LEYENDAS
(10). LEYENDA DE JESÚS NAZARENO DE LA MERCED (GUATEMALA)
Padul Cofrade
Investigación. Leyendas
Padul, 29 de abril de 2020
Hoy nueva entrega de la
recopilación hecha por Padul Cofrade de algunos
de los muchísimos relatos y leyendas relacionados
con las imágenes de Cristo. Intentamos con esto
ayudar a pasar las horas de confinamiento a las que nos
vemos obligados y de paso conocer distintos aspectos relacionados
con la religiosidad en distintas zonas del mundo.
En esta ocasión
seguimos con la leyenda de Jesús Nazareno de la
Merced (Guatemala).
Leyenda
de Jesús Nazareno de la Merced (Guatemala)
- I –
Era una
tarde calurosa del mes de agosto. Los chorros de
oro derretido se resbalaban sobre los arabescos
de los palacios señoriales y los cimborrios
de los conventos y monasterios de Madrid.
En el
convento de las Carmelitas Descalzas, fundado siglos
atrás por Santa Teresa de Jesús, el
movimiento de personas ajenas a la comunidad era
intenso. Esta tarde las novicias recibirían
su traje talar y las antiguas profesas renovarían
sus votos perpetuos.
Las pisadas
de los visitantes resonaban en las baldosas del
locutorio, empujando al silencio a los rincones
de las celdas.
En uno
de los claustros interiores, tras el refectorio,
una monja joven, sentada en un banco de piedra bajo
una enramada de buganvilla, contemplaba las arcadas
de cristal que varios surtidores de una fuente cincelaban
en el espacio. Bajo el tosco sayal acanelado, propio
de las Carmelitas Descalzas, sobresalía la
torneada silueta de su cuerpo. La toca del hábito
servía de marco a su rostro enigmático:
de tez dorada y tersa como la pana. Labios finos
color de geranio y profundos ojos claros, inmensamente
soñadores, parecían horadar los gruesos
muros del convento.
Su pensamiento
caminaba hacia adentro por el pasillo de los recuerdos.
La monja soñaba… cavilaba… volvía
a vivir.
…Aquella
tarde había también estado espléndida,
como la de ahora (y su memoria la capturaba como
si hubiese ocurrido ayer). Después de realizar
el noviciado obligatorio para poner a prueba y templar
su vocación, había formulado sus votos
perpetuos ante el capítulo de la orden y
el Cardenal-Arzobispo, ingresando así como
miembro de la orden de las Carmelitas Descalzas,
su más ferviente anhelo, desde siempre.
Jesús
de la Merced en la Iglesia de la Merced.
Es un templo católico ubicado en la ciudad
de la Antigua Guatemala en Guatemala
En verdad, siempre había aspirado
a ser monja. Allá en la tranquilidad del solar
de la casa de la hacienda de sus padres, enclavada en
un antiguo reino de nombre Guatemala, lugar bañado
de luz y follaje, al otro lado de la mar océana;
y que formaba parte del Nuevo Mundo, de lo que fue la
América Española. En aquellos parajes fue
donde sus ojos descubrieron por primera vez la transparencia
de la luz. Ahora suspiraba en la ausencia del suelo natal
el cual nunca había podido olvidar.
- Ah! Patria mía, patria mía
-exclamaba cada vez que se le atragantaba en la mente-,
el vigor de tu follaje y el calor de tu cielo corren por
mis venas. Del rocío de tus albas sagradas está
conformado mi cuerpo, y en mi alma anida tu ensueño
y tu grandiosa sencillez… retazo de mi ilusión.
Jesús de la Merced
En la paz de aquel valle había
pasado momentos inolvidables -los recuerdos se le venían
a borbotones- ¡Ah, sí! …sentada al
pie del frondoso mangal que crecía en el centro
de la hacienda, oyó el diálogo de cristal
entre el río y la piedra, observando a los pájaros
refugiarse en las copas de los árboles para apagar
el incendio de celajes que en sus alas el ocaso encendía,
había leído el libro de las Moradas de Santa
Teresa de Jesús. Tan místico y sublime le
había parecido el mensaje que encerraba, que volvió
a leerlo una y mil veces más. Por ello estaba segura
que había sido Santa Teresa quien había
despertado a su anhelo religioso. Ya segura de sí
misma, pidió entonces a sus padres que le enviasen
a un convento. Después de meditarlo algún
tiempo, decidieron llevarla a España en donde la
recluyeron en el Convento de Carmelitas Descalzas de Madrid.
