LEYENDAS
(26). LEYENDA DE LA CRUZ DEL SUR. CHOIOLS (VOZ TEHUELCHE(1):
CRUZ DEL SUR)
Padul Cofrade
Investigación. Leyendas
Padul, 15 de mayo de 2020
Continuamos con la recopilación
hecha por Padul Cofrade de algunos de los muchísimos
relatos y leyendas relacionados con las imágenes
de la Cruz. Intentamos con esto ayudar a pasar las horas
de confinamiento a las que nos vemos obligados y de paso
conocer distintos aspectos relacionados con la religiosidad
en distintas zonas del mundo.
En esta ocasión
seguimos con la leyenda de la Cruz del Hituelo (Blesa,
Teruel).
Leyenda
de la Cruz del Hituelo (Blesa, Teruel)
Muchas
ocasiones he recordado a la tía Chanfa, una
anciana y buena mujer de mi pueblo, bajita y arrugada,
y siempre vestida de igual manera: saya verde de
bayeta, jubón negro de paño y pañuelo
de hierbas al cuello. La viejecita era de genio
alegre y muy trabajadora, pues no recuerdo haberla
visto nunca sin que estuviese hilando estambre o
cáñamo según la estación,
sentada siempre sobre su viejo capazo, al sol en
invierno y a la sombra en verano y sin apartarse
jamás de los alrededores de la puerta de
su casa que estaba situada junto a la de la escuela
o estudio, como entonces le llamábamos.
¡Aún me parece estar
viéndola enfadada por la infernal gritería
que armábamos jugando delante de ella a marro,
y levantarse y correr tras de nosotros a pesar de
su cojera, para pegarnos con el mango de la escoba
que le servía de cayado! ¡Con qué
gusto no seríamos todos los chiquillos al
ver su furor y su impotencia para alcanzarnos, y
al oír los dicterios que nos dirigía
al convencerse de que no podía hacer otra
cosa peor! Y no se crea que esto sucedía
muchas veces. La buena mujer se había acostumbrado
tanto a vernos correr y jugar a su alrededor, que
solo tomaba aquella actitud belicosa cuando la molestaban
demasiado nuestros gritos o cuando alguno la pisaba
o tiraba a rodar el huso con que ella estaba hilando.
En cambio le gustaba sobremanera que en vez de correr
nos sentáramos a su lado y prestásemos
atención a los cuentos y tradiciones que
nos refería, y de estas últimas sobre
todo, tenía un vasto repertorio que nosotros
oíamos siempre con religioso silencio. Toda
mi vida recordaré con placer la siguiente
que nos contó sentada en el escalón
de la puerta de su casa, pocos días antes
de que la Parca le cortara el hilo de la existencia.
Cruz del Hituelo tras su restauración
en 2003. Blesa (Teruel).
No puedo señalaros -nos dijo-
las causas por las que fueron expulsados definitivamente
de España los judíos y moriscos, ni si éstas
fueron justas o injustas, sólo os diré que,
efecto de aquella forzada marcha de gentes quedaron estos
pueblos poco menos que desiertos, pues, según noticias
salieron de aquí unas ocho mil personas de ambos
sexos, quedando únicamente unos mil vecinos de
los llamados cristianos viejos, repartidos entre todos
los pueblos del Común de Huesa.
Cuando la primera expulsión, que
fue la de los judíos, era alcalde del concejo de
Blesa, el rico hidalgo Pedro Beltrán, hijo del
pueblo y gran enemigo de los moros y judíos y en
especial de estos últimos, así es que tan
pronto recibió la orden para expulsarlos se apresuró
a notificarla a los interesados advirtiéndoles
que solamente les daba veinticuatro horas de plazo para
dejar el lugar y que, pasado este tiempo, a cuantos judíos
encontrase los había de colgar del primer árbol
que había a la salida del pueblo.
Excuso deciros la prisa que se darían
aquellas gentes para cumplir tan bárbara orden
y máxime al saber que, en casi todos los pueblos,
trataban a sus compañeros con igual o mayor fiereza.
