Pregón
pronunciado por Don Jorge de la Chica Roldán
Centro Cultural Federico García Lorca
16 de abril del año 2000
Me
enorgullece estar en Granada, donde su corazón cofrade
late con una fuerza extraordinaria. En la falda de Sierra
Nevada, donde estriba al oeste para convertirse en valle
se alza una vieja población, antaño puerta
de entrada a la vega de Granada.
Desde
los confines de las intrincadas Alpujarras, los remotos
azules del "Mare Nostrum" es, el Padul.
De
sueños moriscos y sortilegios morunos, de sabor blanco
cal y nobleza hospitalaria, de parroquial cristiana y genuinas
legiones romanas es, el Padul.
Tierra que arria su modernidad y prosperidad con las anclas
bien hundidas en el sedimento centenario de su tradición,
porque si algo distingue a Padul por encima del talante
uniformador e impersonal de una mal entendida globalización
es, sin duda, el mimo, el cuidado y la pervivencia de sus
costumbres seculares.
Vengo
hoy a pregonarte Padul,
en un sábado de cuaresma proclamadora,
de nuestra pasión redentora,
mi voz presto,
a un relato de la pasión según Padul.
Este humilde pregonero,
quiere acogerse a las Angustias primero
y luego rezar con vosotros
a nuestro Padre que está en Cielo.
Padul
vive ya su Semana Santa, los cofrades ultiman detalles para
su magna procesión del Viernes Santo. Los costaleros
ensayan poniendo brillo juvenil a la noche de primavera.
El cartel, que este año lleva a los sayones y a Jesús
flagelado anuncia ya, que llega la Semana Santa: La pasión
en Padul.
Y
este pregonero quiere en este preámbulo, inicio de
su intervención, decir primero una cosa que es la
más importante de cuantas hoy voy a pronunciar.
La Semana Santa de Padul, como la de Jerusalén o
Roma, como la de Málaga o Granada, cualquier Semana
Santa Católica, conmemora la pasión, muerte
y resurrección del Hijo de Dios que vino a proclamar
un evangelio que se resumía en una máxima:
Amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas
y al prójimo como a ti mismo. Y uno de los caminos
para seguir a Cristo es su madre la Virgen María.
Este
es el mensaje de la salvación, el camino del cielo.
Lo demás, todo lo demás: tronos relucientes,
imágenes esplendorosas, enseres extraordinarios o
bandas que interpretan marchas celestiales son, meros y
simples accesorios, figuras secundarias; explicado en términos
cofrades:
La
absoluta vigencia del mensaje evangélico, es:
La
figura central del paso de Misterio de nuestra vida, es:
El
Cristo o la Virgen de ese trono al que pueden acompañar
otras figuras que siempre serán secundarias, he aquí
la esencia, lo demás es: Totalmente accesorio.
Concejala
de Cultura del Ayuntamiento de Padul, Presidente de la Asociación
de Cofradías de Padul. Quiero expresar con la sinceridad
propia de una intervención voluntaria como la de
esta comparecencia publica mi gratitud a la Asociación
de Cofradías del Padul, por ofrecerme el alto honor
de ser su pregonero en esta año Jubilar. Me van a
permitir que singularice más me testimonio en la
persona de José Antonio Alguacil, amigo sincero,
cofrade comprometido y que ha sido acertado interlocutor
con quien he mantenido todos los contactos previos a esta
cita. A Dña. Aurora Arias, mi presentadora deseo
también darle las gracias por la semblanza, posiblemente
excesiva que sobre mi ha realizado, y a todos ustedes, "pauleños",
igualmente gracias por haber venido a escuchar este pregón.
Con
las primeras horas del día del Viernes Santo, Padul
hierve de sentires. En las improvisadas capillas de las
casas particulares y en la ermita, se está fraguando
el desfile antológico que se aprestan a representar
como solo aquí saben hacerlo.
Si
en cualquier lugar, las tradiciones cofrades este día,
tienen olor a flor de primavera, a clavel reventón
e iris morado impregnando todo el ambiente, en Padul, ese
aroma tradicional se mezcla con el del tomillo y las hierbas
aromáticas que se han cortado para adornar los altares
móviles que son los pasos. No conozco lugar en el
mundo donde se tenga un costumbre similar. El azahar se
repite, el clavo también pero el tomillo, el tomillo
es solo aroma de Semana Santa aquí en Padul, como
muestra genuina de la personalidad propia de esta celebración
pasionísta.