-Pobres padres míos -musitaba-,
verdaderamente sufrieron al verme trasponer las rejas
del convento: habían planeado tanto para mí!
Soñaban con que brillaría en los salones
de la alta sociedad guatemalteca.
Pero, Eugenia, la hija de los señores
Barahona y Palomeque, se había decidido por la
tranquila soledad del convento.
Rememoraba también que, más
de algún pretendiente se había quebrado
ante la fuerza de su alma. Todavía recordaba cuando
alguien le dijo en una oportunidad, al salir de misa…
-¡Sor Margarita!, ¿acaso no ha escuchado
la campana que llama a los oficios de nona? -estalló
la voz de una monja vulnerable desde las arcadas del claustro.
En un instante los recuerdos se diluyeron en su tribulación
y humildemente repuso:
-¡Ay madre Priora, perdonadme!
Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no escuché
el repique de las campanas de la iglesia. En estos momentos
voy para allá.
Y levantándose apresuradamente
se perdió en las galerías de los claustros.
- II –
Los oficios y las ceremonias revistieron
el esplendor y la solemnidad acostumbrados. Sor Margarita
-nombre que la amable Eugenia había adoptado al
ingresar al convento-, permaneció en la iglesia
solidaria, postrada de hinojos en la balaustrada del comulgatorio
en oración profunda.
El inmenso templo de tres naves acogía
en sus columnas barrocas las sombras de la noche recién
nacida. A través de los vitrales casi legendarios,
los rayos moribundos del sol crepuscular iban sepultándose
en catafalcos dorados entre los complicados retablos de
los altares.
De pronto, Sor Margarita, se sintió
transportada a un espacio sin tiempo. Le parecía
flotar. Que volaba. Que estaba en el mismo lugar. Una
intensamente suave como la Ocarina del órgano,
llegó a su corazón:
-Margarita, hija mía -dijo aquella voz-. ¿Por
qué te refugias en las galerías de este
convento? ¿Por qué huyes? ¿Por qué
no me sirves desde tu suelo natal?
Ve allá Margarita; allá
es donde te quiero. Allá está todo por hacerse.
Ve allá hija mía, ve… y la visión
desapareció.
Largas horas permaneció en la
misma posición, hasta ser sorprendida por las monjas
que entraban al templo a rezar el oficio nocturno de completas.
Sor Margarita refirió entonces,
lo acontecido a la madre Priora. Después de discutirlo
con el capítulo de la orden, le fue ordenado a
la monja prepararse para retornar a Guatemala.
Y así, en una mañana luminosa,
un coche tirado por briosos corceles dejaba el convento
de las Carmelitas Descalzas, llevando en su interior a
la religiosa. Corría el coche bajo el sol y el
polvo de los caminos y campiñas de las provincias
españolas, rumbo al puerto de Santander, en el
golfo de Vizcaya. De allí zarparía un buque
para las Indias Occidentales. Antes de llegar al puerto,
Sor Margarita se encaminó a Alba de Tormes, en
la provincia de Salamanca, para depositar su destino sobre
la tumba de Santa Teresa.
La travesía por mar fue larga
y monótona. La joven monja permanecía sobre
cubierta la mayor parte del día oyendo los recios
cantos de los marineros, tragándose con los ojos
la inmensidad del mar y la profundidad del cielo y diluyéndose
en los celajes del sol moribundo, semiahogado en colores,
y entonces su voz melodiosa se unía al canto de
la Salve Regina de los marineros del barco.
