Pregón
de la Semana Santa de Córdoba 2005
Pregonero Don José
Antonio Luque Gran Teatro de Córdoba
Córdoba, 12 de marzo de 2005
Medicina
de Dios tan necesaria
en este mundo dolorido y roto,
aquí me tienes ante ti devoto
queriendo hacer de mi pregón plegaria.
Arcángel Rafael, de extraordinaria
fidelidad, sellada por un voto
de amor a Córdoba en un tiempo ignoto,
conviértete esta noche en luminaria
que me acerque, con Acisclo y Victoria,
al camarín de nuestra Fuente Santa,
donde mana el Espíritu de gloria
y vida en plenitud,
que sembró Planta
en la Madre del Señor de la Historia,
para anunciar que ya es Semana Santa.
Por cierto:
Gitano, tuya es
la culpa
de que yo me encuentre aquí.
Si sale mal, tú verás.
Si sale bien, va por ti.
Con la venia de San Álvaro, patrón
de nuestras hermandades. Dignísimas autoridades,
señor presidente y miembros de la Agrupación
de Cofradías, amigas y amigos todos:
El Obispo de Córdoba al celebrar el pasado año
entre nosotros su primera fiesta de San Rafael, Custodio
de la ciudad, nos pidió a los miembros de la diócesis
un mayor compromiso cristiano, que hiciésemos crecer
nuestra vida interior y que diésemos testimonio público
de nuestra fe. Estas tres demandas, particularmente la última,
las llevan intentando cumplir las hermandades y cofradías
desde hace siglos. Porque esa es su razón de existir:
expresar en la calle y ante todos el contenido de lo que
creen, apelando a lo más genuino del ser humano:
el sentimiento. Y llegando a él a través de
la belleza. De modo que quien comparte esa fe se conmueva
y se sienta unido al que cree y al que no cree, conmovido
a su vez igualmente, a través del toque humanizador
de la hermosura. Por eso la estética dominante es
la barroca, que sigue apabullándonos y dejándonos
boquiabiertos, aunque estemos realizando ya la singladura
del siglo XXI.
Quisiera evocar a un cordobés, como la mayoría
de nosotros. A un ciudadano del siglo XVII, plenamente actual.
Alguien lo ha calificado como quizá el mejor poeta
en lengua castellana. Se ha dicho de él que es aquel
que tiene de escribir la llave. Me refiero a don Luis de
Góngora y Argote. Que también compartía
una honda fe y un gran cariño por aquel que nació
en un humilde establo y entregó su vida en un madero
infausto. Mediante un soneto, barroco como las imágenes
de nuestra Semana Santa, lo dejó expresado bien claro:
Pender de un leño
traspasado el pecho
y de espinas clavadas ambas sienes,
dar tus mortales penas en rehenes
de nuestra gloria, bien fue heroico hecho;
pero más fue nacer en tanto estrecho,
donde, para mostrarte en nuestros bienes
a donde bajas y de donde vienes,
no quiere un portalillo tener techo.
No fue ésta más hazaña, ¡oh gran
Dios mío!,
del tiempo, por haber la helada ofensa
vencido en flaca edad por pecho fuerte,
(que más fue sudar sangre
que haber frío);
sino porque hay distancia más inmensa
de Dios a hombre que de hombre a muerte.
Un gran sacerdote de nuestra diócesis,
que ha desarrollado más de treinta años de
su ministerio en la parroquia de Las Margaritas , mi amigo
Moisés Delgado, me hizo entender perfectamente lo
que significa eso de la salvación. Recurrió
para ello a un ejemplo que le solía poner su padre,
un sencillo hombre de campo. “Hijo - le decía-
¿ves este árbol? Mira cuántos cuidados
necesita. Hay que abonar, regar, podar, a veces injertar.
Puede ocurrir que un mal viento lo fastidie y te quedes
sin él. Pero cuando todo eso se ha realizado y el
árbol es un ejemplar adulto que da sombra y está
cargado de fruto el agricultor exclama: este árbol
se ha salvado” Es decir, el árbol estaba salvado
porque había llegado a ser árbol. Había
cumplido lo que se esperaba de él. Igual nos ocurre
a las personas. Nos salvamos cuando nos cumplimos. El hombre
se salva cuando llega a ser plenamente hombre. Adquirir
la condición humana es algo que parece fácil,
pero sólo lo es en apariencia. No lo consigue nada
más que quien llega a ser libre en un mundo de libres
solidarios y, por tanto, felices. Voy a mencionar a otro
amigo. Éste, cordobés de adopción en
los últimos años de su vida, uno de los mayores
sabios que he conocido: Juan Mateos, jesuita. Experto en
Sagrada Escritura, quien entre su larga obra nos ha dejado
una de las más sensatas y rigurosas traducciones
del Nuevo Testamento que conozco. Lo hago porque él
recordaba sin cesar como fruto maduro no sólo de
su fe, sino de su razón, la condición humana
de Jesús, su carácter de Hijo del Hombre,
dotado, como nosotros, si nos cumplimos, de la condición
divina. “Ecce Homo” se dijo, y lo paseamos por
las calles durante la Semana Santa. “He ahí
el hombre”. ¿Queréis un ejemplo de lo
que es de verdad un hombre? Pues ahí lo tenéis.
Para los creyentes, Dios mismo. Para cualquier persona,
profese o no fe alguna, un modelo lo suficientemente atractivo
para, al menos, no apartar la vista de él y aprender
algo bueno sobre lo que realmente somos. Por eso la Semana
Santa gusta más de lo que nos imaginamos y a muchas
más personas de lo que pudiéramos pensar.
Porque ese modelo se presenta además envuelto en
fiesta y alegría, siempre idéntico y siempre
renovado, como la primavera naciente en la que se desarrollan
estos acontecimientos que nos entusiasman.
Pasen y vean el Gran Misterio de nuestra Salvación.
O mejor, salgan y vean en las calles ese gran Misterio.
Lo han esculpido, tallado, bordado, cincelado y dorado para
ustedes. Le han hecho mil fotos y lo han fijado en muchas
partituras. En un alarde de fuerza y de cariño lo
van a mover por nuestras calles para que disfrutemos, nos
emocionemos, aprendamos y seamos, juntos, un poco más
felices.
Me corresponde esta noche el honroso cometido de contarles
y cantarles que hay en nuestra tierra una hermosa tradición
que ejerce sin que nos demos cuenta con la importante tarea
de tender puentes, de unir personas. Quizá por eso,
insisto, atrae tanto y a tantos. Creyentes y no creyentes,
admirados ante lo más humano que puede alguien puede
hacer por otro: regalarse hasta el extremo de dar la vida.
Jesús de Nazaret lo explicó claramente la
noche que iba a ser entregado: “Nadie es mayor amigo
que el que da la vida por sus amigos”. ¡Cuántas
personas anónimas lo han hecho a lo largo de la humanidad!
Todas están representadas en ese Cristo al que Dios,
el Padre, le dio la razón otorgándole la plenitud
de vida, que Él ofreció a todos mediante la
efusión de su Espíritu.
Ya está ahí, un año más, la
radio. Volcándose con el acontecimiento, metida entre
la bulla. Porque merece la pena. Sintiendo vibrar el niño
que hay dentro de cada uno de nosotros.
Nuestra Señora de la Palma
llega,
envuelta en luz, calor y algarabía.
La multitud no quiere todavía
que acabe la estación y se le entrega.
Sigue firme la cuadrilla en la brega
derrochando cariño y energía.
Ya comienza a sonar la melodía
y Tubamirum otra vez despega.
El Señor de los Reyes, enmarcado
en el atrio del templo fernandino,
nos bendice desde su Borriquita.
Y la gente que allí se ha congregado
disfruta de lo humano y lo divino
sintiéndose de nuevo pequeñita.
