LEYENDAS
(09). LEYENDA DEL CRISTO DE LA LUZ (TOLEDO)
Padul Cofrade
Investigación. Leyendas
Padul, 28 de abril de 2020
Hoy nueva entrega de la
recopilación hecha por Padul Cofrade de algunos
de los muchísimos relatos y leyendas relacionados
con las imágenes de Cristo. Intentamos con esto
ayudar a pasar las horas de confinamiento a las que nos
vemos obligados y de paso conocer distintos aspectos relacionados
con la religiosidad en distintas zonas del mundo.
En esta ocasión
seguimos con la leyenda del Cristo de la Luz (Toledo).
Leyenda
del Cristo de la Luz (Toledo)
Allá
por la mitad del siglo VI, reinaba en España
Antanagildo, había en Toledo un grupo de
fanáticos judíos, los cuales sentían
un gran aborrecimiento y odio por las imágenes
de Cristo crucificado. Tenía una especial
animadversión por un pequeño Cristo
que era muy venerado por los cristianos toledanos
y que se hallaba en una reducida iglesia visigoda
junto a la puerta de la Conquista.
Su odio
llegó a tal extremo que idearon un plan diabólico.
Untar con un potentísimo veneno los pies
del Cristo, y como era costumbre de los cristianos
rezarle, pedirle un favor y después besarle
los pies para alcanzar la concesión de la
súplica, creyeron que con su acción
lograrían matar a un número indeterminado
de Cristianos y que estos llegaran a aborrecer al
hasta ahora venerada imagen, haciendo mella en su
fe. Así se aprovechando la soledad de la
iglesia y la oscuridad de una noche de luna nueva,
pusieron en ejecución su malvado designio.
A
la mañana siguiente cuando la primera devota
llego a rezar ante el Cristo y al ir a besar los
pies de este como cada mañana algo la dejó
perpleja, el Cristo retiró el pie desclavándolo
de la cruz no permitiendo que la mujer llegara a
rozar sus labios con el potente veneno. La sorpresa
se extendió cuando este mismo hecho se repitió
a lo largo de la mañana y con diferentes
devotos.
Se conocía
el milagro pero no se sabía el motivo el
sacerdote se acercó a los pies del Cristo
y observo una mancha amarillenta sobre el pie, delatando
así el veneno. En contra de las pretensiones
de los judíos no murió ningún
cristiano y la fama del Cristo aumento por toda
la ciudadanía. Uno de los más malvados
fanáticos e intolerantes de aquellos pérfidos
judíos era Abisaín, el cual vivía
en la plaza de Valdecaleros, fue el quien llevó
a cabo el proyecto que le propuso su amigo Sacao,
y fue el mismo amigo quien le llevo la noticia del
milagro acontecido aquella mañana, lo que
le lleno de irá y de deseos de venganza.
Cristo
de la Luz.
Ermita o iglesia del Cristo de la Luz,
anteriormente mezquita de Bab al-Mardum.
Aquella noche Abisaín no pudo
dormir, y cuando el cansancio le hizo cerrar los ojos,
fue para verse atormentado por visiones aterradoras en
las cuales estaba siempre presente el Cristo persiguiendo
a Abisaín con los brazos abiertos intentando estrecharle
sobre su pecho. El desasosiego le duró durante
el día y para relajarse fue a dar un paseo por
la ciudad.
Una tormenta se avecinaba, el cielo se
oscurecía, los relámpagos iluminaban la
atmósfera y los truenos retumbaban cada vez más
cercanos. Volvió rápidamente el judío
de su paseo con mayor malestar en su cuerpo del que salió
de su casa. Sin darse cuenta entró en la ciudad
por la puerta Agilana. La pequeña iglesia se hallaba
solitaria y oscura; solo una débil lamparilla lucia
al lado de la imagen del Cristo crucificado. Abisaín
penetró en el recinto sagrado a pesar del odio
que le tenía al Cristo. Observó con estupor
y rabia como tenía un pie desclavado y separado
del madero, a tal grado llegó su cólera
que tomó un puñalillo que llevaba en su
cinturón y se lo clavó en el pecho, la imagen
cayó al suelo y un grito de dolor llenó
el aire, pensó en huir por miedo pero el odio del
judío le pudo y recogió la imagen del suelo,
y la escondió en sus ropas y corrió hacia
su casa, al llegar a ella antes de entrar comprobó
que nadie le seguía, entró y arrojó
al Cristo al corral a un estercolero, pensando en quemarlo
al día siguiente.
Cristo de la Luz.
Ermita o iglesia del Cristo de la Luz, anteriormente mezquita
de Bab al-Mardum.
Al amanecer un rumor de gente en la puerta
de su casa le delataban de haber robado al Cristo, ¿Cómo
podía ser? Nadie le había seguido. Al levantarse
y mirar sus ropas se dio cuenta que estaban ensangrentadas
chorreando de sangre y un reguero de sangre les habían
conducido a los cristianos hasta su casa a pesar de la
lluvia.
El Cristo fue rescatado y repuesto en
el altar de su pequeña ermita y el judío
apresado tras un juicio fue condenado por el delito y
apedreado públicamente.