Una mañana los gritos de los tripulantes
y pasajeros del buque le anunciaron que las costas del
Nuevo Mundo emergían en la lontananza. Subió
precipitadamente al puente y la emoción se le fue
resbalando de los ojos al corazón: ante sí
se extendía su tierra virgen. Milenaria y fértil.
Al día siguiente, el navío
fondeó en el puerto de Santo Tomás de Castilla,
en suelo guatemalteco. Sor Margarita bajó a tierra.
Y después de llenar las formalidades necesarias,
y sin tomar en cuenta el cansancio que la agobiaba, emprendió
el viaje hacia su convento en la Nueva Guatemala de la
Asunción. Los caballos trotaban sobre un camino
nada parejo. La selva umbría, a ambos lados, se
mecía abanicándose en el calor de la tarde
que descendía con fuerza por las veredas doradas
del sol.
La monja hurtaba a su patria el paisaje
con todo su ser anhelante: ¡Hacía tanto que
no la veía! ¡Hasta había llegado a
creer que no sería sepultada en ella!
Sor Margarita de Santa Teresa había
comprendido por fin el sino de su existencia. Ahora, al
regresar, sabía con certeza que en su vida se había
encendido un nuevo sendero que ya no podría abandonar.
El coche asistió al sepelio del
sol y corrió con la luna enredada entre las ruedas
durante la noche, hasta que la aurora la envolvió
en un nuevo amanecer.
Llegó a los linderos de la Nueva
Guatemala. Entró a la ciudad por el Guarda del
Golfo. Atravesó los barrios de la Parroquia, la
Candelaria y el Cerrito del Carmen, deteniendo su marcha
en la portería del convento de Santa Teresa, en
la calle de Carrera. La monja se apeó y entró.
Fue recibida por la Hermana portera, y conducida luego
ante la madre Superiora, a la que entregó las cartas
enviadas por la Priora del Convento de Madrid.
-Sea usted bienvenida hermana -le dijo
después de leerlas con detenimiento. Estas tierras
necesitan de la oración y el trabajo de sus hijos.
Aquí nos hace falta. La llevaré a su celda.
Sor Margarita cruzó los sombríos
claustros tras la madre Priora que le indicó una
pequeña celda semioscura. Días más
tarde obtuvo licencia para hacer una visita a sus padres
perdidos en algún pueblo de la Costa Sur. A su
regreso permaneció en el convento dando ejemplo
de santidad. La madre Superiora seguía con agrado
su vida sacrificada. Jamás había tenido
una profesa tan abnegada y de vocación tan firme.
- III -
La Semana Santa se conmemoraba aquel
año en el mes de abril.
Toda la mañana del Viernes Santo,
Sor Margarita había permanecido en la iglesia del
Convento en oración. Tan profunda era su entrega
que se sentía despojada, cada vez más, de
sus atributos humanos y unida a la eternidad de Dios.
Estaba trasponiendo las puertas del éxtasis.
Jesús Nazareno de la Merced, En
Su Trono Principios Siglo XX, Litografía
Tomada del Afiche Conmemorativo por Cambio de Siglo Año
2000.
Al igual que la vez anterior en el Convento
de Madrid, un algo imprecisable la envolvió en
una metamorfosis sublime. Una intensa claridad enmarcó
su espíritu y sintió que podía ver
sin mirar y hablar sin pronunciar en el alma del Creador
y Formador.
-Señor -musitó-, gracias
te doy por la infinita dicha que me concedes en estos
momentos. Señor, soy tu sierva más indigna,
pero confiando en tu misericordia quiero pedirte una sola
gracia: ¡revélame cómo era Jesús
cuando estuvo entre nosotros, aquí en la tierra!
Una voz, como salida de las tiorbas del
órgano, le fue grabando la respuesta en el corazón:
-De las imágenes que de Cristo se han esculpido,
la más parecida al Hijo de Dios, es el Nazareno
que se encuentra en la iglesia de la orden mercedaria
en la Nueva Guatemala de la Asunción…
Y el milagro se la fue derritiendo en
el cosmos de su cuerpo…
Al tiempo, salió de prisa del
templo. Encontró a la madre Superiora en la puerta
de la Sala Capitular. Con voz agitada y entrecortada le
imploró:
-Madre, Madre, ¡dejadme ir a visitar
a Jesús de la Merced! ¡Por Dios, os lo suplico!
