LA CONFIGURACIÓN
DEL DESFILE PROCESIONAL. SIMBOLOGÍA Y PROTOCOLO
José Luis
Pérez Cerón
Publicado en La Tribuna.org
Málaga, diciembre de 2016
Hablar
de protocolo y vincularlo con el mundo cofrade puede ser
una ardua tarea, y un auténtico quebradero de cabeza
para quienes deben configurar un desfile procesional. Sin
embargo, las cofradías son constantes entes en crecimiento
y desarrollo, por lo que el futuro potenciará el
cuidado y esmero en la puesta en escena de hermandades
y cofradías en la sus estaciones de penitencia.
Pasada la Semana Santa, analizando en frío los acontecimientos
relacionados con esta disciplina científica, toca
valorar y sacar provecho de aciertos y fallos.
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
Como en cualquier estudio, no se puede partir de cero.
Debemos poner en contexto la existencia del protocolo y
su vinculación con el mundo cofrade. El protocolo
se entiende como un conjunto de normas y procedimientos
ante un determinado acto, establecidas por decreto o por
costumbre. Dentro de la configuración de los actos,
un desfile procesional puede entenderse como un acto público
no oficial, ya que no lo organiza un organismo público,
o bien como un acto privado, ya que cualquiera no puede
ser partícipe de él, sino que requiere unos
requisitos determinados propios de cada hermandad.
Una vez definido el desfile procesional, hay que tener
en cuenta un pequeño detalle: El protocolo cofrade
en sí no existe. Sus normas, generalmente establecidas
por costumbre, provienen del desarrollo de años
de procesiones, además de pequeñas pinceladas
propias del protocolo civil, eclesiástico y militar,
en aquellas hermandades en las que participan representantes
de las fuerzas armadas.
Aquello que llamamos “tradición” en
las procesiones puede ser una simple costumbre. Que la
Legión acompañe al Cristo de la Buena Muerte
no es una tradición, ya que no se aproxima aún
a los cien años de vinculación. El caso de
la Marina sí sería algo tradicional. El tiempo
es el que constituirá esa diferencia entre tradición
y costumbre.
Eliminadas estas dudas, ¿qué nos queda? Hay
un factor importante: Nada es erróneo mientras no
vaya contra la fe. Cada hermandad configurará su
procesión como quiera, y no deberá estar
equivocada, siempre y cuando se acepte el siguiente concepto:
Son los Sagrados Titulares los verdaderos protagonistas
de la procesión.
LOS TRASLADOS
Los traslados, procesiones extremadamente discutidas en
los últimos tiempos, tienen su propio estilo de
organización procesional. Las cofradías prefieren
utilizar, para abrir dicho cortejo, la fórmula de
procesión: Cruz guía y faroles. Sin embargo,
el guión también puede ser aceptado como
insignia que abra la procesión, representando a
la cofradía entera, ya que anteriormente se usaba
como guía de la procesión, de ahí su
nombre1.
Tras las insignias procesionará la banda de cabeza
de procesión si la llevase, y acto seguido lo harán
los hermanos que porten cirios. Un traslado exige de la
debida etiqueta, tanto para hombres como para mujeres.
Si las mujeres van a participar en el desfile portando
el trono, es altamente evitable el uso de tacones, dada
la incomodidad del varal y de las calles con dicho calzado.
Igualmente, si existe un cambio de turno en el trono, las
personas que no lo porten en ese instante podrán
llevar velas. Casos como el del traslado de Estudiantes,
donde el turno no portaba velas, eliminaba cualquier sentido
a que las personas estuviesen en la procesión sin
cirios, casi de paseo.
EL DESFILE PROCESIONAL EN SEMANA SANTA
Llega la prueba de fuego para los organizadores de las
procesiones en cada cofradía. Desde horas antes
de la procesión, la maquinaria está puesta
en marcha. La procesión presentará un orden
determinado, establecido en los días previos, que
debe estar controlado por los responsables de la misma.
La procesión se pone en la calle. Manteniendo un
inicio similar (cruz guía y faroles abren la procesión,
seguidos de la banda de cabeza, si la hubiere), la siguiente
sección será la infantil. Erramos si excluimos
a dicha sección trasladándola entre la cruz
guía y la banda de cabeza. ¿Son acaso incómodos?
Forman parte de la procesión, y su separación,
como ocurrió el presente año en la procesión
del Rescate, es incomprensible en cuanto a la organización
se refiere.
