Pregón
pronunciado por Doña Encarna Rejón Ferrer
Centro Cultural Federico García Lorca
2 de abril de 2011
Rvdo. Sr. Cura
Párroco
Excmo. Sr. Alcalde
Sr. Presidente de la Asociación de Cofradías
Hermanos Mayores y Juntas de Gobierno de las Cofradías
y Hermandades de Padul
Cofrades y hermanos en la fe Señoras y señores,
amigos todos.
Ante todo daros las
gracias por permitirme hacer el pregón. Cuando me
lo propuso José Antonio, respondí que no,
que no podía, que yo no era más que una simple
cofrade del pueblo y que no sabía cómo se
hacía. Después pensé que sí
debía hacerlo, pues era una oportunidad que se me
brindaba para manifestar mi fe y la suerte de pertenecer
a la Iglesia.
Buscando cómo orientar el pregón, primero
pensé seguir una línea popular-religiosa,
pero este aspecto estaba magníficamente tratado en
los pregones anteriores. Entonces me decidí por seguir
la narración temporal de la 'Pasión que hacen
los evangelistas, insertando en ella los pasos de nuestro
desfile procesional. Como veréis no hay nada nuevo,
nada que vosotros no sepáis. Incluso no estoy segura
de que este pregón sea un auténtico pregón.
Lo que sí os puedo asegurar es que lo he hecho con
mucho cariño y le pido al Señor que Él
haga por mí lo que yo no sé hacer. Gracias.
"Tengo sed"
(Jn 19,28)
La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús
es todo un prodigio de amor, es la manifestación
del amor infinito de Dios por el ser humano. En la creación
Dios manifiesta su soberanía absoluta y en la cruz
manifiesta su amor infinito. La cruz de Cristo es el amor
de Dios hecho don, la cruz es el lugar del perdón.
Empezamos la Semana Mayor, el Domingo de Ramos con la procesión
de las palmas por la mañana y por la tarde la procesión
del Señor en la borriquilla.
A Jerusalén
llegó la noticia de que Jesús estaba en Betania,
en casa de Lázaro, al que Jesús había
resucitado hacía poco y allí acudieron muchos
judíos, unos eran seguidores de Jesús, pero
otros eran curiosos que sólo querían ver a
Jesús y a Lázaro juntos.
Jesús baja a Jerusalén para la Pascua como
lo había hecho cada año; pero, este año
no va como un peregrino más, sino que va acompañado
de sus fieles seguidores. Cuando el cortejo pasa cerca de
la aldea de Betfagé, Jesús dijo a dos de sus
discípulos: "Id a la aldea de enfrente, y al
entrar encontraréis una borrica atada, con su pollino
aliado, desatadlos y traédmelos”.
Los discípulos así lo hicieron y cuando llegaron
con los animales se organizó el cortejo. Unos ponían
sus mantos sobre el pollino, otros los extendían
en el camino por donde había de pasar, y otros cortaron
ramas de palmera y de olivo y los agitaban cantando: "¡Hosanna!”
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!
" Hosanna" es una palabra hebrea que significa
"ayúdanos, sálvanos ya", así
empezamos la Semana Santa con una petición urgente
de salvación.
A las puertas de Jerusalén, las voces no callan sino
que arrecian y los gritos llegan a los oídos de los
fariseos, los cuales gritan a Jesús: "Maestro,
reprende a tus discípulos. ¿No sabes que tales
palabras sólo al Señor pueden dirigirse y
al que venga en su nombre?
Jesús les respondió: Yo os digo que si éstos
callan, gritarán las piedras".
Desde hoy hasta el jueves Jesús continuó enseñando
en el templo y en la sinagoga. El jueves, el primer día
de los ázimos, Pedro y Juan, fueron enviados por
Jesús, para preparar todo lo necesario para la celebración
de la cena pascual.
La celebración litúrgica del Jueves Santo
es fundamental dentro de las celebraciones del misterio
pascual En esta celebración hay tres puntos clave:
el lavatorio de los pies, el nuevo mandamiento y la institución
de la Eucaristía.
