IV
Pregón de Semana Santa de Jayena
Don Miguel Ángel Cano Pérez
Iglesia Parroquial del Santísimo Sacramento
2 de marzo de 2013
Reverendo Párroco,
D. Ángel
Señor alcalde de Jayena, D. Antonio Navas Hermanos
y Hermanas de las cofradías del Municipio.
D. Francisco Peregrina
D. Femando de Cara
D. Raúl Recio
Dª. Elena Moles
Y como no D. Antonio Moles, al frente de
la Cofradía del Santo Sepulcro, hermandad decana
de Jayena.
Buenas tardes a todos.
En primer lugar quiero agradecer a D. Femando de Cara, su
generosa invitación y decir que no sé si merezco
el honor que desde aquí me habéis brindado.
Cuando Femando me llamó acepté ilusionado
inmediatamente, y hoy he de confesar, que me siento abrumado
por la enorme responsabilidad que supone este acto.
Estoy nervioso y emocionado como un niño en la víspera
de Reyes, y también un poco avergonzado. Avergonzado
porque ustedes están ahí, escuchándome,
cuando yo no puedo contarles nada que ya no sepan.
Es más, sería yo el que tendría que
bajarme de aquí y aprender de su experiencia, de
sus vivencias. Sois vosotros, que habéis vivido más
que yo, los que deberíais explicarme a mí
qué es la Semana Santa de Jayena.
Siento una gran satisfacción por encontrarme con
vosotros, en este bello pueblo que es Jayena. Pueblo del
que siempre me han fascinado muchas cosas, su patrimonio,
su historia, su pasado plagado de cultura... Pero sin duda
alguna lo que me supone el mayor de los honores, es el haber
sido nombrado Pregonero de la Semana Santa de Jayena.
Considero que ser cofrade, cristiano y pregonero, es como
mirar al cielo, y dejarse cegar por la hermosa luz del amanecer.
La luz de Dios nuestro Señor, que lo inunda todo
y nos llena de paz con su venida.
Yo no soy de aquí, pero hoy me siento jayenuzco,
y espero saber transmitir con mi pregón, el sentimiento
cristiano que me desborda.
Quisiera darles un pregón, pero ¿qué
es un pregón? Es algo emotivo, respetuoso... y también
sencillo. Un pregón es pensar en voz alta. Reflexionar
para los demás. Es recordar a los cristianos que
Jesús, vivió, padeció, murió
por los hombres, y resucitó porque era el hijo de
Dios, venciendo así la muerte, y que vive con nosotros.
Un pregón es tratar de abrir nuestro corazón
a Jesús.
Había una vez un niño de seis o siete años,
que cogido de la mano de su madre esperaba en una esquina
a que pasara la Señora, como todas las primaveras.
El olor a cera e incienso lo anegaba todo, y la gente se
agolpaba impaciente ante la cercanía del paso. Cuando
la Virgen pasó frente al niño, éste
se fijó en su delicado color, en la mirada triste
de infinita bondad, en el brillo furtivo de su piel... y
sintió que algo dentro de él se agolpaba en
su estómago y ascendía velozmente hasta la
garganta, para formar un nudo en ella.
Silencio. Sonido de alpargatas que se arrastran. Sudor voluntarioso
de los costaleros. Clamor de las cometas, dulzor de flores.
Pasión.
Ese niño era yo, y desde aquel momento sentí
que mi vida estaba inexorablemente unida a la fe de Jesucristo.
Si pienso en la Semana Santa de mi infancia, viene a mi
mente el recuerdo del potaje. El potaje era obligado y el
bacalao también, sobre todo los viernes de Cuaresma
y el Viernes Santo. Hoy me parece un plato riquísimo,
pero en aquellos años, manías de niño
supongo, comer ese plato de garbanzos con bacalao era para
mí un auténtico disgusto.
Permítanme que les diga, que hablar de comida no
nos aparta del auténtico sentido de la Semana Santa,
porque ya dijo Santa. Teresa que "Dios andaba entre
los fogones".
Mi Semana Santa también olía, afortunadamente,
a claveles al paso de las procesiones, a pestiños
con anís, y a roscos fritos con canela...