Cuentan
los aventajados cronistas de esta tierra, (cuya labor aliento
desde esta tribuna), que fue a principios del siglo XX cuando
D. Adrián López Iriarte, párroco por
entonces, decidió promover la revitalización
de la Semana Santa del Padul. No es que antes aquí
no hubiera procesiones de pasión, al contrario. Se
conoce que al menos desde 1715, existía la Cofradía
del Señor que debió limitarse como en otros
tantos lugares a una sola procesión.
Sobre
estas bases se fue fraguando una Semana Santa que ya antes
de la llegada de D. Adrián mostraba un esplendor
inusitado con los pasos de Jesús Nazareno, el viviente
de la Verónica, el Crucificado, el Santo Sepulcro,
San Juan, la Dolorosa y la Cruz con el Sudario.
La
tradición había resistido el tránsito
de los Austrias a los Borbónes , con la guerra de
la Sucesión. A los ilustrados del siglo XVIII que
tampoco ligaban con las cofradías y las procesiones.
Al férreo control del catastro del marques de la
Ensenada, la invasión napoleónica, la violencia
de la desamortización, convulsiones sociales, algunas
de ellas virulentas que se llegaron a llamar la Gloriosa
como la del diecinueve. Epidemias que llegaron a diezmar
la población, terribles hambrunas que sembraron de
cadáveres los campos, casas y cortijos. Había
resistido la tradición cofrade, incluso la falta
de fe y la incultura, la pobreza y la pereza, los desatinos
de los humanos y el destino de la historia.
Es
cierto, al nacer el siglo XX, Padul disponía ya de
una gran Semana Santa con la que no podía competir
ni tan siquiera la de la capital, pero la figura de D. Adrián,
posiblemente porque no persiguiera un afán competidor
sino la mejora por si misma, se aventuró a enriquecer
aquella catequesis plástica de la pasión del
Señor. Y D. Adrián tubo el acierto de marchar
al taller de José Navas Parejo, el más grande
de los imagineros de la escuela granadina de principios
de siglo. Es curioso, este gran escultor en cuyo taller
trabajaban una veintena de afanados operario y aprendices
como Moreno Grados o Espinosa Cuadros, extendió su
obra por toda la Andalucía Oriental.
En
Jaén está la Virgen de la Cabeza, en Málaga
dejó su huella en Jesús el Rico, en Almería
talló la Virgen de las Angustias, por citar algunos
ejemplos. Pero en Granada, su Granada más trabajó
haciendo tabernáculos, insignias y pasos que imágenes,
hasta el punto de que podemos afirmar sin riesgo alguno
que aquí en Padul, encontramos el mayor de los testimonios
de la obra escultórica de José Navas Parejo.
Suyos son tres de los pasos que incorporó D. Adrián
a esta Semana Santa: El de la Oración en el Huerto,
el de la Flagelación y el de la tercera caída.
Bien
es cierto que en Alora, provincia de Málaga( y lo
digo sobre todo por el meticuloso), encontramos también
tres pasos de Navas Parejo. Pero suman solo tres figuras
y aquí, en tres pasos encontramos seis, y tengo que
confesarles a todos ustedes la debilidad de este pregonero
por el escultor José Navas Parejo.
Reconozco
que no soy más que un aficionado al arte, no soy
un doctorado y mi pobre bagaje académico es evidente.
Pero tengo el derecho ciudadano a gozar de las creaciones
depuradas y creativas, y tal vez, la experiencia de haber
dedicado muchas horas de mi vida a conocer escenografías,
altares, cuadros y sobre todo, imágenes. Partiendo
de ello, la debilidad de este pregonero es en efecto, Navas
Parejo.