Recuerdo a Carlos Vargas en la unidad móvil
disponiéndolo todo para que aquel “Paso a Paso”
de final de Cuaresma saliese perfecto. Mi hijo José
Antonio le echaba una mano. En el estudio, Pepe Vega, probaba
el enlace. A David Luque, a Miguel Ángel de Abajo
y a mí mismo se nos caía la baba viendo el
paso montado en la casa de hermandad de la calle González
Pachón. El coloquio anterior y posterior del programa
versó sobre un único tema: lo que significaba
para una parroquia recién creada disponer de una
cofradía en su seno. Allí al principio no
se entendió muy bien. Hoy día, “Beato
Álvaro de Córdoba” sabe que la hermandad
es un elemento importante de su organigrama pastoral. Ni
mejor ni peor que otros. Pero su párroco lo ve bien
claro. Los vecinos de esta zona no tienen que cruzar la
ciudad para sentir la Semana Santa porque ya son parte de
ella.
Reina en Poniente un enorme alborozo
cuando el Misterio de la Eucaristía
se ve en la calle en este su gran día.
Proclama nuestra Fe en que en sólo un trozo
de Pan, sometido como Él
mismo al destrozo,
cuando Jesús, que iba a morir sabía,
su vida, Vino nuevo, dejaría
para ser nuestra fuerza y nuestro gozo.
En su paso completo y acabado,
se representa la Sagrada Cena
con un impresionante apostolado,
que acompañado de la Madre buena
va a quedar en el templo colocado
porque no se le añore ya con pena.
Al igual que muchos creyentes no sienten
nada ante las cofradías, se puede no ser creyente
y ser cofrade. Lo que hay en el corazón de las personas
sólo Dios lo conoce. Benditos sean los que tienden
puentes, bendito lo que nos une y nos hace gozar juntos.
¿Quién se resiste a la magia de una noche
de Domingo de Ramos? ¿Quién no se ha metido
entre la bulla de la Cuesta Luján? ¿Quién
no se ha embriagado con el buen ambiente y la fragancia
de la calle de la Feria? ¿Verdad, Lucas León?
¿Verdad, don Julio Anguita?
Naranjos, azahar, verde y olivo.
Ángel consolador del abatido.
Señor de la Oración, engrandecido
por someterse al Padre. Receptivo,
su sola Voluntad como motivo
para apurar el Cáliz consentido.
¿Para qué sufrir tanto y ser molido?
Sólo ese sí en el Huerto fue efectivo
para salvar al hombre del pecado.
Comienza la tortura necesaria.
Ya pasa en la Columna el Amarrado
completando la estampa pasionaria.
Algo por fin que la hermandad ha logrado.
Y el broche, roja flor, la Candelaria.
¿Quieren saber cómo se da
luz a un programa de radio? No, no me he confundido. No
cómo se da a luz, cómo se concibe, sino cómo
se ilumina en un momento dado. Menos mal que nos encontrábamos
en una casa de hermandad. Porque una noche de Cuaresma,
cuando estaba todo dispuesto en la planta alta del colegio
Salesiano (saeteros, cofrades, invitados de otras hermandades…)
recién comenzada la emisión en directo, hubo
un apagón en todo el sector de la ciudad y nos quedamos
a oscuras. Gracias a que la unidad móvil era autónoma,
el programa continuó. ¿Saben cómo?
Pues textualmente a dos velas, a la luz de dos cirios en
concreto. En los quince años de vida de “Paso
a Paso” no hemos realizado un programa con ambiente
más cofrade.
Salesiana hermandad del Prendimiento,
banderín de enganche de la juventud,
capaz de encarrilar una inquietud
y acrecentar el noble sentimiento.
Es el compás un acontecimiento
cuando se abre el portón. Hay un alud
de savia cofradiera con salud
renovada, que vibra ante el momento.
Ya está el Señor rozando las palmeras.
Ya su cuadrilla empuja retadora
metiendo cuello en las trabajaderas.
Y en el templo reluce la Señora,
Madre de la Piedad, que hoy atesora
la gracia de María Auxiliadora.
¿Les cuento otra anécdota
de nuestro programa de radio?
Tiene que ver con la Hermandad del Perdón, la que
recuerda el momento en que Jesús, una vez detenido,
es llevado a la presencia de Anás. La conocida popularmente
como “La Bofetá”. Íbamos a transmitir
su entrada una noche de Miércoles Santo en la iglesita
del Buen Pastor, en pleno corazón de la Judería.
José Miguel, uno de nuestros compañeros técnicos
se había adelantado y en un domicilio particular
preparaba la línea de enlace. Cuando llegué,
el paso del Señor ya había entrado. Se acercaba
el palio de la Virgen del Rocío y Lágrimas.
La calle era un hervidero humano. No cabía ni un
alfiler. Me era imposible acceder al portal de la casa en
cuestión. Así que comencé a chistar
a mi compañero para que me arrojase un micrófono
por la ventana. Pero él, en medio del barullo, no
me veía. Por lo que yo insistía e insistía:
“José, José... José Miguel”
y nada. Hasta que de pronto todo el mundo al unísono
gritó mirando hacia la ventana: “¡José
Miguel!” Imaginen la sorpresa del chaval, que trabajaba
anónimamente, al convertirse de pronto en centro
de atención de la gente. Se puso como un tomate,
comenzó a reír y lanzó el micrófono.
Un nuevo punto de conexión en directo estaba funcionando.
¡Cuánta dulzura
en medio del dolor
puede expresar un buen imaginero!
Con la gubia de Francisco Romero
se ha cantado al Perdón su mejor loor:
Ahí tenemos la efigie del Señor.
Rocío y Lágrimas fue lo primero
que el artista talló y tan certero,
para una exposición, que su labor
dio a la Semana Santa nueva vida,
completando con suave belleza
la entonces hermandad recién nacida.
¡Con cuánto encanto y cuánta sutileza
está aquí la mujer reconocida
pese a su virginal naturaleza!
Qué difícil es ser imaginero.
Yo me quito el sombrero cuando entro en el taller de Quique
Ruiz Flores, cuando Antonio Bernal me enseña sus
trabajos y me explica la manera de mejorar una imagen según
se coloque en el paso. Cuando la casa de Miguel Arjona se
convierte en improvisado estudio de radio que huele a madera.
Al entrar en el lugar de trabajo del mencionado Francisco
Romero, levito. Y me entusiasma ver como conjuntan con las
suyas las tallas de Luque Bonillo. Una conversación
con Miguel Ángel González Jurado, el privilegio
de que te comente en directo, mientras anda por la calles,
su visión de un Misterio que él ha creado,
es impagable. Lo mismo que mirar a la cara a una de sus
vírgenes. Y comprobar la estela de ese arte en jóvenes
valores de tanta solidez como José Antonio Cabello,
por citar uno. Córdoba no sabe lo que tiene. O sí
lo sabe. En la patria de Juan de Mesa sólo podía
germinar lo mejor. Como primera provisión, son magníficos
escultores. Pero un imaginero es algo más. Quien
ha conocido a Antonio Rubio o a Juan Martínez Cerrillo,
quien ha experimentado la más profunda unción
al contemplar sus obras lo sabe muy bien.
Perla de San Fernando reservada,
tu joyero, del barrio es la ilusión.
Te están buscando un palio con tesón
para que seas en él, Madre, adorada.
Quieren verte en las calles paseada,
gozar de los varales y su son
porque por ti llegó la Redención
y esa verdad debe ser proclamada.
Ahí tienes a Jesús ante Caifás,
guiado por los sones de tu banda,
hoyando ya el camino donde irás.
Y mira cuánta gente joven anda,
dejando el corazón donde tú estás,
atenta siempre, Estrella, a tu demanda.
