Pregón
del Costalero
Pronunciado por Doña Inmaculada Franco Blanco
Hermandad de la Lanzada (Granada)
28 de febrero del año 2001
Tras
contar con el permiso del autor aquí está
el Pregón del Costalero del año 2001, introducido
por el pregonero del año pasado, Javier Sierra Antequera
(Decano de la Hermandad de la Lanzada, costalero, colaborador
en Granada Cofrade de la Cadena Ser y Localia TV; nació
al mundo cofrade en la Aurora, barrio materno, y participó
como contraguía y costalero en la Hermandad de los
Gitanos, en el paso del Cristo del Consuelo) y leído
por Inmaculada Franco Blanco (Hermana de la Lanzada, diputada
de cultos y espiritualidad, antigua costalera - más
de 10 años - y actual Capataz Adjunta del paso de
palio de la Hermandad; también es Hermana activa
en la Hermandad del Señor de la Resurrección).
Dado el permiso por parte de la autora, decirte que como
viene siendo tradición se leyó el pasado 28
de febrero (día de Andalucía) en el Centro
Cívico del Zaidín.
MIEMBROS
DE LA REAL FEDERACIÓN DE HERMANDADES Y COFRADIAS,
HERMANOS MAYORES, MIEMBROS DE JUNTA DE GOBIERNO, COFRADES,
COSTALEROS, HERMANOS TODOS.
BUENAS TARDES.
Qué difícil es escribir sobre lo que es ser
costalero. Expresar en verbo lo que es sentimiento. Es una
forma de vivir en Cristo y con Cristo, es una sensación,
un modo de querer cristalino y puro.
Costalero que mes a mes, día a día, espera
clavar sus pupilas en Aquel que es, que no retira el rostro
del que fue necesitado, que no aparta la mirada de la Madre
resignada con el mayor de los dolores, traspasado su pecho
por la pena negra, con lágrimas que recorren su cara
de mujer andaluza.
Bien saben los costaleros de entrega, de dar sin esperar
recibir, de amor sincero; no es sufrimiento ser costalero,
es redención, pedir perdón sin el verbo, decir
un "TE QUIERO" verdadero.
Cirineo del Zaidín que expandes el espacio litúrgico,
que haces de las calles de tu barrio el Evangelio.
Ritual del hermano costalero, júbilo y entusiasmo
de cada año al preparar su costal, su faja enroscada
en su cintura expulsando un último aliento, anhelo
de que está próximo el momento, como Cristo
expiró al clavar Longinos la LANZA, REDENCIÓN
para nosotros por el acto que acaeció; TRABAJO compartido
y recompensado en nuestra RESURRECCIÓN.
Llega el momento, el que se quiere vivir, mezcolanza de
realidad y sueño. Sueño o realidad que quisieran
los cirineos - costaleros eternizar; día inquieto
y de preparativos, de oración incesante. ¡Qué
peregrinar Padre entre el gentío de mi arrabal! si
es realidad el sueño que hace llegar en su silencio
oscuro, puro el costalero que abre el corazón de
mi gente.
Costalero que cobijado bajo el Padre o la Madre a través
del respiradero escucha y ve lamentos de hombre, angustias
humanas, esperanzas, clamor de la muchedumbre alzándose
entre ésta la voz de la Saeta, sinfonía de
Amor, versos de Pasión y Muerte al que feneció
y resucitó. Privilegio pues acercar al Amado, al
Salvador, a dar resplandeciente LUZ a la enlutada angustia,
TRIUNFO a la esperanza, compasiva CARIDAD y llenar el espíritu
mundano de divina SALUD.
Eso es ser costalero, costalero del Zaidín al que
late el corazón con cada redoble, furia de amor,
torbellino tembloroso en su andar, "quejío"
gozoso al levantar.
Despiertan los recuerdos cada Semana Santa del que fue costalero,
entrecortadas las palabras en su garganta, añora
sinsentido, ensordece por sus lágrimas lo que sigue
siendo para el Padre: el mejor de sus Hijos Costaleros.
El costalero es un peregrino, el que sigue el camino de
Jesús; un peregrino que busca la senda del Evangelio,
vereda iluminada por hachones, aquellos que simbolizan la
PALABRA del que se encarnó en María para hacerse
hombre: el Hijo de Dios.
Peregrino que levantas a la voz del capataz, enmudeces al
dolor en las horas malas al fijar tu mirada en la Divina
Presencia, metáfora en madera, al levantar el rostro
y saber que Él te ayudará dándote fuerzas
porque mayor fue su herida la que tú, costalero,
seguro que aliviarás. ¿Quién no ha
elevado su mirar al cielo y ha hecho de su llanto plegaria,
quién, hermano costalero, no ha sentido el pañuelo
de María nuestra Madre en su rostro y cada perla
del rosario tintinear de bambalinas?