Cuando dio comienzo la cena, Jesús observó
que algunos de los comensales protestaban y estaban molestos
porque creían que en la mesa no ocupaban el puesto
que se merecían y discutían entre ellos sobre
quienes eran los primeros y los más importantes.
Jesús viendo esa situación decidió
actuar. Se levantó, se quitó el manto, se
ciñó un lienzo, cogió una palangana
con agua y se puso a lavarles los pies. El Maestro haciendo
una tarea propia de siervos, de esclavos.
Concluido el lavatorio, se puso de nuevo el manto y sentándose
a la mesa, les preguntó: "¿Comprendéis
lo que acabo de hacer? Vosotros me llamáis Maestro
y Señor, y tenéis razón, porque lo
soy. Pues si yo que soy el Maestro y Señor, os he
lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos
con otros.".
Cuando se reanudó la cena, Jesús se turbó
y dijo: "Os aseguro que uno de vosotros me entregará".
Todos preguntan: ¿Quién Señor?
Judas también preguntó: "¿Acaso
soy yo, Rabí? Al oír esta pregunta, Jesús
hizo un nuevo esfuerzo para salvarlo y respondió:
"Tú lo has dicho".
Judas pudo elegir entre consumar su traición o pedir
perdón, pero él, libremente, optó por
su pecado. Entonces Jesús le dijo: "Lo que has
de hacer, hazlo pronto."
Ninguno de los discípulos entendió lo que
Jesús le había dicho. y Judas se fue. Era
de noche. Noche fuera y noche en su corazón.
Una vez que Judas se había ido, Jesús les
dijo: "Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos
a los otros. Este es el mandamiento nuevo. A continuación
Jesús dice cual debe ser el límite de ese
amor, hasta donde se debe llegar: Como yo os he amado, así
también amaos los unos a los otros. Es decir, hasta
la muerte. Y termina diciéndonos que este amor no
es sólo de "boquilla" sino que tiene que
plasmarse en obras: Por el amor que os tengáis los
unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos
míos."
En este momento la cena debía de estar muy avanzada,
casi próxima a su fin. Es entonces, cuando Jesús
instituye la Eucaristía. Tomando pan, lo bendijo,
lo partió y se lo ofreció, diciendo: Tomad
y comed; esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros.
Después tomó un cáliz con vino y dando
gracias, se lo dio a beber a todos, diciendo: Bebed todos
de él, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la
alianza, que es derramada por todos para el perdón
de los pecados. Haced esto en conmemoración mía".
La cena terminó
pero el grupo continuó allí charlando. Fue
entonces cuando Jesús les anunció la dispersión
de los discípulos y que Pedro lo negaría.
Después todos salieron camino de Getsemaní.
Una vez llegados al huerto, Jesús los invitó
a acomodarse para pasar allí la noche.
Jesús en la Oración del Huerto. Jesús
se retiró del grupo para orar, llevándose
consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, los mismos que fueron
testigos de su gloria en la Transfiguración, ahora
contemplarán su debilidad y su angustia de hombre.
Se apartó de ellos y cayó rostro en tierra,
orando. Los tres testigos, desde donde estaban, podían
ver y oír, cómo Jesús oraba:
"Abba (Padre): todo te es posible. Aparta de mí
este cáliz. Pero hágase no lo que yo quiero,
sino lo que tú quieres".
Los apóstoles se durmieron, estaban embotados por
la tristeza y el cansancio de aquel día tan lleno
de emociones.
Terminada la oración, Jesús se acercó
a ellos y los despertó diciéndoles: "Ha
llegado la hora: he aquí que el Hijo del hombre es
entregado. Levantaos, vamos. El que me traiciona se avecina".
En este paso, Jesús, verdadero Dios, se muestra como
verdadero hombre, y como tal sufre angustia y tristeza,
abandono y soledad.
Mientras Jesús hablaba, Judas se acercó y
lo besó, diciendo: "Salve, Maestro".
Jesús lo miró y le dijo: " Amigo, ¿a
qué has venido?, ¿con un beso traicionas al
Hijo del hombre? Judas no respondió. y se marchó.
Los guardias avanzaron hacia Él. Jesús adelantándose
les preguntó: ¿A quién buscáis?".