Recogieron lo que les fue posible, malvendieron lo que
los cristianos les quisieron comprar y al día siguiente
muy temprano, con grandes llantos y lamentos fueron abandonando
el pueblo por grandes grupos.
¡Pobres gentes! La verdad es que
aquella orden de expulsión fue muy poco humanitaria,
porque habéis de saber que, aunque judíos,
todos ellos eran hijos de aquí, aquí se
habían criado y aquí tenían sus intereses
y afecciones y les dolía en el alma dejar todo
ello para siempre, así es que no os extrañará
saber que muchos de ellos, en vez de cumplir tal mandato,
se resistieran hasta el último momento y que cuando
se les obligó a salir del pueblo se ocultaran por
las hoces y otros sitios escabrosos, en cuevas y entre
malezas, prefiriendo vivir como fieras y perseguidos por
la justicia, a abandonar su tierra.
Pocos de los expulsados quedaban ya en
el pueblo cuando el alcalde recibió la noticia
de que algunos que habían hecho como que se marchaban,
se escondían dentro del término, burlando
así las órdenes recibidas. Para evitar tal
cosa reunió Beltrán una porción de
cristianos bien armados y al frente de ellos salió
en persecución de los que se ocultaban, pero por
más diligencias que hizo no logró dar con
ninguno, a pesar de haber corrido por montes y veredas
durante muchas horas, al cabo de las cuales, y por si
su presencia era necesaria en el lugar, dejó a
los suyos que continuasen la persecución y se volvió
solo hacia su casa.
Tenía nuestro alcalde una hija
de dieciocho años, la más hermosa de todo
el pueblo y la más cristiana también, pero,
sea que la embrujaron, o sea que la juventud no repara
en ciertas cosas, lo cierto es que estaba enamorada locamente
del hijo de un viejo judío, rico sí, pero
judío al fin, y con él tenía íntimas
relaciones a pesar de la prohibición de su padre,
de los cuidados de su madre, de las amonestaciones de
sus parientes y de lo mal visto que era por todos los
cristianos del lugar; habiendo sido inútiles hasta
entonces todas las reflexiones que se le hicieron para
que dejara aquellos amoríos y olvidase al doncel;
así es que cuando Pedro Beltrán recibió
la orden por la que se mandaba que saliesen inmediatamente
del reino todos los judíos, vio en ella la salvación
de su honra, mancillada por los caprichos de su hija y
se apresuró a cumplirla, como ya habéis
visto, con todo rigor para verse así libre cuanto
antes de la presencia del novio de la muchacha y de toda
la odiada raza de los que sacrificaron a Jesús.
Cerca estaba ya del pueblo el alcalde,
cuando vio salir por el gallipuen un grupo de judíos,
quizá el último que abandonaba el lugar;
requirió sus armas por si era atacado al verlo
solo, mas a pesar de lo mucho que lo odiaban todos ellos,
ninguno le dijo nada y ya se disponía a continuar
su camino, cuando, entre los últimos jinetes que
salían, distinguió -juzgad su indignación
y asombro- al maldecido novio de su hija con ésta
montada a la grupa de su caballo. Con la celeridad del
rayo se dirigió a ellos, cogió la rienda
del animal y lo detuvo, pero antes de que pudiese articular
una sola palabra le dio el raptor tan terrible puñalada
que cayó muerto al suelo.
Los del grupo que, antes no se habían
atrevido ni a desplegar los labios, al ver tendido en
tierra a su mortal enemigo, volvieron y abalanzándose
sobre el cadáver saciaron su odio llenándole
de golpes y heridas y por fin lo arrojaron a un estercolero
inmediato, lo cubrieron de piedras y huyeron a buen paso,
por si acaso alguno había presenciado el suceso
y los del pueblo salían en persecución de
los fugitivos.