La
calidad de cincelado del medallón del Rescate de
la Magdalena, o la imponente elegancia del trono de la urna
del Santo Entierro de Sta. Ana me hicieron desde niño
familiarizarme con las indicaciones de mi padre por la genialidad
de Navas Parejo. Por ello, cuando con el paso del tiempo
descubrí que además de moldeador de metales
nobles y tallista de tronos había sido escultor,
no salí de mi sorpresa porque en Granada capital
no hubiera ni resto de esta faceta de su creación
más que alguna contada excepción, por aquel
tiempo prácticamente oculta. Por eso, el día
en el que un grupo de paduleños vino a verme a mi
estudio de la Gran Vía(por cierto, a solo una decena
de metros del que tubo Navas Parejo), lo primero que me
llamo la atención fue cuando comenzaron a hablarme
de los pasos con figuras de este escultor. Les pedí
fotos y vine a ver su obra en directo. Puedo decir que al
contrario de lo que suele suceder en estos casos, lo que
observe supero mis expectativas y para mí, el trío
de imagineros del siglo XX en la escuela granadina lo componen:
Espinosa Cuadros, Sánchez Mesa y sobre todo, el maestro,
Navas Parejo. O acaso no se esconde un genio detrás
de los rostros de los sayones que azotan a Cristo, o no
es sobrada la dulzura en el rostro del señor azotado,
o no se desprende bondad en Jesús en su tercera caída,
puede negarse el equilibrio de la composición de
la Oración en el Huerto, que sabiendo huir de los
reiterados modelos levantínos, recrea una estremecedora
belleza en el momento de Getsemaní.
Creo
sinceramente que Padul tiene una deuda con José Navas
Parejo, sus esculturas no pueden permanecer ocultas y bien
merecerían una exposición permanente y monográfica
unidas al resto de los tesoros de esta Semana Santa.
Fue el cura D. Adrián quien trajo el huerto, los
azotes y la caída, pero también el que trajo
el Señor de la Sabana, de autor desconocido, el que
incorporó a la Virgen de las Angustias a la procesión
y el que dio forma al misterio viviente de las Tres Marías
y la Virgen. Configurando así una Semana Santa excepcional,
extraordinaria, de una plasticidad emocionante, digna de
las más refinadas urbes, aunque si D. Adrián
puede ser calificado como el inventor de la Semana Santa
moderna, con sus legiones romanas y su exquisito orden procesional,
varias generaciones de paduleños han conseguido mantener
viva esta llama de fe y de piedad. Los que hoy nos congregamos
aquí tenemos una elevada responsabilidad, conservarlo
en su pureza, sin aditamentos.
Quiero
hacer hincapié en esto. Muchas Semanas Santas, debido
a la falta de formación intelectual de sus miembros
están recurriendo a copiar modelos estereotipados
que no son más que eso, copias, simples copias. Por
fortuna, Padul ha conseguido librarse de ese sarpullido
uniformador y empobrecedor y os aliento a mantener viva
esta actitud, a no calcar modelos que deformen vuestra autentica
personalidad, a mantenéos fieles a vosotros mismos,
sabedores de que vuestra riqueza no precisa de más
inspiración que la genuina y demás conocimiento
de lo ajeno que el de el aprendizaje sabio que no es la
imitación. El día en que la fiebre de esa
imitación llegue aquí(ojalá que no
sea nunca), todo la humanidad y no es una exageración,
¡toda la humanidad! habrá perdido una riqueza
de primer orden. Lo digo desde la convención de quien
hace el análisis de la religiosidad popular como
una parte sustancial de su profesión y desde el convencimiento
más rotundo de que esta Semana Santa bien merece
una creciente difusión para darla a conocer a los
cuatro puntos cardinales: ¡Mantened como hasta ahora
la esencia de autenticidad de vuestras procesiones!, de
lo contrario no estaréis obrando en justicia.
Padul
ya guarda el luto de su gran cita anual. En breve, por Lavadero
o la Santísima Trinidad se verá avanzar la
cruz dorada de la Oración en el Huerto, las capas
decimonónicamente cortadas de sus penitentes nos
trasladan a la noche en que Jesús sudó sangre
mientras un ángel le mostraba el cáliz de
la pasión. Las cornetas u los tambores de su banda
que es de las pocas que conservan pese a su reciente creación
los toques más genuinos de la Semana Santa granadina,
aparecerán tristes, apesadumbradas y enlutadas en
el aire.
Detrás,
Gabiárras y Pilón azotarán la divina
espalda del Salvador mientras sus costaleros agitan al aire
de la noche los flecos de sus látigos.
