Presentación
del I Cartel Sagrado Protector
Hermandad del Cristo de San Agustín y Nexo Cocinas
2013
Presentó Don David Rodríguez Jiménez-Muriel
Málaga, 24 de febrero de 2013. Miércoles de
Ceniza
Con tu venia,
Señor... ¿se puede?
¿No te importa? Es confianza.
Ya sabes que vengo a verte
sabiendo que esta es mi casa.
¿ Me dejas Señor, tan solo
que te diga unas palabras?
Sé que no te importunamos
bajo tu santa morada.
Verás Señor... ¡Es domingo!
Un día de fiesta, de ara;
día para hacer camino
con lecturas y parábolas.
Permíteme que comience
como en tu Misa se habla:
Y así, Señor, YO CONFIESO
que he faltado a tu enseñanza;
que descuidé tus consejos;
que omití tus ciertas hablas;
que falté a tus mandamientos...
...Sacrifiqué con mundanas
y entretenidas maneras
la verdad de la que hablas.
Mi culpa, Señor. Mi culpa.
Me ha pesad la medalla.
He faltado a la solemne
promesa que te jurara
(hace un siglo y aquí mismo)
cuando tus Reglas besara.
Ante Ti y ante tus santos
vengo a confesar mis faltas:
las veces que me he perdido
los abrazos y palmadas
de mis benditos hermanos
por desidias y desganas.
Las veces que no he venido
a tus formativas charlas.
Las veces que he omitido
tus Funciones y plegarias
y las veces que perdí
(aunque la fe me empujara)
buenas oportunidades
de sentirme como en Casa.
Por eso pido a tu Madre,
mi Señora, casi hermana,
siempre amiga, medio cita
de consolaciones álveas;
a San Francisco de Asís
a San Agustín y Clara
que intercedan ante Ti,
amparo de mi Granada
y que incrementes mi fe
y que veles por mi alma
para ser ese cofrade
a la altura de esta Casa
(mi hogar, mi lumbre, mi forja)
lleno de hermanos y hermanas,
ejemplos de Cofradía,
hormas vívidas cristianas
que no saben de reproches
y te miran a la cara
y hacen que nos sintamos
de misma cuna y prosapia.
Que no censuran tu ausencia
y no afean tu vagancia
y cuando al fin apareces
por la acera de esta casa,
siempre saludan de veras
con alegría bienllegada,
confirmando los cimientos
de la amistad solidaria.
¡Qué suerte Señor que tuve
hace un siglo, ante tus plantas,
cuando juré tus preceptos
confirmando mis deberes
y abrazando tu medalla!
Porque sé, nadie lo dude
que es esta también mi Casa.
¡Con tu venia protectora
y en mi Hermandad sacrosanta...
Cristo de San Agustín,
qué alegría estar en casa!
*Reverendísima Comunidad de Madres Clarisas Franciscanas.
¡Dios con vosotras!
*Señor Hermano Mayor y Cabildo de Oficiales de la
Muy Antigua Hermandad del Santo Crucifijo de San Agustín.
*Familia Santos Jiménez y Nexo Cocinas.
*Hermanos míos:
“Que la medida del amor, sea amar sin medida”.
(Santo Padre Agustín de Hipona)
Dicen que un buen hogar siempre estará donde el camino
esté lleno de paciencia, donde el puente se halle
tendido para pasar, donde las caras estén dispuestas
para lo amable, las mentes activas para pensar y las voluntades,
todas, deseosas para servir. Seguro que un buen hogar siempre
estará donde los besos tengan vuelo y los pasos,
mucha seguridad. Donde los tropiezos tengan cordura y los
detalles, significación. Donde la ternura sea muy
tibia y el trato diario muy tolerante. Bien cierto, muy
cierto, que un buen hogar siempre estará donde el
crecimiento sea por el mismo tronco y el fruto por el mismo
bulbo. Y es el sitio en donde el fracaso y el éxito
es de todos, tan parecido al ambiente donde naciste. Un
buen hogar, tu buen hogar, tiene en sus vetas y cimientos
indestructibles armas, los principios parecen como grabados
en acero y luce en sus ventanas la bandera del amor. Pero
confío antes que nada que un hogar, mi hogar, es
el barco más seguro para navegar el mundo asido a
un timón firme. Y que se define en las cuatro letras
con las que escribís casa. Un hogar es lo más
parecido al número 40 de la Calle San Antón.
El hogar donde aprendemos que la sangre es una excusa de
familiaridad y la coartada de los linajes en desuso. Porque
en esta casa, me habéis dado lecciones de fe y de
familia que me evocan continuamente, que por encima de un
icono bendecido, aquel día que juré las virtuosas
Reglas de nuestra Hermandad, jamás necesitaría
una medalla, porque la mejor insignia que podré lucir
es saberme hermano de veras y a ciertas de cada uno de los
hermanos que depositan sus desvelos en el Santo Crucifijo
de San Agustín. Sólo espero que como hasta
hoy, sepáis perdonar mis faltas y mis ausencias.