Los primeros que descubrieron el cadáver
del infortunado Beltrán fueron los que habían
salido con éste a perseguir a los que se ocultaban
para burlar las órdenes reales. Enseguida recogieron
el inanimado cuerpo, y con tan triste carga entraron en
el lugar y fueron a la casa del difunto, que encontraron
ya trastornada con la fuga de la hija. Al reconocer al
cadáver le encontraron, clavado en el pecho, un
puñal de extraña forma y cuya empuñadura
estaba materialmente cuajada de piedras preciosas. Todos
los presentes reconocieron el arma homicida por habérsela
visto al viejo judío, padre del novio y ya podéis
figuraros los comentarios que haría la gente del
pueblo, al saber que la hija de Beltrán había
huido de su casa con el matador de su padre.
Aunque algunos de nuestros paisanos salieron
al momento en persecución del asesino ya no les
fue posible darle alcance ni aun seguir su pista. Cumplidos
los deberes religiosos con el muerto marchó una
comisión del concejo a Zaragoza para pedir el castigo
de los culpables al Justicia mayor de Aragón, creyendo
que los fugitivos estarían aún dentro del
Reino, pero por más diligencias que se practicaron
para su aprensión no pudo darse con ellos y sólo
pudo saberse, pasado algún tiempo, que se habían
embarcado en Barcelona con rumbo a uno de los puertos
de Alemania.
Por acuerdo del concejo el puñal
fue vendido por una cantidad respetable, en Zaragoza y
su producto destinado a la construcción de un monumento
que perpetuase la memoria del suceso. Tal construcción
se encomendó al artífice, Pedro Cortés
vecino de Borja, quien vino desde la capital de Aragón
donde estaba trabajando entonces e hizo una bonita cruz
de piedra, con su fuste, gradas y pie, toda ella llena
de afiligranadas labores góticas del mayor gusto,
y con los santos patronos del pueblo en el capitel y el
cuerpo yacente de Pedro Beltrán bajo los pies del
Crucifijo.
Emplazada la Cruz en el mismo sitio en
que había sido consumado el asesinato, existió
allí muchos años, hasta que, para ensanchar
los huertos contiguos, fue trasladada a donde hoy está,
o sea, en la confluencia de la senda del Hituelo, que
le da su nombre, y el camino de Zaragoza.
Llamaba la atención de cuantos
veían este religioso monumento la hermosa cruz
que le servía de remate y una noche desapareció
ésta sin que se lograra averiguar quién
fue el autor del robo; pero indudablemente obedeció
éste al gran mérito artístico que
aquella tenía y fue dirigido por persona inteligente;
pues los ladrones procedieron con mucho cuidado y se valieron
de buenos instrumentos ya que no estropearon nada de lo
demás, ni rompieron el más pequeño
fragmento.
Reconstrucción actual del remate
de la cruz del Hituelo de Blesa, obra del escultor José
Luis Plou. Blesa (Teruel).
Nunca dejéis hijos míos,
que las pasiones os dominen. Ya veis, por lo que os he
contado, el triste fin de ese Beltrán que, vengativo
expulsó a los judíos de aquí con
más crueldad que en otras partes, donde siquiera
les dieron algún tiempo más para abandonar
el país en que nacieran, y veis también
cómo la hija del desgraciado alcalde, dejándose
arrastrar por su amorosa pasión, olvidó
sus creencias, su patria y su familia y hasta fue causa
del asesinato de su padre; todo por unirse con quien sus
padres no querían a causa de la diferencia de la
religión.
¡Cuántos remordimientos
-terminó diciendo la anciana- no amargarían
la vida de aquellos infelices unidos por un crimen tan
grande! ¡Dios sólo lo sabe!
Recopilación: Salvador Gisbert
Publicado en: "Leyendas y tradiciones turolenses"
Autor: Federico Andrés y Salvador Gisbert
Biblioteca del Diario de Teruel. Teruel, 1901
Reflexiones sobre
la leyenda narrada por Gisbert
En el verano del 2000 salió al
paso de todas estas leyendas orales la narración
de Salvador Gisbert, quizá ligeramente novelada,
pero proveniente de las décadas centrales del siglo
XIX, repleta de detalles jugosos y quién sabe si
algún día comprobables. Un auténtico
tesoro. Contiene tantos detalles que merecen la pena resaltar:
Remonta la narración a su infancia
cuando se la contaba la tía Chanfa, que pudo nacer
a comienzos de siglo XIX, y de la que desconocemos su
nombre.
