Plácido Albarral De La Flor
Centro Cultural Federico García Lorca
Padul, 10 de marzo de 2024
Padul,
sus puertas nos abre
y su mano nos entrega,
como cuando amamos
por vez primera,
que vemos la eternidad
como fiel compañera,
así es la vida, una epopeya,
que de una bonita manera,
con la inicial luna llena
de la primavera,
tras un duro invierno,
su savia renueva,
y emana su flor,
comienza a brotar
con su cálida tempestad,
y alrededor,
unas aves migran hasta la laguna
y otras se van,
dejando en el crepúsculo de la noche,
atardeceres que enamoran.
Pasado San Sebastián,
ya huele a Semana Santa,
a torticas de masa,
tiempo de ensayos y costal,
percibamos el olor a incienso en este pedestal.
Dios es lo primero, sin igual,
es la vida en la que fluyo,
pues no hay mayor amor que el suyo,
y con orgullo, paduleño hasta el final.
Señor párroco y amigo Don Carlos, señora alcaldesa y representantes de nuestro ayuntamiento, señor presidente de la Federación de Cofradías, familiares, Hermanos Mayores, hermanos cofrades y amistades.-
Al Ayuntamiento quiero agradecer
el haberme permitido
poder exaltar la figura del costalero,
con esta actuación,
espero que mis palabras sean de inspiración
y queden en vosotros, a quien hoy, me debo.
Costalero es quien se levanta cada mañana temprano a trabajar,
costalero es quien carga con el peso de una enfermedad.
Costalera eres tú, madre soltera y trabajadora.
Costalero eres tú, que pasas el día sin poderte mover en una mecedora. Costalero eres tú, que por trabajo pasas tiempo sin ver a tu familia.
Costalero eres tú, que llegas justo a fin de mes.
Costalero eres tú que visitas y ayudas a tus mayores.
Costalero eres tú que luchas por sacar adelante a tu hermandad.
Costalera eres tú, que impartes justicia.
Costalero eres tú, que con tus esfuerzos erradicas todos los males.
Costalera eres tú, que permaneces con una sonrisa pese a las dificultades.
Mira, costalero y costalera, cómo de triunfal
fue su entrada en la Ciudad Santa,
subido en una borriquilla y cubierto con manta.
Entre palmas y aplausos eras alabado, por cada izquierdo
se oía en el Valle tu reclamo.
Y ahora de tus discípulos rodeado,
de costero a costero,
tuyo es el Domingo de Ramos.
Costalero, que ves al Señor
en el huerto bajo un olivo,
donde su entrega fue por un beso corrompido,
donde la traición se hizo mella,
y la querella fue tu oración bajo la estrella
del Ángel que vino.
Costalera y costalero, observa la rotura
de su túnica abrupta y rasgada,
la risa corrupta y su sangre derramada,
la furia desatada,
su piel fragmentada por el llanto
cuando el dolor escarpaba,
latigazos de odio que la carne arrancaba,
aquella tarde infernal
que junto a un poste de piedra
se acababa.
Tú, costalera, que portas el verdadero icono,
que ayudaste a aquel rostro ensangrentado,
limpiado con una sábana
y ahí para siempre clavado.
La verdad de lo reflejado,
por cuatro ángeles es custodiado.
Costalero, ¡oh tú, Nazareno!
que caminaste con el madero,
portando para redimir el mal ajeno.
Veinticinco gotas de sangre caen por tu frente,
doce por tu cuello,
lo bello sobre lo bello,
como baila con el viento tu natural cabello.
Tú, que viste en lo malo lo bueno,
sientes el anhelo
del amor olvidado
bajo tu manto morado
y de espinas coronado,
tiñes de sangre tu pelo.
A la mujer de los ojos más bonitos que jamás veré,
gracias por enseñarme el valor de la fe,
me enseñaste que de lo malo he de huir,
gracias por quererme y cuidarme,
eres mi ejemplo a seguir.
Amigo contraguía,
aún en mi recuerdo
tu buen humor y tu sabiduría,
tus chistes y tus caramelos de menta,
que te abrían el pecho
como al cielo una tormenta,
y me doy cuenta
cuando llega la brisa y la percibo,
esa paloma que alcanzó su vuelo,
y allí quedó cautivo.
Y a ti, amigo costalero,
el de la eterna sonrisa,
qué pronto nos dejaste,
ese angelito con costal
cambió su clavo por una rosa
y a tu Cristo la entregaste.
Te echaré de menos en cada priostía,
te echaré de menos en cada chicotá,
eras luz de alegría
y fijador de esta revirá.
