San
Borondón es una de las leyendas más
arraigadas en el pueblo canario y particularmente
en el herreño. Desde el siglo XVI hasta
nuestros días todo historiador que se
precie al hablar de Canarias menciona a la legendaria
isla misteriosa.
Aunque físicamente inexistente,
hay numerosos testigos a lo largo de la historia
y otros que viven aún, sobre todo marineros,
que confiesan haberla visto. Incluso el historiador
Abreu Galindo se aventuró a dar sus coordenadas:
diez grados y diez minutos de longitud y veintinueve
grados y treinta minutos de latitud, es decir,
al noroeste de la isla de El Hierro. Ha habido
numerosas representaciones cartográficas
de la enigmática ínsula desde
el siglo XII.
Un aspecto que alimenta la
mágica leyenda son las numerosas expediciones
que desde el siglo XV se han realizado por españoles
y portugueses para encontrar la mítica
isla, siendo una de las más conocidas
la ordenada por el Capitán General de
las Canarias, Juan de Mur y Aguirre, en 1721,
pero la primera en la cronología de las
numerosas expediciones acontecidas, la realizó
el portugués Fernâo Dulmo en 1486.
En 1519 Francisco Fernández de Lugo,
regidor de La Palma y posteriormente de Tenerife,
1520-1540, sobrino del conquistador de Tenerife
y primer Adelantado de Canarias, Alonso Fernández
de Lugo, aprovechando una estancia en la península
en 1519 propone a la Cámara de Castilla
unas capitulaciones muy semejantes a las de
Cristóbal Colón.
El viaje de San Borondón.
Un aspecto que alimenta la mágica
leyenda son las numerosas expediciones que desde el
siglo XV se han realizado por españoles y portugueses
para encontrar la mítica isla, siendo una de
las más conocidas la ordenada por el Capitán
General de las Canarias, Juan de Mur y Aguirre, en 1721,
pero la primera en la cronología de las numerosas
expediciones acontecidas, la realizó el portugués
Fernâo Dulmo en 1486. En 1519 Francisco Fernández
de Lugo, regidor de La Palma y posteriormente de Tenerife,
1520-1540, sobrino del conquistador de Tenerife y primer
Adelantado de Canarias, Alonso Fernández de Lugo,
aprovechando una estancia en la península en
1519 propone a la Cámara de Castilla unas capitulaciones
muy semejantes a las de Cristóbal Colón.
También es muy abundante la presencia de esta
isla en la prolija actividad poética y narrativa
de Canarias. Una de las primeras manifestaciones sobre
la fantasmagórica isla, las hace Viera y Clavijo
en su poema "Los Vasconautas":
“Sobre un césped de hinojos y poleo,
descansando del sol que la acalora a Catalina vi de
San Mateo allá en San Borondón predicadora...”
En la actualidad hay una versión musical de
un romance a San Borondón adaptado por Los
Sabandeños en 1980 con el título de
San Borondón. Romancillos canarios.
Es muy conocido el romance transmitido por Alberto
Navarro González (catedrático de la
Universidad de La Laguna):
“San Borondón, San Borondón por
la sirena, por su canción. Que suenen tambores
guanches y canten las caracolas que la isla misteriosa
se divisa entre las olas Que San Borondón ya
viene, dibujándose en la bruma, como si fuera
una reina con su cortejo de espuma.Y cuentan los que
te vieron que quien te quiso alcanzar tan sólo
encontró una nube meciéndose sobre el
mar. ¡San Borondón, San Borondón!
¿Dónde escondiste mi corazón?”
Cirilo Leal ha llevado este mito al teatro en su obra
La Conjura, Premio Ángel Guimerá en
1983, en la que las últimas escenas se desarrollan
en torno a San Borondón, la isla non trubada.
Igualmente se hace mención a la soñada
isla por el cronista oficial de El Hierro y premio
Canarias de comunicación en el año 1993,
José Padrón Machín, en sus Memorias
de un desmemoriado afirmando haberla visto.