Contestaron: "A Jesús de Nazaret". Jesús
dijo: "Yo soy".
Los guardias lo prendieron y condujeron ante Anás.
Iniciándose el proceso de Jesús, primero el
proceso religioso ante Anás y Caifás y luego
el proceso civil ante Pilato.
Anás interrogó a Jesús acerca de sus
discípulos y sus enseñanzas.
Jesús contestó: "Yo he hablado públicamente
al mundo; yo siempre enseñé en la sinagoga
y en el templo, a escondidas no he dicho nada. ¿Por
qué me interrogas? Interroga a los que me oyeron.
Estos saben las cosas que yo dije."
Esta contestación de Jesús, provocó
en Anás un gesto de enfado, que notó uno de
sus servidores, y levantándose dio una bofetada a
Jesús.
Así concluyó el interrogatorio de Anás.
Que sin más lo envió a su yerno Caifás,
sumo sacerdote aquel año.
Mientras en casa de Caifás se habían reunido
algunos miembros del sanedrín para preparar el interrogatorio.
Interrogaron a muchos testigos falsos y ninguno resultó
convincente. Entonces Caifás, tomando una actitud
solemne, interpeló a Jesús: " Te conjuro,
por el Dios vivo, a que nos digas si tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios.". La actitud de Caifás parecía
la de un hombre que sólo quisiera saber la verdad
para rendirse y entregarse a ella.
Jesús dirigiéndose
al sumo sacerdote, respondió: "Tú lo
has dicho".
Apenas oídas estas palabras, todos los miembros del
sanedrín se levantaron y le preguntaron: "¿Eres,
pues, el Hijo de Dios?". La contestación de
Jesús fue: "Vosotros lo decís, yo lo
soy".
Obtenida esta afirmación, el sumo sacerdote clamó:
"¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad
tenemos ya de testigos? Vosotros mismos habéis oído
la blasfemia. ¿Qué os parece? y todos gritaron:
"Es reo de muerte". Ya está, lo han conseguido.
Ya está sentenciado.
Cuando Jesús fue prendido en Getsemam, todos sus
discípulos se dispersaron, excepto Pedro y Juan que
siguieron a Jesús y a los guardias hasta la casa
del sumo sacerdote. Allí es donde Pedro negará
a Jesús por tres veces. En la primera y segunda negación,
cuando es preguntado si pertenece al grupo del Nazareno,
Pedro responde: "No lo soy". Pero la tercera vez,
cuando quien le interroga añade como prueba: "Tú
eres de aquellos, pues eres galileo, tu acento te delata".
Pedro se asusta y comenzó a jurar y maldecir para
convencerlos de que nunca lo había conocido".
En aquel momento cantó el gallo.
Entonces, Jesús, maniatado, cruzaba el patio y miró
a Pedro. Este recordó lo que el Maestro le había
dicho horas antes y abandonando la casa "salió
fuera y lloró amargamente".
En el relato de la Pasión, dos veces se lee: Jesús
miró a... Una vez, cuando Jesús mira a Judas
que lo va a entregar: Jesús lo miró y le dijo:
Amigo... y otra cuando mira a Pedro después de las
negaciones. Son dos miradas llenas de amor, de misericordia,
de perdón y hay dos respuestas. Judas elige rechazar
el amor que se le ofrece; Pedro elige reconocer su pecado
y aceptar el amor, aceptar el perdón. Uno elige rechazar
el amor que se le ofrece, otro elige aceptarlo. Estas son
siempre las dos posturas del hombre ante Dios.
El sanedrín
no puede ejecutar la sentencia de muerte a la que han condenado
a Jesús, por eso acuden al procurador romano Poncio
Pilato, que avisado de que los sacerdotes querían
verle, salió a su encuentro, preguntándoles
qué acusación es la que traían contra
ese hombre.
Los judíos
lo acusan diciendo: "Hemos encontrado que éste
anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose
a que se paguen tributos al César, y diciendo que
él es el Mesías rey".
