Pregón pronunciado por Doña María Estela Paniza Morales
5 de abril de 2025
Centro Cultural Federico García Lorca
INTRODUCCIÓN
CON LA VENIA
Muchos de los que hoy estamos aquí, tenemos una caja llena de recuerdos por las vivencias vividas en torno a la Semana Santa. La mía es una caja de chapa que mi hermano me regaló cuando era pequeña.
Cuando buscaba la inspiración para poder empezar a escribir este pregón abrí esa caja.
Abrí esa caja buscando recuerdos, buscando momentos, buscando imágenes.
Al abrirla encontré alfileres de nuestras vírgenes, flores secas, algunas que casi se deshacen por el paso de los años, tarjetas de sitio de cada estación de penitencia, cuotas de hermano, pulseras de cofradías, pequeños escapularios, medallas antiguas, muchas estampas, algunas ya estropeadas, incluso borradas.
De entre todas ellas, hay una que tiene un lugar especial en mi corazón. Es una estampa que mi padre me regaló, cuando iba a hacer un examen. Qué ironía, que de tanto frotarla por mis nervios, acabé borrando la cara de la imagen. Desde aquel día, siempre con cariño la llevo conmigo y hoy, como no, aquí la tengo, desgastada pero tan presente como aquel primer día. Gracias papá.
Benditas esas estampas, que nuestras madres con todo su cariño hacen de ellas, sus altares particulares. Madres, que día tras día, encienden una vela, y no importa si estamos lejos o cerca, siempre piden por nosotros. Esas velas, que brillan en sus altares domésticos, son como pequeños retablos familiares, donde ellas piden por nuestra felicidad, por nuestro bienestar y por nuestra salud. Gracias mamá por velar cada día por mí.
En esas estampas, nuestras tías abuelas plasman sus plegarias y oraciones, y cuando las visitas, te dicen con ternura: 'Niña, tranquila, que ya he rezado por ti a los ojos de la Virgen'
Seguro que todos los que estamos aquí a diario llevamos cerca una estampa. Probablemente en la funda del móvil, en la cartera y en el coche. Se han convertido así, en nuestros particulares retablos para rezos a deshoras. Es un gesto que no podemos evitar y así dedicar una plegaria para sentir que el Señor nos acompaña.
Mi pensamiento en este momento va dedicado esas personas, algunas tan cercanas, a las que el Alzheimer borró despiadadamente esas estampas de su memoria. Ojalá nuestra memoria las conserve por siempre.
Y es que, no todo lo guardamos en esa caja. Hay flores que, con cariño, dejamos sobre las tumbas de nuestros seres queridos después de cada estación de penitencia. Flores que llevan, nuestra devoción, para que nuestros seres queridos sigan acompañándonos, aunque sabemos que ellos ahora nos miran, cada día, desde el balcón del cielo.
AGRADECIMIENTOS
Reverendo Señor Cura Párroco, Don Carlos Fernández, muchas gracias por tus palabas de ánimo, en aquella llamada que necesite para poder dar el sí a este pregón.
Excelentísimo Ayuntamiento del Padul, Señora alcaldesa Celia Villena y autoridades locales.
Señor presidente y miembros de la Junta de la Federación de Cofradías. Muchas gracias por pensar en mí, para que una mujer pusiera voz a la Semana Santa de nuestro pueblo.
Hermanos y hermanas Mayores de Padul. ¡Qué bonito es ver cómo se forjan amistades entre vosotros!
Cofrades y Junta de Gobierno de la Virgen de los Dolores de Granada.
Banda música San Juan Bautista de Nigüelas-Lecrín.
A estos grandes músicos que me acompañan, para ponerle melodía a este pregón.
Coral Santa María La Mayor de Padul
Excepcional equipo de priostes de mi cofradía, pues esta noche la Nave de FEVE, gracias a ellos, está especialmente bonita.
Señores pregoneros, que me han precedido en este atril.
Víctor, muchas gracias por tus palabras de apoyo y de cariño. Quien nos iba a decir, cuando éramos casi unos niños que hoy estaríamos aquí. Muchas gracias por tu apoyo desde el primer momento, desde aquella conversación en la que nos dábamos la enhorabuena mutuamente. Este Domingo de Ramos, será diferente para ti, pues cambias el costal por el martillo, pero sin duda será muy especial, porque a la Virgen del Valle, lleva delante grandes capataces, a disfrutar repartiendo esperanza por cada calle de nuestro pueblo, con las niñas del Valle.
Y como no, agradecer, a toda mi familia, a mis padres, porque ellos desde pequeña me han inculcado mi devoción y amor a la Semana Santa. A mi marido, por ser mi pilar y apoyo constante en cada paso que doy y por tener la paciencia de aguantarme cada día hablando en verso durante estos meses. A mi cofradía, a mis amigos y a todos los que me habéis mostrado vuestro cariño, acompañándome esta noche y compartiendo este momento tan especial.
¡Amigos cofrades, hermanos todos! Muchas gracias y buenas noches.
COMO HE LLEGADO HASTA AQUÍ
Era el día de la Virgen del Rosario, cuando recibía una llamada del presidente de la Federación, en la que me decía que había sido designada para ser la pregonera la Semana Santa de 2025.
Habían pensado en una mujer, porque hacía algunos años, que ninguna mujer ponía voz a nuestra semana magna.
He de reconocer que fue ahí, cuando mi cuerpo empezó a temblar y por ello en aquel momento le pedí, que me lo dejara pensar. Sentí una gran alegría y un honor que hubieran pensado en mí, pero a la vez una gran responsabilidad y un reto muy importante.