Uno de los detalles más orientativos,
que no debe pasarse por alto: el hacer protagonistas de
la historia a los judíos que son expulsados en
ese momento. De ser cierto, esta leyenda nos hablaría
de pobladores judíos en nuestro pueblo, así
como permitiría situar la historia en torno a 1492,
cuando los Reyes Católicos expulsan a estos súbditos
suyos de los reinos de Castilla y Aragón.
El situar el suceso en el paraje del
Gallupén,(1) para luego trasladar el monumento
funerario al Hituelo; una mención que no encontraríamos
seguramente en ninguna leyenda más o menos inventada
o pobremente transmitida (como las dos variantes que mencionaba
anteriormente), pero que le da visos de verosimilitud
a esta narración, o al menos le otorga a este detalle
concreto una base histórica.
La localización original del monumento
puede estar bastante delimitada por el hecho de que no
existe más que un huerto en el tramo entre la Peña
de los abrevaderos y la carretera, sin poder descartar
que fuese frente a algunos de los existentes entre el
puente y los restos actuales del pilón de la Cruz.
La descripción de la cruz de piedra
original... algo que habíamos perdido para siempre.
No sabemos si la descripción tiene algo que ver
con la realidad, ya que el propio Salvador nunca la vio,
aunque se atrevió a bosquejarla en una de las tres
ilustraciones del relato.
Aunque no describe detalladamente el
monumento, salvo la elaborada cruz, dice sobre el fuste,
las gradas y el pie que «toda ella llena de afiligranadas
labores góticas del mayor gusto». Algo que
no ha llegado a nosotros en ningún modo, si es
que fue cierto, porque el estado actual contradice esas
afirmaciones. Pero, ¿por qué iba a inventar
ese tipo de detalles sobre unas piedras que todavía
existían a los pies de un camino y que desmienten
lo narrado?
Dan un nombre al autor del monumento
"Pedro Cortés vecino de Borja" que según
dice trabajaba en Zaragoza.
La moraleja de la historia, muy propia
de las fábulas contadas a los niños. Resultan
también características esas expresiones
antisemitas que tanto prodigó la Iglesia durante
siglos, como el culpar a los judíos en su conjunto
como "la odiada raza de los que sacrificaron a Jesús";
algo tan injusto como culpar a todos los no-judíos
del holocausto puesto en marcha por los jerarcas nazis.(2)
Realmente vivía en Blesa en torno
a 1492 una familia apellidada Beltrán. En el censo
de población de 1495, existe un Domingo Beltrán
como cabeza de familia.(3) Está entre los primeros
de la lista, lo cual puede indicar cierta prominencia,
aunque no tenga ningún cargo apuntado. Del Pedro
Beltrán que habla la leyenda nos dice esta que
era hidalgo, algo que no consta en el censo para Domingo
Beltrán.
Y no obstante, es muy probable que Gisbert
construyese un elaborado relato romántico sobre
una leyenda o recuerdo histórico más vago.
La introducción que hace referencia a la tía
Chanfa puede ser un recuerdo de niñez o un recurso
literario para predisponer al lector. La tía Chanfa
parece muy bien informada, teniendo en cuenta la escasa
instrucción que se impartía, y mucho menor
en el caso de las mujeres. Gisbert pudo comprobar en nuestros
perdidos archivos locales datos que documentasen históricamente
esta leyenda... o ambientarla en los idealizados escenarios
medievales, como se hizo con otras muchas leyendas en
esos siglos. Muestra de que el relato inventa allí
dónde falta la belleza necesaria para ensalzar
la leyenda estaría en la decoración del
fuste y gradas, que si bien podría haberse deteriorado,
no creo que hasta el punto de dejar lisa cada piedra en
todas sus facetas. En definitiva, no tendremos nunca la
certeza de si la leyenda oral conservaba todos los detalles
de que habla Salvador Gisbert en su libro o sólo
una parte.
Autor: Javier Lozano Allueva
En 2003 tuvo lugar una representación
teatral infantil recreando la leyenda de la Cruz del Hituelo.
