LEYENDAS
(27). LEYENDA DE LA CRUZ DEL PUERTO TRIGUERO (ALOSNO, HUELVA)
Padul Cofrade
Investigación. Leyendas
Padul, 16 de mayo de 2020
Continuamos con la recopilación
hecha por Padul Cofrade de algunos de los muchísimos
relatos y leyendas relacionados con las imágenes
de la Cruz. Intentamos con esto ayudar a pasar las horas
de confinamiento a las que nos vemos obligados y de paso
conocer distintos aspectos relacionados con la religiosidad
en distintas zonas del mundo.
En esta ocasión
seguimos con la leyenda de la Cruz del Puerto Triguero
(Alosno, Huelva).
Leyenda
de la Cruz del Puerto Triguero (Alosno, Huelva)
En este
pueblo, a su entrada, hay una cruz que se puso en
memoria de una pastora que violaron y mataron los
bandidos, encabezados por Perentón, que quitaban
a la gente lo que traían de contrabando desde
Portugal. Un manuscrito de 1905 detalla el hecho
y explica la presencia de la joven, como fantasma,
en esos parajes: "…todas las noches
al toque de ánimas lucen fosforescencias
agitándose de un lugar a otro en el lugar
donde el bandido sorprendió a Martina, y
el viento lleva a los prados cercanos confusos ruidos…
(Consultado un cura dijo que…) vagaría
errante hasta que la piedad de los hombres dedicara
algún recuerdo a su memoria. Al día
siguiente fue puesta la primera piedra del pedestal
sobre el que se alza hoy la Cruz del Puerto Trigueros,
en memoria de la pobre zagala de la aldea de Portichuelo".
Autor: Garrido Palacios
Detalle del manuscrito "La Cruz del Puerto
Trigueros".
A continuación
transcribimos un documento del 21 de junio de 1902 realizado
por Doña Ana Arreciado Conde y a la vez copia de
su hermana Ana 3 de Julio de 1937 en donde se narra la
leyenda de la Cruz del Puerto Trigueros.
“A la puerta de la iglesia hallábase
sentada la tía María Bocaito, de cerca de
cien años.
Era la tía María la más viejecita
del lugar, tenía cerca de cien años, el
pelo blanco, la barba puntiaguda tocando casi a la nariz,
los ojos como de risa y la voz muy temblona.
Todos sabíamos, porque ella
no se cansaba de recordarlo, que de niña había
trabajado auxiliando a los peones en la edificación
de la iglesia de nuestro pueblo y que ya de mujer, vio
cruzar por estas calles las aguerridas tropas napoleónicas.
Aquellos dragones altos, arrogantes y fornidos, cuyos
corceles sacaban con sus cascos chispas del empedrado.
El más vivaracho de nosotros, reparando en la tía
María acercose a ella diciéndole: -usted
que todo lo recuerda, ¿Sabe qué significado
tiene la Cruz del Puerto Trigueros?
Con una benévola sonrisa, acogió la interrogada
aquella pregunta y llamándonos hacia sí,
díjonos con voz cascada y temblona, venid y escuchad
la historia que voy a contaros.
Todos nos apresuramos a poner oído atento a lo
que iba a decirnos y ella después de una pequeña
pausa, prosiguió de esta suerte. En tiempos muy
remotos, grandes y espesos breñales cubrían
los montes y las llanuras desde el cabezo de “Los
Guijos” hasta el arroyo de “La Tiesa”.
Manadas de hambrientos lobos y de fieros jabalíes,
buscaban seguro refugio bajo los añosos troncos
de seculares matas de charneca. Enormes balsas de adelfas
y zarzas, aprisionaban el cauce de las riberas “del
Agustín” y del arroyo de “Papachanes”.
Jamás nadie por valeroso que fuera, osó
nunca rebasar aquellos inaccesibles contornos, ni mucho
menos cruzar sus ocultos senderos donde nunca el sol penetrara.
Únicamente el sanguinario “Perentón”
con su cuadrilla de forajidos, dominaba como señor
absoluto en aquellos matorrales.
