Baume. Allí vivió el resto de sus días en contemplación, según una tradición que ha generado romerías y devociones hasta hoy.
Sea cual fuere su destino, la figura de la Magdalena ha encendido el corazón de predicadores, poetas, escultores, y cofrades que encuentran en ella un ejemplo de pasión, entrega y redención.
María Magdalena no es una figura del pasado. Es la representación del alma creyente que ha sido tocada por Cristo, que no se rinde ante el dolor, y que se convierte en faro para otros.
Por eso, cuando en nuestras procesiones la vemos al pie del Señor Caído o junto al Sepulcro, no está allí sólo como testigo de hace dos mil años. Está como reflejo de nuestras propias lágrimas, de nuestras propias búsquedas, de nuestras propias resurrecciones.
Tercera Parte: Luz en el arte, llama en el corazón
IX. La Magdalena en el arte sacro: de la contrición a la gloria
A lo largo de los siglos, la figura de María Magdalena ha cautivado a artistas de todos los tiempos. Es de las pocas mujeres del Evangelio que aparece retratada en todas las grandes escuelas del arte sacro. Desde los primeros iconos bizantinos, donde se la representa erguida con un rollo en la mano (símbolo del anuncio), hasta el realismo doliente del Barroco español.
En el Renacimiento, su figura se vuelve idealizada, a menudo confundida con la belleza clásica. En cambio, el Barroco la retrata en toda su fuerza emocional: penitente en el desierto, entre calaveras y crucifijos, o bien postrada a los pies del Cristo Crucificado.
En el imaginario andaluz, pocas imágenes son tan poderosas como aquella Magdalena de cabellos sueltos, ojos desbordados de lágrimas, con la túnica recogida en su brazo mientras intenta sostener la Cruz o abrazar el madero en el que agoniza su Maestro.
Muchos pasos de misterio han mantenido su figura por tradición y por teología. Porque donde hay Pasión, ella está.
X. Cofradías femeninas y devociones inspiradas
Aunque María Magdalena no suele dar nombre a hermandades como la Virgen o los Cristos, ha inspirado profundamente la piedad femenina y la penitencia íntima. Muchas agrupaciones la han tomado como patrona espiritual de sus cultos internos, de sus turnos de vela, o como símbolo de fidelidad callada y conversión sincera.
Su ejemplo es invocado en momentos de retiro, en los viacrucis, y en meditaciones del Viernes Santo. No por ostentar títulos, sino por ser la mujer que nunca se apartó del Salvador, incluso cuando el mundo ya no creía.
En algunos pueblos y ciudades, ha motivado fundaciones piadosas dedicadas a mujeres en riesgo, hospitales para arrepentidas y hasta congregaciones religiosas. Porque en ella no hay condena, sino esperanza.
XI. Su eco en la mística y en la predicación cofrade
Numerosos santos, poetas y predicadores han elevado a María Magdalena como modelo de alma enamorada de Cristo.
Santa Teresa de Jesús decía que en ella veía el consuelo de su vida:
“No miréis mis pecados, Señor, sino las lágrimas de Magdalena, que son también las mías.”
Y San Francisco de Sales afirmaba:
“María Magdalena nos enseña que la verdadera penitencia no es humillarse sin amor, sino amar con todo el corazón, aunque uno haya caído.”
Muchos pregones andaluces la han traído a escena como símbolo de la lágrima que no se esconde, del amor que no teme al escándalo, de la fe que no huye de la cruz.
XII. Oración a María Magdalena
Santa María Magdalena, tú que lavaste con lágrimas los pies del Maestro y los secaste con tu cabellera, enséñanos el valor del arrepentimiento sincero y el fuego de un amor que no se apaga.
Mujer del perfume y del llanto, tú que no temiste el juicio de los hombres por buscar el perdón de Dios, acompáñanos en nuestros desiertos, y condúcenos a los pies de la Cruz.
Tú que fuiste la primera en ver el sepulcro vacío, y la primera en escuchar el nombre resucitado, danos la gracia de permanecer firmes en la noche, para ser testigos de la aurora.
María de Magdala, discípula fiel, amiga del Crucificado y anunciadora de la Pascua, ruega por nosotros.
Amén.
XIII. Himno a María Magdalena
"Perfume entre sombras"
En la casa del fariseo entraste con alma herida, y con perfume y ternura besaste pies que dan vida.
Lloraste tus siete sombras en lágrimas derramadas, y fuiste flor entre espinas en la Pasión esperada.
No huiste del Calvario, ni del sepulcro cerrado, fuiste la fe que aún llora cuando todo ha terminado.
Y en la aurora silenciosa, Cristo te dijo tu nombre, y al pronunciarlo en su boca te hiciste luz entre hombres.
María de Magdala, llama viva del perdón, sé faro en nuestras caídas, sé eco de la Redención.
Conclusión
La historia de María Magdalena no termina con su muerte, sino que vive en cada cofrade que se arrodilla con humildad, en cada devoto que vuelve al templo tras años de ausencia, en cada mujer que sigue al Señor con corazón limpio y mirada firme.
Ella no fue sólo perdonada: fue elegida. Y sigue siendo testigo.