Con guión adaptado por Pedro Luis Arqued, aquí
vemos la crónica y obra, una actividad organizada
por la Asociación Cultural El Hocino de Blesa.
Todo el elenco artístico infantil
en Blesa en 2003, de la leyenda.
Bibliografia
Concha Lomba Serrano y otros. "Salvador
Gisbert (1851-1912) Recuperar la memoria". Catálogo
de la exposición del mismo nombre. Promovido
por Ibercaja y la Diputación Provincial de
Teruel, 1997.
"Leyendas y tradiciones turolenses",
por Federico Andrés y Salvador Gisbert, Obra
ilustrada con profusión de grabados, originales
de Sr. Gisbert y otros dibujantes... Biblioteca del
Diario de Teruel. Teruel, 1901 (Imprenta de Dionisio
Zarzoso; calle de San Juan, 24).
Antonio Serrano Montalvo, "La
población de Aragón según el
Fogaje de 1495", Institución Fernando
el Católico, Gobierno de Aragón e Instituto
Aragonés de Estadística, Zaragoza, 1995.
Notas
1. El Gallupén era una especie
de acueducto por el cual cruzaba la acequia de la
Vega proveniente del molino Bajo, y bajo el cual cruzaba
la última porción del barranco o río
Seco. El camino era mucho más estrecho que
el actual, porque sólo unas pocas losas tapaban
esta acequia en la margen de los corrales que hay
frente a la Peña. Los mayores del lugar, como
mi tío Tomás Sanz, todavía recuerdan
haberlo visto, contándome que tenía
un ojo de un metro y medio aproximadamente, pero el
paso de los años y las obras de carreteras
y puentes elevaron el terreno y enrunaron esta construcción,
que hoy permanece bajo el barranco pavimentado.
2. Incluso no tengo confianza en
que los protagonistas históricos de aquel suceso
ahora novelado y entreverado de detalles posiblemente
ciertos, fuesen judíos. No es sólo que
no tengamos datos que permitan suponer la presencia
judía en Blesa, sino que otras tradiciones
orales hacen protagonistas a los moriscos. Además,
esta inculpación, aunque inscrita en un cuento,
pudo tener su origen en aquellos prejuicios antijudíos
extendidos entre las clases de cierta formación
cultural de esta España papanatas que hasta
en cercanas décadas posbélicas hacía
gala de su "antisemitismo", evidentemente
paradójica en un país donde hacía
siglos que no habitaban judíos.
Quién sabe si algún
día aparecerá en algún enmohecido
archivo zaragozano, esquivo a decenas de guerras y
administraciones descuidadas, un trámite que
una comisión del concejo hiciera ante el Justicia
mayor de Aragón. Este detalle que menciona
la narración tampoco es algo que añada
hermosura a una leyenda, y por lo que se, Salvador
Gisbert tuvo oportunidad de conocer documentación
antigua de la historia de Blesa, que mencionaremos
en futuros artículos.
3. En 1495 estaban censados 125
fuegos o vecinos y, como es lógico, no consta
ya ningún vecino judío. En Huesa si
hay restos arquitectónicos y documentales de
la presencia judía previa. Tampoco constan
en Blesa vecinos mudéjares, como sí
lo hacían abundantemente en Huesa del Común.
Versión teatral de la leyenda
de la Cruz del Hituelo
En 2003 tuvo lugar una representación
teatral infantil recreando la leyenda de la Cruz del Hituelo.
Con guión adaptado por Pedro Luis Arqued, aquí
vemos la crónica y obra, una actividad organizada
por la Asociación Cultural El Hocino de Blesa.
Todo el elenco artístico infantil
en Blesa en 2003, de la leyenda.
Personajes:
• El y Ella (los amantes)
• El Padre
• Cristianos (ocho hombres y mujeres)
• Judíos (siete hombres y mujeres)
ACTO I
[INTRODUCCIÓN]
Cuando la primera expulsión, que fue la de los
judíos, era Regidor del concejo de Blesa, el rico
hidalgo Pedro Beltrán, [sale el rico Beltrán
a la plaza] hijo del pueblo y gran enemigo de los moros
y judíos y en especial de estos últimos.