Aún en nuestros días, esta leyenda
está más viva que nunca, fiel reflejo
de ello es el libro de fotografía San Borondón,
Relato de un Sueño, del joven artista herreño
Alexis Hernández presentado en Madrid en junio
de 2000.
El misterio de San Borondón, la misteriosa
isla canaria que desapareció sin dejar rastro
Figuró en los mapas, muchos marinos aseguraron
haber puesto su pie en ella, pero San Borondón,
la isla errante, sigue siendo todo un misterio por
resolver.
Islas Islas Canarias Misterio Expediciones
El fraile e historiador Juan de Abreu Galindo situó
la isla de San Borondón a 10º 10’
de longitud y 29º 30’ de latitud en el
siglo XVI. Antes, en 1367, el veneciano Pizzigano
la había dibujado en su mapa a poca distancia
de El Hierro. Toscanelli hizo lo propio en 1476 y
el ingeniero Leonardo Torriani aseguró que
había recorrido este islote alargado y salpicado
de colinas durante el reinado de Felipe II. Fueron
muchos los que atestiguaron que habían visto
ese pedazo de tierra flotando en el Atlántico.
Una ínsula que, si alguna vez realmente existió,
se esfumó sin dejar rastro.
Por eso, San Borondón -o San Brandán,
como se conocía a la isla en la cartografía
medieval-, ha alcanzado la categoría de leyenda.
Un mito al que los canarios le tienen un cariño
especial por la magia que supone que el terruño
flotante aparezca y desaparezca a su antojo entre
la densa niebla o las capas de nubes. Precisamente
ese fenómeno es el causante de que la hayan
bautizado como la “Innacesible”, la Encubierta,
la Perdida, la Encantada o la Non Trubada.
Cartografiada por primera vez a finales del siglo
XIII en el Planisferio de Hereford, la última
ocasión en la que se plasmó en un mapa
fue en 1755, en la Carta geográfica de Gautier.
Entre medias, una decena de planos recogieron su posición,
a unos 220 kilómetros de La Palma en dirección
oeste sudoeste, y a 550 de El Hierro rumbo oeste noroeste.
Los últimos cálculos registrados avalaban
que medía unos 480 kilómetros de largo
y 155 de ancho, con dos grandes montañas a
ambos lados.
Detalle del mapa del norte de
África según Guillermo Delisle donde
aparece la isla (1707)
A la caza de la isla errante
Aunque los más escépticos siempre han
defendido que San Borondón era, en realidad,
un efecto óptico por la acumulación
de nubes o un fenómeno de espejismo, los marinos
no escatimaron a la hora de fletar sus naves para
ir en su búsqueda. Hasta ocho expediciones
navales documentadas desde finales del siglo XV hasta
entrado el siglo XVIII surcaron el océano para
comprobar si existía aquella masa terrestre
de la que hablaban las cartas antiguas. También,
algunas de ellas, se toparon con ella por sorpresa.
De hecho, conviene resaltar, que la isla figura en
documentos tan importantes como el Tratado de Alcáçovas,
por el que España y Portugal se repartían
en Atlántico. Se recogió entonces que
San Borondón formaba parte del archipiélago
canario. Fue 1570 el año en el que se documentaron
más avistamientos. Así, el regente de
la Real Audiencia de Canarias, Hernán Pérez
de Grado, afirmó que había estado en
sus costas perdiendo a parte de su tripulación
en la isla.
También el portugués Pedro Vello relató
cómo se había encontrado con la isla
al verse obligado a cambiar de rumbo para refugiarse
del temporal. Afirmó entonces que llegó
a desembarcar junto a otros dos tripulantes que finalmente
abandonó allí para poder salvar la vida.
Parece que en el siglo XVI estaba de moda dejarse
en tierra a los marineros. La última expedición
oficial con rumbo a la isla fue la encargada por el
Capitán General de Canarias, Juan Mur y Aguirre,
al tinerfeño Gaspar Domínguez que regresó
a puerto sin haberla visto.