Tuve la suerte de compartir con ellos,
porque fue a presentarlos, su participación en el
certamen de marchas procesionales del Teatro Cervantes de
Málaga, que organiza Canal Sur Radio. En esa jornada
comprobé lo que es capaz de conseguir una banda de
Semana Santa con los chavales. “Esto es un estímulo,
una alternativa para desarrollar su creatividad, para hacer
amigos, una manera de quitarlos de la esquina”, me
decía Manolo Luque, su director. Ya antes había
sido testigo de sus balbuceos artísticos, de su ilusión
al presentar el primer disco. Fui portavoz de su demanda
de no tener lugar de ensayo, convertidos en peregrinos de
un lugar a otro, molestando a los vecinos e importunando
al Ayuntamiento para que les buscase un sitio donde las
cornetas y los tambores pudieran sonar en cualquier momento
del año lo mismo que en Cuaresma. Cuánta lucha
y cuánta constancia para ver triunfando a la Banda
de la Estrella y a su rama juvenil. Idéntica a la
labor de Antidio Cabal, para dejar bien altos los blancos
penachos de la Banda de la Fuensanta. O la de Rafael Cabanillas
y su hijo al frente de otro lujo de banda, la del Caído.
O de la Banda de la Coronación. Se quejan de que
no las contratan las hermandades cordobesas lo que fuera
deseable. Parece que queda mejor traer música del
exterior. Aunque cuando se las llama “de fuera”
formaciones como Tubamirum, radicada en Cañete de
las Torres, se ofenden porque se consideran de Córdoba
por proximidad geográfica y vocación. ¿Y
que me dicen de la banda del Cani?, la Banda del Cristo
del Amor. Cuánto le debe su barrio. Ustedes les acaban
de escuchar en el introito de este pregón. Una asociación
músico cultural que ya nos ha regalado varios discos,
el último grabado en directo a pie de calle durante
la pasada Semana Mayor. ¿Qué lo mismo están
en la plaza de toros que en la cabalgata de los Reyes Magos?
De acuerdo. Pero, ¿qué habría sido
sin ellos de nuestra Semana Santa. O ¿qué
habría sido de tantas chicas y chicos con talento
musical que han podido encauzarlo, no por un título
académico, sino sólo por disfrutar de él,
y haciéndonos gozar a los demás? Ahí
están para corroborar esto que digo los componentes
de la nueva Banda de la Agonía. O los de la Esperanza,
capaces de abarrotar la iglesia de la Compañía
en su concierto con motivo de los actos de la Inmaculada
o salir ya con su hermandad cuando hace tan sólo
un año apenas si tenían instrumentistas. Pregúntenle
a Francisco Javier León.
Están de aniversario los
del Cerro.
Cincuenta años de una cofradía,
que logró reducir una porfía
trayéndose de Cádiz al Silencio.
El tiempo demostró que no hubo yerro:
la Encarnación Sagrada de María
y el Cristo del Amor, la clave y guía,
salvaron a esta imagen del destierro,
uniendo dos ciudades, dos maneras,
de un modo solidario y vanguardista,
semillero de hermanas costaleras,
que a otros muchos puso sobre la pista
de que ellas responden las primeras
con la fuerza y el mimo de un artista.
No podían las hermandades dejar
a la mujer al margen, convertida en mera sufridora de la
falta de dedicación de su marido o de sus hijos,
entregados –ellos sí- a la cofradía.
Afortunadamente las cosas están cambiando. El pasado
año –ya era hora- una mujer ocupó esta
cátedra como pregonera de la Semana Santa de Córdoba.
Hace muy poquitos, la hermandad de la Buena Muerte modificó
una tradición que impedía tenerlas como hermanas
nazarenas. Y yo recuerdo ahora los afanes de Marisa Marcos,
primera hermana mayor de La Agonía, por conseguir
que la hermandad del barrio del Naranjo ampliara su recorrido
por las inmediaciones del Calvario de Mirabueno para bajar
a la Carrera Oficial. El que nuestras cofradías hundan
sus raíces en tiempos pretéritos no puede
justificar en modo alguno el sinsentido de que la mujer
no tenga presencia en ellas con plena igualdad. Porque las
primeras en lamentarlo, si quieren de verdad seguir existiendo
y en pujanza, serían las propias corporaciones. A
su realidad cotidiana me remito.
San Nicolás promulga la
Sentencia.
Entre una piña humana colocado
sobresalen el rojo y el dorado
en el Misterio de la infeliz audiencia
con el azul de Claudia en referencia
a la duda que ofrece el acusado.
¿Es hombre o Dios el desafortunado?
Pilato abdica de su inteligencia:
Que está ante un inocente lo ve claro,
pero se pliega ante sus intereses.
La pálida Señora es como un faro,
que sale del cancel a escuchar preces,
ofreciendo la Gracia y el Amparo
a los curiosos y a los feligreses.
Si ver salir a la Sentencia es un magnífico
espectáculo cofrade, verla llegar de nuevo en la
noche del Lunes Santo a San Nicolás es algo que les
recomiendo no perderse. Por eso solemos transmitirlo casi
todos los años. Aún a riesgo de morir radiofónicamente
en el intento. Refiriéndome a la emisión,
lo que les digo es literalmente cierto. Verán. Habíamos
contado con todo lujo de sonoros detalles la entrada del
Misterio en el compás del templo. Desde el escaso
hueco que quedaba en el local, fuimos testigos de las muchas
dificultades con que, al igual que en la salida, se consiguió
introducir el palio de la Virgen sin perder un ápice
de elegancia. Uno no sentía las apreturas del espacio
y todo se traducía en contar y contar, glosando la
maravilla que habíamos contemplado. La trabajadera
era una fogata ardiente cuando la voz vibrante del capataz
resonó con el eco del espacio cerrado: “¡Ahí
quedó, hermanos!” Y el aparato de radio enmudeció
de repente. José Enrique Muñoz en el estudio
de realización no sabía qué tecla tocar
para resucitar el programa, que llevaba tantas horas seguidas
en antena. ¿Saben ustedes a que se debió ese
corte inaudito? Una de las patas de la mesa del palio había
ido a posarse justo encima del cable del micrófono
interrumpiendo en seco la emisión. “Paso a
Paso” jamás recibió un pisotón
más certero, que requirió de una imprevista
levantá para que de nuevo recuperásemos la
voz.
Hermosa Virgen, Madre mercedaria,
donde tú estás no existen las cadenas
porque ofreces tu amor a manos llenas
y el torrente de gracia necesaria
para ayudar en la labor diaria
a liberar al hombre de sus penas.
Al Zumbacón nunca le han sido ajenas
las que inflige la vida carcelaria.
Tiene un modelo en el Señor Humilde,
“Ecce Homo” de Espinas Coronado,
que parece marcar como una tilde
lo que sufre un hermano abandonado.
Curarle en quien se encuentra encarcelado
es, cofrade, tu modo de servirle.
¿Qué hay dentro de las personas?
¿Qué pasa en lo más recóndito
del ser humano? Esa pregunta nos ha hacemos siempre en el
palquillo de entrada en Carrera Oficial los contertulios
mientras compartimos el paso de las cofradías con
los oyentes de Canal Sur Radio. Pero existen momentos en
que se agudiza de manera especial y a nosotros, pese a las
anécdotas de la gente, que también ocurren,
no nos queda más que el respetuoso silencio. Por
ejemplo, en la tarde del Viernes Santo, tras la Virgen de
los Dolores. O cuando vemos gente y más gente en
largas colas siguiendo al Rescatado. ¡Ay del que se
atreva a juzgar el interior de nadie!
Interminable hilera de oraciones
bajo el cielo del Domingo de Ramos.
Desde el lugar donde nos encontramos
se intuye el palpitar de corazones.
Se pueden percibir las emociones,
el misterio insondable que llevamos
en el fondo del alma. Los reclamos
de que se nutren nuestras devociones.
Viene delante, hermosa, la Amargura
para acoger el río desbocado,
que nos sorprende por su desmesura.
Este pueblo sencillo y atinado
demuestra cada año su ternura
rendido ante los pies del Rescatado.
Parece que fue ayer cuando Antonio López
Raya me hablaba de sus deseos de verlo en la calle. Me contaba
la emoción que sentía cuando ataba las manos
del Señor de la Sangre. Era a la vez –me decía-
como un esbirro de los sumos sacerdotes o los romanos y
un ángel consolador que querría haber ahorrado
a Cristo todos sus sufrimientos. Uno más de los hombres
por los que todo aquello sucedió, lleno de infinita
gratitud hacia la culpa que mereció tal rescate.
