LEYENDAS
(16). LEYENDA DEL CRISTO DEL PASADIZO (CUENCA)
Padul Cofrade
Investigación. Leyendas
Padul, 5 de mayo de 2020
Hoy nueva entrega de la
recopilación hecha por Padul Cofrade de algunos
de los muchísimos relatos y leyendas relacionados
con las imágenes de Cristo. Intentamos con esto
ayudar a pasar las horas de confinamiento a las que nos
vemos obligados y de paso conocer distintos aspectos relacionados
con la religiosidad en distintas zonas del mundo.
En esta ocasión
seguimos con la leyenda de Leyenda del Cristo de la Portada
(Querétaro, México).
Leyenda
del Cristo de la Portada (Querétaro, México)
En las
primeras horas de la noche del 24 al 25 de diciembre
de 1791 la Muy Noble y Leal Ciudad de Santiago de
Querétaro, se vio envuelta por una lluvia
menuda, monótona y fría.
Las campanas
de sus numerosos templos con sus notas ya graves,
ya agudas, mezclaban sus sonidos con el ruido que
producía el agua, que deslizándose
por las azoteas de iglesias y casonas, descendía
en gruesos chorros por las gárgolas produciendo
nuevos ruidos al caer sobre las encharcadas calles
sombrías y desiertas.
Los vecinos
de la señorial ciudad, permanecían
en sus habitaciones tibias y acogedoras. Los desheredados
de la fortuna, tomando sus clásicos buñuelos
dorados, suaves y olorosos, acompañados del
caliente atole de arroz y leche o bien simplemente
de maíz y saboreando los ricos alfajores
de tiernos bizcochos bañados en miel o hechos
de pasta de coco y del rico pan que salió
del colegio de las BB Carmelitas, aprisionado entre
blancas obleas de harina y decorados con grageas
azucaradas de múltiples colores. En la modesta
salita estaba el nacimiento; musgo, heno, olor a
trementina, vidrios, figuritas de cera y barro,
etc., y presidiendo esta heterogénea exhibición
el portalito con las figuras del Niño Dios
hecho hombre, de María y de San José.
Las clases
acomodadas en torno de la mesa de caoba con primor
tallada y cubierta con manteles de lino, bordados
con arte exquisito, con ricos encajes o con aristocrática
malla, lucían los numerosos candeleros y
los diversos arbotantes de plata labrada con refinado
arte y cuyos encendidos velones, arrancaban reflejos
metálicos a las piezas de orfebrería
en donde se encontraban los grandes platones y las
artísticas fuentes conteniendo las más
variadas viandas y los más deliciosos dulces
y confituras. Las sabrosas empanadas de pescado,
los chiles rellenos de queso y bañados en
salsa de nogada, las alcachofas en mayonesa rellenas
de queso y pan dorado, los quesos de almendra cubiertos
con polvo de canela y en su centro un botón
de rosa rodeado de nueces los imponderables cabellos
de ángel de tierno chilacayote, las doradas
cocadas cubiertas de chochos, pasas y almendras
formando caprichosas figuritas, los xoconochtles,
cubitos de azúcar y brillantes como verdes
esmeraldas, las naranjas cristalizadas y los dorados
camotes y acitrones amarillos como topacios, las
suaves soletas y los imponderables huevos reales.
La
Casa del Atrio, Santiago de Querétaro:
Templo de San Agustín, Querétaro,
México
Todas estas
exquisitas viandas, todos estos dulces de maravilla, esas
imponderables puchas de yemas de huevo y azúcar,
salidas de las manos de las BB. Rosas fueron consumidas
por parientes y amigos que experimentaron grata sensación
de placer y de gozo.
Entre tanto, la chiquillería se
divertía contemplando el Nacimiento y viendo con
embeleso las sombras chinescas de los "faroles andadores"
las figuritas de cera imitando aves acuáticas colocadas
sobre vidrio semejando plácidos lagos o tranquilos
ríos; los pastores conduciendo sus ganados de corderos
de blancos vellones, los magos reyes sobre dromedarios,
y elefantes, seguidos de esclavos de piel de ébano,
los santos Jesús, María y José y
miles de objetos que asombraban a los niños.
La lluvia era cada vez menos intensa,
hasta que cesó por completo. Entonces los negros
nubarrones se alejaron, permitiendo ver las estrellas
que brillaban cintilando y apareciendo el disco de plata
que enviaba su blanca luz sobre los humedecidos muros
y sobre los encharcados pavimentos.