Vuestras almas estarán presentes,
así como nos enseñasteis
que el dolor se ofrece,
que nada es para siempre,
y que el amor permanece.
Qué cuadrilla tiene el firmamento,
llena de arte, gozo y consuelo,
el Redentor estará orgulloso
de teneros en el cielo.
Ya que tiene capataces,
costaleros y nazarenos.
Que en su vida con nosotros
dieron ejemplo
verdadero y soberano
de cómo son las personas,
auténticos seres humanos.
Costalera, mira a tu Cristo caído,
ni imaginar puedo,
el dolor tras caer con la cruz al suelo,
cuánta fuerza de flaqueza sacó
para volver con ella a caminar.
Tres veces caíste,
y tres te levantaste.
Carga el peso en tu costal,
para que su cruz no le pese,
como hubiera de pesar.
Costalero y costalera, ahí lo veis,
en la cruz clavado,
tres clavos sostienen su cuerpo magullado,
con su herida en el costado
y su aliento avinagrado,
lucha y padece como un ser humano.
Pidió ayuda en su momento de rigor,
lanzó un suspiro al viento
y en aquel momento,
se produjo el temblor.
Costalera, bajo tu manto,
contempla la angustia de una madre
al ver a su hijo muerto en su regazo,
la flor más bonita
se hace mustia y con rechazo,
el ardor que no quita
en su último abrazo,
tú fuiste costalera,
llevando en brazos
a tu hijo en el calvario,
con lágrimas vivas en tu sudario,
él sabía que pasar por esto
era necesario.
Soldados del pueblo Romano,
a ritmo de tambor en mano
marcan paso,
con su redoble y sus picas
van danzando hacia el ocaso.
Cuatro Nicodemus van en camino,
para portar al Cristo fallecido,
llevan consigo
el cuerpo de un hombre herido,
derrotado,
su sábana es un lienzo en el que se retrata,
hacia su sepulcro va
aquel que la muerte acata.
Al señor de barba que tanto le debo,
río contigo mientras puedo,
antes de que me hagas llorar,
disfrutar contigo quiero.
En la sepultura,
hallaste la máxima altura,
pues en tu cara se refleja
la más bella partitura,
tu boca entreabierta
y tu dulzura,
pura es tu sangre,
la cual impregnó tus vestiduras,
por las magulladuras,
crudas son las palabras para describirte…
Ahí metido,
en tu urna de cristal tumbado,
he sentido
cómo me has hablado,
al corazón me has llegado,
no caerás en el olvido.
Costalero y costalera,
háblale, que él te oye.
Tú, que fuiste el eterno amado,
hasta el final a su lado,
como un buen amigo,
dando abrigo
en su momento más templado,
ahí has estado,
por todo lo vivido,
porque has querido estar
hasta su último suspiro.
Costalera y costalero, que entre hombros
llevas a tu madre,
con ese dolor y su agonía,
que en su precioso rostro refleja su alegoría,
su alma partía,
por el vacío que se queda
cuando alguien al que amas se va, esa triste melodía
que el viento da,
esa sensación que explota a la que solo tú,
Madre, diste la derrota.
Costaleros, sobre vosotros
va el más importante Símbolo,
es su huella,
significado tan grandioso
que dejó una marcada estela,
reconocida en el mundo entero,
hoy sigue siendo escuela,
aún mucho por aprender de ella.
Costaleros, en la ultratumba
encontramos su resurrección,
el ejemplo más vil
de que aquí murió,
y al tercer día como nos dijo,
volvió su hijo
como predijo que sería,
y este es el misterio
que da cobijo
y sin duda todo cambiaría,
de entre los muertos volvería,
ejemplo de vida eterna
para el que su vida merma
y hasta el final lucharía.
Soy hermano cofrade de la Hermandad del Señor.
Aún recuerdo esos jóvenes años
saliendo en el Sepulcro,
los nervios que me producía
cuando debajo iba, muy elegante, sí,
pero nervioso como yo solo,
pues ya era consciente
de quien portaba encima.
En el Resucitado y en el Corpus
he encontrado un fuerte vínculo,
una fuerte unión.
Ver cómo las cosas progresan sin miedo
y con mucha ilusión.
Soy hermano cofrade de la Hermandad del Nazareno.
Aquí en 2013 descubrí la costalería,
la responsabilidad que tiene,
ser la voz bajo las trabajaderas,
descubrí la priostía
y ser miembro de la Junta directiva,
me siento como en casa,
rodeado de familia.
Soy hermano cofrade de la Hermandad de la Borriquilla.
