Pregón
pronunciado por Doña Aurora Arias Ortega
Centro Cultural Federico García Lorca
27 de marzo del año 1999
Es
un gran honor y una gran responsabilidad estar esta noche
ante ustedes. Quisiera agradecer la confianza que ha depositado
en mí la Asociación de Cofradías y
las personas que me han propuesto para este pregón.
Quisiera
mandar un saludo para todos los paduleños que se
encuentran lejos y que con el corazón viven nuestra
Semana Santa, unos porque la conocen y la echan de menos
y otros porque se la imaginan o la han visto en tantas cintas
de vídeo que graban sus familiares. En los años
que yo estaba en Francia no había tantos adelantos
y yo no conocía la Semana Santa.
Los
recuerdos que tengo de mi niñez de estos días
son muy especiales, porque en Francia es totalmente diferente,
allí no se vive la pasión de Jesucristo con
la misma intensidad en la calle como aquí. No existen
las procesiones ni se sabe lo que es ser cofrade ni costalero
ni lo que es una saeta. Yo tampoco lo sabía, únicamente
conocía lo que me contaban mis padres, los sermones
del padre Sainz, la vigilia y la procesión del entierro
Cristo del Viernes Santo.
Cuando
lo vives de lejos y además te lo cuentan, te construyes
tus propias imágenes. Y la verdad es que yo me imaginaba
la Semana Santa como una semana bastante aburrida porque
en Radio Nacional de España, que era la emisora que
allí escuchábamos durante esos días
no se oía otra música que las saetas y las
marchas de procesión que no me inspiraban nada en
concreto puesto que nunca había visto una procesión.
Allí
además el día más importante y festivo
es el Lunes de Pascua, lunes de Resurrección, y los
escaparates llenos de gallinas y huevos de chocolate.
En
la escuela de pequeña pintábamos huevos de
colores porque según una leyenda una de las 3 Marías
que iban a darle unguënto al cuerpo de Jesús,
llevaba una cesta con huevos y al entrar al sepulcro y ver
que ya no estaba Jesús, los huevos se volvieron del
color del arco iris.
La
imagen más importante que resaltaba para mí
era justamente la resurrección de Jesús. El
triunfo de la vida sobre la muerte.
Y
Al llegar al Padul todo cambia por completo.
¿Quién
no está apuntado a un par de cofradías por
lo menos? Pero también hay un paso en concreto al
que te sientes más unido o al que la familia tiene
más fe, así que eso me pasó a mí,
caí en una familia donde San Juan era el Santo de
la casa.
Así
que hoy ya que me habéis dejado el micrófono
para mí sola y antes de empezar con el pregón
propiamente dicho quisiera hablaros un poco de la vida de
San Juan Evangelista.
SAN
JUAN es el patrón de la Juventud y su Santo se celebra
el día 27 de diciembre en la iglesia católica
y el 26 de septiembre en la iglesia oriental.
Juan nació en Betsaida, pequeña población
situada cerca del lago Tiberiades, era hijo de Zebedeo y
de Salomé y hermano de Santiago el Mayor. La situación
de la familia aparece como desahogada puesto que Zebedeo
tenía varios hombres trabajando para él, al
menos una barca y pescaba con red barredera.
Juan
Evangelista conoció a San Juan Bautista cuando éste
recorría las orillas del Jordán predicando
y se hizo discípulo suyo con Andrés, el hermano
de Pedro y por él llegaron a conocer a Jesús.
Luego,
y directamente, con su hermano Santiago serían llamados
por Jesús al apostolado. Fue uno de los cuatro Evangelistas
que se unió a Jesucristo.
Mereció
de Cristo especiales muestras de confianza y afecto, Juan
y su hermano Santiago siempre iban juntos y un día,
teniendo que pasar el Señor por la ciudad de Samaria,
de camino hacia Jerusalén, mandó a algunos
delante para que preparasen algo de comer, pero los samaritanos,
al conocer que eran judíos, no quisieron recibir
al Señor. Entonces Juan y Santiago indignados, dijeron
a Jesús "¿Quieres que mandemos que llueva
fuego del cielo y los abrase? Esto motivó que Jesús
les llamase a los dos: "Hijos del Trueno", eso
demuestra que también los apóstoles tenían
su genio y se comportaban como hombres y no llegaron a la
cumbre de la perfección en el instante en que respondieron
al llamamiento divino.
Juan
fue uno de los pocos escogidos por Jesús para ser
testigo de la resurrección de la hija de Jairo.
Cuando
Juan se enteró que Jesús había sido
sentenciado a muerte, corrió al lado de la Virgen
para consolarla y cuando Ella tomó su manto y salió
deprisa para ir al encuentro de su Hijo, ningún otro
discípulo se atrevió a acompañarla
por miedo al peligro de exponerse a morir con El en otra
cruz entre aquella chusma sangrienta y salvaje.
