Pregón
pronunciado por Don Antonio Villena Muñoz
Iglesia Parroquial de Santa María la Mayor
15 de marzo del año 1997
PREGON
PASCUAL
¿Quién
me presta una escalera
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
Soledad...
Cruz última de mi pueblo.. .Ultima Cruz de Cristo
¿De qué nos sirve ya el madero, si faltas
tú, Cristo, El Crucificado? Sólo queda el
rótulo: "Jesús Nazareno, Rey de los Judíos".
Pero... ¿Dónde está tu Reino? ¡Que'
pobre trono tienes, Dios!
Tus
súbditos, tus amigos, todos, con la cabeza gacha,
han huido. Para los cofrades su tarea ha terminado y te
entierran. Silencio.. .Has vuelto al desierto, de donde
saliste hace tres años.
Muerte...
Te han callado. Has causado muchos problemas a los que mandan.
Le has agitado el pueblo. Eres un revolucionario. Por eso
tapan tu sepulcro con una roca; han puesto soldados para
que no hables.
Y
dice el poeta:
¡Cantar
del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda buscando escaleras
para subir a la Cruz!
¡Cantar de la tierra mía
que echa flores
al Jesús de la agonía
y es la fe de mis mayores!
Pero..
.La cruz florecerá y el desierto estallará.
De allí subirás triunfante; llenarás
de alegría las calles de nuestro pueblo. ¡Qué
fácil es la gloria!
Buenas
noches, amigos cofrades y asistentes todos a este pregón
de nuestra Semana Santa. Envío mi sincero agradecimiento
a los que han pensado en mí para este acto. A ellos
y a todos los cofrades va dedicada esta breve glosa que
quiero hacer de lo que sucedió en el mes de Nisán,
primero de los judíos de hace casi dos mil años.
También
agradezco a Juan Carlos Romero y fotos Cecilio la cesión
de estas imágenes de nuestra procesión del
Viernes Santo. Gracias a estas imágenes vais a entender
lo que quiero transmitir, al mismo tiempo, con mis palabras.
Pocas son mías. Lo que vais a escuchar a continuación
lo he bebido, enlazándolo luego, en los cuatro Evangelios,
en poemas de nuestro gran andaluz Antonio Machado. Y quisiera
haber entendido lo que se vislumbra que pueden decir unos
documentos encontrados en Qumran, junto al Mar Muerto. ¿Es
el desierto donde Cristo fue a prepararse antes de dar la
cara, partiéndose luego el pecho contra los poderes
corrompidos de su tiempo?
Tú
lo sabías, Cristo... ¡Pero que bien tramado
lo tenían las autoridades religiosas!... Y tú
lo sabías. Sin embargo, fuiste a Jerusalén
a celebrar tu última Pascua de los Azimos.
Y
nosotros, el pueblo, fuimos por ti. Te llevamos triunfante,
entre palmas y olivos porque eras nuestro líder;
y porque eras un revolucionario, engañados, te levantamos
luego una cruz en el Calvario.
"Durante
la fiesta, no. ¡Que el pueblo no se alborote!, decían
los jefes de Sanedrín.
Después
de la cena buscaste fortaleza en la oración. Te fuiste,
con los tuyos al huerto de Getsemaní. Y, allí,
entre olivos, encontraste el bálsamo para tus próximas
heridas.
Sudaste
sangre porque eras hombre e hiciste la voluntad de tu Padre
porque eres Dios.
Acepta,
"Jesús en oración en el Huerto de los
Olivos", el fruto de estos árboles, el óleo,
el aceite del pueblo andaluz, refinado en largos años
de trabajo y pobreza. Lo guarda cada primavera para darte
ungüento en las heridas de tu Pasión.
¡Tus discípulos dormían en el Huerto!
¿Esos eran los que se querían repartir los
puestos de privilegio en tu futuro Reino?. Vamos a despertarlos
con el poeta:
Cuando
cielo y tierra pasen
mi palabra quedará.
¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
Todas tus palabras fueron
una palabra: Velad.
Pero...