Mapa atribuido a Toscanelli, donde
aparece la isla misteriosa en mitad del Atlántico.
San Brandán y la Isla Pez
La isla le debe su nombre al monje irlandés
San Brandán el Navegante, un abad que evangelizó
en las aguas del Mar del Norte a bordo de los llamados
currach, una suerte de embarcaciones hechas de cuero
con las que llegaron a los rincones más inhóspitos
del planeta. Los escritos aseguran que este misionero
llegó hasta lugares como las islas Feroes o
Groenlandia, así que si alguien podía
descubrir San Borondón era él.
El periplo que alimenta la leyenda, narrado en el
Navigatio Sancti Brandan, recoge que fue otro monje
el que le habló del lugar y le pidió
que fuera allí a recuperar a su hijo. Así,
acompañado de otros 14 hombres, se echó
a la mar durante siete largos años hasta que
hallaron la Isla Pez, un islote desprovisto de vegetación
que emergía y se sumergía entre la niebla.
Fue allí donde celebraron la Pascua.
El mito relata que, en plenos festejos, la isla se
despertó de un rugido. Era, en realidad, el
pez gigante Jasconius y fue este quien guió
a San Brandán hasta el paraíso terrenal:
la misteriosa octava isla canaria.
Celebración la Isla Pez
Grabada en vídeo en 2003
Durante el siglo XX la leyenda de San Borondón
no cayó en el olvido. De hecho, en 1958, ABC
publicó una imagen de la isla asegurando que
había sido "fotografiada por primera vez".
El texto, de Luis Diego Cuscoy, ahondaba en que "hace
unos días, a los cinco años de su última
aparición, la islita ha surgido a sotavento
de La Palma, como antes, como siempre", localizando
el avistamiento entre Tazacorte y Llanos de Aridane:
"El afortunado fotógrafo, verdadero testigo
de excepción, ha dejado fiel constancia del
hecho. Uno más que ha creído en la realidad
de esa tierra fluctuante", terminaba la crónica.
En este vídeo, subido a YouTube en 2008, sus
autores aseguran que se trata del "primero, y
de momento único, realizado a la isla de San
Borondón en estos casi 2000 años de
la existencia de la leyenda/fenómeno extraño".
Explican que la cámara captó el islote
sobre las 20:00 horas del 18 de octubre de 2003 "de
forma casual cuando el autor salía para grabar
un evento folclórico en la isla de Gran Canaria":
Aunque historiadores como José Gregorio González
y profesores como Marcos Martínez Hernández,
autores de Canarias mágica y el artículo
Islas míticas en relación con Canarias,
respectivamente, están convencidos de que la
isla no es una realidad física, sí consideran
que está tan arraigada en el imaginario colectivo
que merece ser considerada una más del archipiélago.
Autora: Marta Corral
Publicado: 24 marzo, 2019
Leyenda de San Brendan
(San Brandán)
San Brendan de Ardfert y Clonfert (San Brandán,
en su acepción española), también
conocido como Brendan el Viajero, nació en
484 en Ciarraighe Luachra, cerca de la ciudad de Tralee,
en el condado de Kerry, Irlanda y murió en
577 en Enachduin, hoy Annaghdown. Fue bautizado por
el Obispo Erc en Tubrid, cerca de Ardfert. Durante
cinco años fue educado por Santa Ita, "la
Brigid de Munster" y terminó sus estudios
bajo San Erc, quien le ordenó sacerdote en
512. Entre los años 512 y 530 San Brendan edificó
celdas monásticas en Ardfer y en Shanakeel
o Baalynevinoorach, al pie de Brandon Hill. Fue desde
aquí de donde partió en su famoso viaje
a la Tierra de las Maravillas. Los antiguos calendarios
irlandeses celebran el 22 de marzo una festividad
especial para la "Egressio familiae S. Brendani".
San Aengus Culdee, de finales del siglo VIII, invoca
en su letanía a "los sesenta que acompañaron
a San Brendan en su búsqueda de la Tierra Prometida".