A
los pies de Jesús, estuvo junto a la Virgen, llorando.
Momento solemne fue éste cuando Jesús abre
los ojos cerrados por el tormento y ve a María su
Madre y al discípulo amado junto a Él. - "Mujer,
dice, Ahí tienes a tu Hijo". Y después
mirando a Juan: - "He ahí a tu Madre".
Después
de la venida del Espíritu Santo, no se fue de Jerusalén
tan pronto como los demás apóstoles, tenía
que velar por Ella y según consta por tradición,
vivía en su casa del monte Sión. Acompañaba
diariamente a la afligida madre que en peregrinación
iba recorriendo las diversas estaciones santificadas por
los padecimientos de su divino Hijo.
Compartía
su tiempo entre San Pablo y la Virgen.
Al
morir la Virgen. San Juan dejó definitivamente Jerusalén
y fue a establecerse en Asia Menor.
Cuando
San Pablo fue martirizado, se estableció en Éfeso
para hacerse cargo de las Iglesias de Asía Menor.
Allí fue donde escribió sus tres Cartas y
su Evangelio.
Durante
las persecuciones de Domiciano, fue martirizado e introducido
en una caldera de aceite hirviendo de donde salió
ileso. Este hecho milagroso de haber salido de la caldera
más fuerte y vigoroso que había entrado, causó
gran admiración y se dice que Domiciano atribuyó
el milagro a la magia y no se atrevió a dar muerte
al Santo y lo desterró en la isla de Patmos, en el
mar Egeo, para que trabajase en las minas de hierro que
allí había., entonces fue cuando escribió
el Apocalipsis.
El
" hijo del Trueno" que antes parecía tan
fogoso y vengativo, era ya todo bondad y mansedumbre, su
corazón había sido moldeado en el Divino Cordero.
Después
de la muerte de Dioclesiano, habiendo anulado el Senado
romano los decretos del tirano, pudo nuestro glorioso Santo
volver a Éfeso donde murió sobre el año
101, ya muy cargado de años y de méritos.
Y
es en honor a San Juan y a lo que representa en nuestra
Semana Santa, al espíritu joven, al fiel amigo, a
todas las personas que se involucran de una manera u otra
en nuestra Semana Grande, a todas estas personas que trabajan
durante todo el año para que estos días sean
inmensos, profundos y llenos de pasión, a todas esas
personas que han muerto y que durante tantos años
y en silencio han sufrido por sacar los tronos tan humildes,
para que nuestra semana santa fuera luciera con esplendor,
que han sabido hacernos llegar y transmitirnos lo que es
ahora nuestra semana santa les dedico este pregón.
Lo he titulado:
ENCUENTRO
EN PADUL
Cuantas
veces no te has sentido solo o sola aunque estés
rodeado de gente y necesitas hablar a corazón abierto
con alguien que pueda escucharte con paciencia, en quien
puedas confiar totalmente y al que sabes que digas lo que
digas no lo vas a herir en sus sentimientos, que no lo vas
a molestar otra vez con tus quejas o no se va a dar por
ofendido por lo que puedas decirle y el que te va a responder
honestamente a todas tus preguntas.
Me
gustaría encontrarme un día cara a cara con
Jesús, como cuando te encuentras con un amigo al
que llevas muchísimo tiempo sin ver y que deseabas
contarle tus cosas y tú saber las suyas.
Lo
veo acercarse por la misma acera, viene con su túnica
blanca y sus sandalias de pescador, entonces aligero el
paso y voy a su encuentro.
Me
coge las manos, me mira a los ojos y entonces es cuando
veo la profundidad de su mirada, el cielo entero está
ahí.
¡Qué
alegría hay en su semblante!
¡Dios Mío cuántas preguntas me vienen
a los labios!
La primera y más urgente es:
-
¿Señor dónde has estado tanto tiempo?
-
¿Por qué nos tienes abandonados?
Y
Él sin responder, sonríe. Como si fuera alguien
que está acostumbrado a que le peleen. Pero se lo
toma con calma. Entonces sin soltarme la mano me lleva hacia
un banco y aquí en los jardinillos debajo de un árbol
nos sentamos.
Su
rostro se pone serio y me pregunta:
¿Aurora
qué te pasa?
La
pregunta aunque esperada me desarma y no sé por donde
empezar, pero me aprieta la mano y de pronto las palabras
vuelven, mi mente se aclara y mi angustia desaparece.
-
Señor te echamos de menos, creo que estamos perdiendo
la fe en la humanidad y en ti, ¿Será porque
te estás haciendo el sordo ante tanta súplica?.
-
¿Cómo resolverías tú el problema
de la droga, del sida, de las guerras, del hambre, del paro,
de la sequía, de la incomprensión, del egoísmo,
del desamor?
