Pregón
pronunciado por Don Carmelo Antonio García Campoy
Centro Cultural Federico García Lorca
12 de marzo del año 2005
Señor Presidente
cíe la Asociación de Cofradías. Señores
representantes del Excelentísimo Ayuntamiento de
El Padul, Señor Párroco, Paduleñas
y Paduleños, buenas noches:
En primer lugar decirles que este acto es
para mí una gran responsabilidad, además de
un gran privilegio, y espero que les sea de su agrado. Quisiera
dedicar este pregón a mi madre a y mi padre, porque
gracias a la educación que me han dado, aunque les
ha sido difícil, hoy día 12 de marzo de este
año 2005, estoy aquí ante todo mi pueblo para
dar el primer empuje, el primer aliento, a través
de mis palabras, de nuestra Semana Santa.
¡Gracias Mamá, gracias Papá!
Y también se lo dedico a mis hermanas,
a toda mi cofradía, Nuestro Padre Jesús de
la Flagelación, de la cual he recibido tantos ánimos,
y a todas esas personas, que son muchas, que me han dado
todo su apoyo incondicional.
Fue en uno de los ensayos con mi cofradía cuando
Don Manuel Gámez, nuestro Hermano Mayor, entre bromas,
me dijo que yo podía ser el pregonero de la Semana
Santa de este año. Por supuesto, lo primero que le
dije fue un "No" rotundo, pues creo que por mi
edad no tengo la experiencia suficiente para estar en este
tipo de actos, y que tenía que ser alguien con renombre
y mucha sabiduría. Fue pasando el tiempo y me enteré
que efectivamente me había propuesto para ser pregonero,
y se confirmó: en el mes de diciembre, Don José
Antonio Alguacil, secretario de la Asociación de
Cofradías, se presentó en mi casa para darme
la noticia. Y aquí estoy ante todos vosotros con
muchos nervios pero también con muchas ganas, para
ofrecerles mi humilde visión sobre la Semana Santa
de El Padul.
Mi primera experiencia con la Semana Santa
no fue aquí en El Padul. Hace ya 20 años,
en el año 1985, di mis primeros pasos en la Hermandad
de la Quinta Angustia de Utrera (Sevilla), donde con un
capirote negro y un gran cirio paseé por las calles
de Utrera lentamente al son de la música, al son
de los costaleros, al son de la Virgen. Recuerdo que aquel
trayecto no se me hizo nada pesado, ni cansado ni agobiante,
realmente no sabía porqué se hacía
aquello, pero lo tomé como algo más, como
un juego en el que participaban también mis amigos.
Recuerdo incluso como una capa salía ardiendo a causa
de un penitente que acercó demasiado el cirio al
de delante. Se unieron las risas y los nervios de un niño
de tan sólo ocho años. Lo que más me
llamaba la atención era toda esa gente que se agolpaba
al borde de la carretera, para tener en primer plano a la
madre de Dios... realmente acabé sorprendido...
Fue pasando el tiempo y me desvinculé
totalmente de esta fiesta. Al llegar a El Padul volvió
a tomar identidad de nuevo la Semana Santa para mí.
Jamás había visto tantos pasos juntos, tanta
gente, tanta devoción... Me llamaba mucho la atención
de esta nuestra celebración, como en una sola noche
se podía representar toda la pasión de Jesús.
No me quería perder ni un solo plano, desde las Cruces,
desde la Avenida de Andalucía, desde la Ermita, y
como no, desde la Casa Grande. Pero jamás se me pasó
por la cabeza la idea de que yo sería años
más tarde un costalero de ella, y sintiendo toda
una serie de emociones que sólo sabe el que está
o ha estado debajo decidí formar parte de este gran
privilegio, rezando con los pies, y el corazón.
En el año 1998 fui a ver unos ensayos
de mi cofradía, sin participar, sólo quería
ver lo que era. Pero fue el día de nuestro patrón
San Sebastián del año 1999 cuando por primera
vez supe lo que era la costalería. Fue duro, pero
soportable. A continuación empecé a ir a los
ensayos. AL principio era difícil, siempre mirando
los pies de mis compañeros para no equivocarme, pero
poco a poco, como dice mi capataz, Lázaro, fui dejándome
llevar por la música.¡¡Izquierda adelante,
derecha atrás!!. La primera vez que escuché
esto no supe lo que era... y me dejé llevar por mis
compañeros. Ahí empecé a comprender
todo el entramado que tiene nuestra Semana Grande desde
sus primeras raíces. Eran los costaleros y costaleras,
desde su anonimato, los que hacían posible que todo
saliera adelante. Mas no quiero caer en el error, discúlpenme,
en no pensar en aquellas personas que antaño, fueron
los verdaderos artífices de este gran evento, conmemorando
la Pasión de Cristo. Gracias a ellos, y en especial
a ese gran personaje que fue nuestro párroco, en
tiempos difíciles, Don Adrián López
Iriarte, que gracias a su devoción y a la de sus
fieles hizo posible un proyecto que hoy día ha llegado
a ser la fiesta más importante de nuestro pueblo.