Tras el breve descansar de las campanas
nuevamente se escuchan las notas del esquilón de
San Francisco. Notas alegres y sonoras. Notas que bajaban
de la alta torre para penetrar a los palacios que habitaban
los Nobles Títulos de Castilla, los Caballeros
de Órdenes Militares y los ricos mayorazgos; continuar
por las humildes barriadas y apagar sus ecos en los dilatados
campos que rodean a la ciudad.
De todas las iglesias se oye el alegre
repicar de las campanas que suenan jubilosas y, al oír
su voz, todos los vecinos abandonan sus hogares y en compactos
grupos dirigen sus pasos para asistir a la Misa de Gallo,
a la misa de media noche.
Pero a donde se encaminan de preferencia,
es a la Santa Cruz, entonces casi a extra-muros de la
ciudad anexa al convento de "Propaganda Fide";
el primero que hubo en América, fundado el 15 de
agosto de 1683 por el M. R. P. Fray Antonio María
Linaz de Jesús María en cumplimiento de
la Bula Pontificia de S. S. Inocencio XI.
Y hasta allá se encaminan las
más linajudas damas de la sociedad, calzadas con
chapines de sedas; y allá casi trepando por esas
sinuosas calles que suben por la histórica colina
del Sangremal haciendo en cada paso que se produzca el
frú-frú de la seda auténtica de China,
con la que están confeccionados sus amplios vestidos,
cubierta la cabeza con el rico mantón de brillantes
colores o con los tápalos de burato de complicados,
largos y sedosos flecos. Los caballeros lucen sus "plaids"
o sus "Cachez-Nez" de legítima procedencia
francesa.
Fachada del Templo de San Agustín,
Querétaro, México
La iglesia de la Santa Cruz presentaba
un aspecto único; de lo alto de su bóveda
descendían largos cordeles, que se plegaban simulando
ondas, de las que pendían faroles de papel multicolores,
por doquiera profusión de heno de musgo; de pino,
de grandes hojas de helecho; de líquenes de rudimentarias
y plateadas hojas, pequeñas motas de algodón
simulando nieve.
El altar mayor representaba la gruta
de Belén; relucientes esferas de cristal alternando
con brea que remedaba la escarcha y los Santos María
y José contemplando con arrobamiento al Dios hecho
Niño. En el mismo altar, los pastores guiando sus
rebaños de blancos corderos y, en lo alto de la
gruta, un ángel de alas desplegadas semejaba volar,
llevando un letrero en el que se leía "Gloria
a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres
de buena voluntad".
En el coro, en las tribunas, en la amplia
nave, los muchachos hacían sonar los llamados "pitos
de agua", que al tocarlos producen ya el gorjeo del
gorrión o el trinar del canario.
El magnífico órgano tubular
dejó oír sus notas que acompañaban
a las producidas por los instrumentos de cuerda, interpretando
la música sacra adecuada al ritual de esa noche.
En la iglesia la selecta concurrencia esperaba impacientemente
el sermón que predicaría el notable orador
sagrado Fray Francisco de Rivera, Guardián del
Apostólico Colegio.
Terminada la función religiosa,
toda la Comunidad formada por 71 frailes se dirigió
al refectorio, a través de los inmensos claustros
y cruzando los extensos patios en los que existían
grandes arcos, destinados a conducir el agua a todo el
inmenso convento.
Los Frailes de "Propaganda Fide"
llevaban una vida austera, llena de privaciones, y su
alimentación era muy frugal; pero en la Pascua
eran muy regalados con las viandas, dulces y pasteles;
vinos y golosinas que les obsequiaban las monjas Claras,
Rosas, Carmelitas y Capuchinas, así como por los
vecinos más acaudalados de la prócer ciudad.
El refectorio presentaba un aspecto excepcional;
de vastas dimensiones estaba orientado de oriente a poniente
y hacia el norte en el muro de dos metros de espesor,
existían amplios ventanales. En el centro de esta
amplísima estancia estaba la mesa de tosco pino,
sobre ella los grandes platones de porcelana de la China,
conteniendo ricos manjares de la Sierra de Guedarrama,
dorados pavos rellenos de avellanas, nueces y almendras,
los tocinos de Vizcaya, morcillas y chorizos de Galicia
y Vizcaya, los mazapanes de Toledo, los turrones de Gijón
y de Alicante, los dulces higos y pasas de Málaga,
la imprescindible ensalada de Noche Buena y gran diversidad
de regalos.