El
bello gesto de la Verónica está a punto de
mostrar el rostro de Cristo camino del Gólgota por
la calle de la amargura y, en su trono de taracéa
aparecerá el Nazareno fuertemente asido a su cruz,
con su túnica de terciopelo viejo bordado en oro
en el mismo morado que los hábitos de sus penitentes.
Y
Jesús caerá por tercera vez para levantarse
gracias al esfuerzo de sus jóvenes costaleras, vigoroso
ejemplo de la incorporación creciente de la mujer
a la Semana Santa.
Por
entre la noche oscura brillará la luz del Crucificado,
posiblemente la joya más preciada del desfile, atribuida
al primer gran escultor de Granada, al inigualable Pablo
de Rojas.
María
en su quinta angustia, patrona de la Archidiócesis
sostendrá a Cristo en su regazo y me recordará
cuando la otra Angustias, la de la carrera salía
en procesión de disciplina la noche del Jueves Santo.
Bajo tu manto Madre quiero vivir, bajo tu manto Madre quiero
morir le cantaría García Villena, plegaria
a la que yo también me uno en este pregón.
Al
poco los Nicodemus, (que es como aquí se conoce a
San Juan de Arimatea, a Nicodemus y a San Juan Evangelista)
portarán el cuerpo yacente del Redentor.
Completando
la escena, la Virgen y las Tres Marías: la de Salomé,
la de Cleofás y la Magdalena a las que prestan sus
rostros las bellas mujeres "pauleñas".
Justo
detrás, la legión romana, otra creación
del cura D. Adrián, a imitación de la decimasegunda
legión romana que estaba de guarnición en
Jerusalén en los tiempos en que sucedió aquello
que cambió la historia de la Humanidad y que hoy,
dos mil años después seguimos conmemorando.
Cristo
muerto va en una urna de madera que sustentan doce apóstoles
y custodian negros tricornios de charol, es el Santo Sepulcro,
la parte oficial de la comitiva, tal vez el eje central
de toda la procesión.
María
de los Dolores ha quedado sola y en sus manos entrelazadas
al más puro estilo granadino recoge su pena, es la
Madre de todos nosotros, la que nunca nos falla, la libre
de pecado, la siempre (incluso en estos momentos) dulce
Virgen María.
Y
no podía faltar San Juan el discípulo amado,
el único que estuvo valiente al pie de la cruz durante
la cruel muerte del hijo de Dios hecho hombre. Una representación
en solitario esta de San Juan que ya prácticamente
ha desaparecido de todas las Semanas Santas y que solo pervive
en aquellos lugares donde se ha sabido mantener convenientemente
el legado de los antepasados.
Concluye
el desfile. Bandas de música, de cornetas y tambores,
agrupaciones musicales, mantillas de riguroso oscuro portando
elegantes farolillos, costaleros, costaleras, mayordomos
y capataces, aguadores y portainsignias, maderas talladas
y metales modelados, olor a incienso y a tomillo, esplendorosas
imágenes e irrepetibles estampas del más castizo
sabor. Pero falta el final, un final por el que yo me estremezco.
Mirad,
este Cofrade Periodista ha soñado en noches tediosas
e insomnes en fundar una cofradía en la que solo
hubiera un paso, el de la Santa Vera Cruz con su sudario
el que cierra la procesión del Padul. Eso es mi gran
devoción.
El
día en que yo me muera(quisiera que no llegara),
pero el día que yo me muera, Madre mía de
las Angustias, quiero que suene un palio blanca divino y
que al llegar al cielo me permita ser hermano de la Cruz
del Sto. Sudario.
El
día que yo me muera(que quisiera que no llegara),
me gustaría también dejar mi balcón
abierto y desde el palco del cielo ver cada primavera nacer
una Semana Santa.
El
día que yo me muera, que no me falte una saeta, ni
un micrófono para pregonarte.
El
día que yo me muera, llamaré a las puertas
del cielo y diré que un día fui el pregonero
de la Semana Santa del Padul. Que no me cupo más
gloria y más gozo, y que en mi corazón siempre
tuve el recuerdo de una sencilla cruz de la que solo prendía
un sudario.