Necesité el apoyo de mi familia, en especial de mis padres y mi marido. Y también de algún amigo que hoy está aquí.
Innumerables son las veces que me he subido a este escenario a bailar. Pero cuando he tenido que hacer bailar el bolígrafo para escribir este pregón, ha sido cuando algún que otro sueño me ha quitado. Pues difícil ha sido componer los versos de esta obra y acumular tantos sentimientos para poder hablar de mis emociones, de la fe y abrir mi corazón.
Muchos sentimientos han recorrido mi cuerpo durante estos meses y alguna que otra lagrima de mis ojos han brotado, son muchos los recuerdos que han pasado por mi mente, sobre todo de mi familia y amigos que ya no están, tantos días he sentido que me ayudaban a escribir este pregón, que, si el cielo no estuviera tan lejos, hoy estarían aquí.
LA SEMANA SANTA PADULEÑA CON LOS AÑOS HA IDO CAMBIANDO
Soy, si no me equivoco, la mujer más joven que se sube a este atril para poner voz y abrir la Semana Santa.
Esta noche estoy aquí para dar voz a las mujeres, porque las hermandades antes, solo eran cosas de hombres. Pero eso ha cambiado, y poco a poco las mujeres han ido formando parte de las mismas.
Mi aplauso por la primera hermana mayor, tesorera o secretaria, por la primera músico que se inscribió a una banda, por todas las costaleras que se unieron para salir debajo de un paso, por esa costalera que comparte trabajadera junto a hombres, por esa mujer en seguir los pasos de su padre, por la primera mujer en ponerse un traje de nazareno, por esa capataz en coger el martillo. Muchas gracias, mi aplauso va por todas vosotras.
Mi guiño especial a las mujeres de mi vida, a las niñas de la Oración y a las mujeres del Huerto. Como dijo Santa Teresa de Ávila “entre los pucheros anda Dios”.
Esos tiempos han cambiado, y hoy me siento afortunada de ser testigo de cómo hombres, mujeres, mayores y niños unimos nuestras manos para trabajar juntos todo el año en cada cofradía. Cada año, el número de hermanos crece, y con ello, crece nuestra fe, nuestra humildad y nuestra prosperidad, siempre siendo guiados por el amor a Dios. Porque el verdadero tesoro de cada hermandad no está en lo material, sino en las personas que, con su dedicación y devoción, la hacen vibrar con fuerza, manteniendo viva la esencia del amor fraternal y espiritual que nos une.
El Papa Francisco dijo, «Es la belleza de Cristo, que nos convoca, nos llama a ser hermanos y nos impulsa a sacar a Cristo a la calle, a llevarlo al pueblo, para que todos puedan contemplar su hermosura. Qué gozo ver caminar el cortejo acompasado por el ritmo de una oración silenciosa, que sobrecoge el corazón de quien lo ve».
LA SEMANA SANTA TAMBIÉN ES ESPECIAL, PORQUE EN ELLA NO SOLO ENCUENTRAS DEVOCIÓN, ¡SINO UNA BUENA CANTIDAD DE AMIGOS! Y POR ESO, ESTE MUNDO COFRADE TIENE SU PROPIA MAGIA, Y SOBRE TODO, DE MUCHA GUASA. TODOS CONOCEMOS A ESOS COFRADES TAN ÚNICOS
El que sabe diferenciar cada flor que lleva el paso, y no solo eso, ¡te distingue una petunia de una surfinia!
El que se fija en las ropas de los costaleros y, sin dudarlo, suelta: A ese costal le ha faltado media vuelta.
La jartible de las marchas, ¡Por favor, silencio! Mirad qué solo, qué marchón, madre mía, ¡qué banda, tengo el vello de punta!
La que dice que este año no tiene ganas de Semana Santa, pero... ¡acabará viéndolas todas!
Y el amigo que todos los días saca un paso, y en Cuaresma, la novia, resignada, le dice: '¿Pero, otra iguala?
Por todos esos locos cofrades, esas amistades que nacen entre incienso, pasos y risas, porque solo quien entiende mi locura, ¡puede compartir mi pasión!
CON EL DOMINGO MÁS ESPERADO DEL AÑO SE DESPIERTA EL SUEÑO DE UN COFRADE. UN PUEBLO QUE ENLOQUECE POR LA FE A UN HIJO Y A SU MADRE.
Cada Domingo de Ramos se vive con ilusión, alegrías y risas, acompañados de un refrán que todos conocemos. “El Domingo de Ramos, se estrena ropa”, o ya sabéis lo que les ocurre a las manos…
Desde pequeña las mañanas de los Domingos de Ramos, han marcado el inicio de una tradición llena de fe y esperanza. Mientras bajamos desde la Ermita entre palmas y ramas de olivos hasta la Iglesia, donde celebramos la misa de palmas, sintiendo en cada paso la cercanía del amor de Cristo, que entraba en Jerusalén como Rey que era.
Recuerdo aquellos años en los que la tarde de Domingo de Ramos transcurrían tranquilas, sin nazarenos ni niños hebreos en la calle. Fue entonces cuando un grupo de paduleños con ilusión, fundaron una hermandad para este día, con Jesús de la Victoria, Rey de Reyes, quien, glorioso, entraba en Jerusalén, acompañado de su Madre, la Virgen del Valle, que repartía esperanza con su mirada.
La Virgen del Valle se convierte en la portadora de la esperanza que todos anhelamos. Cada cuenta de su rosario y cada pliegue de su pañuelo guardan las plegarias de los paduleños. El sol se refleja en la malla de sus bambalinas, mientras los doce varales de su palio se mecen con arte, al compás de los sones de nuestra Banda San Sebastián, como las doce estrellas que adornan su corona de Reina.