Evidentemente, la historia del viaje de siete años
se extendió y muy pronto multitud de peregrinos
y estudiantes afluyeron a Ardfert. De esta manera,
en pocos años, se crearon muchas casas religiosas
en Gallerus, Kilmalchedor, Brandon Hill y en las islas
Blasquet, con el fin de satisfacer los deseos de aquellos
que buscaban la guía espiritual de San Brendan.
Una vez instituida la Sede de Ardfert, San Brendan
se trasladó a Thomond, donde alrededor de 550
fundó un monasterio en Inis-da-druim (hoy isla
de Coney, condado de Clare), en la actual parroquia
de Killadysert. Viajó a Gales y de allí
a Iona, habiendo dejado en Kilbrandon (cerca de Oban)
y Kilbrennan Sound las huellas de su celo apostólico.
Después de su misión de tres años
en Gran Bretaña, regresó a Irlanda,
donde siguió trabajando en varias partes de
Leinster, especialmente en Dysart (Condado de Kilkenny),
Killiney (Tubberboe) y Brandon Hill. Fundó
las Sedes de Ardfert y de Annaghdowny, erigió
iglesias en Inchiquin, condado de Galway y en Inishglora,
condado de Mayo. Su fundación más célebre
fue Clonfert, en 557, nombrando a San Moinenn como
Prior y director. San Brendan fue enterrado en Clonfert
y su festividad se celebra el 16 de mayo.
El viaje de San Brendan.
El viaje de San Brendan
San Brendan pertenece al glorioso período
de la historia de Irlanda en el que la isla, recién
convertida al Cristianismo, envió a sus primeros
mensajeros de la Fe hacia el continente y a los pueblos
del mar. Por lo tanto, quizás es posible que
las leyendas que circulaban en el siglo IX y escritas
a partir del siglo XI, tuvieran como base el viaje
por mar cuyo destino no puede ser precisado. Estas
aventuras fueron llamadas "Navigatio Brendani",
el viaje o el errar de San Brendan, aunque no existe
ninguna prueba histórica de tal viaje. Se dice
que Brendan partió en busca del mítico
Paraíso en compañía de unos monjes,
cuyo número varía de los 18 a los 150.
Después de un largo viaje de siete años
alcanzaron la "Terra Repromissionis" o el
Paraíso, la tierra más hermosa con la
vegetación más frondosa. La narración
ofrece un amplio abanico interpretativo de la posición
geográfica de esta tierra, así como
del escenario de la leyenda de San Brendan. En una
carta marítima de Cataluña (1375) es
ubicada no muy lejos del oeste meridional de Irlanda.
Sin embargo, en otras cartas se identifica con las
"Islas Afortunadas" de los antiguos y se
coloca hacia el sur. Así, en el mapamundi de
Herford se sitúa entre las Islas Canarias (principios
del siglo XIV) y es sustituida por la isla de Madeira
en la carta de Pizzigani (1367), en la carta de Weimar
(1424), y en la carta de Beccario (1435). A medida
que aumentó el conocimiento de esta zona se
pensó en un lugar más allá del
océano. En el globo de Martin Behaim se encuentra
a 60 grados al oeste del primer meridiano y muy cerca
del Ecuador. Los habitantes de Hierro, Gomera, Madeira
y de las Azores afirmaron a Colón que a menudo
veían la isla y lo continuaron aseverando hasta
mucho después. A finales del siglo XVI el fracaso
en encontrar la isla llevó a los cartógrafos
Apianus y Ortelius a situarla una vez más en
el océano al oeste de Irlanda.
Finalmente, a principios del siglo XIX, la creencia
en la existencia de la isla fue completamente abandonada.