El procurador entendió
que la acusación carecía de fundamento; pero
no podía sustraerse a la obligación de examinarla,
porque si no lo hacía corría el riesgo de
que los acusadores lo denunciaran a Roma. Entonces Pilato
pasó al interior del pretorio, a donde había
sido conducido Jesús y le preguntó: "¿Tú
eres el rey de los judíos?". "¿Qué
has hecho?". Y Jesús replica: "Mi reino
no es de este mundo”... El procurador sorprendido
respondió: "¿Luego, eres rey?".
Jesús le responde: "Tú lo has dicho,
yo soy rey”.
Pilato comprendió
que Jesús era totalmente inocente. Y saliendo fuera
proclamó ante el sanedrín y el pueblo: "Yo
no encuentro en Él culpa alguna".
Ante esta declaración, los acusadores se indignaron
y repetían una y otra vez: "Subleva al pueblo,
enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí".
Cuando Pilato oyó Galilea, preguntó si Jesús
era galileo, y si era así, pertenecía a la
jurisdicción de Herodes. Y se lo mandó a Herodes
para que él lo juzgara.
Herodes recibió a Jesús complacido, porque
pensaba que obraría algún prodigio delante
de él; pero Jesús guardó silencio y
ni siquiera lo miró. Entonces Herodes mandó
que lo vistieran de rey de burla y lo envió nuevamente
a Pilato.
Cuando Pilato vio que Herodes se lo devolvía, se
propuso buscar una salida para salvarlo y dirigiéndose
a los judíos les dijo: "Me trajisteis a este
hombre como pervertidor del pueblo, y he aquí que
yo interrogándole ante vosotros, nada encontré
de culpable en Él. Y Herodes tampoco. Por consiguiente,
después de someterlo a un castigo, lo dejaré
libre".
Es terrible esta sentencia. Jesús es inocente. Pilato,
el juez, así lo afirma. Luego ¿por qué
lo va a castigar? ¿Porque es inocente? o más
bien ¿para complacer al poderoso, al que teme que
le pueda perjudicar?
Con todo, después de esa cruel sentencia, Pilato
sigue buscando la manera de librar a Jesús de la
muerte. Era costumbre por la fiesta de Pascua, que el gobernador
liberara a un preso y les propuso a los judíos a
quién liberar, si a Jesús o a Barrabás.
Y todos pidieron a gritos que a Barrabás. Entonces
Pilato mandó ejecutar la terrible tortura de la Flagelación.
Ante esta imagen, recordemos y meditemos nuevamente la sentencia:
Nada encontré de culpa en él, por consiguiente
lo castigaré...
Terminado el castigo, condujeron a Jesús nuevamente
al procurador. Este empleó un último recurso
para salvarlo: "Aquí os los traigo para que
conozcáis que ninguna culpa encuentro en Él".
Pilato pensaba que cuando los jefes y el pueblo judío
lo vieran en el estado que había quedado después
de la flagelación, se iban a conmover; pero, no,
todos gritaron:
“¡Crucifícalo!"
Pilato insiste: "Tomadlo vosotros y crucificadlo, porque
yo no encuentro culpa en Él".
Los acusadores comenzaron a gritar: "¡Si libras
a ése, no eres amigo del César! Quien se hace
rey contradice al César". Al oír este
grito, Pilato que sólo le importaba su posición
social y su carrera política, cedió.
Dice el evangelista: era la hora sexta (poco antes de medio
día) cuando Pilato entregó a Jesús
para que fuese crucificado.
Ahí va el Nazareno camino del Calvario. El cortejo
lo forman los soldados, el reo principal, que era Jesús
y otros dos condenados, dos malhechores. Cada uno lleva
su cruz y en ella su tablilla legal, que proclamaba su delito.
La tablilla de Jesús, escrita en hebreo, griego y
latín, contenía el texto dictado por Pilato:
Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos".
El cortejo avanza con lentitud. Jesús cargado con
la cruz, vacila, tropieza y cae. El Cristo de las tres caídas.
y de un momento a otro podía caer para no levantarse.
El centurión, temiendo esto, lo solucionó
obligando a Simón de Cirene, que venía del
campo y pasaba por allí, a llevar la cruz de Jesús.