La decisión
fatal está tomada.
“Barrabás o Jesús” han preguntado
y el populacho lo ha determinado:
la Sangre del Señor sea derramada.
Fue en el Cister la escena recreada
y en Capuchinos se ha representado,
la Reina de los Ángeles al lado
por Juan Evangelista acompañada.
Loba capitolina, frontispicio,
la mano de Morillo y Fray Ricardo
en la base de todo el edificio.
Criaturas celestiales al resguardo
de su manto, labradas con oficio.
Y Cristo erguido cual fragante nardo.
¿Qué hay detrás de
un hierático y serio nazareno? ¿Quién
va dentro de la túnica, oculto por el cubrerrostro?
Los privilegios de la radio otorgan bula de presencia en
lo más recóndito para que lo conozcan los
oyentes, que no interfieren ni molestan en ningún
sitio. Gracias a ella he podido descubrir lo que aparece
en el interior del templo cuando se levantan los capirotes.
Viéndoles tan altos y sosegados, ¿quién
lo diría? En una inmensa mayoría, jóvenes.
Rostros de niñas y niños casi. Con el arco
marcado en la cabeza y el pelo revuelto y mojado de sudor.
¿Qué encuentran los niños en la férrea
disciplina de una estación de penitencia? ¿Dónde
está el atractivo de formar parte de un cortejo que
les sume en el anonimato y les ofrece por unas horas una
posibilidad de introspección tan diferente al modo
de plantear su vida hoy? Solos en medio de la bulla. Formando
parte de un conjunto que les ampara y les entusiasma. Gozando
quizá de una experiencia religiosa singular. Posiblemente
lo hacen por imitar a sus padres y familiares, marcados
ya para siempre. Pero, ¿qué queda luego? ¿Por
qué tantos al crecer abandonan esta manera de rendir
culto a los titulares de su hermandad?
¡Ya viene enamorando la
Esperanza!
¡Con cuánto amor la miman sus gitanos!
Los cordobeses le ponen en las manos
todo aquello que su poder alcanza.
Verde hechicero, malla y alabanza.
Pétalos, sol y pensamientos sanos.
Nos sentimos ante Ella como hermanos
que miran con limpieza a lontananza,
siguiendo al que es Pastor y al que es Cordero.
Carne de nuestra carne, sangre nuestra.
Hombre cabal, de todos el primero,
Hijo de Dios colocado a su diestra.
Tallado el más juncal y pinturero
por la mano de Juan, mano maestra.
¡Qué bien lo pasa un cofrade
durante la Semana Santa! Pocos acontecimientos religiosos,
sociales y lúdicos proporcionan una satisfacción
tan completa. Hay que trabajar duro para tenerlo todo a
punto. Pero se compensa cuando están en la calle
los sagrados titulares. Cuando hay titulares que se ven.
Porque si no se ven imágenes, a lo mejor alguien
piensa que no merece la pena la procesión. Eso me
lo llegó a decir un joven, componente de una hermandad,
de los que están muy comprometidos en ella al menos
durante la Cuaresma y el Miércoles Santo. Le suponía
entusiasmado con los preparativos de la procesión
del Corpus, pero me miró de soslayo y me espetó:
“Hombre, si ahí no hay ningún Cristo
ni ninguna Virgen, ¿para qué vamos a ir? “Yo
me quedé de piedra, cambié de tema y me cuestioné
muy seriamente la formación cristiana que ofrecen
las cofradías.
La clásica hermandad rejuvenece,
Campo de la Verdad, el Lunes Santo.
Sólo en los ojos de María hay llanto
cuando el Rey de los Reyes aparece
abrazado a su cruz, que no entorpece
nada su libertad. Porque el espanto
de morir, al ser amando tanto,
confirma su estatura y lo engrandece.
Si lo quieres saber, eso es un hombre:
pleno señor de sí que a sí se entrega.
¿Hay quien al contemplarlo no se asombre?
¿Y con la joya que en el palio llega?
La Madre joven, la del Dulce Nombre,
cuya sola mirada el dolor siega.
Recuerdo a Lucio desde mis primeras aproximaciones
a la Semana Santa en Antena 3 de Radio durante los primeros
años de la década de los 80. Ya entonces me
hablaba entusiasmado de su cofradía. Lucio era para
mí una sonrisa, un proyecto constante y una aguja.
Bastante tiempo después le entendí mejor.
El arco temporal había unido el hilo y el bastidor
con el portento cibernético de una página
web capaz de ofrecer al instante las últimas novedades
de la Semana Santa o servir de enlace para la escucha de
nuestro programa, gracias a la maestría de Francisco
Gómez Sanmiguel. Entre ambos, muchas noches de Miércoles
Santo bajo la luna llena entre saetas cruzadas, bulla de
juventud y el gesto de Mariquilla en el balcón repitiendo
cada primavera su particular homenaje al Señor de
los Hortelanos. Con la complicidad de Calahorro, mirado
desde abajo por mi compañero Paco Villén,
para el que colocar un enlace radiofónico en San
Basilio –él no lo niega- es un auténtico
placer.
Nazareno pequeño y entrañable,
perla dorada del Alcazar Viejo,
para tu barrio eres el espejo
en que al mirarse encuentra lo inefable.
Al tropezarse con tu rostro amable,
el saetero atina con su dejo:
un borbotón insólito y reflejo,
una oración, un quejido admirable.
Señor de la Pasión, bella amatista
sobre un joyel que ahora ha sido ampliado,
a quien sigue con Juan Evangelista,
en el palio que antaño fue ochavado,
la Virgen del Amor, primor de artista.
No hubo varón mejor acompañado.
Va a pregonar la Gloria y yo estoy convencido
de que será una gloria oírle pregonar. Juan
Dobado es un ejemplo de carmelita joven empeñado
en inocular el veneno cofrade a las chicas y chicos del
colegio. Esos que, aunque cambien de centro de estudios,
formarán parte ya de la hermandad del Niño
Jesús de Praga, llevarán el escapulario de
la Virgen del Carmen o vestirán la túnica
del Caído. La estética cofrade le entusiasma
como conocen bien los oyente de Canal Sur, que le escuchan
entre el grupo de contertulios del Viernes Santo. Por cierto,
me encargó un periodista taurino, mi amigo Pepe Toscano,
que les contara que los diestros que año tras año
ocupan la presidencia del paso del Señor se colocan
junto a Él siguiendo el mismo orden de antigüedad
en que los toreros hacen el paseíllo. Y cruzan Córdoba
con el empaque que les otorga su maestría, sabiendo
que tienen que agradar. Sólo que aquí el respetable
no es el público.
Hay en la Cuesta de San Cayetano
un ambiente taurino y carmelita
que cada Jueves Santo facilita
que el suceso solemne sea cercano.
La multitud se agrupa bien temprano
y otros en el Colodro se dan cita.
Ver al Señor la gente necesita
Caído en tierra como un ser humano.
Gana Jesús altura y majestad
apoyado en la peña y abatido,
como la Virgen de la Soledad
llena el dolor del hombre de sentido.
Así expresa este pueblo su piedad
y va con su hermandad marchando unido.
No hay profesor de arte que se precie capaz
de ignorar el tesoro que supone la iconografía semanantera.
Que se lo pregunten a María Dolores Díaz Vaquero,
a Alberto Villar Movellán o a Fernando Moreno Cuadro.
Que se lo pregunten a Ángel Aroca Lara, pregonero
de la Semana Santa de Córdoba. Ahora que se ha jubilado
está montando belenes, una de sus pasiones, porque
le permiten jugar con la imaginería: “Hay auténticas
maravillas”, me ha contado. Tuvo el detalle y la paciencia
de colocarse a pie de paso en plena cuesta del Bailío,
subiendo y bajando, para que Jesús Reina y quien
les habla, que entonces éramos unos neófitos,
pudiéramos realzar con su conocimientos los momentos
espectaculares que recogían nuestros micrófonos.