¡Basta ya! Comienza la gran noche para Ti, y para
todos, Cristo. Te buscaron y te encontraron; mejor, te dejaste
encontrar. Como no quieren que nos sirvas de bandera, te
cazan como a un vulgar ladrón, con palos y espadas,
y. . . un beso. ¡Nunca la belleza y hermosura de un
beso se rebajó tanto,.. .hasta llegar al insulto!
Eres
peligroso. Con urgencia se reúne el Sanedrín,
al completo:
Pontífices,
sacerdotes, ancianos y escribas firman tu sentencia de muerte.
Pero no, no es tan fácil la condena. Ni los falsos
testigos se ponen de acuerdo; y... tienes que ser tú
quien, voluntariamente, caigas en la trampa que te tienden:
"Yo soy el Hijo de Dios" les dijiste.
¡
Qué noche más larga! ¡Aguanta, ya viene
la mañana! de Pilato a Herodes. De Herodes a Pilato.
¡Cristo, te van a azotar! Cógete a la columna,
única fiel compañera que te queda, no caigas.
No tienes otra cosa en que apoyarte. Tus amigos, ya se fueron;
el segundo canto del gallo recuerda a Pedro su triple negación.
¡Y,
nosotros!... Costaleros, llevarlo con mimo, no se le claven
más las espinas con el balanceo.
Gabiarras,
Pilones, sois de siempre nuestro sayones; os hemos tocado
de chicos cuando os subíamos al trono, no golpeéis
fuerte a nuestro Señor.
Ahí
lo tenéis. Ya está castigado. ¡No, no!
¡Así no nos vale, crucifícalo, crucifícalo!
Azotado y coronado de espinas serías aún más
líder. Los sanedritas no lo podían consentir.
La
noche ha pasado lentamente, densa, cargada de dolor. La
locura de mi pueblo ha guiado tus pasos por sus calles.
Sangran en púrpura los rayos azules que se quiebran
en tu manto.
Dichosas
calles del Padul que ven tu andar airoso aún, Nazareno!
¡Ay, calles de Jerusalén, prietas de silencio
para verte pasar! La calle de la Amargura se estrcha y el
peso de tu cruz la hace más pendiente. No puedes
más.. . y caes.
¡Dios
con qué mirada me miras! ¿Dónde encontró
tus ojos el imaginero que te hizo? Te los puso profundos,
cuajados de dolor, hasta el límite. ¡Cristo,
veo en ellos tu tres caídas! ¡Tienen demasiada
pena para una sola!
Amigos
costaleros, quietos...dejad que esa mujer se acerque a Cristo;
necesita que le limpie el rostro. ¡Verónica,
en la vida moderna cuánto valdría la imagen
que llevas en tu paño! Hoy, en cambio, sólo
polvo, sudor y sangre...
Cofrades,
costalero, penitentes, todos, ayudar al Cirineo, hay que
levantarlo. Aún es temprano para que muera, Tiene
que llegar al Calvario porque debe morir como todos los
que rompen los esquemas de la clase dominante: en la Cruz.
Hombre
de Cirene, ¿qué viste en la mirada del caído?.
Recayó su luz en tus hijos Alejandro y Rufo, cristianos
de los primeros. Y tú, amigo, ¿lo seguiste?
Arriba!,
Cristo, debes seguir. Y es que, para ellos Nuestro Padre
Jesús
Crucificado, para sus cuentas llegaste antes de tiempo.
¡No te esperan aún y ya siembran tu Cruz en
el Gólgota!
Llegado
aquí te ofrecen un narcótico: vino con hiel
y mirra para que no sufras tanto y pierdas un poco la conciencia.
Pero tú, el Cristo, el líder, Dios, no puedes
dar signos de flaqueza, quieres pasar tu Pascua despierto
y lo rechazas.
Rechazas
la droga, cruz moderna de nuestra sociedad. Señor,
alívianos esta cruz.
En
este momento supremo escuchemos el canto de nuestro pueblo.