Tras ellos desfilarán las insignias. En la simbología
cofrade, las mazas y bocinas son elementos indiscutibles,
al igual que los bastones. Las mazas son adaptadas del
protocolo universitario y de las corporaciones locales;
las bocinas, de las centurias romanas propias de la época
de Jesucristo. Los bastones con el escudo de la cofradía
son insignias también, por lo que deberán
procesionar presentados. Generalmente son “bastoneados” como
si de un esquiador se tratase. Aunque es una costumbre
difícil de erradicar, debe revisarse esta fórmula,
alzando el bastón y apoyándolo únicamente
cuando sea estrictamente necesario. Otras insignias como
estandartes pequeños, estandartes, guión,
estatutos, Evangelios… se ubicarán donde
la cofradía crea más conveniente, sin que
el orden resulte extraño al espectador, siempre
dentro del cuerpo de nazarenos.
Dos casos particulares en los desfiles procesionales
son el báculo y el uso de la dalmática,
tanto para acólitos ceriferarios como turiferarios.
El báculo es una insignia propia de obispos y
cardenales, desacralizada y que procesiona erróneamente
en algunas procesiones portada por laicos. Igualmente
las dalmáticas son vestimentas propias de religiosos,
aunque se han adaptado a su uso por acólitos ceriferarios
y turiferarios. Debido a la imposibilidad de encontrar
sacerdotes para portar dichas insignias, en la actualidad
se acepta su uso, pero poniendo a las cofradías
como reto encontrar otros ropajes similares que los suplan,
como ocurre con la figura del pertiguero.
Tras los penitentes, organizados según el propio
criterio de cada hermandad, llega el turno de establecer
la presidencia. Entendiendo que la cercanía al
trono marca la importancia de la persona que desfila
dentro de una presidencia, la cofradía establecerá el
orden que más pueda interesarle. Dentro de una
misma fila, el centro es el lugar de mayor relevancia,
disminuyendo hacia los extremos de derecha a izquierda.
Es decir, la persona que ocupe el lugar central tendrá máxima
importancia, después la persona de su inmediata
derecha, la de su inmediata izquierda y así sucesivamente.
En caso de ser pares, será el del centro derecha
el de mayor relevancia.
Sin embargo, en algunos desfiles procesionales acuden
representaciones completas de instituciones de diversa índole.
En casos como Estudiantes, Sepulcro o Paloma, con entes
civiles, y como Mena, El Rico o Cautivo, con autoridades
militares, las representaciones se organizarán
de mayor a menor importancia al revés: Las primeras
autoridades ocuparán los primeros puestos e irán
seguidos del resto de participantes, precedidos por la
bandera o banderín institucional, si lo hubiere.
Configurar estas representaciones al revés podrían
dar lugar a confusiones y no tendrían lógica.
Finalmente, en las procesiones deben tenerse en cuenta
a las autoridades eclesiásticas. Por encima de
cualquier persona, la máxima precedencia la ocupará el
director espiritual, párroco o rector de la iglesia
donde radique la sede canónica de la hermandad.
Siempre procesionarán delante del trono, excepto
en el Santo Sepulcro, que lo harán tras el mismo,
debido a que son los primeros que acompañan a
Jesucristo en su duelo, seguidos de todo el pueblo de
manera simbólica.
El puesto de mayor honor será el que, finalmente,
ocupen los Sagrados Titulares. Para ellos es la gloria,
añadida con ciriales, incienso para purificar, música
para acompañar. El respeto es el que, en este caso,
debe imperar ante cualquier protocolo, evitando gritos,
ensalzamientos inapropiados o actitudes indecorosas dentro
del trono.
LAS MANTILLAS: EL SUSPENSO GENERAL
Mención aparte merecen las mantillas en la Semana
Santa de Málaga. Queda mucho por aprender de esta
figura, generalmente incorrecta en las procesiones, utilizadas “porque
sí” en muchas ocasiones. Analicemos poco
a poco.
La figura de las mujeres de mantilla representan en Semana
Santa a las dolientes de la muerte de Jesucristo. Tradicionalmente,
fuera de los desfiles procesionales, se usan el Viernes
Santo para acudir a las iglesias a “dar el pésame” a
la Virgen, que también viste de luto. Por tanto,
su uso se limitará al triduo pascual (a saber para
los no doctos, Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado
Santo). Cualquier mujer de mantilla que procesiones antes
del Jueves Santo es un uso incorrecto.
Igualmente, la posición de la mantilla debe ser
tras el trono del Señor, nunca en la presidencia
ante el trono ni acompañando a la Virgen, ya que
como "dolientes" van tras el fallecido.
