LEYENDAS
(07). LEYENDA DEL CRISTO DE LA EXPIRACIÓN (CARTAGENA
DE INDIAS, COLOMBIA)
Padul Cofrade
Investigación. Leyendas
Padul, 26 de abril de 2020
Hoy nueva entrega de la
recopilación hecha por Padul Cofrade de algunos
de los muchísimos relatos y leyendas relacionados
con las imágenes de Cristo. Intentamos con esto
ayudar a pasar las horas de confinamiento a las que nos
vemos obligados y de paso conocer distintos aspectos relacionados
con la religiosidad en distintas zonas del mundo.
En esta ocasión
seguimos con la leyenda del Cristo de la Expiración
(Cartagena de Indias, Colombia).
Leyenda
del Cristo de la Expiración (Cartagena de Indias,
Colombia)
La
misteriosa historia de fe del Cristo de la Expiración
de Cartagena de Indias
Una
impactante imagen tallada en madera hace más
de 250 años por un enigmático autor
es uno de los íconos religiosos de esta ciudad
del Caribe colombiano
El relato
transmitido generación tras generación
y consignado en unos pocos registros históricos
y eclesiásticos es idéntico. A mediados
del siglo XVIII un grupo de novicios dominicos encontró
en las playas de Cartagena de Indias un tronco de
madera que llevaron hasta su convento con el propósito
de tallar un Cristo.
Confidencialmente,
le mostraron el madero a un hombre mayor que por
esos días estaba alojado allí y quien
dijo ser tallador de madera y oriundo de Florencia,
Italia, sin embargo, las dimensiones de la madera
no motivaron al supuesto artista y obligaron a los
novicios a echar al mar el tronco y a buscar uno
diferente que sirviera para elaborar un Crucifijo
de tamaño natural.
A
los pocos días los jóvenes estudiantes
—de quienes nadie supo sus nombres—
encontraron el mismo tronco en las playas, pero
inexplicablemente con unas medidas mayores que sí
fueron aceptadas por el escultor quien solo puso
dos condiciones para empezar su trabajo. La primera,
que lo dejaran trabajar a solas y en silencio en
la habitación asignada —en realidad
una celda del convento—, y la segunda, que
sus alimentos se los entregaran a través
de una pequeña ventana de la puerta del aposento.
Durante
varios días los frailes y novicios de la
Orden de Predicadores Dominicos solo escucharon
el serrucho cortando la madera, los formones dándole
vida a la talla y la garlopa cepillando las superficies.
Del artista sin nombre ni apellidos y que, según
la leyenda, llegó desarrapado y hambriento
al principal puerto español en América,
únicamente se veían sus manos callosas
cuando recibía la comida y el agua. Nadie
habló con él ni le vio la cara sudorosa
ni observó cómo esculpía el
cuerpo de Cristo en un tronco sin valor.
Altar
Cristo de la Expiración.
Iglesia Santo Domingo.
Dos semanas después, el ruido
de las herramientas cesó, la ventana no volvió
a abrirse y la expectativa de los primeros días
se convirtió en preocupación. Según
el investigador cultural Atilio Otero, “debió
ser muy grande el nerviosismo de los religiosos porque
a las pocas horas de no escuchar nada dentro de la habitación,
se decidió derribar la puerta para saber si el
escultor estaba vivo o muerto”.
Lo que encontraron, narró Otero
a Aleteia, fue algo excepcional: una conmovedora imagen
de casi dos metros de alto, de un tono oscuro y matices
brillantes, en la que Jesús mira hacia la eternidad
en el momento supremo del sacrificio. Cerca al Cristo
no se hallaron herramientas, ni estaba su autor y la comida
suministrada durante quince días seguía
intacta. De acuerdo con una novena publicada por la Editorial
San Pablo, su desaparición, tan enigmática
como su llegada, “dio lugar a la leyenda de que
se trató de un ángel enviado por Dios para
hacer la venerada imagen”.
