I Exaltación
al Costalero de Padul
Antonio Pérez García
Centro Cultural Federico García Lorca
23 de marzo de 2018
Semana
Santa es sentencia sin remedio, contraste entre la muerte
y la vida. Es mirada clavada, manos que te llaman y otras
que te amparan. Semana Santa es mantilla negra y blanca,
un abuelo que te enseña y un padre y su primera
Semana Santa, un pertiguero que te ayuda. Una túnica
de sarga, flor entre varales, un costalero que reza y otro
que besa y abraza, una vela que se apaga y cañero
que la prende. La forma de rezar que te enseñan
en casa, la que te hace llorar al ver el rostro de Dios
hecho hombre sobre unas andas. Semana Santa es una súplica
al rachear y la Luna de Nisán. Es la cara de un
niño lleno de ilusión agitando las ramas
de palma y olivo al ver a nuestro Señor. Son adoquines
llenos de cera. Semana Santa eres tú: costalero,
nazareno, mantilla, acolito, contraguía, penitente,
monaguillo, pipotero y capataz.
Protégela, cuídala y defiéndela,
que nunca se apague la llama, porque sin todos vosotros
la Semana Santa no podría ser lo que es, porque
Dios nos ha dado la vida para encontrarlo y qué mejor
forma, que desde una Hermandad.
Hoy me estreno en estas tablas para hablar
de mi pasión,
hoy me estreno nervioso, pero lleno de emoción.
Emoción por hablarte desde mi sentimiento costalero,
desde mi fe cristiana y desde mi forma de entender la vida.
No me pondré nervioso, esto no puede salir mal,
porque te tengo a ti Señor, que me guías
y me embargas el corazón.
Ese mismo corazón que te da las gracias en cada
chicotá, en cada levantá y en cada revirá.
Ese mismo corazón que junto a tu cuadrilla te lleva
con todo el amor, esa cuadrilla que cuando ya le pueden
las fuerzas, arría el paso y en la penumbra de la
trabajadera te reza para que nos ayudes a llevarte, a cargarte,
a adorarte y a quererte como sólo lo hace un costalero…
A mi mujer por la vida tan feliz que me da, por entender,
respetar y compartir esta locura llamada Semana Santa.
Y por darme ese hijo que con toda seguridad será otro
Costalero del Señor.
A mis padres que me inculcaron el amor por la Semana Santa.
A mi gran familia, en especial a mi sobrino Eloy que por
su sangre al igual que por la mía, corre el veneno
cofrade.
A esos 40 días con sus 40 noches, donde se viven
momentos inolvidables, noches en vela y días duros
de cansancio y estrés, mañanas, tardes y
noches de priostía donde se disfruta de lo que es
una Hermandad, noches frías de ensayo, de rachear
costalero y levantás al cielo. Cuarenta días
y cuarenta noches donde renuncias a tu bienestar y te olvidas
del tiempo, pero donde la recompensa es enorme, siete días
llenos de gloria que tardaran un año en repetirse
y una vida en olvidarse.
A mis hermanos del Nazareno que me siguen en cada paso
que doy.
A mis hermanos de la Borriquilla. A todos los que con
fe soportan el peso de una trabajadera.
A los que sueñan con chicotás eternas junto
a sus hermanos de palo.
A los capataces que son los ojos que guían a los
pies de nuestro Señor y su bendita Madre.
A mis hermanos de tertulia.
A los que fueron, a los que son y a los que serán
los pies del señor.
Autoridades aquí presentes.
Costaleros y Costaleras, Cofrades.
Paduleños.
Buenas tardes a todos.
En primer lugar quiero agradecer al Excelentísimo
Ayuntamiento de Padul la oportunidad que me brinda y la
confianza depositada en mí para exaltar por primera
vez la figura del costalero, sintiéndome orgulloso
de haber sido elegido para ello y esperando no decepcionar
en mi cometido.
Yo nací en el seno de una familia cristiana y cofrade
por excelencia, toda mi infancia la viví de procesión
en procesión sin perderme ninguna de las que recorrían
las calles de nuestro pueblo, para mí, todas y cada
una de ellas suponía un día de fiesta al
igual que a día de hoy lo siguen siendo, curiosamente
la única procesión que no he visto ha sido
la del Entierro de Cristo. Todos y cada uno de los Viernes
Santos de mi vida los he pasado junto a mi Hermandad y
mi gran devoción, mi Nazareno del alma, junto a él
siempre me llevaba mi padre y no sólo el Viernes
Santo, si no a cada ensayo de costaleros, donde vivía
momentos que memorizaba para repetirlos una y otra vez
en mi casa, a montajes llenos de encanto donde la frase
más escuchada era “niño tráete”,
pero ahí iba yo con una sonrisa de oreja a oreja,
porque estaba ayudando a mi Hermandad en
el montaje, me llevaba a convivencias durante todo el
año, donde la imagen no estaba presente pero el
simple hecho de estar impregnado todo el ambiente de él,
me hacia la niño más feliz del mundo.