Nos ayudó en la tele. Y alguna vez me ha dicho:”
Me utilizas para que me enrolle cuando no te queda más
remedio que estar contando nazarenos”. Con estos mimbres
ha sido fácil tejer el cesto que durante quince años
viene recogiendo, para difundirla, nuestra Semana Santa.
El Bailío es una piña
humana
que quiere ver bajar al Buen Suceso
y pagarle a la Virgen con un beso
el favor de tenerla tan cercana.
Rosas de Jericó, de barbacana
para la Caridad. Hay un receso.
Ningún esfuerzo supone ahora un exceso
pues la cuadrilla es gente noble y sana.
Parece que no existan escalones,
que volaran el Palio y el Misterio
con el impulso de los corazones.
El público expectante admira ebrio
y acaba prorrumpiendo en ovaciones
ante el gesto desafiante y serio.
Jesús con la Cruz a cuestas pudiera
ser el mejor icono para reflejar a tantas familias aplastadas
bajo la pesadumbre de la droga. Camino hacia ese Gólgota
cómo se agradece una mano tendida. Lo dice San Juan
en el prólogo de su Evangelio: “En el principio
existía la Palabra”, para continuar explicando
que un ser divino era ese proyecto creador, capaz de construirse
porque estaba en la mente de Dios mismo. Un ser divino por
profundamente humano. He ahí el modelo: Jesús,
el Hijo del Hombre. A nosotros nos toca que se cumpla ese
“Proyecto Hombre”. Ante la llamada de Lázaro
Castro, el Padre Lázaro, la hermandad del Calvario
lo tuvo muy claro. Mientras una chica o un chico estén
bajo el dominio de la droga, mientras no les ayudemos a
salir de lo que les impide desarrollarse como personas,
el paso de Nuestro Padre Jesús no relucirá
plenamente por mucho que cuidemos su espléndido dorado.
Ya sube, ascua de luz, hacia
el Calvario.
Con los ojos al Cielo levantados,
de dolor llenos, pero esperanzados,
su Madre sigue el triste itinerario,
que quieren consolar con el rosario
sus cofrades. Avanzan esforzados.
Hubieron de salir arrodillados
de San Lorenzo. Su campanario
hizo sonar los toques lentamente
sobre la plaza llena de morado.
Nuestro Padre Jesús va mansamente
adonde el mal humano le ha llevado.
Ardiente corazón, rostro inocente,
que el trinitario Juan dejó tallado.
Viene a mi mente el entusiasmo y afán
de superación de su Cronista, Julián Hurtado
de Molina. A través de la Fundación Cristo
de las Mercedes, que preside y en la que se integran miembros
de otras hermandades, intentan hacer coherente su pertenencia
a una cofradía trabajando para acompañar y
ayudar en su promoción a los internos de la prisión
de Córdoba. Recuerdo también las veces que
hemos radiado la entrada. Allí todo es espacio justo,
mucho corazón y habilidad milimétrica. De
modo que una vez que traspones el cancel, procurando que
no se pierda un detalle de sonido, te puedes encontrar como
cuando Jesús de niño subió a Jerusalén:
perdido y hallado en el templo. Sólo que en mi caso
nos ocurrió una vez y los compañeros hubieron
de estar al quite para continuar la emisión mientras
yo oía por antena a Rafael Fernández preguntar:
“¿Ha visto alguien a José Antonio Luque?
¿A quién se habrá parado a saludar?,
porque este hombre no aparece.”
Por la calle Tesoro se dirige
la Santa Faz hacia la Trinidad.
De nuevo ha recorrido la ciudad
y lo único ahora que la aflige
es que llega el final. Pero colige
que en su entrada gozará la hermandad
del momento de más intensidad
que, para ver, un buen cofrade elige.
El Vero Icono será ahora contemplado
por un número inmenso de personas
que está en Lope de Hoces concentrado.
A sonar en la plaza han comenzado
saetas, melismáticas coronas
para la Virgen que ya en ella ha entrado.
Y puestos a quedarnos encerrados en el
templo tras la estación de penitencia, también
nos ha ocurrido en éste último. Enrique Saint-Gerons,
el capataz enamorado de su Virgen de la Trinidad, que tan
buenos servicios nos ha prestado al equipo del programa,
nos quiso enseñar cómo se vive desde la intimidad
de una cofradía ese momento tan especial de después
de la recogida. La Agrupación Musical Cultural Cristo
del Amor grabaría en el interior de la iglesia el
final de su disco de marchas en la calle. Tocarían
en la intimidad un solo de cornetín que no debíamos
perdernos. Fuera, Carlos Vargas, el alma de la unidad móvil,
el hacedor de tantas y tantas horas de radio de la Semana
Santa, hablaba con Gabriel Alba, otro de los puntales del
equipo, y se preguntaba qué estaba ocurriendo porque
la conexión desde ese punto se había interrumpido
y ya la gente dispersa buscaba nuevos lugares para disfrutar
de la noche del Martes Santo. Dentro se repetía el
espectáculo del sudor y las lágrimas de felicitación
porque todo había salido de maravilla. Lo que pasaba
en el corazón de los cofrades lo traducía
un brillo especial en sus miradas cuando se cruzaban con
las de los titulares a los que habían puesto por
unas horas al alcance de los cordobeses.
Señor de los Señores,
Nazareno.
Quizás de la Columna desplazado
para portar la cruz de ajusticiado.
Su advocación es la de Padre bueno,
acorde con su aspecto tan sereno.
La misma que en los pueblos de aquí han dado
a Aquél que ven con su dolor cargado:
centro de devoción, cariño pleno:
presencia que la Madrugada llena.
Sólo se aprecia en la pequeña plaza,
donde el Padre Cristóbal se enajena,
el racheo suave que desplaza
a la espléndida Madre Nazarena,
que resignada su dolor abraza.
A veces no son los cofrades los que más
saben de Semana Santa. Él asegura que no es cofrade,
pero pocas son las Cuaresmas en que no nos regala una monografía
para arrojar luz sobre la historia de estos ritos. Que yo
sepa, son más de veinticinco las publicadas en los
últimos años. Conocí sus primeros trabajos
a través de “Alto Guadalquivir”, esa
revista que es todo un clásico de colección,
editada por la Obra Social y Cultural de CajaSur, la gran
mecenas de la Semana Santa de Córdoba. Cuando menciono
al Padre Cristóbal de Santa Catalina siempre me acuerdo
de las religiosas hospitalarias, de Antonio Gracia, el hermano
mayor que más “Córdobas Cofrades”
ha distribuido, y de Juan Aranda, el investigador. Si no
es hermano de alguna cofradía sin duda habría
que otorgarle el “hermano honoris causa” de
un sinnúmero de las de la capital y la provincia.
Lo suyo –dice- no es la emoción, no es el alarde
barroco, sino el dato. El dato preciso. Ese que nos confirma
que lo que hacemos cada primavera es herencia dejada en
testamento por miles y miles de cordobeses que a lo largo
de los siglos ayudaron a su fe y se emocionaron con la misma
bendita madera y con idénticas tradiciones a las
que hoy nos conmueven.
Filigrana platera y poderío,
paloma recostada sobre el nido,
tu nombre es un anhelo mantenido
en todo corazón, que yo hago mío.
El garbo, la belleza y el tronío
seña siempre de tu volar han sido.
Contemplarte es quedar de ti prendido,
en tu cara de niña y señorío.
Verte llegar surcando la espesura
de los jardines de Colón, colmados
de verde, de ilusión y de blancura,
es compartir los rostros abrumados
de Paz, de plenitud y de hermosura
por la Humildad de Cristo levantados.
Mi buen amigo Pepe Campos lleva saliendo
con Ella ininterrumpidamente desde que se creó la
hermandad. Y conserva la sonrisa intacta de las esclavinas
que dan a la hilera interminable de los nazarenos ese toque
optimista tan peculiar, que enlaza perfectamente con la
sonrisa de Rafael Muñoz, el capataz prolongado en
su hijo, o con la de Juan Berrocal, manejando el timón
del enorme misterio. No voy a hacer ahora una relación
de los capataces de Córdoba, a quienes admiro, porque
sería interminable. Pero sí quiero en el pregón
romper una lanza a favor de unos hombres a los que tanto
deben nuestras hermandades. De su guante de seda al manejar
el martillo dependen las cuadrillas de costaleros. Esos
costaleros, que cuidados con mimo, son fundamentales en
una cofradía o que pueden convertirse en una pesadilla
para ella si no se les sabe estimular de manera adecuada
ofreciéndoles el trato y el reconocimiento que merecen.