Sorprendida la Superiora al ver el halo
luminoso que enmarcaba sus ojos le respondió confusa:
-Vaya usted hermana. El Nazareno de la
Merced sale en procesión este día. Es posible
que lo encuentre cerca de aquí, tal vez por la
plaza de la Constitución.
Batiendo al viento con su hábito,
Sor Margarita abandonó el convento. No sabía
a dónde dirigirse, si al Templo de la Merced o
ir en busca de las calles por donde pasaría la
procesión. Indecisa, se detuvo en el atrio del
convento. De súbito se dio cuenta que la procesión
no andaba lejos. Corrió así por la calle
de Santa Teresa hasta alcanzar la de Concepción.
Los ciriales y la cruz alta del procesional
cortejo llegaban ya a las puertas del templo del Monasterio
de la Concepción, cuyo frente caía sobre
la calle a la cual nombraba. Subió las gradas del
atrio y se apoyó en la balaustrada de calicanto.
Tras los ciriales uno a uno los cucuruchos
y penitentes revestidos de túnica morada y paletina
negra desfilaban en silencio, místicos, meditabundos,
cansados. El sol engarzado en azul del cielo y el viento
espolvoreaban flor de corozo y espirales de incienso en
el ambiente, mientras los bronces de la banda de música
sembrada tras las pisadas sangrantes del Redentor del
Mundo, el gemido de sus notas. Tras la interminable columna
de penitentes apareció, en la esquina de la calle
de la Merced doblando hacia la de la Concepción,
el anda sencilla sobre la cual descansaba la imagen de
Jesús Nazareno de la Merced, bajo palio.
Desde las ventanas veladas del coro alto
del templo, el coro de monjas entonó el responsorio
Tristis est ánima mea usque ad morten…
Mientras la polifonía intrincada
del responsorio se amalgamaba con el canto llano de las
monjas concertas, Sor Margarita permanecía extasiada
frente al cortejo procesional.
Al pasar junto a las puertas del Monasterio
de la Concepción, la procesión se detuvo.
Sentía la mirada angustiosamente dulce de Jesús
clavada en la suya. ¡Cuánto dolor encontraba
en aquel rostro! Su expresión era de un sufrimiento
inmenso y una resignación suprema. Cubría
aquel cuerpo flagelado una túnica roja bordada
en oro y un sudor de sangre y perlas bañaban sus
sienes clavadas de espinas de oro. Colocado al centro
del anda sembrada de espigas de trigo y vides, bajo el
palio recamado en oro, con pasos vacilantes caminaba lentamente,
doblegado por el pesado madero.
Sor Margarita sufría al ver a
aquel Nazareno. Sabía que era la imagen que más
se acercaba al Cristo verdadero… ¡Dios Padre
mismo se lo había susurrado al corazón!
La mansedumbre de los ojos de Jesús
de la Merced la bañaba en la diafanidad de su bondad,
en la agonía de su martirio. Y… dos lágrimas
de amor se le desprendieron anegando de infinito el espíritu
de Sor Margarita. Entonces una vorágine la atrapó
en su torbellino, y su cuerpo se desplomó al pie
de la pilastra.
Una beata de mengala y manto negro, que
estaba a su lado, acudió presurosa en su auxilio.
La ayudó a incorporarse y, como pudo la condujo
a la Sacristía del templo del monasterio.
La madre sacristana la acogió
en la sacristía.
-Tome hermana -le dijo, tendiéndole
un vaso de agua-, refrésquese. El sol ardiente
la debe haber afectado y ha desfallecido.
-Gracias, hermana -respondió agradecida-.
Lo que me pasa es que la emoción de mi alma me
ha hecho flaquear. Han de saber que he tenido una visión
maravillosa: ¡Jesús de la Merced es la imagen
más perfecta de Cristo! Oigan mi historia. Y con
voz tenue, les relató su visión milagrosa.