Y es que junto a él lo he vivido todo, mi vida
siempre ha ido unida a él, hasta tal punto que fue él,
quien me unió con el amor de mi vida, pero eso es
otra historia que quizá algún día
cuente. Era otra forma de vivir esto, eran otros tiempos
muy diferentes a los que vivimos ahora, pero gracias a
esos momentos y de la mano de mi padre, he ido mamando
el sentimiento de amor por nuestra Semana Santa.
Recuerdo el hervidero de personas que se agolpaban en
ese patio interior de Capellán, los rituales antes
de la salida, ajustes de faja, abrazos, rezos, nervios,
lágrimas en los ojos, miradas cómplices,
momentos que observaba vestido con mi pequeño traje
de penitente, con la ilusión de ser la luz que guiara
su camino o con pipote en mano dispuesto a cesar la sed
de esos costaleros a los que tanto admiraba.
En esos años mis ansias de ser costalero me podían,
quizá debido a mi juventud, pero más por
toda una vida rodeado de igualas, ensayos y golpes de campana,
siendo incrementada ese ansia desde que por allá en
el año 96 este niño fuese por primera vez
pipotero, y acompañase a su Cristo enganchado en
mi pata delantera.
No fue hasta los 14 años cuando empecé en
este maravilloso oficio, muy temprano sí, pero
muy tarde para mí. Ese era mi gran sueño.
Fue un año 2003 cargado de emociones, de nervios
pero sobre todo de felicidad por portar a mi Cristo Nazareno
sobre mis jóvenes hombros, un año que quedará grabado
siempre en mi memoria y en mi corazón. En el siguiente
año me estrené en Granada bajo Nuestro
Padre Jesús Cautivo, del cual disfruté durante
8 años.
Y fue en 2009, animado por varios amigos del Nazareno,
cuando empecé en mi segunda Hermandad y bajo mi
Cristo de la Victoria, llegué asustado a su Casa
de Hermandad, me estrenaba a costal, ¿Qué locura
era esa? ¿Llevar un paso con el cuello? ¿Y
si me lo parto en una levantá? ¿Estamos locos?
Fueron algunas cosas que pensé cuando llegué allí,
pero pronto descubrí que eso era lo más parecido
a tocar el cielo y desde ese día cambio mi concepción
del trabajo costalero. Mis andaduras como costalero en
Granada han pasado por Cautivo, Cristo de San Agustín,
Redención y Resurrección, y tras pasar por
todas estas, puedo decir que como el Padul nada, porque
bajo mi opinión, si alguien quiere sentir y saber
lo que es pertenecer a un verdadero Cuerpo de Hermanos
Costaleros que se venga aquí, puede que me equivoque
y que haya gente que no esté de acuerdo conmigo,
pero yo sí tengo claro que no cambio por nada en
el mundo a mi cuadrilla de morao y la de mi Burra.
En este mundillo siempre ha existido un debate, ¿el
costalero nace o se hace? Yo lo tengo muy claro, el costalero
nace pero se tiene que hacer, y eso te lo dan los años
y el querer aprender, cosa que no todos los que se ponen
el costal quieren.
A mí salir de costalero no me hizo costalero, y
es que coger un costal ponérselo en la cabeza con
la faja en la cintura y meterse bajo un paso no te hace
costalero.
Te harás costalero con los años, con la
experiencia, por el querer aprender, también por
afición, tras chicotás duras como la vida
misma, bajo un paso trabajando por derecho, como un buen
costalero, y eso no se hace en un día, pregúntale
a los años.
Ser costalero te hace ver la Semana Santa distinta, incluso
la vida, porque debajo de un paso se aprenden cosas que
solo una persona puede descubrir conforme se hace costalero.
Un costalero no se tiene que quedar solo con sacar un paso,
tiene que entender lo que significa eso, que no es otra
cosa que dar testimonio de fe de la Pasión, Muerte
y Resurrección de Cristo, desde que Jesús
entra triunfal en Jerusalén a lomos de un pollino,
hasta que al tercer día resucitó, triunfando
la vida, la fe y la verdad, haciendo saber que tras la
traición en el huerto de los olivos, tras ser juzgado,
azotado, humillado y coronado de espinas, que tras ser
cargado con la cruz y caer tres veces, tras ser crucificado
y morir, el Señor triunfó y nos salvó.
Bajo los faldones de un paso se aprenden muchas cosas
y se guardan muchas otras, vivencias que te irán
haciendo costalero y más humano, historias que
no olvidarás y anécdotas que recordarás
y comentarás tertulia tras tertulia con tus compañeros,
que más que compañeros de trabajadera,
son hermanos. Personas que si no hubiese sido por una
devoción común, nunca hubieran entrado
en tu vida y que a día de hoy se han convertido
en una parte fundamental de ella.
