Presentación
del Cartel de la Semana Santa Padul 2005
Presentó Doña Luisa María Moreno Muñoz
Centro Cultural Federico García Lorca
20 de febrero del año 2005
Buenas tardes a todos: cofrades, simpatizantes de nuestra
Semana Santa, amigos aquí presentes y vecinos en
general que tendréis la oportunidad de verme o escucharme
en los medios de comunicación.
Antes de iniciar la presentación
del cartel, quisiera hacer llegar a todos los que hacen
posible nuestra Semana Santa mi más sincero reconocimiento
de gratitud y de admiración, porque son ellos realmente
los protagonistas: cofrades, penitentes, mantillas, soldados
romanos, costaleros y tanta gente anónima que pone
su trabajo para hacer realidad la puesta en escena de esta
catequesis plástica que es nuestra procesión.
Como es norma, porque así está
establecido, corresponde cada año la presentación
del cartel a la cofradía en él representado.
Este año, como es evidente, le ha correspondido a
mi cofradía, el Cristo de la Sábana y los
Pasos Vivientes, a la que me enorgullezco en pertenecer,
por ello he usado lo de "MÍ"
cofradía, puesto que la llevo tan dentro que ha formado
y forma parte de mi persona y la de mi familia desde el
inicio de mi vida.
También a ellos quiero hacer llegar
mi gratitud por haberme confiado tan alto honor a la vez
que la gran de responsabilidad de dar contenido a este acto
de la presentación del cartel 2005 con mis palabras.
Gracias a todos.
Hechas y dichas estas palabras de agradecimiento
y reconocimiento, pasaré a presentaos el cartel de
este año, porque esto en definitiva, es lo que justifica
mi presencia aquí.
No obstante, me vais a perdonar si lo hago
de una forma diferente. Para mí sería relativamente
fácil hacer una descripción pormenorizada
de los elementos plásticos que componen el cartel
y el significado de cada uno de ellos. Pero prefiero que
lo hagáis cada uno de vosotros, según vuestro
criterio y libremente.
Sin embargo yo os invito a algo mucho más
profundo. Os invito a que entréis dentro del cartel
y dejéis que vuestros sentimientos, vuestros recuerdos
os hagan sentir y que de cada uno de vosotros emane lo que
lleva dentro.
En definitiva esto es lo que yo os voy a
exponer, que no es ni más ni menos que todo aquello
que dentro de mí ha provocado la contemplación
detenida y por qué no, complacida de este trozo de
nuestra maravillosa procesión.
Son las cinco de la tarde. Son mis recuerdos
de niña. El silencio, como era norma en aquellos
tiempos, es casi total. De pronto queda interrumpido por
un profundo redoble de tambores que te llega al estomago
y pasa al corazón haciendo que de nuestros ojos se
derramaran dos lágrimas emocionadas. ¡Son los
soldados romanos!, ¡ya han salido!, ¡qué
ya vienen! Gritamos la chiquillería llenos de emoción,
intuíamos que algo grande comenzaba, que con este
acto del desprendimiento se iniciaba algo que trascendía
mucho más de nuestros infantiles conocimientos. La
Santísima Trinidad, en un ordenado desorden se convertía
en el escenario de inicio de la salida de la Cohorte Romana
que haría el paseillo oficial recordándonos
a todos que el entierro de Cristo estaba próximo.
¡Cuántos Viernes Santos he vivido esta emoción!
Estos momentos mágicos me traen a la memoria un grupo
de jóvenes que han escenificado con auténtica
convicción su papel y levados al mando del llamado
"cabo", cuyo recuerdo de muchos de ellos permanece
en nuestra memoria, han dado vida a estos personajes bíblicos,
con su seriedad y el respeto que imponen en su desfile procesional.
Es un sonido que queda gravado en mis oídos el golpe
seco de sus picas cuando con aíre marcial desfilan
y hacen golpear sobre el suelo de nuestras calles. Sería
interminable para mí enumerar esta auténtica
legión de jóvenes que han sido y son sujetos
activos y vivientes de nuestra Semana Santa, por ello desde
aquí, desde esta tribuna que hoy me habéis
ofrecido, quiero decios a todos vosotros, a los que fuisteis
y sois, gracias, gracias y que no dejéis jamás
que esta tradición ancestral de nuestro pueblo se
pierda, que siempre vayáis sembrando la semilla de
la ilusión en generaciones venideras para que puedan
sentir las emociones y vivencias que yo acabo de describir.
Dentro de mí, como si de una imagen
imborrable se tratara, están vivos los recuerdos
de ropas, de peines, alfileres, horquillas, mantos de preparativos.
Y en medio de todo esto a un grupo de muchachas que con
alegría juvenil, a la vez que con la seriedad que
supone la responsabilidad ante el paso que iban a representar
se preparaban ilusionadas para poner en escena, en nuestro
desfile procesional a la Verónica, a las tres Marías
y a la Santísima Virgen transida de dolor por la
muerte de su hijo que lo observa yacente delante de sus
ojos.
Esta vivencia inolvidable, la he hecho tan
mía, que cada año me hago participe activa
de este acto dando sentido así a una tradición
familiar y recibiendo la mejor de las herencias que jamás
se me haya podido ofrecer, con el firme convencimiento que
trataré de honrar con este cometido para seguir haciéndolo
y buscaré por todos los medios de sembrar esta semilla
en los míos y cuantos sientan esto como yo lo vivo.
Decir que toda paduleña que se precie
tiene dos inscripciones obligatorias en su vida, no me parece
en absoluto decir una exageración, muy al contrario,
creo decir una gran verdad. Estas dos inscripciones serían
la de nacimiento, obligatoria en el Registro Civil y la
inscripción a que Encarnita Muñoz en la lista
para poder ser un Viernes Santo una de estas figuras femeninas
que forman parte de nuestro desfile procesional como Pasos
Vivientes tan exclusivos y característicos de nuestra
Semana Grande.