Todas estas exquisitas viandas y golosinas,
saboreadas con el rojo vino de Castilla, fueron consumidas
por los humildes Crucíferos, que abandonando sus
amplios sillones, subieron la escalera situada a la derecha
del refectorio, continuaron a la izquierda para llegar
al dilatado claustro en cuyas paredes se abren numerosas
celdas, que guardan el eco de las oraciones, y las manchas
de sangre brotada de los cuerpos de los Crucíferos
con sus cilicios y las disciplinas.
Pues bien, en uno de esos claustros,
precisamente en el que termina en una pequeña ventana
que mira a la ciudad, caminaban rezando su rosario los
RR. Frailes, Diego de Bringas, sacerdote de claro talento
y amplia ilustración y Francisco de Miralles, varón
de esclarecidas virtudes. Al andar hacían sonar
las cuentas de sus rosarios que chocaban con el Santo
Cristo de metal, que pendía de la cuerda de los
cinco nudos simbólicos que ceñía
sus cinturas.
Terminado su rezo, los dos frailes, comentaban
le erudición de los cronistas, Fray Alonso de Larrea
y Fray Félix de Espinosa, que tan detalladamente
relataban los riesgos a que se vieron expuestos en tierras
de infieles los frailes Antonio Margil de Jesús
y Moisés López; sus sufrimientos en las
selvas de Chiapas, su constante caminar por Guatemala,
donde fundaron el Colegio del Santo Cristo, cuya imagen
de color ébano, se venera en el Apostólico
Colegio de la Santa Cruz, bajo la advocación de
Señor de Esquipulas; su peregrinar por las tierras
vírgenes de Nicaragua, donde se funda otro Colegio
bajo el patronato de Nuestra Señora de Guadalupe,
y así predicando la doctrina apostólica
llegan hasta la frontera de Colombia de donde regresan
a su querido convento de la Noble Ciudad de Santiago de
Querétaro, para continuar su apostólica
labor, pero esta vez hacia el norte, para llegar a Zacatecas,
de áridas tierras y montañas desnudas, pero
que guardan en sus entrañas la plata que Fray Sebastián
de Aparicio acarreaba en carretas hasta la capital del
Virreinato.
Fray Diego de Bringas recuerda que el
Colegio Apostólico de Nuestra Señora de
Guadalupe de Zacatecas, también lo fundaron Fray
Margil de Jesús y Fray Moisés López,
que atravesando los desiertos de Zacatecas y las interminables
llanuras de Coahuila para internarse en Tejas, cruzar
caudalosos ríos y fundar más misiones entre
las que figuran la de San Antonio y El Álamo.
Por su parte, Fray Francisco de Miralles,
recordó las cartas llenas de ingenuidad y candor
de Fray Junípero Serra, que después de misionar
durante diez años por la Sierra Gorda, construyendo
las iglesias de Jalpan, Tancoyol, Tilaco y Landa, había
partido en unión del R. P. Palau a las Californias
para sustituir en su labor evangélica a los Jesuitas
expulsados en 1767. En aquellas lejanas tierras cultivaron
la vid, el almendro y el olivo; fundaron las importantes
ciudades de San Francisco, Nuestra Señora de los
Angeles y San Diego, Sacramento, San Fernando, Santa Mónica,
etc.
Y así caminaban a lo largo del
claustro los dos frailes haciendo memoria de que su glorioso
Colegio había dado origen a otros muchos en España,
entre los que recordaban a los de Nuestra Señora
del Olivo en Castilla y al de Santi Spiritus en Valencia.
Cansados de tanto deambular, al final
del claustro se sentaron en la ventana que permitía
contemplar la ciudad desde aquella altura.