Qué hermoso es ver cómo, paso a paso, las niñas del Valle te acompañan con sus rezos, elevando sus voces en cada gesto, como un acto de devoción que llena de luz y esperanza cada rincón de nuestras calles.
El Señor de la Victoria desciende por la Calle Vergel, avanzando sobre los pies de cada costalero, que, en cada "picaito", sostienen su paso con devoción, mientras Zaqueo lo observa desde su palmera. El Señor, montado en su borriquilla, recorre las calles con arte, aguardando la llegada de la noche, cuando la primera luna llena de la primavera, la más especial del año, ilumine su regreso hacia su Barrio San Antonio.
LUNES SANTO ES PARA TI
Ahora disculparme pues a Granada me tengo que ir,
La reina del Lunes Santo me está esperando allí.
La bella me hizo el regalo de llevarme contigo,
hasta San Pedro y San Pablo.
contigo Dolores, Reina del Darro.
Con los ojos que me miras Madre a todo das sentido.
Y cuando dudo, siempre en ti hallo la solución,
Pues siento la confianza de tener tu protección,
Madre de los Dolores, madre de manto salmón.
Con los sones de Madrugá entramos de nuevo en el Darro
de regreso a tu templo sagrado,
las mecidas de tus bambalinas avisan que estamos llegando
mientras, tus mantillas en las velas, llevan sus promesas
y en cada gota de cera una súplica sencilla.
Porque Dolores es su nombre,
como el nombre de aquella Dolores
que siempre llevamos en nuestros corazones.
COMO ESAS SEVILLANAS DICEN, QUE NO SE PIERDEN LAS COSTUMBRES DE MI TIERRA SOBERANA, QUE LAS COSTUMBRES SON LEYES Y LAS LEYES SON SAGRADAS.
Durante los días de Semana Santa, esos siete días, siempre he sentido que las costumbres de nuestro pueblo se entrelazan en cada instante. Son momentos en los que, sin lugar a dudas, las tradiciones de Padul se viven con una emoción profunda.
Entre las paduleñas, existe una tradición profundamente arraigada, tener una mantilla bordada a mano, puntada a puntada, unos guantes hechos con cariño y una teja que, desde pequeña, se convierte en un verdadero tesoro.
El Viernes Santo, al igual que en tiempos pasados se velaba a un difunto, en Padul seguimos velando a nuestro Cristo Yacente de una manera especial y única, para honrar a nuestro Señor. A las 3 de la tarde, la hora en que se produjo su muerte, las mujeres, junto a tus pies sagrados, rezan el rosario. En un susurro de fe, cada paduleña y paduleño formula tres deseos, probablemente salud, trabajo y amor.
El Viernes Santo es el día más solidario del año, un día en el que cada vecino de Padul abre las puertas de su casa para que entre la fe mientras se representa la Pasión del Señor. Con un espíritu de hospitalidad, ofrecen a todos los vecinos y visitantes lo mejor de su tradición, un rosco de huevo o una deliciosa torrija, invitándolos a sentirse como en casa, compartiendo la devoción de un pueblo que vive la tradición con el corazón.
Son días, donde cada cofradía se llena del cariño de cada cofrade, mientras se prepara todo para la estación de penitencia. Hay risas y alguna que otra lagrima, al ver que estás de nuevo un año más, porque cada año se vive de forma de distinta.
Las casas se llenan de vida al reunirse la familia, las mesas repletas de comidas tradicionales, preparadas con esmero y cariño. Las habitaciones, adornadas de manera especial, albergan capas, túnicas, costales, fajas, mantillas, capillos y capirotes, esperando el momento de ser vestidas y salir juntos hacia la hermandad.
Las calles y los balcones de todo el pueblo se engalanan con esmero. Me embarga la nostalgia al recordar aquellos momentos en los que, junto a ti, colgábamos aquellas balconeras. Y cómo me emocionaba al veros en esos balcones, esperando nuestra llegada.
Que me decís de la Avenida Andalucía, donde de toda la vida, los palcos se han hecho con los mejores asientos de cada salita, de todas sus vecinas.
CON LA TRADICIÓN DEL VIERNES SANTO, AL VER A CADA COFRADÍA RECORRER LAS CALLES DE NUESTRO PUEBLO, ME VOY ACERCANDO POCO A POCO A CADA UNA, SINTIENDO LA DEVOCIÓN EN CADA PASO
SUBO LAS ESCALERAS DE LA IGLESIA QUE ME LLEVAN AL PRETIL, PARA VER DESDE AHÍ ARRIBA SU BELLEZA.
Despierta el dolor en el corazón de aquellos que escuchan como en el silencio del pretorio, eres condenado por Pilatos. Dos sayones se ensalzan contigo, llevando un látigo de plomo, que latigazo tras latigazo tú espalda es lacerada. Sin la más mínima señal de arrepentimiento, se regocijan lanzando su látigo. Dicen que por las leyes romanas que hasta cuarenta menos una son las que tú espalda fue desgarrada por Pilón y Gabiarras, mientras tú, atado de manos a una columna, solo rezas para que ese dolor acabe, pidiéndole súplica a Dios para que perdone a esos que contigo se ensañaron.
En la vida por muy atados que nos encontremos a situaciones o enfermedades, Jesús nos recuerda que la aflicción que sufrimos es temporal, todo pasa y que es en esos momentos es cuando más tenemos que acercarnos a él, para que nos pueda servir de compañía ante tal sufrimiento. Nos recuerda que la verdadera grandeza no es la ausencia de dolor, sino la capacidad de abrazar el sufrimiento por amor, de darlo todo sin esperar nada a cambio.
