Manuel Romero
Castillo
Profesor del IES Astaroth en Rota (Cádiz)
Rota, 18 de abril de 2017
“Somos
hijos de la historia, hoy somos el fruto del ayer”
Valgan estas palabras a modo de introducción al interesante relato que
el periódico granadino del siglo XIX ofrece sobre un hecho fundamental
en la historia de Albuñuelas, que afectó al Valle de Lecrín
por entero, así como a la provincia de Granada y a España y al
extranjero.
LA FUENTE
El periódico El Defensor de Granada en 1885 informaba
sobre la lamentable situación de Albuñuelas
tras el terremoto del año anterior del día
25 de diciembre de 1884 y cómo los pobladores de
Padul los socorrieron exponiendo sus propias vidas y economías
personales:
"Es
imposible describir los horrores que nos rodean
y el pánico que se ha apoderado de nosotros con la
catástrofe
de la noche del 25 de diciembre.
Este pueblo de Padul a la fuerte sacudida de las
9 menos 10 minutos, creyó perecer entre los escombros de
sus casas y hoy no pueden achacar el resultado de su salvación
a otra cosa que a la protección que se ha servido
dispensarles su excelsa patrona Nuestra Señora de
las Angustias. Ningún vecino pudo resistir encerrado
en su vivienda el cuarto terremoto; los niños espuestos
a la intemperie, los impedidos sacados en camas por los
más animosos, y los que no sufrieron aquel suplicio
dentro de sus viviendas, todos salían al campo,
y alrededor de las hogueras que se improvisaron pasaron
la noche poseídos del terror oyendo las continuas
repeticiones del fenómeno continuamos pasando las
noches en el campo, refugiados en barracas, que dan cabida
a cinco veces más personas que las que pueden contener.
Al siguiente día del terremoto y cuando el pánico
aún no había desaparecido de los corazones
de estos pobres habitantes el alcalde, en vista de que
el pueblo necesitaba socorros y habiendo recibido noticias
del inmediato pueblo de Albuñuelas, que ha desaparecido
de esta provincia, escribió al pueblo para que con
bestias, herramientas y ropas pasará a el
auxiliar a sus hermanos.
No hubo necesidad de repetir la invitación, poniéndose
dicha autoridad [alcalde] al frente de 400 vecinos y 300
caballerías, pasaron al desastroso punto, trayéndose
a los que estaban vivos, y con trabajo, porque raro es
el que no se retirara del campo de la catástrofe
sin dejar enterrados a sus seres queridos de su
alma.
La Comisión del Gobierno que se hallaba en Albuñuelas,
no creyó oportuno trabajar en el desentierro de
las víctimas por el peligro que ofrecían
los restos de los edificios que quedaban en pie, y en el
acto se volvieron con la comisión trayéndose
a este pueblo y socorriendo con afán a multitud
de desgraciados. Continuamente van y vienen a socorrer
a sus vecinos y en cada casa de este pueblo hay más
personas de Albuñuelas que las que pueden
acoger y alimentar.
Hay muchos heridos graves, que en vista de la imposibilidad
de su conducción por falta de camillas, no se
hallan instalados en el hospital de sangre que se ha
fundado bajo
la iniciativa de los vecinos del Padul y fondos facilitados
por esta Ayuntamiento, cuya conducta no puede ser más
loable. Convendría que el Gobierno de Su Magestad
y la Diputación facilitasen alguna cantidad
al pueblo del Padul para ayudar a estos vecinos en
la obra de caridad
que vienen prestando con sus propias fuerzas, mucho
más
admirables por ser infelices que sólo viven
de un escaso jornal y que atendiendo a los impulsos
de su corazón
tendrán que empeñarse y secuestras a
sus hijos lo que hoy reparten llenos de alegría
a los desgraciados de Albuñuelas."
La crónica refleja la solidaridad que tuvo el pueblo
de Padul con sus vecinos más desventurados, muestra
el valor que un pueblo, de forma totalmente desinteresada,
altruista, y a costa de perder lo poco que poseían,
lo pusieron al servicio de aquellas personas que lo habían
perdido todo.
Observamos que la deuda que los nuevos pobladores tienen
con Padul no se paga, pues gracias a la atención
de los supervivientes los albuñolenses pudieron
ir recuperándose poco a poco de un desastre natural
tan implacable.
Tras sacar de los escombros a los que pudieron, se llevaron
a los heridos más necesitados y costearon de su
bolsillo un hospital de sangre, una instalación
compuesta de camas, personas del pueblo. Todo lo pagaron
los paduleños, TODO.
La voluntad de ayuda supera con creces los pocos medios.
En la población hay únicamente un médico
y un boticario, pero todo el pueblo se volcó en
socorrer a los heridos. Gracias a la rápida intervención
de su alcalde y de la familia Villena, verdaderos artífices
de socorro y auxilio.
Otra deuda que posee esta población es con D. Luis
Seco de Lucena, el director del periódico que dio
la voz de alarma sobre lo que había sucedido en
la población. Sus crónicas movieron los corazones
de toda la península ibérica; incluso abrieron
una cuenta para dejar el donativo.
Don Luis estuvo varias veces en la población, ayudó lo
que pudo y no dejó de pensar ni un minuto en sus
desventurados pobladores, lo demuestra con sus potentes
artículos.
Tampoco podemos dejar de recordar todas las comunidades
y organismos, nacionales e internacionales, que aportaron
su granito de arena para remediar una situación
tan grave y acuciante.