Pero pronto surgió una nueva teoría
sostenido por aquellos investigadores que reclamaban
para Irlanda la gloria del descubrimiento de América,
a saber, MacCarthy, Rafn, Beamish, O'Hanlon, Beauvois,
Gafarel, etc. Todo esto, en detrimento de los hombres
del norte que habían descubierto una región
al sur de Vinland y la Bahía de Chesapeake
llamada "Hvitramamaland" (Tierra de los
Hombres Blancos) o "Irland ed mikla" (Gran
Irlanda) y de la tradición de los indios de
Shawano (Shawnee) que afirmaban que antiguamente Florida
fue habitada por una tribu blanca que disponía
de instrumentos de hierro. Como el propio Brendan
señala, sólo visitando el continente
occidental, podría haber llegado a conocer
los extraños animales y plantas descritos en
la leyenda. Aunque por otro lado, pronto se dudó
del valor narrativo de la historia del descubrimiento.
Honorio de Augsburgo declaró que la isla había
desaparecido, Vincent de Beauvais negó la veracidad
de todo el peregrinaje y los Bolandistas no lo reconocieron.
Los geógrafos Alexander von Humboldt, Peschel,
Ruge y Kretschmer catalogaron la historia entre las
leyendas geográficas, de interés para
la historia de la civilización pero no para
ser consideradas seriamente desde el punto de vista
de la geografía. La narración más
antigua de la leyenda es en latín, "Navigatio
Sancti Brendani" y pertenece al siglo X o XI.
La primera traducción al francés data
de 1125 y desde el siglo XIII la leyenda aparece en
las literaturas de los Países Bajos, Alemania
e Inglaterra. Hardy ofrece una lista de los numerosos
manuscritos en "Descriptive Catalogue of Materials
Relating to the History of Great Britain and Ireland"
(Londres, 1862), I, sqq 159. Han sido publicadas ediciones
por Jubinal, "La Legende latine de S. Brandaines
avec une traduction inedite en prose et en poésie
romanes" (París, 1836); Wright, "St.
Brandan, a Medieval Legend of the Sea, in English
Verse, and Prose" (Londres, 1844); C. Schroder,
"Sanct Brandan, ein latinischer und drei deutsche
Texte" (Erlangen, 1871); Brill, "Van Sinte
Brandane" (Gronningen, 1871); Francisque Michel,
"Les Voyages merveilleux de Saint Brandan a la
recherche du paradis terrestre" (París,
1878); Fr. Novati, "La Navigatio Sancti Brandani
in antico Veneziano" (Bérgamo, 1892);
E. Bonebakker, "Van Sente Brandane" (Amsterdam,
1894); Carl Wahland ofrece una variada relación
de literatura sobre el tema y sobre la antigua traducción
francesa en prosa en "Brendan's voyage"
(Upsala, 1900), XXXVI-XC.
Notas:
Beamish, The Discovery of America (1881), 210-211;
O'Hanlon, Lives of the Irish Saints (Dublin, 1875),
V, 389; Peschel, Abhandlungen zur Erd- und Volkerkunde
(Leipzig, 1877), I, 20-28; Gaffarel, Les Votages de
Saint Brandan et des Papœ dans l'Atlantique au
moyen age in Bulletin de la Societé de Géographie
de Rochefort (1880-1881), II, 5; Ruge, Geschichte
des Zeitalters der Entdeckungen (Leipzig, 1881); Schirmer,
Zur Brendanus Legende (Leipzig, 1888); Zimmer, Keltische
Beiträge in Zeitschrift für deutsches Altertum
und deutsche Litteratur (1888-89), 33; Idem, Die frühesten
Berührungen der Iren mit den Nordgermanen in
Berichte der Akademie der Wissenschaft (Berlin, 1891);
Kretschmer, Die Entdeckung Amerikas (Berlin, 1892,
Calmund, 1902), 186-195; Brittain, The History of
North America (Philadelphia, 1907), I, 10; Rafn, Ant.
Amer., XXXVII, and 447-450; Avezac, Les Iles fantastiques
de l'océan occidental in Nouv. An. des voyages
et de science geogr., (1845), I, 293; MacCarthy, The
voyage of St. Brendan, in Dublin University Magazine
(Jan. 1848), 89 sqq.
Autotr: W.H. Grattan Flood
Traducción: Francisco M. Moreno del Valle