Haciéndoles conscientes, además, de que la
cofradía es algo suyo que les exige el compromiso
propio de los hermanos.
La hermandad del Naranjo ya ha
llegado
a las columnas de Claudio Marcelo.
Se dijera que viene desde el Cielo
por lo extenso, lo hermoso y lo empinado
del trayecto que tiene encomendado.
Ponen en recorrerlo todo el celo
y no cabe tener ningún recelo
en que será con éxito acabado.
Salió de Mirabueno bien de día
y allí regresará de madrugada
después de regalarnos la Agonía
de su Cristo fielmente retratada.
Ya prosigue su andar la cofradía,
que va por sus vecinos arropada.
La hermandad de la Expiración fue
la primera de Córdoba en contar con una cuadrilla
de hermanos costaleros. Tampoco pasa nada cuando, con la
mayor naturalidad del mundo, hay que pedir una mano al costal
de otra cofradía o a quienes desarrollan de modo
profesional esta actividad, muy digna porque se encuentra
a disposición de quien la necesite, aunque venga
de otra provincia. La clave puede estar, a mi ver, en no
dejarse arrastrar por las modas o por el derrotismo. En
crear ese ambiente de hermandad en la cual todos tienen
una misión que cumplir, donde nadie es más
que nadie. Sólo importan el colectivo humano que
nos integra o la veneración a los sagrados titulares.
Y en caso de que no sea la fe la que nos mueva, que eso
es cosa de Dios, sentirnos parte de un equipo de heraldos
de la belleza puesta a disposición de la ciudadanía.
Dios te salve, Señora
del Rosario,
llena de gracia, Virgen Coronada,
el Señor es contigo, Inmaculada.
Mientras tu Hijo expira en el Calvario,
tú compartes su cruento itinerario
y estás junto a la Cruz allí abrazada.
¡Bendita eres, bienaventurada!
y bendito es el trance necesario
que ha de afrontar el fruto de tu vientre,
sintiéndose del Padre abandonado.
Quien al morir con tus ojos se encuentre
será, como Jesús, afortunado.
No hay que dudar que al Paraíso entre,
que al mismo Dios lo tiene de su lado.
También fue pionera la Expiración
en crear cantera de exaltadores de nuestra Semana Mayor
a través del pregón de juventud. El joven
que siente depositada en él la confianza de ocupar
la cátedra del pregón se obliga a pasar por
el tamiz de su reflexión renovada e inquieta el fenómeno
secular de las hermandades. A las que viene muy bien escuchar
estas nuevas voces. De chicos y de chicas, a las que todavía
se ha oído poco.
Vida, Dulzura y Esperanza Nuestra,
Cristo de la Piedad, de las Palmeras.
Advocaciones para tesoneras
acciones de lucha. He aquí la muestra:
parroquia claretiana que es maestra
en construir personas verdaderas
entre el paro, la droga y las hogueras.
Que sirve una hermandad bien se demuestra
acercándose al barrio en la Cuaresma
y viendo la ilusión y la alegría
con que sus componentes se preparan
y forman en las calles una resma
el Martes Santo con su cofradía.
¡Ay si otras entidades la imitaran!
Manolo Guerrero, el coordinador de la Escuela
Taller de Las Palmeras, me contó muchas veces el
entusiasmo de las mujeres y los hombres que se apuntaron
como alumnos para crear su propio empleo permanente echando
una mano a las cofradías de Córdoba. Magnífica
iniciativa de la Agrupación, apoyada por las administraciones.
También me habló sobre el miedo de que si
no se apoyaba su continuidad todo quedara en el bonito sueño
de lo que pudo ser y no fue. Cuando Córdoba no disponía
de un albergue para transeúntes, las hermandades
se volcaron en la iniciativa con que la iglesia diocesana
quiso significar en nuestra ciudad de modo permanente el
último Año Jubilar: la Casa de Acogida Madre
del Redentor. No se pueden solucionar todos los problemas,
pero al menos algunos sí. E indicar el camino que
lleva a una sociedad más justa y más humana.
Y ahí estuvieron nuestras cofradías.
Un golpe en el portón
rompe un silencio
que se puede cortar. Ya es Madrugada.
La Buena Muerte inicia su jornada.
Desde la plaza su discurrir presencio
y al ver lo que estoy viendo me sentencio
porque por mi fue esta suerte aceptada:
yo soy también un alma rescatada.
Sólo cabe rezar, sólo el silencio.
Hacia la Catedral va el Cristo yerto.
La Reina de los Mártires le sigue
por el camino que la Cruz ha abierto.
Cuando el itinerario está casi cubierto
y la estación casi acabar consigue,
la Carrera Oficial es un desierto.
Entre la bulla agobiante que no te permite
avanzar por las calles del centro de Córdoba en la
tarde del Jueves Santo se destaca el rostro optimista y
amable de Luís Bedmar, el maestro de música
que derrocha talento y sencillez. Me saluda y me cuenta
su último proyecto. Siempre está embarcado
en una nueva idea creativa. Ahora se ocupa con Pepe García
Uceda y el coro gregoriano de una versión de Las
Siete Palabras. Para la Semana Santa ha adaptado misereres,
compuesto marchas, orquestado para sinfónica piezas
originales de banda. Este encuentro me lleva a considerar
la importancia de la música procesional. El valor
de los pentagramas de Gámez Laserna, Francisco Melguizo
y Enrique Báez la deja bien patente. Como los del
propio Abel Moreno, unido a nuestras celebraciones cuaresmales
desde hace años a través de la obra social
del Calvario y autor de marchas tan populares ya entre nosotros
como “Córdoba Cofrade” y “Fuensanta
Coronada”.
Compás de San Francisco,
aires marciales,
la plaza abarrotada, legionarios,
el carnero, sones extraordinarios,
completo guión de atributos reales…
Parecen los motivos principales.
El desfile, los armamentos varios,
la tradición, los cargos honorarios…
Esos no son sus mejores avales,
sino el Señor, tesoro manierista,
y esa pequeña Virgen dolorosa,
de quien dicen que Mora fue el artista:
una talla completa primorosa,
un deleite total para la vista,
plantada junto a Él como una rosa.
El balcón de Angelita y Vicente.
La Semana Santa, supongo que como para cualquiera, está
para mí salpicada de personas entrañables.
Desde ese balcón de la calle Claudio Marcelo, donde
ellos ya no viven actualmente, se han escrito muchas páginas
de la historia radiofónica de nuestro programa. Yo
me quedaría hoy con la transmisión un Viernes
Santo del Paso de la Soledad, que describía sin ver,
sólo con los ojos de la memoria y el sentimiento,
su imaginero, Luís Álvarez Duarte. Y con el
sabor amable de la tertulia familiar y el pestiño
y la torrija compartida, que nos sabían a gloria
aromada de espárragos durante tantas tardes.
Cristo de cañaheja, Cristo
azteca,
gigante Dios con los brazos abiertos,
siempre pendiente, pese a tus ojos muertos,
de lo que asola a nuestra alma enteca,
dolorida, solitaria y reseca.
Que tu Gracia nos convierta en despiertos,
en seres solidarios, bien insertos
en los problemas del moderno tolteca,
del indio americano con carencias
o de quien busca un techo y una cena.
Haz que sean infinitas tus presencias
con una cofradía sólida y buena.
Y que tenga las santas influencias
de la Virgen, de Juan y Magdalena.
Por cierto, hay que felicitar a la hermandad
del Esparraguero que cumple cien años de su refundación.