Yo por el contrario, aprenderé de vuestra dedicación
y vuestra forma de hacer Hermandad.
No me asusta
más la herida de tu frente
ni las llagas descarnadas de tus pies
que la herida que causase a nuestra gente
y la cara que volviera del revés.
Ni faltar al compromiso de tu fiesta
al honor y hasta la gloria de tu testa
que faltar al mandamiento de mi hermano
y sentir como a mi vera, está lejano.
Yo no temo los castigos de un infierno
que inventaron a medida de los tronos
y me pesa la medalla que en mi cuello
pregona que no soy, sino que somos.
Y ante ellos bien lo sabes, que nos sobra
los collares del toisón, las vanidades
el fulgor del bordado, los metales
que el tesoro de mi gente no se cobra.
Así es el verdadero Lunes Santo.
Multiplica tus lecciones, Buen Maestro
que Granada ha soñado con empeño
la Hermandad de la que ahora estoy hablando.
¿Cuándo
vais a terminar el bordado del palio? Pregunta, pregunta
la calle que cuándo se va a llenar de grutescos y
grifos el manto de la Madre de Dios. Pregunta, y pregunta
Granada, curiosa como una niña que todo lo desconoce
si hemos soñado un tercer paso con la cruz vuelta
sobre el hombro de Jesús de las Penas. E inquiere
detectivescamente para cuándo un Guión del
Voto, el bordado de la dalmática, el ruán
en las túnicas. Y yo, que sueño despierto
y suspiro dormido, perdón por mi franqueza, con esto
y más, poco más puedo contestarle a la intrusa
e indiscreta vanidad hecha niña que me pregunta por
un Lunes Santo en dónde lo menos importante, es todo
menos Tú.
Humilde y
sinceramente,
penitente y compungido,
perjudicado o herido
(aunque involuntariamente)
llego a tu Casa, mi casa
la Casa de mi hermandad.
No merezco la heredad,
pero estoy arrepentido.
Hoy quiero sanar heridas
que pude haber infringido
por abulia y por descuido,
que en los días de mi vida
de forma tan imprudente
estuve casi indolente
y al servicio de la prisa.
Porque el palio, ya se hará.
Según nos sople la brisa.
Se bordará hasta las caras
interiores del faldón
y saldrá del corazón
del arte más inspirado
todo aquello deseado
por ellos y por nosotros.
Pero hasta tanto descuella
los más auténticos votos
de la hogareña fachada
que advierte “que nada somos
si no hacemos caridad”.
Que si falta, de verdad,
hoy no somos ni seremos
una auténtica Hermandad.
¡Bravo, Cabildo Oficial
por estos nuevos estrenos,
porque con ellos seremos
lo que nos hace ejemplar.
El estreno de este año
ni se cincela ni borda
ni se talla ni se aloja
en cartelas y veneras.
Es un enser humeante,
¡que se almuerza o que se cena!
Claro que la
Hermandad tiene cartel. Antes de que se tendieran “nexos”
de unión entre empresas y Cofradías, los fieles
del Santo Crucifijo de San Agustín, Protector eterno,
ya tenían el cartel de una devoción que sin
necesidad de que se testimonie en los libros oficiales,
empezó hacia 1520 y se conformó de manera
vehemente en 1679. ¡Pues claro que tenía y
disponía de cartel esta Muy Antigua y ferviente Corporación
Votiva y Sacramental. Pero nunca lo imprimió, y aguardaba
a sus nexos, a sus inquietos y constantes hermanos para
llevar a cabo la tarea. Es una historia que empezó
el año pasado y que durará desde hoy, en el
corazón de todos los fieles de la Madre de Dios de
Consolación hasta que la memoria se encargue de ello,
así no veamos la tercera edición. Para el
que no sepa la verdad, aquí estoy para contarla.
Porque es la ilusión devota de dos “Santos”.
El sacrificio laboral de dos hermanos por partida doble.
El capricho devocional de dos incansables trabajadores que
son lo que son, porque lo aprendieron de los suyos, se empaparon
de las lecciones humanas de sus padres y fructificaron esas
enseñanzas en sus propios hogares.
A uno de ellos lo llamo como lo que es desde hace años.