Este templo, hasta los topes lleno, oía hace años,
sobrecogido al Angel que cantaba en el Sermón de
Pasión del Jueves Santo. Vosotros, amigos, si rondáis
el medio siglo, os acordaréis: "Mirar al Redentor
agonizante, su sangre sacratísima vertiendo. La vida
se acaba por instantes. Con estridente son crujen los nervio~
los nervios. De nuevo os quiere hablar con voz doliente.
Silencio. Meditación. De Dios la voluntad ya se ha
cumplido".
La
mirada, Cristo, se te vuelve vidriosa. A través de
las lágrimas la buscas: ¡¡¡MADRE!!!!
¿Dónde
estabas María, Señora Nuestra de las Angustias?
Al caer bajo la cruz, tu hijo te buscaba, te esperaba para
levantarse, y no llegaste. Eleva el rostro ensangrentado,
y no te ve. Tu Jesús sufre, pero no quiere compasión.
El cáliz, para convertirse en Cristo, lo quiere beber
sólo, y entero. Por ello habla: Mujeres que me seguís
por estas calles angustiosas de Jerusalén no os lamentéis
ni golpeéis vuestro pecho por mí; guardar
vuestras lágrimas para vosotras y vuestros hijos
porque os aseguro que vendrán tiempos peores y os
harán falta.
¡Qué
angustia, Madre! ¡Qué solas están las
calles de la ciudad a pesar de la multitud que las abarrota!
Pero. . . Madre de las Angustias, faltas tú.
¡Costaleras
de la cofradía, buscadla, llevadla al Monte! Meced
al hijo mientras tanto, haced de madres, que sienta algún
calor.
¡Qué
gran oscuridad se cierne sobre la tierra! ¿Es la
hora sexta, quizás la nona? ¡Qué importa
ya! El tiempo se ha consumido. La tierra va a temblar; en
el templo, casa de Dios van a ocurrir cosas extraordinarias,
extrañas.
Entre
un silencio impresionante una pequeña brisa de alegría
cruza los ojos de crucificado porque han visto, veladamente,
los ojos de María clavados en sus ojos y en el dolor
de la Cruz.
María,
Virgen de los Dolores, qué pena más dolorosa
tiene tu mirada. ¿La aguantará tu corazón?
Te sostenemos, Madre; lo dice Cristo: "Ahí tienes
a tu hijo". Nos tienes a Juan y a nosotros. Sé
tú nuestra madre, que nosotros queremos ser tus hijos.
¡San
Juan!, el único que aguantó hasta el final
junto al Maestro. ¿Será por ello por lo que
nuestros vecinos, durante años y años, han
acompañado este paso el Viernes Santo?
Se
acerca el fin. Apenas puedes, Cristo con tu vida. ¡Qué
dura se hace la espera! En un grito pones toda el alma:
¡Eloí, Eloí, lamá sabajthaní!
Sin embargo tus palabras, como siempre, no son entendidas
por todos. Alguien confunde a Eloí con Elías.
A Dios con sus santos.
Es
el fin. De nuevo gritas pero ya no se te entiende. Eres
hombre muerto.
Todo se ha consumado. Te miro y ¿qué veo de
tu grandeza? Un cuerpo destrozado y unos discípulos
hundidos y huidos. Por cierto.. . Cristo. ¿Por qué
tus verdaderos seguidores tienen un final trágico?
¿Tan difícil es llevar tu Cruz?
Estamos
ciegos:
El
Dios que todos llevamos:
el Dios que todos hacemos,
el Dios que todos buscamos
y que nunca encontraremos...
porque no lo buscamos en la Cruz.
'Señor,
me cansa la vida", dice el poeta andaluz y lo ha cantado
la Coral Santa María la Mayor hace unos minutos.
Señor,
me cansa la vida,
tengo la garganta ronca
de gritar sobre los mares;
la voz de la mar me asorda.
Señor, me cansa la vida
y el Universo me ahoga.
Señor, me dejaste sólo,
sólo con el mar, a solas.
O tú y yo jugando estamos
al escondite, Señor,
o la voz con que te llamo
es tu voz, es tu voz.