También Jesús fue niño. Y oró
en el templo. Y años más tarde Jesús
entraba triunfal en Jerusalén, días antes
de su muerte. Una gran multitud lo rodeaba, y con ramos
de olivos y ramas de palmeras, lo acompañaron en
su entrada en la ciudad, entre cantos y aclamaciones. Muchos
lo reconocían con fe y esperanza. ¡Hosanna!
El rey de los pobres, descalzo, montado en un borriquillo
y rodeado de niños. ¿Se puede ser más
humilde?
El Papa, Benedicto XVI citó el miércoles en
su última homilía una frase del Evangelio
“El que quiera ser grande entre vosotros, que sea
vuestro servidor". De nuevo la humildad...
Federico García Lorca escribió:
Virgen con miriñaque,
Virgen de Soledad,
abierta como un inmenso
tulipán.
En tu barco de luces
vas
por la alta marea
de la ciudad,
entre saetas turbias
y estrellas de cristal.
Virgen con miriñaque
tú vas
por el río de la calle,
¡hasta el mar!
Y yo hoy no puedo más que cantarle
a la Virgen de los Dolores. Madre Milagrosa, que sigue con
sus ojos nuestros pasos. La Virgen de los Dolores, cuya
cofradía es la más antigua de Jayena, y que
congrega a todas las mujeres del pueblo entregadas de manera
generosa a su cuidado.
La Virgen de los Dolores tiene el corazón bordado
por el sufrimiento, el alma bañada en llantos: Se
llevan preso a su hijo amado. Se lo llevan para matarlo.
Sin embargo, silenciosa sigue sus pasos doloridos, poco
a poco, latido a latido, con un corazón agrietado
que arde.
¡Qué pena no tener una máquina del tiempo,
para poder trasladamos ya al Viernes Santo!
Noche de Viernes Santo. Luto. Viernes Santo por la Noche.
Negro. Noche de Viernes Santo, dolor negro y enlutado.
¡Quisiera poder ver en este instante las calles de
Jayena engalanadas para recibir a Nuestro Señor de
la Columna, a nuestro Padre Jesús Nazareno, al Cristo
de la Buena Muerte, al Santo Sepulcro, y a Nuestra Señora
de los Dolores!
Pienso en el Cristo de la Buena Muerte, y en el Santo Sepulcro,
y recuerdo como José de Arimatea pidió a Pilatos
el cuerpo de Jesús.
José bajó el cuerpo de la cruz y lo envolvió
en una sábana que había comprado. Fue también
Nicodemo, aquel que había ido de noche a ver a Jesús,
llevando mirra perfumada, María Magdalena y la otra
María, que miraban donde colocaban el cuerpo.
Y recuerdo también, que Jesús dijo: "Dentro
de poco ya no me veréis, pero más tarde me
volveréis a ver" Dice el Evangelio "Las
mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían
preparado. Al llegar vieron que la piedra del sepulcro había
sido quitada. Entraron y no encontraron el cuerpo de Jesús.
Un joven de ropas brillantes les dijo: "No os asustéis,
buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado.
Por qué buscáis entre los muertos al que vive.
No está aquí, ha resucitado."
Cuando el sábado por la noche sea ya domingo, las
campanas de la iglesia de Jayena sonarán como locas.
Se abren las puertas del domingo de par en par, dejando
tras de sí el oscuro y triste sábado santo.
El fuego se convierte en vida, en luz de Cristo, y saltando
de mano en mano limpia las tinieblas del templo parroquial.
Por la mañana, todo es júbilo, alegría,
luz: que lo sepan en Jayena los jayenuzcos. Que lo sepa
todo el mundo en el mundo entero: Jesús, Ése
que enterrabais hace tres días apesadumbrados, el
Cristo muerto, Vive, ha resucitado.
Ahora sólo queda que cada uno de nuestros corazones
viva en su interior la Semana Santa como ha de vivirse.
Ahora sólo queda que nuestros corazones sean verdaderamente
corazones de hermano y vivamos conforme al ejemplo de Jesús
hoy, ni mañana, ni pasado, sino durante todo el año.
Espero que mis palabras os hayan servido para adentramos
en la Semana Santa que hoy os anuncio. Que dios os bendiga.