Al otro “Santos” de este día de hoy,
guarda y custodia de la tradición cofrade, lo conocí
en el mejor lugar posible, debajo de la Virgen de la Consolación,
el día que aparcó los musicales labios de
la corneta para enfundarse en la callada hechura de nuestros
pardos costales. Además, tiene la suerte de ser custodio
también por partida doble, sirviendo día a
día a Dios y algunas horas a España. Tendría
28 motivos para felicitarte, uno por cada año que
cumples ahora. Y 28 maneras de agradecerte tu complicidad
para con esta Hermandad. Y al otro Santos del día,
me sobran versos y textos para llamarte de la manera que
siento y define lo que fuimos y seremos. Víctor,
hermano, que Ella te aumente lo que le das cada día.
Ya sabes que anda ocupada velando por vosotros y quiero
que tengas siempre presente lo que hace ahora dos años
os dije y os quiero volver a contar. Fue una “levantá”,
en una Salida Extraordinaria, bajo un palio que a ti y a
mí siempre nos sabía a Consolación.
No eran buenos momentos para ti y quiso la Madre de Dios
que se volvieran las tornas y tú sabes que como Ella
se ponga, volverá de nuevo a obrarse, “otro
milagro de la primavera”. Fue hace dos años
cuando te lo dije y hoy, hermano, te lo tengo que traer
de nuevo para que nunca te olvides que Ella, es el Consuelo
que nunca nos faltará y con el que siempre podremos
contar:
“Creced
y multiplicaos”
dice la bíblica letra.
Y al amor que es de verdad
sorprende la vida. Llega
cuando el amor se hace fuerte,
se vigoriza y se queda
viviendo entre dos personas
de amor; que el amor les llena.
Y les sorprende contando
los días por lunas nuevas,
descontando los minutos
y consumiendo la espera
entre felices instantes
que no pagan las monedas.
La vida ha de venir
cuando Dios Padre lo quiera;
escribe a veces torcido
pero con frases bien rectas,
que no siempre entenderemos
pero por algo lo ordena.
¡Si lo sabrá bien mi hermano,
un césar de la corneta,
un costalero de pro,
de ennoblecida almocela
y un cristiano por derecho
con una fe verdadera.
La extraordinaria salida
de su Madre, bella perla
del Alcázar escolapio
que le sirve de Alacena
a la Madonna bendita
que por la ciudad eterna
fue la santa embajadora
y la mejor albacea
de los granadinos modos
y sus cristianas aleyas,
disipó en su “levantá”
todo miedo y toda duela,
mientras mi hermano bregaba
asido a su parihuela,
en la artística clausura
de su palio, carabela
de María, la custodia
entre varales, la cela
por donde asoma Mayor
Dolor, “geniles” de pena.
Joaquín tomaba el martillo.
¡ Y fíjate si era buena
la “levantá” que hasta el Cielo
con devoción se nos fuera!,
que Dios Padre satisfecho
escuchó nuestra promesa
hecha en católicos modos,
hecha en clave costalera
que hace dos años nos dijo:
-¡quiero y puedo, pues que sea!
No tengo duda ninguna
y es tan grande mi certeza
que sé que Mayor Dolor
como Madre, intercediera
en el instante preciso
que hacia el Cielo se nos fuera
Desde hoy Consolación
se está afanando y se empeña
en velar por sus tres hijos:
la madre a quién aconseja,
por mi hermano Víctor Santos
y por quién es toda entera,
su excusa, vida y sustento,
bendita niña, Daniela.
Armando y Víctor
Santos. Nexo Cocinas. Que recibáis el ciento por
uno bíblico que os habéis merecido con estos
gestos altruistas y generosos para con la devoción
del pueblo de Granada, la tradición de lo cofrade
y vuestra Hermandad. Sois, como antes dije, el modelo de
hermano que quieren para sí todas las Corporaciones.
Y al Cristo de San Agustín le gusta, mucho más
que su Hermandad tenga el más largo acompañamiento,
el más prolífico y diseñado cortejo,
que sea envidia por cómo actúan cristianamente
sus miembros. En eso, reconocen que somos Hijos de Dios.
Y hablar de Ella sin nombrarla, sin alabar la calidad, el
mérito, los valores y cualidades profesionales de
Manuel Puga que sabe jugar con los intestinos de una cámara
para parir obras de arte que guardamos celosamente en los
cajones de nuestra casa, firmadas por él. Y hablar
del cartel sin decir que se ajusta medida y comedidamente
al espíritu de la Hermandad, prendado de la sencillez
adusta y elegante de nuestros nazarenos, seducido por la
severa impronta de su espíritu, conmocionado por
la callada y silente forma de protestar públicamente
nuestra fe. El cartel Sagrado Protector huye de alharacas,
de adornos innecesarios, de ornamentos de los que pueda
prescindir un documento gráfico como este, llamado
simple y contestatariamente a anunciar fe. Y ya está.
Sólo se necesita la sensibilidad avasalladora de
uno de los profesionales de la fotografía más
cotizados y estéticos de Granada, Manuel Puga, y
sólo se necesita de una empresa comprometida para
hacerlo realidad. Lo demás, es secular y conocido.