-
¿ Por qué Señor cuando con el dinero
de una bomba nuclear o una misión espacial de las
más baratas hubiera para salvar tantas vidas humanas,
por qué no se hace nada y se dejan morir, explícame
tú porque yo no lo entiendo?
-
Explícame ¿ por qué los que tienen
poder no lo usan para paliar penas y sufrimientos?, ¿Soy
demasiada ingenua o es que no sé razonar?
-
¿ Por qué vemos a personas enfermas, solas
y desamparadas y pasamos al lado sin intentar tender siquiera
una mano, sino que encontramos una excusa para no hacer
nada?
-
Dime ¿Tú, Señor, por qué te
culpamos de tantas calamidades cuando somos nosotros los
que las provocamos intencionadamente o no? ¿ Por
qué no vuelves tus ojos otra vez hacia nosotros?
-
¿ Por qué solo nos acordamos de ti cuando
tenemos penas o necesidades, cuando estamos en un apuro?
-
Que poquitas veces decimos "Gracias Dios mío
por todo lo que tengo, por lo que me das".
Seguramente
los sociólogos, teólogos o psicólogos
tengan las respuestas a tantas preguntas, pero me gustaría
que fueras tú quien me cogiera la mano y me enseñaras
el camino, tú quién me dijeras Aurora te preocupas
demasiado por algo que hacen otras personas.
-
¿Será una manera cómoda y egoísta
de pensar " Yo sola que puedo hacer " cuando los
presidentes y responsables de gobiernos de naciones tan
grandes e importantes no lo hacen, que puedo hacer Yo?
-
Muchas veces creo reconocerte en una mirada pero solo es
una ilusión, un relámpago.
-¿A
quién debemos acudir cuando nos dicen "que Dios
te lo pague"?, ¿Dónde está esa
oficina para pasar factura?
Los
que estamos en contacto con los jóvenes sabemos la
importancia que tiene para ellos el apoyo, si ellos no se
sienten apoyados se alejan y eso creo que le está
pasando a nuestra juventud con la iglesia.
Llevo
muchos años en contacto con jóvenes y se les
ve la fe palpable, a lo mejor no es la fe que la iglesia
quiere ver, pero es fe, yo sé que si tú Señor
estuvieras aquí reconocerías esa fe,
-¿Qué
es lo que demuestran los estudiantes ante tantas horas de
estudio?, ¿por qué ese sufrimiento cuando
los jóvenes buscan su primer trabajo?, si no es fe
¿como explicar las movilizaciones que se han venido
haciendo los viernes en todas las calles de este pueblo,
en concreto con los ensayos de los costaleros?
La
iglesia está poniendo a Dios demasiado lejos, y tú
Señor, cuando andabas sobre la Tierra inspirabas
confianza, no temor, no hacías sentirse culpable
a los que no te seguían, tanto has cambiado señor
que los que te representan nos hacen sentir que la iglesia
está perdiendo el poder que siempre ha ejercido a
través del temor a Dios.
A
ti te seguían por voluntad propia, porque inspirabas
confianza y amor. No creo Jesús que nuestra juventud
esté tan perdida como algunos dicen, Yo sé
de horas de sufrimiento, de meses de trabajo, de preparación
y ensayo tanto de cofrades, de costaleros, de músicos,
de mujeres bordando mantos, palios, para que nuestras procesiones
que justamente representan tus momentos de dolor y pasión
tengan más esplendor.
-¿Es
tan malo Señor querer llegar a ti con estas muestras
de afecto, que a lo mejor no son tan religiosas como tendrían
que ser pero que a mí me parece que son muestras
de amor y de admiración?.
-¿Por
qué se molestan tus sacerdotes cuando queremos demostrar
nuestra Fe?
Quizá
porque no es constante durante todo el año, porque
solo nos acordamos en Semana Santa, quizá sea porque
justamente queremos demostrarte que no te hemos olvidado,
que estamos arrepentidos de haberte crucificado y queremos
acompañarte en tus momentos amargos y de agonía.
Yo
creo Señor en la fe del cofrade, en la fe del penitente,
en la fe del costalero, en la fe del músico, en la
fe de tu pueblo que se echa a la calle para demostrar que
está contigo, que sufre contigo aunque a otro día
te vuelva a crucificar, pero que cree en Tí y en
tu Divina Gracia.
Estos
días somos todos un poco mejores y reconocemos nuestros
pecados y queremos que nos perdones y nos veas como lo que
realmente somos, tus hijos con nuestros defectos y nuestras
virtudes porque sabemos que aunque no nos hables abiertamente
estás con nosotros, que nos apoyas y nos guías
aunque no te veamos y no te reconozcamos, aunque pasemos
a tu lado sin verte y no te vemos porque vamos demasiado
deprisa y pensando en todo menos en Ti.
Creo
Señor que un día tendré la suerte de
mirarte a los ojos, frente a frente y podré ver lo
infinito que es tu amor.