Navas Parejo, con arte, en ti halló la belleza,
Con la cara de un señor que la más pura paz refleja,
En tu sufrimiento, encontramos la fortaleza,
Eres luz en la sombra, amor que nunca se aleja.
Hoy, Padul te venera con devoción,
con la mirada puesta en ti, Señor,
y en cada calle, en cada paso,
te seguimos con el corazón encendido,
porque en tu Flagelación está nuestra protección.
¡Qué bonito es verte llegar a la Calle Horno!,
donde vuelves de nuevo a tu casa, a tu querido entorno.
De costero a costero, tus costaleros te van llevando,
mientras los Sones del Rescate van sonando.
Desde pequeña, esos dos sayones
me despertaban miedo y temor,
pero al mirar al Señor de la Flagelación,
en Él hallaba siempre mi paz y mi valor.
LA LUNA ME VA GUIANDO HASTA EL PALIO NEGRO DEL VIERNES SANTO.
En su manto de luto y en cada bordado de sus flores, se guardan nuestros dolores, los de todos los paduleños.
La candelaria de tu paso, Virgen querida, se llena de promesas, de las plegarias de cada vela encendida. Cada luz que brilla frente a tu rostro es un suspiro de fe.
Cuántas mujeres, cuántas madres cada Viernes Santo te acompañan, desbordando amor y devoción, llevando en sus corazones el mismo sufrimiento, el mismo amor que tú sentiste al pie de la cruz. Ellas, como tú, soportan los dolores de la vida, de sus hijos, de sus familias, pero no caminan solas. Tú, madre, las guías, les das fuerzas, les ofreces tu consuelo. Porque en tu dolor y en el nuestro, nos fundimos como pueblo.
Esas reviras valientes, de paso lento,
mientras tus costaleras te merced al viento,
con un paso firme, nos guían en cada chicotá,
y al son de tu amor, nos hacen rezar.
Sabes del dolor, lo has vivido en tu ser,
cinco lágrimas caen, nos haces comprender,
que en cada sufrimiento hay una lección,
y que en cada dolor hallaremos la salvación.
Con tus manos abiertas a todos nos bendices,
en una de ellas, un pañuelo bordado,
con las lágrimas de los dolores que hemos derramado.
Y en la otra mano, un rosario sagrado,
para acoger la oración que a Dios ha llegado.
UNA NUBE DE INCIENSO ME VA LLEVANDO HASTA LA CALLE HORNO
¿Qué paduleño o paduleña no ha deseado ser tu cirineo? ¿Quién no ha querido ser el brazo que alivia la carga ajena o el consuelo en medio del sufrimiento? En la vida, todos nos enfrentamos a momentos en los que sentimos el peso de nuestras cruces, ya sea por el dolor, la incertidumbre o el sufrimiento. En esos momentos, necesitamos a nuestros seres queridos, para que nos ayuden a cargarla, para encontrar consuelo y fortaleza en su compañía.
Pero también es cierto, que, en ocasiones, somos nosotros quienes debemos convertirnos en el cirineo para otros, ofreciéndoles nuestro apoyo, nuestro hombro y aliviando su carga. Siguiendo el ejemplo del Nazareno, quien cargó la cruz por todos, aprendemos, que la verdadera fortaleza, está en ayudarnos mutuamente. A través de Él, encontramos la fuerza para seguir adelante con las cruces que la vida nos va poniendo en el camino, recordando, que con el apoyo de nuestros seres queridos, podemos cargar juntos nuestras cargas y ser los cirineos que otros necesitan.
Tú Nazareno nos has enseñado a llevar,
nuestra cruz con fe, sin dejar de caminar.
Siete vueltas da el cordón en tu cintura,
guardando plegarias que se elevan con ternura.
Nazareno por las calles de tu pueblo,
tu túnica morada vas meciendo,
corona de espinas llevas clavada,
y sobre ella una ninfa dorada.
En el Nazareno nació el germen costalero,
el alma del pueblo, un fervor verdadero.
En su casa siempre se escucha, aquel querubín decir,
¡Qué bonito es ser de ti!
COMO SI SE TRATASE DE UN 15 DE MAYO, SAN ISIDRO EL VIERNES SANTO ME LLEVA A SU PLAZA, PARA HACER PARTÍCIPE A NUESTRO DISCÍPULO AMADO.
Dicen que los amigos son la familia que se elige y ahí Jesús supo elegir bien, pues tú fuiste su discípulo amado y su fiel amigo. Cuando el cielo más oscuro se tornó, tú junto a su madre permaneciste. Por nuestro pueblo caminas, predicando tu palabra y la del maestro, repartiendo la alegría de la juventud con cada enseñanza.
Con tus acciones nos enseñas que la amistad es aquello que perdura en el tiempo. Tú, en tu evangelio, supiste plasmar lo que el maestro os enseñó:
"Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer."
Te honramos con fe, en tu luz y en tu amor,
el apóstol que acompañó a Jesús en su dolor.
Fuiste el único que estuvo junto a Él,
a los pies de la cruz, con su madre, bajo un cielo cruel.
Eres la esperanza en cada paso dado,
el amigo que nos acompaña, siempre a nuestro lado.
Oh San Juan de Padul, discípulo amado,
en la sombra del Maestro, tu corazón ha brotado.
POR LAS CALLES PADULEÑAS VOY BUSCANDO AL SEÑOR, QUE SIEMPRE NOS VA MIRANDO CON SU DIVINO AMOR.