Y cincuenta desde que se creó, la de la Merced. También
está de cincuentenario, además de la mencionada
del Amor, la hermandad de las Penas. Decía Jesús
Cabrera, durante el pregón conmemorativo de esta
última, que la Córdoba actual es muy diferente
de la que la vio nacer recién comenzada la segunda
mitad del siglo XX. En una Semana Santa de horarios desorbitados
y pasos a ruedas. Nos viene a la memoria el aciago trece
de diciembre de 1979, fecha del incendio de su templo, y
la constatación entonces del coraje conque esta hermandad
se echó a la calle con lo poco que le quedó.
Su patrimonio fue entonces el Cristo más antiguo
que se pasea por las calles de Córdoba ante el que
se ha rezado desde la alta Edad Media, la Virgen de los
Desamparados y el cariño incondicional de los cordobeses.
Ciento cincuenta años
se han cumplido
del Dogma Inmaculista proclamado.
En su venia, Las Penas lo ha expresado
y el corazón de Córdoba ha encendido.
La Virgen de la Concepción ha sido
la hermosa imagen que lo ha recordado,
María por siempre limpia de pecado,
Esclava del Señor, su cometido.
Fidelidad y entrega nunca ajenas,
de los desamparados a la vera,
ofreciendo su amor y gracia tanta
que yendo tras el Cristo de las Penas
entre los arcos de la Corredera,
estampa son de la Semana Santa.
Vuelvo a la gente y sus detalles. Le cité
en el palquillo como comentarista y justo la mañana
en que estaba previsto nuestro encuentro recibí una
llamada de su esposa diciéndome que había
pasado la noche en la Cruz Roja con un cólico nefrítico.
Lo que yo no esperaba es que justo antes de que la primera
entrase en Carrera Oficial mi contertulio estuviese sentado
ante el micrófono. Y así siempre, sin fallar
un año. Les hablo de un artista de la Semana Santa,
Antonio Muñoz, bordador. En la radio lo hace con
la palabra, pero con la aguja cuántas hermandades
le deben una parte sustancial de las túnicas, palios
y estandartes que ofrecen a sus titulares. Su taller es
un santuario de talento y detalle. ¿Y qué
me dicen de Francisco Pérez Artés? Otro maestro
del bordado lleno de juventud y de trabajo, que deja bien
alto al pabellón de Córdoba cuando se le solicita
un encargo.
Malva y oro, va la Misericordia
por la Almagra camino hacia su casa.
La saluda el Socorro cuando pasa
en señal de respeto y de concordia.
Ante el Cristo se rompe la discordia,
pues su perdón con el pecado arrasa
y pone entre sus brazos al mal tasa
siendo motor que todo bien exordia.
Viene detrás amando la Señora
con lacrimoso rostro y Desamparo,
donde también Misericordia aflora.
Y allí van los Melguizo y van los Varo,
que lo han contado a todos hasta ahora
de un modo vivencial, rotundo y claro.
¿Y qué me dicen de las señas
de identidad de la Semana Santa de Córdoba? En lo
que sí parece haber acuerdo es que hermandades como
“Ánimas” han conseguido desde la estética
de “Cántico” tener una personalidad tan
propia que bien pudiera definir nuestra manera de poner
en la calle una cofradía. Aunque todo es opinable.
De eso podría hablarnos mucho Pablo García
Baena. Quien fuera su cronista, José Luís
Romero, está empeñado en transmitir estos
valores a los niños. A través de su taller
cofrade ha conseguido que en el ámbito de la escuela,
de la escuela pública por cierto, los alumnos se
impregnen de esta cultura. Cada año más, los
medios de comunicación no damos abasto para cubrir
la cantidad de procesiones infantiles que se han convertido
en tradición con la que cerrar las actividades del
segundo trimestre durante la mañana del Viernes de
Dolores.
Monótono tañido
funerario
resuena para el Cristo impresionante.
El tiempo detenido en el instante
eterniza un momento extraordinario.
Ha comenzado el rezo del rosario
y ya va la hermandad hacia adelante.
Ánimas sobrecoge lo bastante
en cualquier punto de su itinerario,
Pero al salir – faroles, miserere… -
ofrece un gran conjunto de bellezas
en el ambiente que la escena quiere.
Como culmen de tantas sutilezas,
al palio el baldaquino se prefiere
de la Madre de Dios en sus Tristezas.
Quisiera rendir un homenaje a Luís
Baquero, el impulsor en la Radio Pública de Andalucía
de los programas y transmisiones que hoy son parte inseparable
de la información cofrade. Y en él a todas
las mujeres y los hombres que han entendido que la Semana
Santa aparte de su vistosidad ofrece un enorme cúmulo
de sonidos -la radio es sonido- que son capaces de conmovernos.
Y no sólo que lo han entendido, sino que aportan
un esfuerzo impagable para que lo que ocurre en las calles
llegue a tanta gente. Este pregón debiera ser coral
y aquí escucharse no sólo una de las voces,
aunque en mi presentador hayan oído ya la más
que autorizada de Miguel de Abajo. ¿Qué sería
de “Paso a Paso” sin la de David Luque o la
de Rafael Fernández? O la de esos otros compañeros
como Manolo Valverde o José Galán, desconocidos
para ustedes, que hablan desde la maestría de su
dominio técnico complementado por una entrega encomiable.
Tambores sordos por la Judería
el ritmo de los rezos van marcando
y van las estaciones avanzando
tras el gloria de cada avemaría.
El humo del incienso es melodía
que asciende poco a poco conjuntando
guitarra y voz flamenca, entremezclando
salmodia y duende con la monodía
del gregoriano que ofrece la Schola.
Cristo de la Salud, crucificado
llevado a hombros como en una ola
de sentimiento hondo y acendrado
por la gente, que como un alma sola,
quiere calmar la sed en su costado.
A mí me han contagiado su entusiasmo.
Lo ha hecho Ángel Varo, que debe fundir el oro en
el crisol de su corazón ardiente, porque dora como
habla y habla como dora. Y lo consiguen siempre Rafael Barón
y Paco Mellado, también grandes doradores y cofrades
muy críticos, quizá por lo mucho que aman
a este movimiento. O tallistas como Andrés Valverde
y José Carlos Rubio, que han elevado el nivel de
su ejecutoria artística a un punto tal que hace innecesario
ir a buscar fuera cuando se desea una obra de categoría.
¿Y qué decir del orfebre Díaz Roncero,
de los hermanos Lama o de los trabajos de los talleres de
Mogaly? La Córdoba cofrade es un vivero de artistas
que no cesa de ampliarse con nuevas incorporaciones.
Es, sin lugar a dudas, la Señora
de Córdoba. El pueblo la venera
porque sabe que Ella concentra entera
todo el dolor que en su expresión aflora.
Virgen de los Dolores, redentora
con Cristo por estar siempre a su vera
y de los otros cristos a la espera.
Amante madre, eterna sufridora.
Desde su camarín o por las calles
impregna a esta ciudad de penitencia,
atenta a los pesares y a los ayes,
colmada de ternura y de paciencia.
Y te convence, por más que siempre falles,
de la bondad de Dios y su Clemencia.
Dice Rosa Aguilar que la Semana Santa es
un activo que hay que poner sobre la mesa si aspiramos a
conseguir la Capitalidad Cultural del 2016. Cualquier visitante
que venga a Córdoba en primavera y la disfrute no
dudaría en suscribir estas palabras. Acompañando
a Paco Alcalde, promotor de la iniciativa, como miembro
de la expedición cofrade a Zaragoza, he sido testigo
del entusiasmo que despierta en el exterior oír hablar,
ver tan sólo unas imágenes de esta fiesta
o escuchar la voz de nuestros saeteros. Hay en ella tanta
historia, tanto arte, tantas singularidades para el disfrute
común, que no venderla bien fuera sería, creo
yo, no sólo una imprudencia sino un acto de franca
injusticia con aquellos a quienes privamos por desconocimiento
de gozarla junto a nosotros. A Francisco Castellón
se le llena desde hace varios años la Escuela de
Saetas, esa interesante iniciativa para que la estela de
María la Talegona pueda ser seguida por tantas gargantas
privilegiadas de las que Córdoba dispone y que sólo
necesitan el empujoncito técnico necesario para que
no se malogren tan excelentes cualidades.