Por todas partes te busco
sin encontrarte jamás;
y en todas panes te encuentro
sólo por irte a buscar.
Ya
se oyen los tambores y el paso acompasado de los soldados
romanos. Vienen por los cuerpos de los muertos. Les quiebran
las piernas a los dos ladrones para que se desangren rápido
y mueran. Entra ya mismo el día de fiesta y no se
puede trabajar. ¡Qué importa la injusticia
cometida en la muerte de Cristo si hay que cumplir la ley
de no trabajar el sábado! La ley, es la ley, Dios.
Pero... a tí, Señor, ¡qué te
pueden hacer ya! ¡Por favor, no me lo toquéis!
¡Ya tiene bastante!
Y
ahora ¿qué?. No saben qué hacer contigo;
mejor, sí saben lo que no deben hacer: Dejarte escapar.
¿,Qué
teméis, jefes del Sanedrín, silos muertos
están muertos? Por si acaso, lo rodean de soldados.
Saben muy bien lo que hacen. El revolucionario nunca muere;
resucita de sus cenizas; el rescoldo algún día,
prende.
El
paso viviente de los Nicodemus te lleva a enterrar. En nuestro
pueblo apodamos con este nombre a los cuatro que te llevan
muerto.
Todos
sabernos quién fue Nicodemo, pero. . . ¿Creyó
en ti este maestro de Israel? ¿Por qué charlaba
contigo, en secreto? ¿Porque era uno de los principales
fariseos y tenía miedo de perder su buen nombre?
¡Qué buen retrato hace de nosotros este hombre!
Nos escondemos de ti. Queremos creer pero nos da miedo.
Luego te defendió en el templo y, ahora, aunque sea
tarde, da la cara. Aquí llega, junto a José
de Arimatea. Trae 100 libras de mirra y aloe para tu cuerpo
muerto, tu sepultura. ¡A mi sepulcro, dice José!
Ya
pasea fúnebre la comitiva por las calles del Padul
en la procesión del Santo Entierro. Es Viernes Santo.
Los Nicodemus vuelven, con frecuencia, la mirada hacia atrás;
deben seguirles las Tres Marías: tu madre, la de
Cleofás y la Magdalena. ¡Qué silencio
más duro se hace! Los ojos vivos de María
van clavados en los muertos de su hijo. Dolor y muerte respiran
las calles de nuestro pueblo.
Te
meten en un sepulcro prestado. José de Arimatea lo
había hecho para él, clavado en la roca viva.
¡No tenías ni donde caerte muerto, Cristo!
Eras demasiado joven para morir.
Ya
no queda sino esperar. Poco, muy poco porque el primer día
de la semana está cerca. Ya casi alborea la mañana.
Pronto va a llegar nuestra Pascua, la de la Resurrección.
¡ Qué bonita la canta el poeta!
¡Oh,
celebrad este domingo claro,
madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas!
Gozad esta sonrisa de nuestra ruda madre.
Ya sus hermosos nidos habitan las cigüeñas,
y escriben en las torres sus blancos garabatos.
Como esmeraldas lucen los musgos de las peñas.
Entre los robles muerden
los negros toros la menuda hierba,
y el pastor que apacienta los merinos
su pardo sayo en la montaña deja.
El
Señor, el Cristo, el Maestro, el Revolucionario ha
resucitado. ¡Dios has vuelto! ¡Bienvenido a
tu pueblo!
La
tensión, la muerte han sido vencidas. Desde la Cruz
nos ha llegado la salvación. El Padul se alegra.
Revive Cristo en nuestras casas.
Has
Resucitado, Señor, que nuestro corazón espere
también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro
de la primavera.
Ojalá
estas imágenes que habéis visto, y las palabras
oídas os sirvan para disfrutar, viviendo intensamente,
nuestra Semana Mayor y Santa.
Los
acontecimientos que se aproximan son tan importantes que
no deben pasar a nuestro lado sin que nos demos cuenta.
Deben calar en nuestros corazones, porque Cristo se jugó
la vida para Salvamos. Y esa salvación es la que
deseo a mis amigos, todos vosotros.