El racheo de tus costaleras, me lleva hasta tu presencia. Vamos mis valientes en la revirá de la calle Alcarceles, pues solo tú con tu mirada, nos haces partícipes de tu querer. Eres el símbolo que nos recuerda que, aunque muy fuerte sea la caída siempre hay una oportunidad para levantarnos y así tú no lo demostraste, pues tres caídas tuviste y tres levantás te llevaron tus niñas al cielo. Al igual que tantas personas que, a pesar de sus enfermedades, se levantan cada día de tu mano, luchando y superando todas sus dificultades. Eres a quien recurrimos cuando nuestro corazón más se estremece. ¿Tanto pesa la cruz que portas por nuestros pecados? Permíteme ofrecerte mis fuerzas para que puedas llegar a la Santísima Trinidad y sea allí, donde todos te podamos venerar.
Señor de las Tres Caídas, por tus mujeres eres llevado,
con valentía, cariño y casta, en cada paso, eres venerado.
Sobre un monte de Calvario, de lirios morados,
en la capilla de tu canasto, San Sebastián te va acompañando.
Por la calle Lavadero, resuena la Estrella,
toca Tu Mirada, bajo un solo de trompeta.
Es allí, bajo el eco del viento y la música fiel,
cuando tus niñas te rezan, con fervor bajo tus pies.
Oh Señor de las Tres Caídas,
guía nuestras almas por el sendero sagrado,
que, aunque caigamos, al levantarnos
sintamos tu mirada, siempre a nuestro lado.
A MEDIDA QUE EL SOL SE ESCONDE Y LA LUNA ASOMA, UNA SILUETA EN EL HORIZONTE LLAMA MI ATENCIÓN, SOBRE LA GÓLGOTA DE LA MURALLA DE LA CASA GRANDE, VISLUMBRO LA SILUETA DEL REDENTOR.
Señor crucificado, en la perfección de tu hechura, cada línea de tu rostro es dulzura, cada gesto refleja tu infinita bondad. En tus manos clavadas y en las yagas ya secadas, se expresa tu dolor, un dolor que transformó el sufrimiento en esperanza. La corona de espinas, símbolo de tu humillación, y la ninfa de plata, testigos de tu amor inquebrantable, nos hablan de tu entrega total. En el monte Calvario, donde la oscuridad de tu cera tiniebla nos recuerda la gravedad del momento, también brillan los hachones de luz que nos guiaron a la salvación.
Tu muerte, una muerte visible, que no solo asombró a los que la presenciaron, sino que retumbó en el corazón de todos los cristianos. Maldito sea aquel romano, que aun sabiendo que muerto te hallabas, con su lanza te atravesó, de dicha herida, agua y sangre de tu costado brotó.
Tus siete palabras, Señor,
Crucificado, en tu dolor
siete palabras de amor, perdón y redención,
en cada una de ellas, nos diste salvación.
Cristo Crucificado, tan antiguo y sagrado,
sobre tu cruz, Señor, fuiste clavado.
Tus costaleros, con fervor y devoción,
te sacan, de rodillas en oración.
Claveles rojos se extienden en tu calvario,
mientras cuatro hachones te iluminan en tu paso.
Junto a la casa grande, con el sol como testigo,
tú diste tu último suspiro, nuestro pueblo se estremeció
y un cielo nublado nuestros tejados cubrió.
BAJO UN CIELO CELESTE Y EL ECO DE UN CANTO ME LLEVA HASTA LA ERMITA, DONDE LA COPATRONA CON SU HIMNO ME VA LLAMANDO.
Cada 15 de septiembre es para ti, Virgen de las Angustias, de tu pueblo eres la copatrona. Qué nombre tan granadino a ti, te ha tocado. Los fieles se reúnen para celebrar tu día. Bajo ese manto de vistas bordado, guardas nuestros deseos y plegarias.
Al llegar el Viernes Santo, La Virgen de las Angustias, con su rostro lleno de dolor, refleja el sufrimiento indescriptible de una madre que sostiene en su regazo el cuerpo, ya sin vida de su Hijo, descendido de la cruz. Para los paduleños y paduleñas, en ese abrazo maternal sentimos la calidez y protección de una madre que, con el corazón traspasado por el sufrimiento, nos acoge y nos da cobijo. Es en su regazo donde encontramos consuelo en los momentos de angustia cuando más lo necesitamos.
Cada Viernes Santo, momentos antes de tu salida,
un rezo íntimo se eleva dentro de la ermita.
En cada entrada y salida, su fe resplandece,
Virgen de las Angustias,
que en sus corazones permanece.
Cuando te alejas de tu ermita, los corazones se apenan,
los ojos de San Sebastián, en lágrimas se llenan.
La Virgen de los Remedios se queda rezando,
pidiendo por tu regreso, siempre esperando.
Bajo túnicas celestes en anonimato,
caridad de Guadalquivir suena con encanto.
Al verte subir de regreso por la Calle Real,
Un sentimiento de júbilo, les lleva hasta tu altar.
LA HERMANDAD DEL SEÑOR ME VA LLEVANDO HASTA LA NUESTRA IGLESIA.
El cuerpo del Santísimo reposa inerte en un sepulcro de cristal, un símbolo de la trascendencia y la devoción que ha marcado el camino de tantos.
Los Estatutos del Santísimo han vuelto a la hermandad, con sus pastas rojas y esquinas desquebrajadas por el paso de los años. Cada página, cuenta la narrativa de un pasado lejano, un legado que se entrelaza con el presente y se proyecta hacia el futuro. Es un recordatorio de la esencia que ha perdurado a través del tiempo. La hermandad está volviendo a sus raíces castizas, abrazando nuevamente su idiosincrasia, con la firme intención de ser la herencia que nos lleva a tu ser.