El martes empieza un quinario que acabó el año
pasado y que hasta mañana mismo, lo han predicado
los casi 900 hermanos del Santo Crucifijo de San Agustín.
Fijaos de qué manera tan sencilla se presenta el
Cartel Sagrado Protector. Pero es que Ella no necesita de
ningún orador que cuente que uno de sus hijos, tiene
que tener dos honestas virtudes para presentarla como Ninguna.
La primera, la hiperestesia, la delicadeza emotiva, la capacidad
incontestable de ser uno de los mejores vestidores marianos
del Sur de España. La otra, estar loco. Loco de amor
y devoción por Ella. Loco de fe por sus hechuras
y su talle, por su prestancia y su figura. Paco Garví
está tan loco que sólo así se comprende
que sea capaz de vestir como viste a la Señora de
las clausuras, a la Soberana de las celosías seráficas,
a la Majestad Perpetua de los claustros franciscanos, a
la Virgen de la Consolación. Está tan loco
como los hermanos priostes que diseñan y ejecutan
la sensible belleza en arrebato de los Altares de Cultos
que son un canto litúrgico con el que se enseña
al que no sabe. Está tan loco como la Junta de Gobierno
incombustible que siempre tiene una palabra de cariño
hasta para los hermanos más díscolos y huidizos
como el que les habla, y nos conquista y nos atiende no
como hermanos oficiales sino como hermanos a secas. Y está
tan loco como la cuadrilla costalera de su eterno Lunes
Santo:
Yo bien sé
que no soy digno
de entrar en tu parihuela,
pero haré lo que Tú quieras.
¡Que para eso vinimos!
Cinco cruces sobre el pecho.
Seis palos de envergadura
y la bendita locura
de mantenerse derecho.
El negro va sobre el negro
y en la piel la disciplina
como bendita doctrina
de nuestro silente terno.
Tienta, brega y alancea
con la filial negritud
que es ofrendar la testuz
entre silentes maneras.
Nunca busques los aplausos
que alimenta vanidades
y engrandece los oráculos
de las mentiras mortales.
Tú sé siempre como eres,
huyendo pues del folclor,
que a nadie cabe el honor
que debajo de Ella adquieres.
Tal vez cinco horas si a caso.
Hablar sin dar ni una voz
y al abrigo de su paso
estar más cerca de Dios.
Que sólo se oiga el murmullo
del racheo de tus pies
que la mecen al arrullo
del derecho y del revés.
Que sólo se oiga la charla
y el tímido bisbiseo
del “conversado” deseo
de Juan y la de Magdala.
Hágase el camino largo
convertido en Cofradía
y transformado en un barco
donde navega María.
Y cuando quiera Dios Padre
llamarte al fin a su Cielo
dile lo que Él ya sabe:
¡Qué fuiste su costalero!
Y en ese Juicio Final
tendrás razones sobradas:
hermano de tu Hermandad,
costalero en devoción
y si alguien quiere más
contéstale con el alma
-Hijo de Consolación,
Abadesa de Granada.
No soy un presentador
justo. Me embarga la emoción de ponerme ante la portentosa
obra de arte y bendecido simulacro que me ha sacado de más
de un apuro. No soy ni siquiera digno ni merecedor de una
Hermandad plagada de defectos pero con la mejor virtud posible:
que sabe ser y hacer Hermandad. Y no soy apropiado para
ayudar a que el Cartel Sagrado Protector se gane la calle
y conquiste a la mujer más bonita de la Historia
del Hombre; aquella que en las guías y libros llaman
Granada y los suyos la llamamos Madre. Sé que 2013
es año de suelos y firmes nuevos, de canceles y dinteles
remozados, de medidas y angosturas superadas. Y aún
con todo, a mí me bastará saberme hermano
vuestro, unos minutos al día, a eso de las siete
de la tarde, con Él, y la inmensa dicha seis veces
consumada de viajar en la calesa del amor costalero del
Lunes Santo. ¡Por qué me das tanto, Cristo
de San Agustín, sin merecerlo!
El milagro
de que quepa no lo creo
ni me creo el clamor de tu salida
ni tu beso en la cerviz como una herida
ni llevarte en la baranda de mi cuello
No me creo
que seas talla sino sueño,
no te sueño, ni te aguardo en la mentira
que confío en la verdad de tu guarida
y la oscura tentación de tus empeños.
¿ Qué sería de los tuyos sin tus formas
y tus modos tan severos de vencernos?
¿Qué sería de la verdad de tus deformas?
Sólo sé que tus consuelos son eternos
tu cuadrilla costalera la transformas
y es tu paso, ¡nuestra causa y nuestro reino!