Cuando Jesús se incorporó, vio entre la multitud,
un grupo de mujeres que lloraban. y cuenta la tradición,
que a lo largo de este trayecto, una mujer rompió
el cerco de seguridad de los soldados y se acercó
a Jesús con un paño y le limpió el
rostro lleno de sangre, sudor y suciedad. En el paño
se quedó impresa la imagen del rostro de Jesús.
No sabemos el nombre de aquella compasiva mujer, la llamamos
Verónica, palabra que significa "verdadera imagen
= vero icono”. Por tanto la Verónica es la
mujer portadora de la verdadera imagen de Jesús.
Cuando contemplamos nuestra procesión nos conmovemos,
nos emocionamos, pero nada más. Y es porque pensamos
que la Pasión fue algo que sucedió hace ya
mucho tiempo y que ya ha terminado.
La pasión de Jesús es dolor físico;
es sentir angustia ante el dolor; es sentirse abandonado,
sentirse víctima de una injusticia, es sentir el
desprecio y la humillación. Todo esto es la pasión.
y todo esto continúa sufriéndose hoy en el
mundo.
Jesús nos dice en el evangelio (Mt 25): Cuando venga
el Hijo del hombre para juzgar a todos, se dirigirá
a unos y les dirá: Apartaos de mí: porque
tuve hambre y no me distéis de comer; tuve sed y
no me distéis de beber; fui forastero y no me alojasteis;
estaba desnudo y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel
y no me visitasteis. y respondieron ellos: ¿Cuándo
te vimos hambriento, sediento, desnudo, enfermo, etc. y
no te socorrimos? Y Cristo responderá: Os aseguro
que cuando dejasteis de hacerlo con uno de estos, conmigo
dejasteis de hacerlo.
Como vemos Jesús se identifica con todos los que
sufren su particular pasión, en cualquier lugar y
tiempo. Cristo se hace uno con el que sufre. Luego ¿podemos
decir que la pasión ha terminado?
Llega el cortejo al Calvario y se procede a la Crucifixión:
El Cristo Crucificado. Es poco después de medio día.
Una vez elevado en la cruz, Jesús pide perdón
al Padre, intercede por nosotros. Perdonar es amar y para
perdonar tanto hay que amar como sólo Dios ama.
Allí, en el Calvario había un pequeño
grupo de gente formado por parientes y amigos: María
su Madre, Juan, María de Cleofás, María
Magdalena, etc. El Crucificado se dirige a su Madre y le
dice: "Mujer, he ahí a tu hijo". Y dirigiéndose
a Juan añadió: "He ahí a tu Madre".
Es el testamento de un moribundo. Y nunca jamás,
nadie ha recibido una herencia de más categoría.
Y desde aquel día, Juan la recibió en su casa.
Jesús, estando ya en su agonía, exclamó:
"Tengo sed". Este grito es atendido por uno de
los soldados, el cual cogió una esponja, la empapó
en una mezcla de agua y vinagre, y fijándola en una
lanza se la acercó a los labios.
Fijaos, quien responde a este grito es un extranjero, un
pagano, que interpretó literalmente el deseo de Jesús.
Sin embargo, los judíos que allí estaban,
seguro que interpretaron su grito con otro significado distinto,
con el significado bíblico que tiene la palabra "sed":
deseo, anhelo de amar y de ser amado. Jesús tiene
sed, pero es sed de nuestro amor. La sed de Jesús
en el momento cumbre de su pasión, no es sed de agua,
es sed de nosotros.
Poco después, el Crucificado tuvo un estremecimiento
y exclamó:
" Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".
E inclinó la cabeza. Había muerto. Era alrededor
de la hora de nona.
El Crucificado tenía que ser descendido de la Cruz
y sepultado aquella misma tarde, antes de la puesta del
sol, como prescribía la ley, y aquel día más
aún, ya que al ponerse el sol comenzaba la Pascua.
Por lo cual, José de Arimatea, miembro del sanedrín
y a la vez discípulo de Jesús, se presentó
a Pilato y le pidió el cuerpo para sepultarlo. El
procurador atendió la demanda, pero antes se aseguró
de que el reo hubiera muerto. Preguntó al centurión
y éste le certificó la muerte, entonces le
concedió el cadáver.