Aquí descubrí un andar
que a día de hoy me sigue gustando cada vez más,
con esos pasos, izquierdos y costeros,
y algún picaíto, burra y paso atrás.
Ejemplo de que partiendo de cero,
con mucho trabajo y esfuerzo,
todo se conseguirá.
Soy hermano cofrade de la Hermandad de Rosario y Tres caídas.
Aquí aprendí a caminar bajo un palio,
sentir como claquean
los rosarios enganchados en los varales,
esos pasitos cortos
que a golpe de cintura salen.
Mi Virgen de cinco lágrimas y puñal clavado,
y mi Cristo tres caídas, ¡cuánto me has dado!
Aprendí el compromiso,
que si le pides con fe, el Señor te escucha.
Solo le pedí un favor, y el favor me hizo.
Aquí me he sentido uno más pese a estar
fuera de lo mío.
En mis hermandades,
me gusta en todo lo posible ayudar,
participar e ir debajo con mi costal,
es muy difícil este sentimiento de explicar,
si quieres realmente saberlo,
tienes que probarlo.
Es la fuerza que haces cuando caen esos kilos de más,
cuando te acercas a tu hermano costalero
para que no le pese tanto,
cuando vuelas en una levantá,
cuando el racheo es tu forma de rezar,
cuando sabes lo que tienes encima
y no lo quieres dejar.
Ganas de chicotás costaleras,
ganas de seguir derramando amor
bajo las trabajaderas.
Ganas de trabajar por derecho
animando a la trasera.
Ganas de pasear por Padul
esa luz que tanto anhela.
Ganas de que llegue el día,
hacer el costal y poner costales.
Coger los relevos y mirar las calles.
Da igual Avenida de Andalucía,
Tres Cruces o Calle Real,
lo que importa, son los detalles,
como esa voz ronca que del capataz sale,
con esmero,
como te mira el pequeño pipotero,
que desea ser mayor para ser costalero.
Llevarlo con la máxima elegancia,
y con la constancia
de mantenerme firme,
porque aún no sé, cuándo despedirme.
Es la duda de cualquier costalero,
¿cuándo será mi último año?
¿Hasta cuándo persistirán mis fuerzas?
¿A los 35?, ¿40?, ¿50?
¿O unos años más?
No queremos ponerle fin a esta bonita etapa,
tanto por compartir,
que solo de pensarlo,
las lágrimas se me escapan.
Maestro costalero,
a ti te debo gran parte de esta pasión,
me enseñaste y confiaste en mí
para una gran responsabilidad,
ser la voz bajo las trabajaderas.
Aún conservo
ese ambientador de incienso
que nunca quise empezar,
gracias por tus consejos,
quiero seguir siempre tu humildad,
y guiar a mis costaleros hacia la verdad.
Despertaste en mí
el amor hacia las marchas de Semana Santa,
las cuales llevo siempre conmigo,
allá donde vaya,
estas, nunca faltan.
Y a vosotros, costaleros, y costaleras,
de costal blanco, verde,
granate o morado,
distintos colores,
ni mejores ni peores,
pues roja es la sangre que todos llevamos,
y a Cristo por bandera,
en sus imágenes representado,
de la mejor manera,
por ello no hay quimera
sin amarse como hermanos,
sin cuidarse ni respetarse.
Vamos entre todos a ayudarnos.
Sigamos su mandamiento,
y amémonos como él nos amó,
Pues aquí no hay nadie más que nadie.
Y poniendo su mejilla nos lo enseñó.
Esta es mi reflexión,
que la Semana Santa
consiste en exaltar la figura de Dios
y no en una competición,
así que dejemos a un lado el orgullo,
y pongamos el corazón.
Futuro costalero,
ven con nosotros a tocar el cielo,
te vamos enseñar a emprender el vuelo.
Nos llamarán locos,
pues yo me río,
amigo mío,
les pregunto mientras sonrío
qué es la vida sin una pizca de locura,
qué es la vida
sin algo a lo que ponerle pasión,
sería algo vacío,
algo sin sentido,
algo sin ilusión.
Acepta la invitación
y vente,
pues esta sensación
te hará cambiar la percepción
para siempre.
Y ya finalizando,
permitidme que vayan para él
mis últimos renglones,
para el amor de mis amores.
A ti, pedacito de mi alma
que en forma de estrella fugaz,
hace cinco meses subiste al cielo,
te despediste de nosotros
con un te quiero
que jamás olvidaré.
Eres la chicotá más dura
que la vida me ha dado.
Entre un fandango,
allí, cantando te recordaré,
como una ficha de dominó cerrando,
cuando Dios lo tenga estipulado,
a ti, me abrazaré.