La beata del pueblo cayó de rodillas
cubriéndose la cabeza con su manto y persignándose
reverente. Con asombro, la madre sacristana le comentó:
-¿Sabe, hermana? Lo que nos cuenta
es verdaderamente maravilloso. ¿Acaso conoce usted
la historia del Señor de la Merced?
-No, no la sé, Madre -repuso Sor
Margarita-, pero si usted la sabe, le suplico que me la
relate. Hable, hable por favor.
-Escuche, entonces:
Cuentan por los viejos barrios de la
Nueva Guatemala, que por aquellos tiempos, cuando la vieja
capital del Reino Santiago de Guatemala ostentaba todavía
orgullosa sus pendones en el Valle de Panchoy, era sacristán
de la Iglesia de la Escuela de Cristo, un joven criollo,
cuyo mayor anhelo había sido ser escultor. Sus
pobres medios sólo le permitían poseer un
pequeño y humilde taller en uno de los campanarios
abandonados del convento y que los padres bondadosamente
les habían cedido. Ese campanario todavía
existe, está sobre la calle de los Pasos.
En cierta ocasión, alguien le
obsequió un trozo de madera de naranjo, y en seguida
concibió la idea de burilar un Nazareno. Y así,
después de arduo trabajo, de largos meses de dedicación
completa y absoluta, de aquellas manos toscas pero inocentes,
nació la bellísima imagen de Jesús
Nazareno que con el correr de las vicisitudes del tiempo,
llegaría al altar de la Cofradía en la iglesia
de los padres mercedarios y se convertiría en la
milagrosa imagen de Jesús Nazareno de la Merced.
Transcurrieron los años y la fama
de los milagros del Señor de la Merced eran cada
vez mayores. De tal manera que fue consagrada con una
pompa poco vista en Santiago de Guatemala y en toda la
América Española, un día del mes
de agosto de 1717 por el obispo Juan Bautista Álvarez
de Toledo.
Después de los terremotos de Santa
Marta y la consiguiente ruina de la Ciudad del Señor
Santiago, la imagen se trasladó con la orden mercedaria
al templo edificado aquí, en la Nueva Guatemala
de la Asunción, donde hoy la veneramos".
Y ha de saber usted hermana, que se cuentan
en esta ciudad grandes sucesos del Señor de la
Merced -continuó la Hermana Sacristana-. Por el
callejón de Jesús vive una chichigua, gente
rústica, del pueblo, que relata que una vez tuvo
una aflicción muy grande; tanto que ni real tenía
para comer; entonces, como era muy devota de Jesús
en su desesperación se fue a su capilla y le pidió
con intenso fervor que la ayudara, y dice la señora
Minga Carrillo, que así se llama, que Jesús
de la Merced lloró por ella: dos lágrimas
de plata cayeron a sus pies. Ella las tomó y las
empeñó con los judíos de la calle
del Comercio y así salió de sus penas. Pero,
cuando por fin Dios la socorrió y lo pudo hacer,
sacó la prenda y le devolvió a Jesús
sus lágrimas dejándoselas entre el manto,
cerca de la cruz.
Otras gentes dicen que Jesús les
ha curado a sus enfermos y en el Ayuntamiento, los síndicos
aseguran que Jesús de la Merced ha aliviado la
sequía y los temblores que tanto agitan esta ciudad.
En fin, hermana, es verdaderamente milagroso…"
En tanto la monja concepta concluía
su relato, el mohoso reloj de uno de los campanarios de
la Catedral despertó al tiempo dormido con dos
graves campanadas.
Sor Margarita se dio cuenta que debía
regresar al convento de las teresinas. Agradeció
el auxilio a su hermana en la fe y salió corriendo
a la Sacristía. Atravesó el atrio del convento
de la Concepción y se perdió en la calle
del Sol.
- IV -
Mucho tiempo transcurrió desde
el día en que el deseo sublime de la joven monja
carmelita se había cumplido: conocer la imagen
más perfecta del Hijo de Dios en la tierra.