Salir de costalero no te hará costalero, porque
además hay gente que tras años de costalero,
no se consideran como tal por varios motivos, uno de ellos
y bajo mi punto de vista, es que todo el mundo no vale
para todo.
Así que tú que estas empezando, intenta
aprender todo lo que puedas, que el ser costalero se convierta
en una afición y en una forma de ver y vivir la
vida, por ello solo fíjate en lo bueno, que el buen
costalero solo tiene un camino.
A ti capataz no dejes a la mano de Dios al nuevo costalero,
porque Dios le guiará el camino, pero no le enseñara
la técnica, eso lo tienes que hacer tú, explícale
cómo se hacen las cosas y el por qué, porque
igual el que entra lo sabe pero igual no.
Y a tí costalero veterano disfruta de cada levantá de
cada chicotá y de cada revirá, de cada salida,
de cada encierro y de cada arriá, porque el tiempo
pasa y tarde o temprano llegará el día que
todo costalero de corazón teme: el día de
la retirá. Por eso disfruta de ser los pies del
Señor y de su Madre mientras puedas, y cuando llegue
ese día, podrás decir con orgullo que perteneciste
a la cuadrilla de tus devociones.
Los pasos necesitan gente que quiera, gente que pueda
y gente
que sepa, y si no sabe se le enseña, pero el que
se meta debajo de un paso tiene que ser costalero con mayúsculas,
eso es lo que hace falta, porque la vida para un costalero
no se cuenta en momentos, sino en chicotás.
Lo bonito no es salir de costalero, lo bonito es SER COSTALERO.
A mi gente de abajo que deciros…
A mi primera que sois los que dais compás y movimiento
y no escatimáis en esfuerzo ni sentimiento.
A mi segunda que sois la finura y elegancia hecha costal
que fija a la primera para que no se deje llevar.
A mi tercera obediente, la que calla, la que no rechista,
la que no se arruga, eres la balanza, la constancia y la
perfección.
A mi cuarta flamenca llena de ilusión, la que no
falla nunca y trabaja con devoción, y que con el
izquierdo por delante avanza con nuestro Señor.
A mi quinta que sois la calma, la sabiduría, la
paciencia y el sosiego y el buen hacer costalero.
A mi última que sois el corazón de la trabajadera
la que achucha a las demás, la que mantiene la cadencia
y el compás y la que disfrutan del buen andar.
Cómo te explico a ti Señor lo que siento
al llevarte, qué te digo yo ahora si sabes que
lo eres todo para mí. ¿Cómo te explico
a ti, que cada Semana Santa es un nuevo año de
ilusión debajo de ti? También de sufrimiento,
pero bendito sufrimiento. Porque cuanto más sufro
más te siento. Porque del sufrimiento alcanzo
la gloria debajo de ti, en cada arriá alcanzo
tu rosto. Tus lágrimas son mi oxígeno.
Tu boca mi aliento. Tu mirada mi calma. Tus manos mis
fuerzas. ¿Y tu semblante?...
Dios mío tu semblante me da la seguridad de que
jamás me abandonarás.
Finalizando esta historia soñada que se hizo realidad,
entro en mi último relevo para terminar esta larga
chicotá.
Junto al zanco me hallo entro en un pensamiento profundo,
en una larga reflexión.
Llega el momento, tres golpes, suena el llamador, ahí viene
la última levantá… ¡A ESTA ES!
Te pegas al palo y con todas tus fuerzas levantas el paso
para dar la última chicotá.
Suena una marcha y el surgir de los aplausos que rompen
el silencio. El capataz manda la izquierda adelante la
derecha atrás. Avanza el paso con elegancia viendo
el final del camino con un Dios hecho hombre sobre un calvario
de claveles o lirios. La piel eriza mis sentidos al ver
al hijo de Dios dando su vida por nuestra salvación.
El silencio se hizo presente como sepulcro que anuncia
su muerte.
La voz del capataz desquebrajada, aplausos que rompen
la noche, lágrimas que se derraman,
miradas que se giran al escuchar una dulce melodía.
El crujir de la trabajadera. Bambalina al compás
de la madrugá. Sonidos angelicales que anuncian
la marcha celestial. Y cuando cierro mis ojos, es cuando
más siento. Los kilos de sufrimiento se convierten
en rezos. Ya se acerca la despedida con la última
revirá. Cirios que se apagan. Candelabros salpicados
de amor. Candelería chorreá y zapatilla desgastá.
Anda siempre de frente costalero, no decaigas en tu esfuerzo
y empuja el divino madero que ya estamos más cerca
del cielo para ver a nuestro Padre y Maestro.
Mientras el paso se arría ya te echo de menos. ¡Oh
bendito momento!
Levanto el faldón por mi costero llorando sin desconsuelo
porque he podido ser los pies del Rey de los cielos.