El Adoquín
blanco del Cristo de la Luz
Autor: Jesús
J. Cerdeño
En la subida del Cristo de la Luz, justo en la entrada
de la mezquita del mismo nombre, podemos ver entre el
adoquinado que conforma la empinada pendiente un adoquín
blanco que destaca entre el resto. No existe prácticamente
nadie en Toledo que no sepa cuál es el motivo de
ese elemento diferente, y para ello nos basamos en varias
de las más populares leyendas de la ciudad. La
primera es tal vez la menos conocida, y que surgió
probablemente por la inquina racial que años atrás
existió en la mal llamada Ciudad de las Tres Culturas.
No encontramos hasta ahora, en la anterior leyenda, una
explicación al enigma del adoquín blanco
del que estamos hablando. Explicación que sí
vamos a encontrar en la referida a continuación,
y que es sin duda la más conocida leyenda referida
a la histórica mezquita.
Ya tenemos el motivo por el que, según la tradicional
leyenda, nos encontramos con esta peculiar piedra blanca
en la entrada de la Mezquita del Cristo de la Luz. Pero
no acabaremos sin comentar otro relato más reciente,
que se remonta a la época de la invasión
de las tropas napoleónicas, referida también
a tan singular elemento.
EL CRISTO DE LA LUZ (I)
Que la mezquita del Cristo de la Luz es uno de los monumentos
más antiguos y emblemáticos de Toledo es
conocido por todos. Pero son pocos los que conocen la
historia que tuvo como escenario la célebre aljama.
Ocurrió cuando Toledo era una ciudad musulmana,
y tanto cristianos como judíos se hallaban sometidos
bajo el poder árabe. A pesar de esta circunstancia,
entre ambos grupos existía una enemistad manifiesta,
como prueba el presente relato.
Los tolerantes mahometanos permitieron
a los numerosos cristianos residentes en Toledo mantener
sus antiguos cultos. Para ello los cristianos habilitaron
la parte trasera de la mezquita musulmana de Valmardón,
reuniéndose en gran número allí todas
las tardes adorando la imagen de un Crucificado. Tras
las celebraciones litúrgicas besaban los pies de
la imagen, y después se retiraban a sus casas con
profundo fervor. Pero sucedió que cierto día
un malvado judío se camufló entre los devotos
cristianos con un perverso plan. Aparentando fervor se
acerca a la imagen y unta sus pies con un potente veneno,
deseando acabar con la vida del mayor número posible
de cristianos.
El Adoquín blanco del Cristo
de la Luz.
Ermita o iglesia del Cristo de la Luz, anteriormente mezquita
de Bab al-Mardum.
Al poco tiempo entra en el templo una
anciana que a duras penas puede tenerse en pie, y con
gran dificultad se arrodilla ante la imagen del Cristo
musitando una piadosa oración. El ruin judío,
observando desde su rincón, se muerde las uñas
aguardando con impaciencia ver cumplidas sus crueles intenciones.
Por fin la anciana finaliza su oración, y levantándose
costosamente se dirige a la imagen disponiéndose
a besar sus pies como era costumbre. Pero en el momento
en que la anciana acercó sus labios al Crucificado
ocurrió un hecho inesperado que tanto la mujer
como el judío vieron con desconcierto. ¡Cristo
ha retirado el pie! Todos los cristianos entran apresuradamente
en el templo al oír las voces de la anciana, que
entre lágrimas cae al suelo de rodillas dando gracias
a Dios sin saber que había salvado la vida.
El judío, mientras tanto, aprieta
sus dientes con rabia, viendo sus planes frustrados, pero
no por ello se da por vencido. Pacientemente aguarda escondido
a que la anciana y el resto de cristianos abandonen el
templo, y cuando lo hacen se acerca a la imagen arrojándola
salivazos. No contento con ello saca una afilada daga,
y con toda su ira la descarga violentamente contra el
Cristo. Un lamento ultraterreno y sobrecogedor es escuchado
solamente por el hebreo, quien arranca el Crucificado
con la intención de hacerlo desaparecer. Con la
imagen oculta bajo sus ropajes sale del templo y emprende
camino hacia su casa. Una vez allí cava una profunda
fosa en el corral y lo entierra.
Al día siguiente, los desconcertados
fieles, echan de menos la imagen de su devoción,
pero llama su atención un reguero de sangre en
el suelo. Siguiendo su rastro llegan hasta la casa del
hebreo, y su sorpresa va en aumento cuando descubren un
potente halo de luz procedente del corral. Intrigados
comienzan a cavar en el lugar de donde procedía
el deslumbrante resplandor, y con asombro e indignación
descubren al poco tiempo la imagen del Cristo con la herida
todavía sangrante. Irritados por el despiadado
sacrilegio apresan al judío, apaleándole
en público como escarmiento.
Temiendo por la integridad de la imagen
de su devoción optaron por empotrarla en el muro
trasero de la mezquita, encendiendo a su lado una lamparilla
de aceite.