A la salida de la Iglesia, La música de capilla que a ti te acompaña, son melodías suaves que envuelven el ambiente y elevan los espíritus hacia lo divino. En esta sinfonía sagrada, encontramos consuelo, recordando que, aunque el cuerpo repose, tu esencia perdura en cada nota, en cada susurro, en cada corazón que te lleva consigo.
El muñidor ha vuelto a las calles,
con semblante sobrio, damasco negro y campana en mano,
nos va anunciando que el Señor en el Sepulcro está llegando,
pidiendo respeto y silencio, pues es un momento serio,
el eco de su paso resuena, profundo y callado,
pues va a pasar el Señor, por nuestro lado.
Sepulcro con su cuerpo bendito.
Sepulcro de fe.
Sepulcro para la muerte, ¡no!
Sepulcro es para la vida.
EN LA CALLE ANGOSTA, UNAS MUJERES, ESTÁN LLORANDO, DICEN QUE HA FALLECIDO, Y QUE AL MISMÍSIMO CRISTO EN UNA CASA LO ESTÁN VELANDO.
Los “Nicodemos” acuden a ese duelo con mirra y áloes, para untar en perfumes a su sabana bendita.
Los soldaros romanos esperando su salida, van redoblando tambores y haciendo sonar sus picas.
Ya en la calle encrucijada, Los “Nicodemos” portar su cuerpo, mientras centurias romanas lo escoltan buscando su perdón.
El luto, la pena de la Virgen y de las tres Marías, se transmiten, a todos lo que las que miran.
Ojalá pudieras al menos, solo un momento abrir un poco párpado, para ver con que cariño cada Nicodemo te van llevando.
Los pasos vivientes, llevan por las calles con fervor,
al Señor de la forma más cercana, lleno de amor.
Un año tuve la suerte, de ser de los pasos vivientes.
De la virgen me toco hacer, junto con esa Verónica y ese pequeño angelito, que cada Viernes Santo siempre van conmigo.
Recuerdo como aquella peluquería, se llenaba de nervios, de risas, de alguna lágrima, de mantos de las tres Marías, y tres cálices que ellas por las calles portarían.
Aquella noche, dos mujeres Nicodemo, al señor portaban, al sentir las manitas frías de aquella virgen, una de ellas con ternura las calentaba.
Para mí siempre quedo marcada esa estación de penitencia, diferente.
¿Cómo pude tener tan cerca al Cristo Yacente?
Un tu a tu, que siempre llevare presente.
LAS CRUCES DE EL PADUL NOS VAN GUIANDO, ANTE LA CRUZ DEL SUDARIO.
A cada paso que damos La cruz está presente en los pequeños gestos cotidianos y en los grandes momentos de nuestra vida cristiana. La cruz, es el símbolo que nos recuerda que no estamos solos. En todo momento, Él está con nosotros, guiándonos, amándonos y protegiéndonos. Cada trozo de cruz es un acto de confianza en Él, una renovación constante de nuestra relación con Cristo, quien, por Su Sacrificio, nos dio la vida eterna.
Fuiste tú, Santo Sudario, el último en envolver el cuerpo de nuestro Señor. Empapado en verdades y fe, nos recuerdas el sacrificio supremo que transformó a la humanidad.
Cruz de madera y sudario de tul,
Calvario y monte de rosas por las calles de Padul.
Quien nos diría que ese madero
se convertía en símbolo para el mundo entero.
Sobre tu cruz
un letrero te nombrada
Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos,
de él se mofaban, sin saber que con tu sacrificio
vivirías eternamente.
Tres clavos inertes hincados sobre la cruz
Son ya el único recuerdo
De nuestro señor Jesús
Sobre ella un sudario al viento
Nos recuerda la agonía y el sufrimiento.
En ese momento hasta Pilatos mostro solidaridad
Pues permitió que José de Arimatea y Nicodemo de la cruz lo pudiera bajar.
Así la cruz nos recuerda que nunca estamos perdidos,
Él nos guía y protege, en todos nuestros caminos.
EN EL PADUL SIEMPRE HA HABIDO UNA CALLE POR TODOS CONOCIDA, CALLE “SIN SALIDA” LE DECÍAN. SIN IMAGINAR QUE, EN ELLA,
SE LEVANTARÍAN LOS CIMIENTOS DE UNA CASA, UNA CASA QUE CON TRABAJO, CARIÑO Y ESFUERZO HAN LEVANTADO.
LA CASA DEL SEÑOR DEL HUERTO, DICEN CON ALEGRÍA SUS VECINAS.
ESA CALLE SIN SALIDA AL LLEGAR EL SEÑOR, EN LA CALLE PRÍNCIPE SE CONVERTÍA.
El pulso se me acelera cuando tengo que hablar de ti,
mientras suena de fondo Sempiterno, que difícil se me hace seguir,
Pues el significado de Sempiterno viene a decir,
que durará siempre, tendrá principio y no tendrá fin,
pues eso es lo que yo siento por ti.
Por más años que pasen, me sigue impresionando ponerme tan cerca de ti, mirarte a los ojos, a esos ojos que tan solo unos segundos me permiten aguantarte la mirada, cada vez que me lo has permitido en la soledad de la iglesia o ya sobre tu paso.