La experta en protocolo María Visitación
Santervás define claramente cuáles deben
ser las características de la indumentaria de
la mujer de mantilla: “La mantilla tiene que ser
negra, con vestido también negro a media pierna
(ni por encima ni por debajo de la rodilla), con manga
al codo o larga. Se admite también chaqueta, abrigo
o bolero, siempre y cuando los botones sean discretos
y no resalten. La mantilla debe ir justo al borde de
la falda sin sobrepasarla. La peina o teja, será en
color marrón. Las joyas que pueden lucirse con
la mantilla son pendientes y medalla: Los pendientes
pueden ser cortos o largos, siendo lo más adecuados
las perlas, los azabaches o los brillantes, pero que
sean lo más discretos posible. En el cuello podemos
llevar una cadena fina acompañada de una cruz
o una medalla pequeña.
Los complementos que pueden usarse al vestir con mantilla
son: guantes cortos de encaje negro, medias negras con
costura atrás, Los zapatos negros, cerrados, de
salón con tacón medio, el bolso pequeño,
cartera o limosnera en color negro o de carey oscuro
y rosario de plata o de azabaches”.
Revisando este fenómeno en la Semana Santa de
la ciudad, encontramos mujeres con vestidos demasiado
cortos, con excesivo escote y con encajes que transparentan
brazos e incluso vientre y espalda. También mujeres
con tallas excesivamente pequeñas, excesivamente
pintadas (recuerden que participan de una estación
de penitencia) y con actitudes excesivamente indecorosas,
como hablar por teléfono o portar una cohorte
de personas alrededor. El exceso nunca es bueno.
Estas actitudes y correcciones en la vestimenta de la
mantilla deben ser controladas por la propia cofradía,
que establecerá el criterio en base a unas señas
de identidad propias. Estas puntualizaciones podrán
servir para evitar que las mantillas vuelvan a ser el
suspenso general.
PARTICIPAR EN LA PROCESIÓN
Finalmente, dado que la participación en la procesión
conlleva una serie de comportamientos determinados, al
ser una estación de penitencia. Este estudio implica
más a la etiqueta, como guía del buen comportamiento,
que al propio protocolo, pero es un apartado necesario
en cuanto a las “meteduras de pata” observadas
en los desfiles procesionales de la presente Semana Santa.
Como anteriormente se ha expuesto, la procesión
es un acto penitencial. La penitencia pasa también
por el sacrificio personal: Eliminar, como piden las
cofradías, maquillaje y adornos como pulseras,
pendientes o anillos. No en todos los casos ocurre, y
el primer ejemplo debe ser el de los mayordomos responsables.
Igualmente, en la indumentaria del nazareno existe la
constante lucha por las zapatillas deportivas. Incluso
siendo negras, son calzado inapropiado. Al tratarse generalmente
de niños, son los padres quienes deben velar por
ello y no excusarse como ocurrió en Pollinica: “Son
negras… pero tienen una raya blanca. No entiendo
por qué hay que teñirle el zapato”.
No debemos aceptar este fenómeno, aunque el betún
actúe.
Aplicable a todos los participantes en la procesión,
incluidos portadores, las tecnologías son innecesarias
en todo momento del desfile. Este año no han sido
pocos los tuits desde el interior de los mantos, foto
incluida, o los nazarenos que han usado el dispositivo
móvil para comunicarse con sus amigos. Igualmente,
aunque estén en persona y no por Whatsapp, la
compañía de personas externas a la procesión,
por muy amigos que sean, es innecesaria. Amén
de las “vaciladas” delante de los mismos,
como la de un mayordomo que expresó: “No
te preocupes, ahora si viene el responsable regaño
a los nazarenos y cuando se vaya sigo hablando contigo”.
Finalmente, acabe la procesión o no, el hábito
de nazareno no es un elemento para mantener como abrigo
durante el resto del día. Si no fuese posible
dejarlo en la casa hermandad o la parroquia al finalizar
la procesión, hay que poner soluciones para desvestirse
lo antes posible al acabar la misma. No es extraño
ver nazarenos a altas horas de la madrugada aun vistiendo
el hábito, o tras la no salida procesional, como
el caso de la Sangre, visitando otras cofradías.
Es responsabilidad de todos los cofrades dar un toque
de atención, de manera siempre respetuosa, a quienes
no entiendan el significado del hábito nazareno.
EPÍLOGO
El protocolo cofrade es una ciencia aún por descubrir.
A través de unas leves pinceladas de la pasada Semana
Santa podremos solucionar algunos de los errores más
comunes o que más han llamado la atención.
El trabajo es de todos a la hora de criticar dichos errores
de manera constructiva, pero la búsqueda de soluciones
pasará por las personas doctas en el tema para evitar
que, en el lenguaje no verbal que conforma el protocolo,
las cofradías no vuelvan a hacer el menor ridículo.
NOTAS
CARRERA, D. Lenguaje
Cofradiero de Málaga. Urania.
Málaga: 1982
SANTERVÁS RUIZ,
M.V. Manual
de usos sociales del protocolo: Urbanidad y buenas maneras.
Málaga:
2012