(Sobre relato de Pablo Gamarra)
EL CRISTO DE LA
LUZ (II)
Cuando Alfonso VI reconquista Toledo,
el 25 de mayo de 1085, cruza la muralla y junto a su séquito
encamina sus pasos al interior de la antigua joya sarracena
para conocer sus nuevos dominios. Dejando atrás
el Arrabal del Norte sube la empinada cuesta que conduce
hasta la puerta de Valmardón, y tras cruzarla dan
vista a la mezquita del mismo nombre. Allí se detienen
un instante, comentando el monarca la belleza de tan pequeño
templo a sus acompañantes, entre los que se encontraban
Rodrigo Díaz de Vivar y don Bernardo, obispo de
Palencia. Coinciden todos en el comentario del rey y se
disponen a reanudar su marcha, pero he aquí que
un hecho insólito imposibilitó sus intenciones.
El caballo de Alfonso se ha arrodillado súbitamente,
y lo mismo hacen al poco tiempo Babieca, el del Cid, así
como el del obispo. En vano tratan de levantarlos para
reanudar su marcha, pues cuando uno se pone en pie el
otro se arrodilla. Desconcertados no saben qué
hacer, hasta que el prelado piensa que el sobrenatural
hecho puede ser una señal divina procedente de
aquel lugar. Así lo creyó también
Alfonso, quien ordena hacer un minucioso registro del
templo que dio rápido resultado.
Ermita o iglesia del Cristo de la
Luz, anteriormente mezquita de Bab al-Mardum.
Por una pequeña grieta existente
entre dos piedras localizan un leve destello luminoso
que carecía de explicación lógica,
por lo que proceden a retirar las piedras y descubrir
el misterio que encerraban. Una vez hecho, descubren con
asombro que allí escondida se encontraba la imagen
de un Crucificado, ahumada por una lamparilla que había
permanecido junto a ella durante cuatro siglos sin que
nadie la alimentase. Por tal motivo, y a partir de aquel
día, la antigua mezquita musulmana es conocida
como la del “Cristo de la Luz”.
Para recordar tal suceso, en el lugar
en donde se arrodillaron los caballos, se colocó
un adoquín blanco que permanece en la actualidad
llamando la atención de todos los que desconocen
este relato.
(Sobre relato de Pablo Gamarra)
EL CRISTO DE LA
LUZ (III)
Hacía poco tiempo que las tropas
napoleónicas habían invadido la Península
cuando dos oficiales franceses hacían una inspección
nocturna por las calles de Toledo. Por casualidad pasaron
por delante de la mezquita del Cristo de la Luz, y sintieron
curiosidad por saber lo que en aquel templo se guardaba
y cuál era el significado de una piedra blanca
que destacaba entre el resto de adoquines.
El Adoquín blanco del Cristo
de la Luz.
Ermita o iglesia del Cristo de la Luz, anteriormente mezquita
de Bab al-Mardum.
En ese momento pasaba por allí
un niño que trataba de conseguir algún alimento
para llevarse a su casa. Los franceses cogieron al pequeño
con bruscos modales y le exigieron que diera respuesta
a su curiosidad.
– ¡Respóndenos,
maldito crío! ¿Qué es este edificio
y qué significa este adoquín blanco que
resalta entre los demás?
– Esta iglesia –contestó
el asustado niño-, es donde el rey Alfonso VI encontró
al Cristo de la Luz tras varios siglos oculto en la pared.
Y esta piedra blanca es el lugar donde el caballo del
rey se arrodilló al pasar por la puerta del templo.
El pequeño, revolviéndose
nerviosamente tras dar respuesta a sus interrogadores,
pudo escaparse hábilmente sin que éstos
trataran de impedírselo. Los dos oficiales entablaron
conversación pensando que nadie les escuchaba:
-¿Qué te parece lo
que nos ha dicho el niño? –dijo uno de ellos-.
En España todo es superstición.
– Hay que ver para creer cómo
son estos dichosos españoles –repuso el otro-.
– Tenemos que acabar con todas
estas cosas. Hay que imponer nuevas leyes, costumbres,
creencias… ¡Todo!
– Sí, pero no es tarea
de pocos días.
– Se me está ocurriendo
–dijo el primero-, que podemos empezar por arrancar
esta piedra.
– Deberíamos hacerlo
para demostrarles que estamos por encima de sus absurdas
creencias –repuso el otro-.
Interrumpió entonces su conversación
un toledano, envalentonado por los efectos del vino, que
pasaba por allí. Navaja en mano y con los ojos
desorbitados les gritó:
– ¡Arrancad del suelo
esa piedra si tenéis valor!
Y puesto en medio de la calle les mostraba
amenazante su navaja. Los militares, entre incrédulos
y burlones, se miraron entre sí desenvainando sus
espadas. Entonces el toledano se acercó a ellos
dispuesto a morir en defensa de la piedra que tanto valoraban
sus paisanos. Los militares a una, aterrorizados por el
valor de aquel hombre, salieron corriendo hasta perderse
por las calles, dejando dueño de la calle al borracho
que gritaba satisfecho:
– ¡Aquí esta y
seguirá estando la piedra blanca del Cristo de
la Luz!