Para su barrio va el Descendimiento.
El cortejo en nada se resiente
y a su paso, en la Puerta del Puente,
parece que ha salido hace un momento.
Está claro que manda el sentimiento,
que no falta el apoyo de la gente,
el esfuerzo compartido y valiente
para vivir cada año este momento.
Oscilan Cruz, sudario y los varones
que bajan al Señor. Se oyen saeteros
condensando todas las emociones.
Anima el capataz a los costeros.
¿El mejor Fin de tantas transmisiones?
¡La Virgen atrapando corazones!
Pepe Murillo y su esposa Angelita, dos
cofrades madurados – no siempre van parejos la madurez
y la edad- a lo pies de la Virgen de las Angustias, han
aportado a “Paso a Paso” desde hace mucho tiempo
su amistad y sus conocimientos. Este es el año de
la Eucaristía. Juan Pablo II ha vuelto a recordar
en su encíclica las palabras del Concilio Vaticano
II : “La Eucaristía es la fuente y el culmen”.
Lo que los cofrades ponen en la calle son símbolos
de gran valor artístico que nos remiten a Cristo
y a María. Lo que los cristianos –aquí
vuelve la fe- encontramos en la Eucaristía no es
algo, sino Alguien: Jesús mismo, aunque no se vea.
Vivo y haciendo vivir. Que acompaña, que estimula,
que te ama y te capacita para amar. Que te envía
- “Ite Misa est” - a anunciar con el testimonio
de tu vida que otro mundo es posible, que entre los seres
humanos hay que lograr el sentido común y la concordia,
que se puede y se debe ser libre y ser feliz. Porque, en
definitiva, a esta vida venimos sólo a querer y a
que nos quieran. Por eso, muy cerca de su Misterio de las
Angustias, a Pepe, pregonero de la Semana Santa, a lo mejor
te lo encuentras durante las tardes del Jueves o del Viernes
Santo en la capilla del Sagrario.
Pontificia, Real y Centenaria.
Cofradía de Córdoba decana,
que a su solera une de veterana
cariño y acogida extraordinaria.
No resulta, aunque puede, suntuaria,
pues su riqueza patrimonial no es vana,
y más valor cuanto más tiempo gana:
Juan de Mesa es una razón palmaria.
Va las Angustias, Virgen Coronada,
con Jesucristo muerto en su regazo,
hacia San Agustín de madrugada.
Desde hace años es mutuo ese flechazo.
Si en breve está la iglesia reparada,
podrán volver a unirse en un abrazo.
En la tienda de Pachi de la calle San Pablo
estaban buscando los últimos capirotes de rejilla,
que son la moderna alternativa a los de cartón tradicional
de Arenas. Aprovechaba Javi para vender lo último
en incienso artesanal, elaborado por encargo. Y allí
mismo quedaron para verse en La Trabajadera donde Curro
quería comentar con ellos algo referente a los ensayos,
que total quedaban bien poquitos. Otros que llegaron se
dieron cita en El Madero. Hablaban de que por fin este año
estrenaban casa de hermandad.
La hermosura escueta y franciscana,
la humilde sencillez y la dulzura,
no encuentran más encanto y galanura
que en esta bella imagen mariana.
La juventud se siente soleana
cuando contempla absorta su figura
y a todo el que se acerca le procura
ser Ella de su vida capitana.
Al verla, consolarla se desea,
secar su llanto y mitigar su pena.
Hacer que nadie en Soledad se vea,
estar allí cuando el clamor resuena:
no hay manera, creo yo, que mejor sea
de darle culto a quien de gracia es plena.
A Fran Mellado lo conocí hace años.
Es, junto a Antonio Capdevila, otro de los grandes eruditos
de la Semana Santa cordobesa. Como le ocurre a Antonio Varo
o al hermanaco Paco Pérez: cuando hablan o escriben
de nuestras hermandades contagian ese veneno que les inocularon
de pequeños. No es sólo que lo sepan todo
o casi todo en esta materia, sino que la hacen tuya. Cuántos
artículos de periódico, cuántos libros,
cuántos vídeos, cuántos programas de
radio y televisión, cuántas tertulias. Esta
ciudad tiene una deuda con ellos y con algunos otros que
será difícil de pagar. A su calor vienen empujando
los Miranda, los Mendoza o los Cuevas.
El destino del hombre no es la
muerte,
pero la muerte es parte de la vida
y sólo si se acepta es reducida
de un modo racional, sensato y fuerte.
También Jesús debió correr la suerte
del Sepulcro, horrenda y tan temida.
Un gesto que su cofradía no olvida
y muestra el Viernes Santo de esta suerte:
solemnidad, fúnebre melodía,
rictus de Soledad y Desconsuelo
en Juan, en Magdalena y en María:
ambiente triste de profundo duelo.
¿Quién esperaba hoy un tercer día?
¿Quién sabía que se había abierto
el Cielo?
Dos mil cinco es en Córdoba, además
del ya mencionado de la Eucaristía, el Año
de los Santos Mártires. La semilla de ese Cristo,
coherente hasta el final, sabiendo que su proyecto le llevaría
a la muerte porque el orden este no iba a soportar unos
planteamientos ni una persona tan incómodos, no quedaría
estéril. Instaurar un modo de vivir de acuerdo con
los planes de Dios, lo que Jesús llamaba El Reino
de los Cielos, implicaría para muchos, tal y como
anunció, pasar idéntico trance, beber el mismo
cáliz. La sangre de los mártires se mezcló
aquí con las aguas del río, Guadalquivir abajo,
para fecundar en nuestra tierra la convivencia entre culturas.
Cofrades:
Al Campo de la Verdad
vámonos que hay procesión.
¡Ya huele
a Resurrección! y el sábado
es novedad
ver un paso en la ciudad.
No tenga el gozo desmayo
ni miremos de soslayo
a un complemento ideal
de la Vigilia Pascual.
¡Viva la Virgen del Rayo!
Dice San Pablo que
si Jesús no ha resucitado, vana es nuestra fe.
Cuando alguien se escandaliza porque paseamos por las calles
la imagen de un hombre torturado y su madre doliente en
medio de un ambiente de fiesta, le explicamos que conocemos
el final de la historia, y es un final feliz. Amor con amor
se logra. Mejor, es un principio. Porque todo empieza con
el triunfo de la vida. Queremos ser primavera pujante, capaces
de contagiar nuestro convencimiento de que ser persona es
algo maravilloso. Por eso es inconcebible que a alguien
le puedan faltar los medios para lograrlo. Y que nosotros,
que los tenemos en nuestras manos, no contribuyamos a procurárselos.
Santa Marina entona el aleluya
porque el mayor suceso ha culminado.
El Padre a Cristo la razón le ha dado,
la victoria total ha sido suya.
Ante el amor, que es Dios, la muerte huya.
Hoy clama el orbe: ¡Ha resucitado!
De alguna forma, todo lo ha expresado.
Tras el dolor, que ahora la vida fluya.
Eso Córdoba entera lo sabía,
por eso hasta la pena festejaba.
Ahora queda patente la Alegría,
ese gozo profundo que no acaba,
en el semblante hermoso de María
porque en la tumba su Hijo ya no estaba.
Amigas y amigos todos.
El retablo está montado. Nuestros micrófonos,
listos para transmitirlo. En el interior de los templos
y en el seno de las hermandades comienza una semana grande:
la semana de la espera. Esa cuenta atrás iniciada
en los calendarios cofrades el pasado Domingo de Resurrección
esperando la próxima Semana Santa da ya sus últimas
siete vueltas. Esta es la semana de Pasión. Yo diría
que es la semana del apasionamiento. Como para un niño
la víspera de Reyes. Nos arde en las entrañas
el deseo de salir a la calle a contar plásticamente
algo tan grande. Está a punto de estallar la primavera.
Creyentes y no creyentes, yo os convoco a disfrutar del
triunfo de la Vida.