José fue ayudado en el trabajo del descendimiento
por Nicodemo, asistidos por las mujeres. María, la
Madre de Jesús, lo acogió en su regazo. Nuestra
Señora de las Angustias: fijaos cómo la madre
contempla al Hijo, va en oración, va hablando con
su Dios. ¿Cómo será este diálogo?
Seguro que en esta oración estamos presentes nosotros,
sus nuevos hijos de adopción.
Después se inicia el cortejo para llevar el cuerpo
de Jesús al sepulcro. Con José y Nicodemo
van otros hombres -los Nicodemus - portan el cuerpo con
mucho cuidado, pero con diligencia porque el tiempo apremia.
Les acompañan también el grupo de las Marías
con el fin de ver donde ponen el cuerpo de Jesús,
para que una vez pasada la pascua, volver allí y
completar la tarea de embalsamar el cuerpo de su Maestro.
Terminaron el entierro antes de la puesta del sol. Jesús
ya está colocado en el Santo Sepulcro. Giraron una
gran piedra para tapar la entrada y se fueron.
El grupo regresa a Jerusalén. En él va Juan,
el discípulo predilecto de Jesús. Los apóstoles
se habían dispersado todos, habían desaparecido,
sólo queda el joven Juan. ¿Es que él
no tiene miedo? Tal vez sí; pero su amor por el Maestro
es más fuerte y le impide huir, abandonarlo. Yo creo
que este paso es el que mejor representa a los jóvenes.
Mirad esos grupos de costaleros y costaleras que con tanta
generosidad, sin poner límite a su esfuerzo, llevan
los pasos. S. Juan siguió a Jesús en su vida
pública, con entusiasmo y alegría, aún
sabiendo que el camino es difícil, pero también
sabe que es el único que conduce a la felicidad auténtica,
porque la felicidad está en amar, en darse a los
demás, en buscar la verdad, en respetar a los otros,
en ayudar, en compartir. No os dejéis engañar
por quienes os ofrecen una felicidad fácil (drogas,
alcohol, sexo animalizado). Vosotros poneos metas altas,
apuntar alto, podéis llegar, no temáis, porque
Dios está con vosotros, está de vuestra parte.
Shakira les cantó a los jóvenes futbolistas
en el mundial: "Oye a Dios en tu corazón y nunca
estarás solo".
En el grupo de regreso también va la Madre Dolorosa.
Al contemplarla, recuerdo el texto evangélico de
otra pascua, cuando Jesús tenía doce años
y se perdió y es hallado en el templo. Dice el evangelista:
Jesús volvió a Nazaret con María y
José y añade: "María conservaba
todas estas cosas, meditándolas en su corazón".
Pues así va María, la Madre dolorosa, meditando
todas estas cosas en su corazón.
En el Calvario se quedó la cruz vacía, la
Cruz del sudario. Pero esta cruz ya no es símbolo
de muerte, sino del triunfo de la vida definitiva sobre
la muerte. La cruz será el símbolo del cristiano.
En nuestra procesión hay otro paso viviente: los
soldados romanos, este paso, tan sencillo, es el puente
entre la muerte y la resurrección. Nos lo cuenta
el evangelista San Mateo (27, 62-66. 28, 11-15) : Algunos
judíos principales, al día siguiente (sábado),
muy temprano, fueron a Pilato y le dijeron: Señor,
recordamos que ese impostor dijo: a los tres días
resucitaré". Así pues, manda asegurar
el sepulcro hasta el día tercero, no sea que vengan
sus discípulos y roben el cuerpo. y digan al pueblo:
Ha resucitado de entre los muertos.
Y Pilato puso a su disposición un piquete de soldados.
Los judíos fueron con los soldados, aseguraron el
sepulcro, sellaron la piedra de la entrada y dejaron allí
la guardia.
Al alborear del domingo ¿qué fue lo que sucedió?
¿Qué fue lo que los soldados contemplaron?
No lo sabemos; pero algo extraordinario y maravilloso. Los
soldados se asustaron. Y se plantean ¿qué
hacer? Ir a sus jefes era muy peligroso.
Entonces decidieron que algunos de ellos irían a
la ciudad a comunicar a los jefes de los sacerdotes lo que
había ocurrido.
