El origen de las posadas data de la época
colonial, y se cree que fue tomada de las fiestas de los
indígenas en honor al Huitzilopochtli, dios de la
guerra que de acuerdo al calendario juliano correspondía
del 2 a 26 de diciembre.
Durante la evangelización, los misioneros tomaron
las costumbres de estas fiestas paganas cambiando sus características
y dándoles un sentido cristiano, pero manteniendo
la época.
Se cree que se celebraron por primera vez en 1587, en
el pueblo de San Agustín Acolman, un pueblito cerca
de la ciudad de México, cuando El papa Sixto V autorizó a
Fray Diego de Soria la celebración en la Nueva España
de las misas de aguinaldo, en las que se representaban
escenas del nacimiento de Jesús, y había
fuegos artificiales, cantos, y luces.
Estas misas de aguinaldo más tarde, en el siglo
XVIII fueron prohibidas por Carlos III, y no fue hasta
que el murió que se volvieron a celebrar, pero de
manera diferente, ya no la misa en el atrio de las iglesias,
sino cantos y representaciones en los barrios y en las
casas, haciéndose más populares y transformándose
de acuerdo a la región.
El sentido de las posadas es representar el camino de
María y José de Nazareth a Belén,
y las dificultades para encontrar posada, es por eso que
surgió la tradición de pasear a los peregrinos
la mayoría de las veces, en imágenes de barro,
José de pie, en camino y María sobre el borrico,
aunque en algunos lugares acostumbran representarlos con
personajes en vivo, lo que le da más realce y emotividad.
Estas representaciones se inican el día 16 de diciembre
y terminan el 24, son una novena de preparación,
recordando los nueve meses de Jesús en el seno de
María
En las posadas tradicionales, el barrio o la comunidad
son el escenario, los peregrinos recorren diferentes casas
en busca de posada, recitando un misterio del rosario entre
cada casa y entonando el canto para pedir posada al llegar
a cada puerta, hasta ser recibidos en la casa anfitriona
en la que se celebra la fiesta, en la que se rompe la piñata,
Una de las riquezas mayores de estas celebraciones es
la unión y la alegría que se fomenta en las
comunidades, y la oportunidad que representan como preparación
para la Navidad.
Hoy en día, en muchos lugares han perdido su sentido
original y se han vuelto de nuevo fiestas paganas, sin
ningún sentido religioso. Del ponche tradicional
se ha pasado al exceso de alcohol, de los villancicos a
la música para bailar, perdiendo su sentido auténtico,
sin embargo de nosotros depende no dejar que se nos escapen
estas tradiciones que han enriquecido nuestras familias,
nuestras comunidades, nuestra cultura y nuestra fe