Trilogía: Manos que visten, manos que cuidan, manos que adornan (2)
Francisco Molina Muñoz
Director de Padul Cofrade
Padul, 2 de julio de 2025
II. Manos que cuidan con ternura antigua
Dicen los libros que el camarín es una estructura arquitectónica elevada. Pero los pueblos saben que es una casa. Y toda casa tiene quien la cuide. Son las camareras las que, sin estridencias ni protocolos, mantienen vivo el resplandor cotidiano de las imágenes. Aquellas mujeres —de moño recogido, voz baja y pañuelo doblado con precisión— que suben cada semana las escaleras de caracol con un manojo de llaves, un cestillo con un paño limpio y el corazón lleno de promesas.
Historia de las camareras en la tradición devocional
Las primeras menciones documentales a camareras se remontan a los libros de cuentas del siglo XVIII, especialmente en los conventos femeninos. En la Real Hermandad de la Virgen de los Reyes (Sevilla), ya en 1778 aparece el cargo de “Camarera Mayor”, con funciones precisas como “mudanza de vestiduras, limpieza de alhajas, vigilancia de mantos y anotación de donativos”.
Durante el siglo XIX, la figura se afianza especialmente en pueblos y barrios, donde el papel de la mujer en lo devocional se centró en torno al culto íntimo: limpiar el altar, ordenar el ropero, anotar enseres donados o avisar al sacerdote de necesidades del camarín.
Frases y sabiduría oral
“Una camarera no lleva uniforme, lleva memoria”.
“Quien cuida a la Virgen como a su madre, merece el cielo”.
Estas sentencias populares, recogidas en encuestas de campo realizadas por asociaciones devocionales andaluzas, resumen la espiritualidad que mueve este servicio.
Tabla: Funciones tradicionales de la camarera
Función
Descripción
Limpieza de ornamentos
Uso de paños de lino y técnicas sin productos abrasivos
Preparación del altar
Colocación de candelería, paños de respeto y relicarios
Custodia del ajuar
Inventariado, revisión de mantos, joyas y pañuelos
Coordinación con vestidor
Entrega de prendas, ajustes finales y ayuda en cultos
En muchas hermandades se conservan manuscritos o libretas de antiguos vestidores donde se anotaban combinaciones, cambios litúrgicos o preferencias de las camareras mayores.
Testimonios
“Cuando subo al camarín, no veo una estatua, veo a la Madre que me ha sostenido en los días más duros”. — Rosario G.M., camarera de la Virgen de la Cabeza, Jaén (entrevista de archivo, 2009).
“Hay que saber cuándo callar, cuándo arrodillarse, y cuándo encender la vela sin que nadie lo note”. — María L.C., camarera auxiliar (Cádiz, 2022).
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