El espíritu del liberalismo inundó
por fin el ámbito de la patria guatemalteca llenando
de ideales de progreso los campos, los pueblos y las ciudades,
asestando al fervor religioso un golpe mortal. Los hombres
consagrados al mundo de lo divino fueron expulsados de
conventos, monasterios y beateríos. Fue así
como la luz racional de la verdad comenzó a brillar
en Guatemala.
En medio de esta revolución de
las ideas, la madre Margarita de Santa Teresa, Priora
del convento de Carmelitas Descalzas de la Nueva Guatemala
de la Asunción, partía con su grey desterrada
hacia el Viejo Mundo.
Aquella monja afable, ahora madura y
firme de carácter, se había convertido en
la rosa náutica de su comunidad, que en esos instantes
iba en pos de un nuevo norte. Tras múltiples penalidades
lograron abordar un bergantín, que se hizo a la
mar océana, la madre Margarita veía cómo
las olas se tragaban las costas de su patria, quizás
para siempre. Pero estaba tranquila. En su alma brillaban
en pedazos de madrugada las lágrimas que un día
depositara en ella Jesús de la Merced, la imagen
más perfecta del Hijo de Dios; y ella lo sabía
con toda certeza porque Dios Padre se lo había
manifestado y asegurado.
Y el pequeño buque de dos palos
y velas cuadradas, se perdió en la línea
del horizonte, donde las estrellas caen en cascadas de
espuma desde lo más profundo del firmamento infinito.
Rito
De Consagración 1717
EXORDIO
Era una
ciudad inmersa en el piadoso mundo de sus devociones,
características del modo de vivir de aquella
Guatemala. La primera mitad de 1717, era pasado
reciente. Ningún presentimiento anidaba en
la mente de sus habitantes, acerca de la tragedia
sísmica que avecinaba, en el día de
San Miguel.
Lejos
del drama por acontecer, los preparativos en el
mercedario templo, hacían suponer lo singular
de la ceremonia de consagración, que se encargaría
de realizar el OBISPO DON JUAN BAUTISTA ALVAREZ
Y TOLEDO.
LA TERCERA
CIUDAD DE AMÉRICA, con mística de
sublimes niveles, se cubre de festivo pino, DOMINGO
DE GUZMAN (Orden Dominica) y PEDRO NOLASCO (Orden
Mercedaria) participan en el fastuoso ceremonial.
Los blasones de la ORDEN DE LOS PREDICADORES y DE
LA ORDEN REDENTORA DE LOS CAUTIVOS ocupan un lugar
preponderante.
La bella
imagen que tan sólo llevaba sesenta y dos
años de estar expuesta a la veneración
de sus devotos, La UNCIÓN sería, un
hecho sin precedentes, en nuestro suelo. Era la
Víspera de la TRANSFIGURACIÓN DEL
SEÑOR según la Liturgia Católica,
una imagen suya habría de ser TRANSFIGURADA.
Óleos
sagrados, según el requerimiento del ritual,
ungieron su FRENTE, MANOS, PIES Y PECHO. Este procedimiento
se realiza frotando substancias oleaginosas haciendo
la SEÑAL DE LA CRUZ, en donde después
fueron colocadas cruces, que en logro escultórico,
señalan el área anatómica de
la unción.
Jesús
Nazareno de la Merced
Se dice, que
fue ungido con óleo de catecúmenos a semejanza
del rito, que NUESTRA SEÑORA DE LOS REYES DE SEVILLA,
motivó con igualdad fidelidad. He aquí un
extracto del Libro Recordación Florida Del Siglo
XVIII:
Se hizo esta
extraordinaria función (LA CONSAGRACIÓN)
con extraordinaria pompa, se adornó la iglesia
por dentro y por fuera, pusiéronse dos aparadores
con 200 fuentes y 60 picheles de plata.
DOMINGO
DE JUARROS
SIGLO XVIII
HISTORIA DE LA
CONSAGRACIÓN
Después de 62 años 4 meses
y 9 días de haber sido colocada la imagen de Jesús
Nazareno dentro de una capilla, el Ilmo. Obispo de Guatemala
don Juan Bautista Álvarez de Toledo el día
5 de agosto de 1717, le consagra.