Observad a la Verónica con su recogimiento,
con su mirada baja, sin ostentación, fija en esa
rostro de Cristo que porta en sus manos, acompañada
por esa tradición hecha infancia en los angelitos,
invita a reflexionar, al respeto, jamás a la sonrisa
y ni a la burla.
Esas manos portando los cálices que
iluminan sus caras, alejadas de lo que pasa a su alrededor,
metidas en el papel que les ha tocado vivir en este Viernes
Santo. Son las tres Marías que acompañan en
su dolor a la Madre de Cristo, que portando una corona de
espinas y con su mirada fija en esa imagen que lleva delante
de ella, del Hijo de Dios yacente, muerto, inerte, portado
por cuatro jóvenes ataviados a la antigua usanza,
los llamados Nicodemus, produce en mí un escalofrío
y una gran admiración.
La estampa parece sacada de un cuadro nuestros
más insignes pintores que, por obra y gracia de la
fe de unas personas que creen en lo que están haciendo,
se pone en movimiento para dar contenido estético
y religioso a nuestra procesión.
Aún recuerdo, el recelo, el temor,
¿por qué no decirlo? El miedo que me daba
en mis infantiles años, el mirar a la imagen que
da sentido y preside nuestro paso. Se trata de un Cristo
Yacente de autor desconocido, pero de una belleza extraordinaria,
que a pesar de ser una imagen que intenta reflejar a Cristo
muerto, su observación detenida trasmite una gran
fuerza y vida, ya que te proyecta el dolor que debió
de sentir, el horrendo calvario por el que hubo de pasar.
Esto produce en el que lo mira atentamente un remordimiento,
como un revulsivo interior que te duele y te hace pensar
en tu vida y en tu quehacer diario y por no menos plantearte
ser más auténtico contigo mismo y con los
demás.
Esa fina sábana que lo cubre, ejecutada
por manos primorosas, le dan a esta imagen como un velo
de misterio, de algo que trasciende al más allá
y es frecuente que en su desfile procesional no deje a nadie
impasible ante su observación porque es una imagen
que llega al alma, que no solo se queda en los ojos sino
que se interioriza y te hace pensar.
No quisiera que la presentación del
cartel quedara solo en las impresiones personales que en
mí ha supuesto el paso y cada uno de sus componentes,
mi cartel personal trasciende aún más allá
y formando parte de él están las personas,
esas que me trasmitieron a mí y muchas otras de mi
generación el sentir y el vivir en Semana Santa,
éstas también forman parte de ese cartel humano
que yo os quiero trasmitir, porque sin ellas yo hoy no os
podría haber transmitido mis vivencias personales.
Perdonad que empiece por mi propia madre.
Fue ella la que me inculcó de ese caudal que te inunda
y que llegando estas fechas se pone en movimiento como si
de una savia renovada se tratara y te hace vivir con intensidad
estos acontecimientos. Desde muy pequeña fui testigo
de su afán en preparar a las vírgenes, verónicas
y marías de muchas generaciones para que lucieran
con su máxima belleza en nuestra procesión
y ha sido es y quiera Dios que lo sea por muchos años
tanto su afán y entrega por este menester, que jamás
podré olvidar en recientes fechas, estando mi padre
muy enfermo, al que hoy dedico este trabajo, con lágrimas
en los ojos y transida de dolor, dejó en su cama
a su marido junto a otros familiares y ella se vino a cumplir
con esa devoción a pesar de su intenso dolor. Esto
fue para mí fue un mensaje de fe y de ilusión
que jamás olvidaré y pasará a formar
parte de esa herencia que anteriormente dije y que trataré
de hacer honor a ello.
Quiero recordar también en este cartel
a Julia la de Manolico Bellido, ella también ha sido
siempre un baluarte de este paso, dando testimonio de su
bien hacer y de sus conocimientos y entrega a este paso.
Aún, a pesar de su ya avanzada edad, sigue al pie
de sus convicciones colaborando en todo lo que puede, ya
que su ofrecimiento es total.
Quiero también recordar a tantas
y tantas personas que con amor custodiaron a nuestro Cristo
en sus casas y que se encargaron de su ornamentación
y puesta en escena y de esos Viernes Santos en los que en
la calle Angosta a las tres de la tarde en punto todo el
vecindario ante nuestro Cristo se pone a orar. (Amalia,
Rosa, Ana, Magda, Manolita, Gracia, Pilar.... etc.).
Para finalizar, no quisiera que esta presentación
acabara sin haceos llegar a todos un mensaje para que preparemos
nuestros espíritus para lo que ya es inminente, la
llegada de la Semana Mayor, que la vivamos con talante religioso
y con fe, cada uno a lo suyo, en lo que crea, pero todos
unidos ante la Pasión y Muerte de Nuestro Señor.
Cuando te proponen celebrar este acto te
sientes reacia, nerviosa, incapaz, pero cuando hablas de
algo que has vivido tan cerca se te olvida que hay que despedirse
y lo hago, ahora sí, pero no sin antes decios que
este año también veáis en nuestro cartel,
a las personas que sufren a causa de la enfermedad, el dolor,
a los marginados, a los ancianos, a los minusválidos.
A todos ellos os invito a que los veáis y que vuestro
corazón esté siempre abierto para ayudarlos,
a veces, una sola palabra de consuelo y de apoyo vale más
que toda ayuda material. Pensando en ellos, los tengo cada
día en mis manos y en mi corazón, es por los
que me he atrevido a hacer esta presentación.