HERMANDAD DE NUESTRO PADRE
JESÚS EN ORACIÓN EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS
"Oh
Padre mío, decía, todas las cosas te son
posibles. Aparta de mi este cáliz: mas no sea lo
que yo quiero, sino lo que tú".
S. Marcos XIV, 36
FUNDACIÓN: 1915, según data la fecha en la propia imagen.
SEDE
CANÓNICA: Iglesia Parroquial
Santa María La Mayor de Padul.
LUGAR Y HORA DE SALIDA: Carpa Municipal a las 18:45h.
ICONOGRAFÍA: Representa el momento en el que Jesús se aleja para orar en solitario y se le aparece un ángel.
AUTOR: Grupo escultórico de D. José Navas Parejo (1915).
PASO: Diseño y talla de Juan Manuel Pulido Pérez de Alcaudete (Jaén).
ACOMPAÑAMIENTO MUSICAL: Agrupación Musical María Santísima
de la Cabeza de Exfiliana (Granada).
La mirada de un niño
Javier Villanueva Martín
Se estrena un nuevo día. La primera luz del Jueves Santo se refleja en la pupila de un niño. Su mirada inocente refleja la ilusión del momento que está viviendo dentro del Templo de Santa María la Mayor quedando marcado para siempre en su retina y en su corazón. Inicia así un sentimiento de amor y devoción. Es el brillo de su mirada la que a todos los presentes nos hace recordar aquellos Jueves y Viernes Santos en la Santísima Trinidad.
En este bendito momento, el niño es el ojito derecho y orgullo de su padre, es la emoción contenida de su madre al ver levantar los brazos pidiendo que se le tome para no perderse ningún detalle, al bajar del altar al Señor en la Oración en el Huerto. Nervios e ilusión se mezclan en este instante en el que todos están pendientes de las órdenes, para que todo salga correctamente.
Este niño percibe por primera vez el olor a romero, tomillo, hierbas y ramos de olivo. Ramas que cortaron y portaron un día nuestros padres, abuelos y bisabuelos. Todo se dispone como años atrás, la parihuela, el nuevo canasto y los candelabros a mitad de tallar.
Desde pequeño él observa y mira, toca con mucho respeto la talla del nuevo canasto, pasando sus pequeñas manos sobre las granadas y membrillos, las filigranas y las aceitunas que tallara Juan Manuel Pulido y sueña preguntando con sus repetitivas preguntas ¿Cuándo estará todo terminado? ¿Cuándo se completará el respiradero? La respuesta es bien clara: Todo relucirá con pan de oro para ser el nuevo misterio de Jesús en Oración en el Huerto.
El niño pide una vez tras otra, subir al lado del Señor e iniciarse en la andadura del trabajo de priostía. Es en este momento cuando cruza su mirada con la mirada de Jesús, descubriendo en su rostro el sufrimiento, el dolor y la angustia latente. La mirada no se aparta, el momento se detiene y su padre quisiera alargarlo recordando en esa mirada a todos cuantos formaron las primeras juntas directivas y a aquellos quienes realizaron los proyectos primeros.
Es ahora cuando eleva su mirada al cielo y contempla el Ángel que tallara en 1912 el gran escultor malagueño Don José Navas Parejo. Quiere sostener el cáliz que porta y ser quien abrace también la Cruz, ser sustento del sufrimiento del Señor, limpiando su rostro sagrado con el mayor mimo y cuidado.
Este niño es la felicidad de sus tíos cuando lo acompañan portando una nueva cartela. Es emoción y llanto contenido de su abuela al verlo y recordar que sería el orgullo de su abuelo que lo cuida desde el cielo. Es felicidad del amigo y secretario cuando concede su deseo de subir de nuevo al trono a colocar unas velas. Es sonrisa para la tesorera ante sus infinitas ocurrencias y preguntas. Es la eternidad hecha vida para el padre cuando lo recoge y besan para despedirse la mano del Señor orante.
El reflejo de la mirada del niño es el cielo azul de nuestra vida, es la esperanza reflejada en el verde olivo de Getsemaní, es el sentimiento puro y es pasión al entregar la Tierra Santa en el relicario de este sagrado Huerto, es el fuego que enciende nuestro corazón y que hace que la tradición sea heredada de generación en generación.
El niño se llena de inmensa felicidad cuando ayuda a colocar el friso de flor, colocando rosas moradas, eucalipto, iris, astromelias, orquídeas, alhelíes, preguntando por qué se ponen y mirando el reloj contando los minutos cuando suene la voz del capataz y los golpes del "llamaor".
La mirada del niño refleja lo que es ser de la Oración en el Huerto. Es la dicha y el orgullo de ser de esta Hermandad que avanza en el tiempo tras más de un centenar de años de historia, transformándose y renovándose cada año.
Ese niño es el sueño cumplido de su padre, es prolongación de Cristo por su Bautismo, es Iglesia viva que unifica, viviendo y conmemorando en estos momentos su Pasión y Muerte, para repicar campanillas de cerámica en el Domingo de Resurrección. Es el niño que meses atrás adoraba a Jesús en un humilde pesebre el
día de su nacimiento y hoy, un año más, le acompaña en este primer misterio de dolor.
El niño desde pequeño nace y se hace cofrade, se viste de monaguillo, de contraguía y nazareno. Es el que porta una botella de agua para dar agua al costalero. El niño cuya mirada refleja a aquel niño que todos fuimos una vez, y mirándolo detenidamente revivimos en nosotros nuestra niñez, recordando aquellos años que fueron inolvidables y que quedaron marcados en nuestro corazón.
Un niño que anda siempre de frente, que no mira hacia atrás, siendo siempre fiel. Fiel a la voluntad de Dios, fiel al cáliz de amargura, fiel al designio que Dios nos tiene preparado para cada uno, fiel a la Oración que Jesús nos muestra en los momentos antes de su Pasión. El niño que asombrado ante los sones de la Agrupación Musical y andar del costalero, mira por la avenida de Andalucía y por la calle Alcarceles, las filas de velas que portan las mantillas y los penitentes. El niño que a veces va cabizbajo por la timidez y vergüenza, a los ojos de quien le mira y le habla. El niño que se aposta en la pata trasera junto al contraguía, soñando con 3 años ser mayor para convertirse en capataz y llevar a su Señor. Ese niño que lleva en su bolsillo estampitas de su Cristo y las mira en cada parada con una alegre sonrisa.
Avanzamos en el recorrido, y el cansancio al final se hace presente. Suena la Marcha Real y es cuando todos cofrades y no cofrades emocionados con el momento presente, sueñan con el hermano mayor a la cabeza y toda su junta directiva con el próximo año, pensando en entrar a los sones de "Mi promesa" por la calle Príncipe para terminar en la casa de Hermandad. Y como si de una promesa se tratase la estación de penitencia se cumple un año más.
Los ojos del niño se llenan de lágrimas pues no quiere que termine este Viernes Santo. Vuelve a mis brazos preguntando si esta noche habrá más trabajo. El trabajo es oración y la oración es trabajo, no hay tregua ni descanso. Mientras le hablo queda dormido en mi regazo. Un recuerdo viene a mi mente, un recuerdo se vuelve a hacer presente, el sueño de mi niño que nació y aprendió a ser cofrade, del que aprendió un sentimiento, llevar desde pequeño en su corazón y en su mirada siempre el orgullo de pertenecer a la Oración en el Huerto.