“La sacó de su capilla y
se puso con quanta desencia se pudo en el presbiterio
de el altar mayor de la Iglesia de la Merced.” Asistío
la Real Audencia, el ayuntamiento, el Cabildo Eclesiástico,
las Ordenes Religiosas y los dominicos que aprendieron
-apadrinaron- el acto religioso.
“Pero lo más singular que
tiene dicha devota imagen es estar consagrada en la misma
forma, y con los mismos ritos, que se consagró
a Nuestra Señora de los Reyes de Sevilla. “
HISTORIA
Y RITO DE CONSAGRACIÓN
La ceremonia
empezó después de que su Sri. Ilma.
Bendijo el incienso y el pan, ungió primero,
la cruz en sus cinco partes, en los cuatro extremos
y el centro. Fue el padre Provincial de Santo Domingo
Don Fray Joseph Xirón quien sostuvo el Santo
Crisma que se utilizó para dicha consagración
, el R.P.M. Fray Vicente Guerra los algodones, los
padres Fray Agustín Cano, Fray Antonio de
Arreaga y Fray Damián Régil, todos
de la Orden de Predicadores tenían el pan
y otras cosas del uso sagrado. Después se
ungió la imagen, primero en la frente, luego
en el pecho, en las manos y en los pies, concluido
este ceremonial se cantó el Te Deum. Otra
versión dice lo siguiente (Se respeta
la ortografía original de la época):
“La
ceremonia se inició cuando llegó el
Señor Obispo, como a las diez de la mañana
a la dicha iglesia, acompañado de el Señor
Br. Don Joseph Varón Dean de la Santa Iglesia
y el Sr. Dn. Feliciano de Arrivillaga Maestra Escuela,
el Sr. Maestro Don Carlos de Mencos, y el Sr,. Tesorero
Don Joseph de Alcantara, canónigos. El Ilmo.
Obispo bendijo el incienso y el pan, ungió
primero la cruz en cinco partes: En los cuatro extremos
y en el centro. El padre provincial de Santo Domingo
el R.P.M. Fray Joseph Xirón sostuvo el crisma
que se empleó para la consagración,
el R.P.M. Fray Vicente Guerra los algodones, los
padres Fray Agústin Cano, Fray Antonio de
Arreaga y Fray Damián Regil, todos dominicos,
tenían el pan y otras cosas del uso sacro.
En seguida se ungió la imagen: primero en
la frente, luego en el pecho, en las manos y en
los pies. Concluida la consagración se cantó
un Te Deum Laudamus."
"Luego
de esto el pueblo le ofreció un castillo
de polvora de 400 tiras (Canchinflines), se dispararón
salvas de tres compañias que se encontraban
en el compas de la iglesia y luego comenzó
el repique general desde la Catedral avajo, todos
los conventos desde esta hora (Que serían
las diez) los regocijos de mascaradas, saraos, carros
triunfales y muchas demostraciones de juvilo, esta
noche del jueves hubo repiques generales, haviendo
sido la tarde más plausible que a vivido
Goatehamala. Se hizo esta extraordinaria función
con extraordinaria pompa, se adornó la iglesia
por dentro y por fuera pusieronse dos aparadores
con 200 fuentes y 60 picheles de plata.Las fiestas
de consagración se prolongaron por ocho dias."
Se
hizo esta extraordinaria función (LA CONSAGRACIÓN)
con extraordinaria pompa, se adornó la iglesia
por dentro
y por fuera, pusiéronse dos aparadores con
200 fuentes y
60 picheles de plata. DOMINGO DE JUARROS. SIGLO
XVIII
"El viernes por la mañana
volbio a venir la Religión de Santo Domingo y la
Merced salió con San pedro nolasco a la esquina
de Santa Theresa a recivirla, y después de estar
juntas. La real Audiencia, Ciudad, sagradas religiones
y concurso qual que nunca se ha visto, salió la
procesión por el compas de la iglesia, donde estava
otro esquadron de ynfantería, los R.R.P.P.M.M.
de Santo Domingo con estolas yban cargando la Sta. Ymagen
(Sto.Domingo), entró la proseción en los
claustros, cantó la Missa ese día (6 de
agosto de 1717) el R.P.M. Fray Joseph Xiron, provincial
de la Sagrada Orden de Predicadores, el evangelio el R.P.M.