Miraron a la luz de la luna a la quieta
y dormida población, y de pronto Fray Francisco
Miralles dirigiéndose a su acompañante le
dijo: "Mire su Paternidad, cuando S. R. misionaba
por Zacatecas, nuestro R. P. Guardián refirió
a la Comunidad que tenía una duda, pues casi todas
las noches acostumbraba venir a esta misma ventana y notaba
que ardía una antorcha frente al Señor crucificado
que encerrado en su hornacina, ornamenta la fachada principal
del Convento de Nuestra Señora de los Dolores,
de la Provincia Agustiniana de San Nicolás de Tolentino,
y, ahora, justamente, mire su Reverencia cómo brilla
la luz de esa antorcha y cómo permite apreciar
la riqueza de ornamentación de la artística
hornacina y cómo desde aquí se puede notar
la cara del Santo Cristo cuyos músculos están
crispados por el dolor, y cómo sus carnes, ya flácidas,
ya contraídas revelan la angustia de sus sufrimientos.
Mañana mismo voy a solicitar permiso
de nuestro R. P. Guardián para ir a la ciudad y
saludar al M. R. P. Prior del convento de Nuestra Señora
de los Dolores para cumplimentarlo y felicitarlo por su
acertada idea de colocar frente al Señor Crucificado,
esa antorcha de tan intensa luz, que permite admirar la
talla de cantera y que hace lucir de modo esplendoroso
la magnífica estatua cincelada por un verdadero
artista.
Detalle del Cristo de la Portada en
la fachada del Templo de San Agustín, Querétaro,
México
Al siguiente día, Fray Francisco
de Miralles portando su sencillo hábito, descubierto
el amplio cerquillo y hundidos sus pies en sus sandalias,
cruzó la ciudad y se presentó a su amigo
el Prior del convento de Nuestra Señora de los
Dolores, Fray Francisco de Cubillas. Tras los saludos
y cumplidos el R. P. Fray Francisco de Miralles felicitó
al Prelado y Prior del mencionado convento, por su feliz
idea de colocar una antorcha que alumbrara al Señor
Crucificado que adorna la fachada principal del templo.
El P. Cubillas quedó sorprendido
de la afirmación de su amigo y le respondió:
"Yo no he ordenado que se encienda luz alguna y entiendo
que no existe tal antorcha". El P. Miralles, quedó
confundido ante afirmación tan categórica,
pues no tan sólo él había visto arder
la clara luz que iluminaba la imagen, sino que igual observación
había sido hecha por el R. P. Guardián de
su convento, Fray Francisco de Rivera y por el R. P. Bringas.
Pero mayor fue su asombro, cuando saliendo
ambos a la calle, con todo cuidado y por largo tiempo
observaron la fachada en todos sus detalles y muy principalmente
en la hornacina del Señor Crucificado y nada vieron
de farol o antorcha, pues tan sólo apreciaron el
genio de Ignacio Mariano de las Casas, que esculpió
en piedra las concepciones artísticas de su espíritu.
Entonces ambos frailes convinieron en
que esa misma noche, el P. Cubillas iría al convento
de Propaganda Fide.
La noche del 25 al 26 de diciembre de
1791, perfectamente limpia de nubes, dejaba ver el cintilar
de las estrellas y la luz de la luna penetrando en las
sombras permitía distinguir las siluetas de los
edificios de la ciudad. Los RR. PP. subieron al claustro
y abriendo la ventana dirigieron su vista hacia la fachada
del templo de Nuestra Señora de los Dolores.
Y, ¡oh portento! al pie de la hornacina
estaba la antorcha iluminando con sus fulgores la cara
de angustia y de dolor del Señor Crucificado. Asombrados
los PP. llamaron a todos los frailes del convento de Propaganda
Fide, para que presenciaran el milagro que estaba a la
vista de la ciudad.
Al siguiente día, en los locutorios
de los conventos, en las comunidades religiosas, en las
tiendas, en el Despacho del Alférez Real, en el
Real Tributo, en las Reales Notarías, en el Corregimiento
de la Muy Noble y Leal Ciudad, en la Real Fábrica
de Cigarros, en los Batanes, en los Obrajes, en las casas
particulares; en todas partes se hablaba y se comentaba
el prodigio.
En los templos se hicieron novenas, funciones
solemnes, rezos, etc., y todos los vecinos salían
en las noches a presenciar la maravillosa luz que iluminaba
al Santo Cristo.
El Sr. Cura Beneficiario y Juez Eclesiástico
Dr. Alonso Martínez Tendero, que gozaba fama de
ser un brillante orador sagrado, celebraron en su parroquia
solemnísima función y los seis RR. PP. Agustinos
con su Prior, se apresuraron a colocar un farol al lado
izquierdo de la hornacina donde está alojado el
Santo Cristo, que se llamó desde esa época
Señor de la Portada.