Pliegues que acarician la piel de mi costalero a costal.
Costado herido y abierto por un filo de acero, fuente de
sangre y agua derramado por mi CRISTO DE LA LANZADA caen
sobre sus cuellos. ¡Qué bendita imagen la del
cirineo que reza salmos bajo los pies del que llagaron!
Es tu costal costalero como corona de espinas del que llamaron
Rey de los Judíos; espinas que, llevadas por cada
uno de tus hijos costaleros, abren llagas de amor por Ti
que has muerto. Yo quería ver ahí ese costal
de mis hermanos costaleros más mis palabras representan
lo que yo más quiero: mis costaleros a costal.
Zaidín, ya se palpa el aroma a Muerte y RESURRECCIÓN,
a incienso y flor, a cera derramada que cae como sudor de
cirineos que cargan tan plomiza cruz. Zaidín donde
resuena música de bambalinas, vaivén de caídas,
toques de corneta, que mece calvarios hechos de olas espumosas
de clavel rojo que huelen a incensario en el que arden los
deseos, que siente un A ÉSTA ES!
Testigo es mi barrio un Lunes Santo de la caída de
Jesús, presenciando mi corazón pisado el desmayo
de sus ojos; testigo es un Martes Santo de que hundí
mi rostro en su herida buscando el palpitar de su marmóreo
corazón; testigo, sí, un Jueves Santo de tu
ausencia, la que lloro. Pero en Domingo de Resurrección
testigo es de su aparición, inquietud ansiosa, divina
hora en la que te ve tu barrio, RESURRECCIÓN.
Enmudecen mis labios, se escapan suspiros de lamento al
verte caer TRABAJO. Pesadez en tus párpados camino
del Calvario, cansados tus sagrados pies desfalleces por
amor, adoleces de tanto amar. Camino de Graná te
ven pasar con estrago en el paladar, con afianzada fé
en que te has de levantar y son tus costaleras, Padre en
trono de Divinidad y Sabiduría, las que con inagotables
lágrimas saben alzarte con dulce amargura. Y como
sombra de amor, con lánguido rostro velado por el
llanto se deja entrever a la Madre, a la LUZ más
diáfana del día; LUZ que avivas la esperanza,
oro bruñido asemeja tu palio; sabes que el tiempo
apremia, que se lo están llevando, a tu Hijo, el
que ha sido azotado.
El cielo entristece convertido en ceniza y quebranto, se
apaga, porque te ha visto crucificado; porque aquél
que erguía su lanza te la ha clavado. Reclina su
cabeza de cabello oscuro, azabache y opaca su mirada que
ahora busco. Está ya su rostro sereno, sin aliento.
Piel morena que ha presenciado su propia tragedia. Quisiera
desclavarte de tus clavos y cerrar tu herida, llaga que
es Eucaristía.
Tú la Elegida, Madre en su CARIDAD que gimes por
verlo reo de muerte. Doncella que al compás de "Madrugá"
sollozos susurran mis costaleras. A sus pies se aposentan
querubes para que al andar hermana costalera no haya fatiga
ni pesar.
Y los suspiros de la Madre se vuelven serenidad, se apacigua
su espíritu. Arcángeles escoltan a la Madre
en su SALUD. Coronada va la Reina de los Cielos, lágrimas
cristalinas y frágiles se resbalan de tu cara SALUD.
Entre el murmullo y la saeta, ambiente de fe y esperanza,
de REDENCIÓN, Evangelio hecho arte, que proclama
que el Hijo de Dios ha muerto por nosotros, que su misericordia
es infinita.
Repiques de campana suenan a las cinco de la tarde. Torre
iluminada por lámparas de fuego llevadas por ángeles,
pues como se va a perder mi vista el punto culmen de la
evangelización que da sentido y finalidad a la tragedia,
que lleva a la vida eterna: la RESURRECCIÓN. Dulce
rostro que inclinar para contemplar a tu pueblo.
Y llegó el TRIUNFO de la vida sobre la muerte. TRIUNFO
de palio plateado, de monaguillos a tus pies cincelados,
de bambalinas color de la Luna, que con la melodía
coquetean con el varal. TRIUNFO, la flor más bella
del Vergel.
Es mi barrio el que resucita, el que no entiende Pasión
sin TRIUNFO ni RESURRECCIÓN.
Al dejar Graná deja el costalero la ofensa en la
ribera del río, cruza el puente y se renueva su bautismo
en el caudal acuoso del Genil, aguas del Jordán para
el cirineo - costalero.
Te recoges en tu barrio costalero, tu Jerusalén celestial,
al calor de tu gente, al calor del Zaidín. Costalero
que ya trae suspiros penosos por lo que termina y no acaba
de empezar. En tu "recogía" costalero haces
de tu barrio nuestra verdadera Catedral.