Fray Antonio de Arriaga, la Epistola el R.P.M. Fray Damían
Regil todos maestros del Orden de Predicadores."
"Ese mismo día 6/agosto/1717
Fray Antonio de Loyola, regente de los estudios del Convento
de Ntra.Señora de las Mercedes, examinador sinodal
del Obispado de Guatemala, predicó un importante
Sermón. Siendo dividida en tres partes Exordio,
Desarrollo y Conclusión.”
“Que festivo alboroto es este,
que tanto nos inquieta. A Jesús le hecho el agua
un baptista, que novedad puede ser para tan grande alegría
el que nuestro baptista le ponga los santos oleos. Baptizó
a Jesús en al rivera del Jordán San Juan
Baptista, y os lo unge con los Santo Oleos quando lo consagra,
otro baptista grande, Principe de la Iglesia, y primer
parroco de ella, que novedad ai pues oi, para esta ruidosa
fiesta, nada mas que lo dicho: Su soberana uncion misteriosa.
Es Christo lo mismo ungido y siendo Jesús Nazareno,
lo mismo que consagrado. “
“El Rey, el sacerdote y el
profeta, eran en la antigua ley ungidos, Christo fue gran
sacerdote, Rey de Todos los reyes, y profeta grande: No
era novedad en Christo lo ungido. Es la novedad en su
imagen a esta novedad de esta imagen ungida es la que
oi con mucha razón se celebra.”
“Fue Jacob a buscar esposa
a Mesopotamia y aviendo cogida la noche en el mismo camino,
se acostó a dormir en el suelo, sirviole de pabellón
el cielo, y de almohada para su mayor descanso una piedra,
cogió el sueño, y entre sueños vio
aquella escala tan maravillosa y el señor arrimado
a la escala”.
“Alto pues, con razón
el patriarca unge, y consagra esta piedra con razón
ensalza, por imagen mas propia de lo vido, porque si lo
que mirava entre sueños era el señor con
la cruz, nadie mejor que esa piedra lo representara pues
fue Christo la piedra del sufrimiento arrimado siempre
a la cruz.”
“La transfiguración
gloriosa que el Sangrado Evangelio de oi nos menciona(Era
el día de la transfiguración) mas oi mismo
es el día que en los altos fines de la providencia
nos ponen a la vista dos. La transfiguración de
Jesús en el monte Tabor es una, y la transfiguración
de esta imagen quando nuestro Ilmo. Príncipe la
consagra es otra. El redemptor Nolasco y en lugar de el
encendido Zelo de Elias la ardiente antorcha de los mejores
gusmanes, el gran padre Santo Domingo”.
“Y lo mismo dize a los vecinos
de Goathemala esta divina ymagen transfigurada, que no
temamos, puesto que la tenemos entre nosotros, porque
a de salir a la defensa nuestra siempre que se ofreciere,
porque es verdadera ymagen de nuestro Redemptor Jesús
en su pasión dolorosa, y eso le basta para defendernos.”
“O mil veces dichosa y siempre
santa ciudad, dichosos nosotros los que vivimos en ella,
tenemos en esta sagrada ymagen , quien nos defienda y
nos libre de todo el mal, quien nos favorezca y nos haga
bien, quien salga y saque la cara si fuere necesario para
cualquiera que lanze una invasión enemiga: por
que es verdadera imagen de nuestro capitan Jesús,
para que quede de oi en adelante por consagrada y ungida,
hecha reyna de las demás imágenes; queda
sin tener segunda ni semejante: queda ya gloriosamente
transfigurada, por favor especial de ntro. Ilmo. Principe,
pero no puede negarsele tambien el influjo, al devoto
de que lo a conseguido y solicitado, puesto que a el en
primer lugar se le debe”