Tenía nuestro alcalde una hija de dieciocho años,
la más hermosa de todo el pueblo y la más
cristiana también, pero sea que la embrujaron,
o sea que la juventud no repara en ciertas cosas, lo cierto
es que estaba enamorada locamente del hijo de un viejo
judío, rico sí, pero judío al fin,
[Se cruza grupo de cristianas con grupo de judíos,
y los dos, novio y novia quédanse mirando mientras
pasan]
[ELLA] - Nunca vi ojos tan embrujadores.
[Cristiana 1] - ¡Pero Elvira, es un infiel!
[ELLA] - Mi corazón no entiende de razas ni religiones.
[ÉL] - La hermosura de esa moza me haría
cometer una locura.
[Judío cuatro] - Andad con cuidado. Es la hija
del regidor.
A pesar de la prohibición de su padre, de los
cuidados de su madre, de las amonestaciones de sus parientes
y de lo mal visto que era por todos los cristianos del
lugar; habiendo sido inútiles hasta entonces todas
las reflexiones que se le hicieron para que dejara aquellos
amoríos y olvidase al doncel;
En el año 1492 los Reyes Católicos ordenaron
la expulsión de los judíos de los reinos
de Castilla y Aragón.
Así es que cuando Pedro Beltrán recibió
la orden por la que se mandaba que saliesen inmediatamente
del reino todos los judíos, vio en ella la salvación
de su honra, mancillada por los caprichos de su hija y
se apresuró a cumplirla, con todo rigor para verse
así libre cuanto antes de la presencia del novio
de la muchacha, se apresuró a notificar la orden
a los interesados advirtiéndoles:
[Padre] - Judíos, tenéis veinticuatro horas
para abandonar Blesa. Pasado este plazo mandaré
colgar del primer árbol a la salida del pueblo
a todo el que desobedezca esta orden.
Recogieron lo que les fue posible, malvendieron lo que
los cristianos les quisieron comprar y al día siguiente
muy temprano, con grandes llantos y lamentos fueron abandonando
el pueblo por grandes grupos.
[Salen los judíos llorando camino de Moyuela]
[Judío uno] - Mi casa, toda mi vida dejo...]
[Judío dos] - ¿Qué será de
nosotros?
[Judío tres] - ¿A dónde iremos ahora?
[Judío seis] - Mi familia ha vivido aquí
por treinta generaciones
[Judío siete] - Ni vender mis tierras he podido.
¡Pobres gentes! La verdad es que aquella orden
de expulsión fue muy poco humanitaria, porque habéis
de saber que, aunque judíos, todos ellos eran hijos
de aquí, aquí se habían criado y
aquí tenían sus intereses y afecciones y
les dolía en el alma dejar todo ello para siempre,
así es que no os extrañará saber
que muchos de ellos, en vez de cumplir tal mandato, se
resistieran hasta el último momento y que cuando
se les obligó a salir del pueblo se ocultaran por
las hoces y otros sitios escabrosos, en cuevas y entre
malezas, prefiriendo vivir como fieras y perseguidos por
la justicia, a abandonar su tierra.
[Judío cinco] - Prefiero vivir en las Hoces como
una alimaña que abandonar la tierra de mis antepasados.
[Se esconde entre los matorrales]
ACTO II
Pocos de los expulsados quedaban ya en el pueblo cuando
el alcalde recibió la noticia de que algunos que
habían hecho como que se marchaban, se escondían
dentro del término, burlando así las órdenes
recibidas. Para evitar tal cosa reunió Beltrán
una porción de cristianos bien armados y al frente
de ellos salió en persecución de los que
se ocultaban, pero por más diligencias que hizo
no logró dar con ninguno, a pesar de haber corrido
por montes y veredas durante muchas horas, al cabo de
las cuales, y por si su presencia era necesaria en el
lugar, dejó a los suyos que continuasen la persecución
y se volvió solo hacia su casa.
[Salen los cristianos armados a perseguirlos, pero no
los encuentran.]
[Cristiano 2] - ¿Dónde se habrán
escondido?