No quiero olvidarme tampoco de todas esas
personas que preparan este evento, desde la Asociación
de Cofradías hasta esas personas que arreglan el
trono, con sus flores, con su devoción, con todo
el amor que les ofrece la fe.
Ahora se me viene a la mente la Semana Santa
del año pasado. Es la primera vez que yo veía
como se suspendía una procesión. La lluvia
no permitió que se celebrara la representación
de la Pasión de Cristo. Cada uno de nosotros, apesadumbrados,
mirábamos al cielo con voz muda por si veíamos
algún resquicio de buen tiempo, pero no fue así.
La noche cada vez se cerraba aún más. Tras
una reunión de la Asociación de Cofradías,
se determinó la suspensión definitiva de los
actos. La noticia sentó bastante mal, pero era evidente.
Los llantos empezaron a brotar y con cara de desconsuelo
admitimos ese mal sabor de boca. ¿Pero como íbamos
a irnos tal cual? Qué cofradía no le dio una
"chicotá" a su trono. Al son de la música
todos los costaleros nos unimos en uno sólo... con
menos paso... con el aliento contenido... dándole
nuestra particular ofrenda a nuestro Señor. Y en
honor a todos los costaleros y costaleras van las siguientes
palabras:
¿Por qué
lloras costalero?
A las nueve de la noche
el cielo nos abrumaba
la ilusión se fue apagando
pero esperanza aún quedaba...
y los minutos se hacían horas
el nerviosismo ahí estaba
¿quién dijo que no era fe
poder rezar con los pies?...
¿Por qué lloras costalero?
Porque tengo echo un nudo
en lo más hondo del alma
porque no he llegado al cielo
porque no he visto tu cara
porque en cada costalero
se reflejaba esperanza
porque he visto la ilusión
que en minutos se apagaba.
¿Por qué lloras costalero?
Las miradas se cruzaban
y al mismo horizonte iban
¿Podremos ser la persona
de tus pasos mi Mesías?
¿Podremos ser el semblante
del profeta del misterio?
¿Podremos dar tu mensaje
esta noche de silencio?
¿Por qué lloras costalero?
Porque tengo echo un nudo
en lo más hondo del alma
porque no he llegado al cielo
porque no he visto tu cara
porque en cada costalero
se reflejaba esperanza
porque he visto la ilusión
que en minutos se apagaba.
Al día siguiente por las calles paduleñas
nos encontrábamos llevando cada cofradía a
su imagen a la Iglesia, unos con banda y otros sin ella,
y diciendo que el año siguiente, es decir, éste,
no podía llover. Y ahora desde mis palabras, y supongo
que compartidas por tantas personas, pediremos que ese día
de penitencia, nos de una tregua el cielo, aunque como dijo
Jesús en el monte de los olivos, " hágase
tu voluntad y no la mía".
Quisiera ahora decir que nuestra Semana
Santa está bastante consagrada, y como no sus costaleros
y costaleras, que año tras año, están
ahí debajo de las "trabajaderas" arrimando
el hombro y soportando el peso en sus almas durante un largo
recorrido. Pero muchas de estas personas que se entregan
a nuestro Viernes Santo son también partícipes
de otra procesiones en Granada, desde el Domingo de Ramos
al de Resurrección, pasando, como no, por nuestro
Viernes Santo. Cuantas costaleras y costaleros paduleños
tenemos en El Cristo de Los Gitanos, y en Las Maravillas,
y en La Sentencia, El Despojado, la del Silencio, la Santa
Cena... etc. Y no nos olvidemos de nuestras bandas de música,
que tras tocar en varias procesiones de numerosos lugares
están aquí presentes en nuestro Viernes Santo.