Mientras tú estás arrodillado en ese Huerto de los olivos en Getsemaní, no estás solo, Señor. Tus cofrades no dormimos. Esa noche sagrada, haremos guardia a tu lado, acompañándote en tu angustia, esperando la voluntad del Padre. Como el Ángel que descendió del cielo para consolarte, nosotros, aunque imperfectos, estaremos allí, apartando de ti ese cáliz amargo, acompañándote en cada paso y en cada oración.
En el Padul algunos antes de nacer ya sabemos de qué cofradía vamos a ser. Tan solo tenía tres años cuando de la mano de su padre y de su abuelo Joaquín, con tanto cariño llegaba, de penitente, a esa que entre toldos era su particular casa, la Santísima Trinidad. Esa penitente hacia la estación de penitencia más corta, en aquella casa de la Avenida Andalucía se quedaba, imagino que ya sabéis de qué casa se trataba.
En esos años todos íbamos junto a ese Señor del Huerto, y ese ángel, que, por tener esa talla tan pesada, hacía que por tus cofrades en un carro fueras llevada. Ojalá abuelo, hubieras podido compartir con nosotros como el Señor fue llevado a portadores y ahora es llevado con fe por costaleros.
Con los años, aquella niña fue creciendo y acompañando al Señor cada primavera. Las manos de su madre, que con cariño iban sacando, año tras año, los dobladillos de su ropa de monaguilla, penitente y de mantilla. Al pasar los años, esa mantilla y un costalero, forjaron junto al Huerto, un amor verdadero. Ojalá perdure para siempre, su mitad, su compañero.
En estos años, hemos podido vivir momentos que quedan en nuestro corazón. Como cada año nos acordaremos de aquellos cofrades que sintieron la cofradía tan en sus adentros, que subieron al cielo cuando Dios quiso llevarlos y oran arrodillados junto al Señor en aquel celestial Huerto.
UNA FAMILIA COFRADE
La familia que se forja en cada cofradía es un tesoro, un vínculo que se construye con el alma. Orgullosos estamos nosotros de la nuestra, la del Huerto, que año tras año crece no solo en número, sino en vivencias y recuerdos. Cada día de trabajo, esfuerzo y sacrificio, nos acerca más unos a otros, como si los corazones se fueran entrelazando en cada paso que damos juntos. Los amigos, que pronto se convierten en familia, conocen tus silencios, saben si llegas con una sonrisa o con el peso de un día difícil. Sin necesidad de palabras, un abrazo sincero basta para aliviar cualquier carga. Entre risas, lágrimas, nervios y algún que otro momento de estrés, compartimos lo más profundo de nuestra cofradía: un lazo que va más allá de lo visible.
“Es que, cuando el corazón habla, sobran las palabras porque ganan los hechos.”
La familia que, con cariño y dedicación, ha adoptado un apellido común, “Huerto”. Cada miembro que se une, enriquece y refuerza este lazo que nos une, sin perder jamás ese amor que nos define. Así, seguiremos creciendo juntos en el seno del Señor del Huerto.
AQUELLA ESTACIÓN DE PENITENCIA
En nuestra memoria quedará para siempre el recuerdo de cómo se formaba, por primera vez, el cortejo dentro de la casa de hermandad. Cómo tú, formaste parte de aquella primera salida, junto a todos los cofrades y fieles que te acompañamos. Cómo sonó aquel martillo, y cómo uno de tus capataces, con tanto cariño, dedicaba unas palabras a toda la cofradía. Bajo el paso del Huerto, entre las trabajaderas, los costaleros lloraban al cruzar por primera vez el dintel de aquella puerta, que los separaba del pueblo.
Minutos antes de la salida,
el Santo Ángel del paso se quiso bajar para igualar y meterse debajo,
pues ese mismo ángel al Señor del Huerto quería llevarlo.
Era tan alto, que ni en el primer palo pudieron igualarlo.
En un silencio profundo, el llamador resuena, el capataz llama a su vocero, los 4 zancos se alzan con delicadeza, en esa levantá a pulso. Mientras la banda de Exfiliana, ya empieza a tocar los sones de Sempiterno y el paso, comienza a variar. Ese bello momento grabado en mi retina que nunca, podré olvidar.
Avanza el Huerto por las calles de nuestro bendito pueblo,
vamos de frente con Él,
porque hay muchos cofrades mayores lo te quieren ver.
Mientras en cada rama de su olivo se posan,
las plegarias, los rezos y todos los suspiros.
Los mayores te siguieron acompañando detrás, como si aún estuvieran empujando aquel primer carro, como en aquellos tiempos en los que ellos mismos, eran los jóvenes de la cofradía. En sus corazones guardan un deseo profundo, les gustaría haber experimentado lo que sienten ahora los jóvenes al ser los pies del Señor.
De regreso a tu casa, las velas de tus guardabrisas te iluminaban, y todo el cortejo se acercaba aún más a ti. Sabíamos que la estación de penitencia estaba por concluir. Mientras los niños, con su dulzura e inocencia, preguntaban ¿Por qué no seguíamos, si esta noche aún no estamos cansados? y es que todavía les quedaba cera para seguir al Señor, alumbrando.
Con sentimiento de nostalgia, el Viernes Santo llegó a su fin.
¿Quién me diría que ya ha pasado un año de aquella bendita estación de penitencia?
Y es que ya, solo quedan unos días, para sentir lo que es acompañarte de nuevo, a ti, mi Señor del Huerto.
EL SÁBADO DE GLORIA, UNA PEQUEÑA HISTORIA
Al pasar el viernes santo,
Tres vecinos se sentaron a fresco para conversar,
Cada uno se contaba lo que sintieron aquella noche,
Al salir con su hermandad.