Fe y
tradición
Las descripciones
de la imagen —uno de los tantos símbolos
de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad—
invitan a colombianos y extranjeros a visitar la
colonial iglesia de Santo Domingo y a constatar
que tanta admiración no es una exagerada
visión tropical. Gustavo Arango, un reconocido
escritor dijo en un artículo publicado por
el periódico El Universal en 1992 que “Este
Cristo ni siquiera tiene gesto humillado. No está
cabizbajo […] representa —como muy pocas
obras de arte han podido hacerlo— el instante
preciso de la muerte, la tensión final de
músculos y tendones, el espasmo final de
un cuerpo antes de abandonarse, la mirada embriagada
de la visión final, el último aliento
saliendo eternamente…
Para Saúl
Castiblanco el Cristo cartagenero es “De una
madera oscura sin policromía, como oscuras
fueron las horas en que se crucificó a Dios;
pero a la vez brillante, como infinitamente refulgente
fuera el triunfo absoluto del Redentor”. Al
describir los gestos plasmados por el escultor,
este periodista señaló en una nota
de Gaudium Press que “La expresión
de dolor del Señor es en algo matizada por
la ternura y confianza con las que Él dirige
su rostro al Padre. Una confianza inocente y total
que está particularmente expresada por la
fuerte inclinación de su cuello, tal vez
más inclinado que el de otros Cristos expirantes
conocidos”.
Cristo
de la Expiración. Iglesia Santo Domingo.
Las descripciones de la imagen —uno
de los tantos símbolos de esta ciudad Patrimonio
de la Humanidad— invitan a colombianos y extranjeros
a visitar la colonial iglesia de Santo Domingo y a constatar
que tanta admiración no es una exagerada visión
tropical. Gustavo Arango, un reconocido escritor dijo
en un artículo publicado por el periódico
El Universal en 1992 que “Este Cristo ni siquiera
tiene gesto humillado. No está cabizbajo […]
representa —como muy pocas obras de arte han podido
hacerlo— el instante preciso de la muerte, la tensión
final de músculos y tendones, el espasmo final
de un cuerpo antes de abandonarse, la mirada embriagada
de la visión final, el último aliento saliendo
eternamente…
Para Saúl Castiblanco el Cristo
cartagenero es “De una madera oscura sin policromía,
como oscuras fueron las horas en que se crucificó
a Dios; pero a la vez brillante, como infinitamente refulgente
fuera el triunfo absoluto del Redentor”. Al describir
los gestos plasmados por el escultor, este periodista
señaló en una nota de Gaudium Press que
“La expresión de dolor del Señor es
en algo matizada por la ternura y confianza con las que
Él dirige su rostro al Padre. Una confianza inocente
y total que está particularmente expresada por
la fuerte inclinación de su cuello, tal vez más
inclinado que el de otros Cristos expirantes conocidos”.
Procesión de Cristo de la Expiración
La veneración popular del Cristo
de la Expiración es de vieja data. Datos suministrados
por la parroquia de Santo Domingo indican que desde tiempos
coloniales el Santo Cristo ya era objeto de especial admiración
por parte de la feligresía y de los dominicos que
lo ubicaron en un altar de estilo barroco, en el templo
adyacente al convento en el que fue tallado. A Él
se le atribuye el milagro, después de una novena
y de nueve procesiones, de desterrar en 1754 una terrible
epidemia de viruela que había azotado a la población
durante varios meses.
Esa devoción sigue intacta en
las tres misas semanales conocidas como ‘lunes del
Cristo de la Expiración’, las multitudinarias
procesiones en su honor cada 14 de septiembre y las romerías
de fieles todas las condiciones sociales que a diario
lo visitan en la iglesia más antigua de la ciudad
—en la plaza de Santo Domingo con el callejón
de los Estribos— para darle gracias de rodillas
y pedirle favores.