Hoy me gustaría reflexionar acerca
de nuestra Semana Grande. Cada cofrade, costalero, penitente,
mantilla y en general, cada persona que conforma todo el
séquito de alguno de nuestros pasos, queremos que
vaya el nuestro mejor, y digo queremos porque yo también
me incluyo dentro de este enjambre procesional. Pues bien.
cuanto me gustaría señoras y señores
que mirásemos cada uno de los pasos, de las figuras,
de las tallas, es decir, cada una de nuestras representaciones,
y por un día olvidáramos todos esos detalles
materialistas que nos ahogan, que nos asfixian, y que nos
corroen por pensar que Nuestro Señor Jesucristo irá
mejor en la Cruz que una vez muerto en el Santo Sepulcro,
o en los Sayones con el dolor del flagelo o en el Nazareno
con el peso a cuestas del madero. Señoras y señores,
olvidémonos de esas pequeñas disputas y centrémonos
en la verdadera función que estamos representando,
ese gran teatro con tantos actores anónimos que ensamblan
y entretejen uno de los mayores homenajes que podemos hacerle
a Nuestro Señor Jesucristo muerto por nosotros para
guiarnos a tener una vida mejor. Centrémonos pues
en el significado de nuestra escenificación. Y decirles
a mis compañeros: costaleros y costaleras, que nuestros
pasos no son más que los pasos unidos para sentir
el dolor de una sola persona, que cada cuadrilla que formamos
uno de nuestros pasos no somos más que nuestro representado
en su estación de penitencia.
Mas todos los participantes en estos actos
solemnes debemos saber que estamos representando los últimos
momentos de la vida de Jesús, las horas más
agonizantes de la persona que entregó su vida por
los hombres, la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Fue en un lugar llamado Getsemaní
donde Jesús, acompañado por sus discípulos,
fue a orar. Con angustia reza ante El Padre pidiéndole
que no le haga pasar por el mal trago que pronto ocurrirá,
pero Jesús, en un gesto de resignación dice:
" hágase tu voluntad y no la mía".
Es en este momento dónde ya prevé el fatídico
final, ya no hay marcha atrás. Esa es nuestra primera
estación de penitencia, dónde un Ángel
guarda a Jesús en una de sus últimas oraciones,
es nuestra Oración del Huerto.
Y fue precisamente allí donde fue
entregado por Judas. Tras una serie de deliberaciones entre
judíos y romanos, Jesús es llevado a su más
severo castigo, a flagelarlo. Con entereza y aplomo aguanta
el peso y la crudeza del flagelo, el peso y la verdad del
sufrimiento, el peso y la creencia en la vida. ¿Cómo
un hombre es capaz de morir por los hombres en su más
sabia creencia? Estamos viendo a Nuestro Padre Jesús
de la Flagelación, o como todos lo conocemos, Los
Sayones.
Después, coronado de espinas, todos,
desde la ignorancia, se jactan y burlan de él. Colocándole
un manto rojo y una caña en la mano se reían
de él diciendo "¡Viva el rey de los judíos!”.(Mt
27,29-31). Y arrastrando su propia Cruz con gallardía
va camino de su muerte con resignación pero con esperanza.
Aquí tenemos a Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Pero el largo recorrido que debe realizar
Jesús, con la Cruz a cuestas, resulta ser demasiado
doloroso, donde tras sufrir tres interminables caídas
es ayudado por Simón de Cirene, obligado por los
romanos, para llegar a un lugar llamado Gólgota o
Calvario dónde será crucificado (Mc 15,21-22).
Con el rostro cansado y abatido nos encontramos a nuestro
Señor de las Tres Caídas.
Y que humilde rostro nos aguarda la Verónica
dándonos una lección de serenidad, de entereza
y valor. No quiso ver a nadie más que a Jesús,
y limpió su rostro de sangre y sudor mientras el
Gran Representado iba a llegando a su destino final.
Ya se va acercando el momento, se va a coronar
la cima del sufrimiento y como protagonista Nuestro Señor.
Una vez crucitïcado es colocado un cartel, en lo más
alto de la cruz, que decía: "este es el Rey
de los Judíos- (Lc 23-38). El día se oscureció
y pasadas las tres de la tarde Jesús gritó
con fuerza " Eloí, Eloí, ¿lamá
sabactaní? Que quiere decir: " Dios mío.
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
(Mc 15, 33-34). Aquí tenemos al Crucificado.
¿Y dónde permanece el dolor
más intenso sino en el pecho hundido de la Madre?
Qué angustia más sentida y humana nos ofrece
tu visión, ¡Oh Madre! La impotencia desgarradora
de la 20 pérdida de un hijo en la más cruel
de las muertes. Qué sinrazón te embarga en
tu rostro que perdonas a los tiranos que te lo arrebataron.
Cuanta dulzura mana de tu corazón al contemplar a
tu Hijo: He aquí Nuestra Virgen de las Angustias.
Ya está muerto, ha dejado de sufrir,
pero no puede quedarse en la cruz. José de Arimatea
corre presuroso a pedirle a Pilato el cuerpo de Jesús.
Es bajado de la cruz y envuelto en una sábana, sin
vida, habiendo dejado su último aliento. Ahora es
trasportado hacia el sepulcro excavado en la roca. Cuatro
hombres lo llevan hacia su última parada. Y aquí,
en El Padul, vestidos de púrpura lo llevan yacente
hacia la vida eterna. Son Los Nicodemos.