La contramina del “Silillo”, servíales
de madriguera y en una de sus galerías guardaban
el fruto de su diaria rapiña.
La crueldad de aquellos terribles bandoleros, tenía
preso de terror y espanto a los habitantes de toda la
comarca. Pues no pasaba un día, sin que la triste
crónica de sus fechorías registrase un caso
de bestia ferocidad. Y ocurrió un día que
Martina, la zagala más bonita de la antigua aldea
del Portachuelo que apacentaba con su pequeño rebaño
de ovejas a dos tiros de ballesta de los linderos del
monte, lloraba con lágrimas de gran dolor la pérdida
de su ovejita preferida, aquella del vellón blanco
como el campo de la nieve que coquetona y mimosa, cogía
de sus manos los manojos de fresca y bien oliente hierba
con que ella sabía obsequiarla.
Temerosa de provocar el enojo del tío Benito, el
viejo pastor que allá en la choza la esperaba;
la pobrecilla muchacha sin parar de llorar, anduvo mucho
buscando por todo el valle a su pobrecita “Ligera”
nombre con que solía llamar a la ovejita descarriada.
Lugar donde se situaba la Cruz del Puerto
Triguero (Alosno, Huelva).
De vez en cuando paraba sus pasos
y conteniendo hasta la respiración escuchaba muy
atentamente, pero nunca oía el dulce balido de
su pobre amiga.
Tan fuera de sí anduvo la linda pastorcilla que
sin darse cuenta de ello se internó en el monte,
donde a poco fue sorprendida por uno de los corifeos del
bandido “Perentón”.
La desgraciada Martina lloró raudales de lágrimas,
pero ni estas ni sus tiernas súplicas lograron
conmover el corazón de la hiena y sin que nadie
pudiera venir a defenderla, viose pronto perdido el conocimiento,
prisionera entre los brazos de aquel malvado y a poco
brutalmente transportada a la cueva del capitán
de la partida.
Ningún presente, el botín más rico,
no le hubiera recibido el “Perentón”
con mayores muestras de contento que el que entonces le
ofrecía la perversidad de su camarada.
Más tarde aquel cuerpo purísimo de nacarado
brillo como el alabastro y de morbideces como las ideara
el deseo, había sido profanado con el asqueroso
contacto del hombre sin entrañas.
Aquellos virginales labios, sintieronse abrasados por
el fuego de ardientes besos de ciega y feroz voluptuosidad.
Transcurrieron algunos días y la desventurada Martina
cayó vencida bajo el peso de una gran melancolía.
Los bandidos, más respetuosos con los despojos
de la muerte que con la desgracia viva, sepultaron su
cuerpo en una de las covachuelas de la mina y tapiaron
su estrecha y negra entrada.
Desde entonces todas las noches al toque de ánimas,
lucientes fosforencias se agitaban de un lado para otro
en el lugar del monte donde el bandido sorprendió
a Martina y el viento llevaba a los prados cercanos, mil
confusos ruidos, ayes de dolor y gritos de desesperación.
El miedo que aquellas fantásticas apariciones causaba
a todos los habitantes de las próximas aldeas,
decididos a consultar el caso con el cura del Cerro, pueblo
allí cercano. Hombre que tenía fama de virtuoso
y de muy versado en teología.
El buen padre después de largo meditar, puso en
conocimiento a los amedrantados campesinos de que aquellas
fosforencias, era el alma de la infortunada Martina que
vagaba errante hasta que la piedad de los hombres dedicara
algún recuerdo a su memoria.
Al día siguiente fue puesta la primera piedra del
pedestal sobre el que se alza hoy la “Cruz del Puerto
Trigueros” recuerdo a la memoria de la pobre zagala,
de la más bonita de la aldea del Portachuelo.
Alosno a 21 de junio de 1905
Es copia de Ana Arreciado Conde por su hermana María
hoy día 3 de julio de 1937.
En la actualidad no se conserva la piedra destruyéndose
para construir una pista Hípica.
Este artículo se ha realizado gracias a la investigación
y recopilación de Antonio Blanco Bautista.
Manuscrito de la leyenda de la
la Cruz del Puerto Triguero (Alosno, Huelva).