[Padre] - Tarde se hace. Vuelvo a casa. Seguid buscando
hasta que no quede ninguno.
ACTO III
Cerca estaba ya del pueblo el alcalde, cuando vio salir
por el Gallipuén (arco de piedra, por debajo del
cual pasa una acequia que sirve regar la vega baja del
pueblo) un grupo de judíos, quizá el último
que abandonaba el lugar; requirió sus armas por
si era atacado al verlo solo, más a pesar de lo
mucho que lo odiaban todos ellos, ninguno le dijo nada
y ya se disponía a continuar su camino, cuando,
entre los últimos jinetes que salían, distinguió
-juzgad su indignación y asombro- al maldecido
novio de su hija con ésta montada a la grupa de
su caballo.
[Se cruzan según se describe]
[Padre] -¡Qué ven mis ojos! ¡Detente
felón! ¡Hija infame, con él jamás!
[ELLA] -¡Oh no, mi padre espada en mano! Nunca
nos dejará marchar juntos.
[ÉL] - Un arma llevo. El destino se burla de nosotros.
Con la celeridad del rayo se dirigió a ellos,
cogió la rienda del animal y lo detuvo, pero antes
de que pudiese articular una sola palabra, le dio el raptor
tan terrible puñalada que cayó muerto al
suelo.
[Apuñala al padre una vez.]
[Padre] - ¡Oh muerte cruel!
[ÉL] - Huyamos deprisa, no habrá lugar
en el reino donde escondernos
[ELLA] - ¡Padre! Horrendo crimen. Su sangre nos
perseguirá siempre.
Los primeros que descubrieron el cadáver del infortunado
Beltrán fueron los que habían salido con
éste a perseguir a los que se ocultaban para burlar
las órdenes reales. Al reconocer al cadáver
le encontraron, clavado en el pecho, un puñal de
extraña forma y cuya empuñadura estaba materialmente
cuajada de piedras preciosas.
[El grupo sale a escena]
[Cristiano 3] - Es el regidor
[Cristiano 4] - Lo han asesinado
[Cristiano 5] - Mirad es el arma del Judío Joseph.
[Cristiano 6] - ¡Han huido!
Todos los presentes reconocieron el arma homicida por
habérsela visto al viejo judío, padre del
novio y ya podéis figuraros los comentarios que
haría la gente el pueblo, al saber que la hija
de Beltrán había huido de su casa con el
matador de su padre.
Aunque algunos de nuestros paisanos salieron al momento
en persecución del asesino ya no les fue posible
darle alcance ni aun seguir su pista. No pudo darse con
ellos y sólo pudo saberse, pasado algún
tiempo, que se habían embarcado en Barcelona con
rumbo a uno de los puertos de Alemania.
ACTO IV
[SALEN TODOS]
Por acuerdo del concejo el puñal fue vendido por
una cantidad respetable en Zaragoza, y su producto destinado
a la construcción de un monumento que perpetuase
la memoria del suceso. Se hizo una bonita cruz de piedra,
con su fuste, gradas y pie, toda ella llena de afiligranadas
labores góticas del mayor gusto, y con los santos
patronos del pueblo en el capitel y el cuerpo yaciente
de Pedro Beltrán bajo los pies del Crucifijo.
Emplazada la Cruz en el mismo sitio en que había
sido consumado el asesinato, existió allí
muchos años, hasta que, para ensanchar los huertos
contiguos, fue trasladada a donde hoy está, o sea,
en la confluencia de la senda del Hituelo, que le da su
nombre, y el camino de Zaragoza.
Llamaba la atención de cuantos veían este
religioso monumento la hermosa cruz que le servía
de remate y una noche desapareció ésta sin
que se lograra averiguar quién fue el autor del
robo; pero indudablemente obedeció éste
al gran mérito artístico que aquella tenía.
Nunca dejéis hijos míos, que los prejuicios
os dominen. Ya veis cómo el alcalde, su hija, y
todo el pueblo sufrieron las consecuencias del odio y
de racismo. Todo por no admitir que los otros pueden ser
diferentes, pero no por ello dejan de ser igualmente respetables.