Los soldados no entendían nada de lo que había
sucedido y ellos habían contemplado; pero los sacerdotes
y los ancianos sí lo entendieron enseguida: Cristo
había resucitado.
Y por eso, se reunieron los judíos y acordaron dar
una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles:
Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron
su cuerpo, mientras dormíais. y si el asunto llega
a oídos del gobernador, nosotros lo convenceremos
y responderemos por vosotros.
Los soldados tomaron el dinero e hicieron lo que les habían
dicho. Como veis, estos soldados, extranjeros y paganos,
fueron los primeros testigos de la Resurrección y
fueron los primeros en dar testimonio de ella. Esto es lo
que representa este paso: ser testigos del fundamento de
nuestra fe: la Resurrección.
Al mismo tiempo que los soldados presenciaban la resurrección,
llegaban al sepulcro María Magdalena y las otras
Marías y vieron a un ángel que les dijo:
" Vosotras no temáis; sé que buscáis
a Jesús, el Crucificado. No está aquí,
ha resucitado como dijo. Id en seguida a decir a sus discípulos:
Ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros
a Galilea. Allí lo veréis.
Las mujeres fueron corriendo a llevar la noticia. y Jesús
les salió al encuentro y les dijo: "No temáis,
id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, allí
me verán."
Es el Domingo de Resurrección. Es el destile de Gloria,
el desfile de la victoria de la vida sobre la muerte. Cristo
ha resucitado, y nosotros resucitaremos con Él.
Ya voy a terminar, pero antes quiero deciros una cosa. Mirad,
ser cofrade es algo muy importante, es comprometerse a vivir
la fe en comunión con los hermanos y en la Iglesia.
Es vivir la fe de Cristo y la fe hay que alimentarla, cuidarla,
cultivarla y... ¿cómo?
En primer lugar, el cofrade tiene que ser una persona de
oración, el cofrade tiene que rezar, tiene que orar,
es decir, tiene que hablar con Dios, contarle sus penas
y sus alegrías, darle gracias por el don de su amor.
El cofrade tiene que escuchar a Dios, tiene que buscar espacios
y tiempos para rezar, tiene que saber convertir el trabajo
en oración.
En segundo lugar, el cofrade tiene que celebrar los sacramentos,
el Bautismo, la Reconciliación, el Matrimonio. El
cofrade tiene que celebrar el sacramento de la Eucaristía.
Es fundamental la celebración de la Eucaristía,
participar en la Misa dominical, para robustecer la fe,
para que crezca el amor a Dios y a los hermanos. No basta
con ir de vez en cuando a Misa, si así lo hacemos
nuestra fe será lánguida, sin vigor, aburrida.
En tercer lugar, el cofrade tiene que practicar la caridad.
El cofrade no puede volver la espalda a las necesidades
de los demás, empezando por los más cercanos.
Hay que ayudar económicamente, sí; pero hay
otras muchas maneras de ayudar.
En cuarenta lugares, el cofrade tiene que formarse. En estos
tiempos en los que la sociedad nos empuja a vivir como si
Dios no existiera; en donde cada uno pone los límites
del bien y del mal donde le apetece; en una sociedad que
niega los valores y que intenta marginar a la Iglesia, es
el momento de la formación. La formación nos
llevará a conocer más y mejor al Señor,
y nos permitirá dar respuesta a los retos individuales
y colectivos que ponen a prueba nuestra fe.
El cofrade debe estudiar y meditar asiduamente la Sagrada
Escritura porque ella es la Palabra de Dios; debe conocer
la Ética y la Moral cristiana, porque no todo lo
que es legal es moral; debe conocer la Doctrina social de
la Iglesia, para poder descubrir aquellas ideologías
materialistas que destruyen a la persona.
Y por último, el cofrade tiene que dar testimonio,
no puede avergonzarse de ser cristiano, tiene que defender
la familia, defender la vida, defender la dignidad de la
persona.
Y luego, una vez al año, salir a la calle para dar
testimonio de su fe.
Que nuestra actitud en el desfile procesional sea un gran
acto de evangelización, de modo que los que contemplen
nuestra procesión se vayan pensando: hemos visto
la fe de un pueblo cristiano.