Uno decía que de costero a costero lo fueron flagelando
El otro con la cruz en el hombro iba con paso reposado
Y el tercero, que de frente siempre, iba orando.
El último, recién había llegado al barrio,
Los invito a su casa para que fueran a visitarlo,
Ese momento para los vecinos fue mágico,
Todos ellos se fundieron para siempre en un abrazo.
Al terminar la visita este le preguntó,
¿Vecinos, tiene nombre nuestro barrio?
Y ahí quedo la conversación.
UN DÍA EN MI PARROQUIA DE MADRID, POR MI ACENTO GRANADINO, UNA MUJER ME PREGUNTABA ¿POR QUÉ LA SEMANA SANTA EN ANDALUCÍA LA VIVIMOS DE FORMA TAN APASIONADA? LE DIJE QUE DESPUÉS DE TANTO AÑOS VIVIENDO LA PASIÓN Y MUERTE DE CRISTO, SABEMOS QUE FINALMENTE, EL DOMINGO DE RESURRECCIÓN SE CELEBRA EL DÍA DE MÁS GOZO Y ALEGRÍA PARA TODOS LOS CRISTIANOS, PUES EL MISMO SEÑOR POR NOSOTROS HA RESUCITADO.
En el Padul, los Domingos de Resurrección son de júbilo y alegría, pues los niños, corren con entusiasmo, avisando con algarabía que ya no hay Júas por las calles, ¡Que salgan las cofradías!
Jesús Resucitado, lleno de luz y esperanza, nos llama a seguirle con fe. Al compás de su banda, cuyas marchas resuenan en cada rincón, nos conduce hacia la salvación.
San Juan, su amigo y apóstol más querido, quien jamás lo abandonó, camina a su lado proclamando con gozo: 'El Señor está entre nosotros, ¡El Señor ha resucitado!'
Y, como siempre, sin dejarlo solo, ahí viene la Virgen del Carmen, acompañando a su hijo con el amor incondicional de una madre.
Esa Virgen del Carmen, más sobria y austera,
pero que sentimiento más grande nos une a ella.
Es la madre, que siempre está para cada hijo de Padul, pues más veces sale por las calles de nuestro pueblo, en cada rogativa importante, para celebrar aniversarios de los matrimonios, en la Candelaria, para presentar a su hijo junto a San José y como no podía ser de otro modo, para acompañar a su hijo en el día de más alegría y gozo para todos los cristianos.
Desde pequeña, mis padres y abuelos me enseñaron,
a través de la Virgen del Carmen, fiel guía de nuestro caminar,
en su amor y protección, siempre aprendí a confiar.
ME GUSTARÍA TENER UN MOMENTO DE REFLEXIÓN, DONDE CADA UNO DE VOSOTROS OS DETENGÁIS A PENSAR EN LO QUE OS HA LLEVADO A TENER FE, A SER CRISTIANOS Y A ESTAR EN EL VÍNCULO DE UNA COFRADÍA.
Para mí, el pregón más cercano y más hermoso para dar inicio a la Semana Santa del Padul, lo hacéis cada uno de vosotros, mientras vais escribiendo página a página la historia de vuestra cofradía.
¿Cuántos recuerdos afloran a nuestra memoria? Por ello, quiero invitaros a dedicar unos segundos, para que cada uno de vosotros reflexione, sobre esos momentos especiales. Piensa en esa anécdota, en esa vivencia única, en la estación de penitencia más especial, con tu familia y amigos. Si alguna de estas personas está aquí esta noche, no dudes en abrazarlos al acabar este pregón, porque tienes el privilegio de seguir compartiendo con ellos tantos momentos irrepetibles, huellas imborrables que permanecerán por siempre.
Al principio de este pregón he abierto mi corazón de par en par, para que pudierais conocer el conjunto de sentimientos y vivencias que conforman mi caja de recuerdos. Una caja que, más que un simple objeto, es el refugio de todo lo que hemos vivido, de todo lo que nos ha marcado a lo largo de los años. Y es que, a tan solo unos días de tener ante nosotros una nueva Semana Santa, la emoción comienza a tomar forma. Sabemos que estos días traerán consigo una explosión de sensaciones, un torrente de sentimientos a flor de piel: vellos que se erizan con el paso de las procesiones, risas compartidas con los seres queridos y lágrimas que caen silenciosas por nuestras mejillas, como si el alma también quisiera rendir homenaje a esos momentos tan profundos.
Serán días de estampas nuevas, de escenas que se graban a fuego en nuestra memoria, de pasos que avanzan por nuestras calles y nos conectan con lo más profundo de nuestra fe. Esos momentos, cargados de recogimiento y devoción, sumarán nuevas piezas a nuestra caja de recuerdos cofrades, que, con cada año que pasa, se va llenando más y más. Pero esa caja no solo se llena de recuerdos, también se llena de fe, de esperanza y de la certeza de que, a pesar de todo lo que hemos vivido, lo que vivimos y lo que vendrá, siempre podremos contar con la luz de la Semana Santa para iluminar nuestro camino.
Con estas palabras, llega a su fin mi pregón, pero no el principio de lo que vendrá. La Semana Santa, como cada año, se hará presente con todo su esplendor, llenando nuestras vidas de un significado profundo que seguirá marcando nuestra existencia. Y con ello, dejamos abierta nuestra caja, para que cada uno de nosotros siga guardando dentro de ella lo mejor de estos días: la fe, la emoción y el amor que nos une como cofrades.
Así que, con gratitud y emoción, concluyo, porque el resto de este pregón ya está en vuestro corazón.