Y en ese trayecto María acompaña
a su Hijo muerto, hacia el sepulcro, hacia la vida. Es acompañada
por María Magdalena, María, madre de Santiago
y de José y la madre de los hijos de Zebedeo (Mt
27,56), en un intento de consolar a la Madre ante la gran
pérdida del Hijo. Representadas por jóvenes
y guapas paduleñas veremos este paso viviente de
Las Tres Marías.
Tus costaleros te llevan con majestuosidad
a tu entierro, a tu salvación. Una v e/ llegado al
lugar, Jesús fue depositado en el Sepulcro, y una
gran piedra redonda fue rodada para sellar ese lugar santo.
Esta hermandad data de el año 1666, la más
antigua, es Nuestra Hermandad del Señor y el Santo
Sepulcro.
Ahora llegan los tambores, redoblando con
fuerza y sin presentar ningún signo de debilidad.
Desde las cinco de la tarde ya los escuchamos, son Los Soldados
Romanos que fueron mandados por Pilato para asegurar el
lugar santo y que no se robara el cuerpo de Cristo para
que no se cumpliera, mediante el engaño, la resurrección.
"Mujer ahí tienes a tu hijo"
(Jn 19,26). Estas palabras se las dijo Jesús desde
la cruz a su Madre, proclamando a Juan, su discípulo,
como su hijo. San Juan fue el discípulo que se mantuvo
hasta el final con Jesús, su más fiel de los
amigos. La persona que entendió desde principio a
fin lo que su Maestro decía. Aquí acompaña
a la Madre en su particular calvario.
A continuación, en nuestro desfile
procesional, tenemos a la Virgen de los Dolores, símbolo
del sufrimiento más pleno por la pérdida de
su hijo. Es portada por un cuerpo de costaleras que la llevan
con elegancia y tesón, como Ella se merece, uniendo
sus pasos para recordar los Dolores de la Madre.
Y nos queda ya la Cruz en nuestro desfile
procesional, solitaria, símbolo del dolor, de la
angustia y el agotamiento. Sola, ya esta sola, en lo más
alto del monte, recordando que en sus brazos tuvo al Salvador
del hombre. Con entereza la dirige nuestro amigo Antonio,
no nos olvidemos de ella, es el símbolo de todo cristiano.
Es el Santo Sudario.
Hoy día 12 de marzo de 2005 quisiera
recordar a las víctimas del brutal atentado de Madrid
del año pasado, cuando se cumple un año de
ello. También un recordatorio para todas aquellas
personas víctimas de la crueldad del hombre en todo
el mundo, y recordar a todas aquellas personas víctimas
de los desastres naturales. Para todas ellas permitidme
dedicarles un minuto de silencio.
Y ahora, costalero y costalera, cuando pases
por las calles de la Amargura, ahora las haremos de El Padul,
siente en tu alma su peso, siente la saeta y la música
en tus entrañas y lleva en tus hombros a aquellos
que hace ya tantos años lo sufrieron en sus carnes.
Siente el aliento contenido de aquellas personas que sólo
ven lo que representas, al borde de la carretera, porque
tú eres anónimo, porque eres el paso de la
persona que sufre. Recuerda que el camino es largo, y pesado
y agobiante, pero a su vez reconfortante. Recordad costaleros
y costaleras que sois parte de Él, y el camino tenemos
que terminarlo.
Ya se acerca el costalero
con el peso de su alma
con el corazón al cielo
con el Cristo a sus espaldas.
Ya se escuchan los tambores
redoblando por la esquina
sentenciando al penitente
aclamando a María.
Ya se espera la venida
del Cristo del Paduleño,
los sayones, Tres Caídas
y Jesús el Nazareno.
Quién me ofrece su calvario
¡yo quiero ser Juan Evangelista!
que delante de los romanos
pueda llorar con María.
Esa virgen dolorosa,
esa virgen que se admira,
esa imagen turbadora,
que resiste día a día.
¿Dónde está
el Santo Sudario?
que me recuerde a ese mito
que yo quiero ir a orarlo
al huerto de los olivos.
¿Dónde estás
las costaleras?
que de cielo van vestidas
con la Virgen de las Angustias
con la madre del Mesías.
Ya se olvida en el sepulcro
al Cristo resucitado
que acompaña el nicodemo
a ese lugar sagrado.
Ya se escuchan esos pasos
de las tres Marías unidas
uniendo ese llanto
del profeta de la vida.
Ya se acerca el costalero
con el peso de su alma
con el corazón al cielo
ya huele a Semana Santa.
Señoras y señores, esperando
que el acto les haya gustado, desearía que se acercaran,
un año más, a ver nuestra más humilde
representación de los últimos momentos de
Jesús.