Leyendas
(59). Leyenda de San Eloy (Patrón de orfebres y herreros)
Padul Cofrade
Investigación. Leyendas
Padul, 8 de julio de 2020
Leyenda
de San Eloy (Patrón de orfebres y herreros)
San
Eloy era aprendiz de cerrajero. Pequeño
y débil físicamente, su patrón
no le hacía trabajar apenas, por miedo
a que se malograra su crecimiento.
Así, pasaba más
horas rezando y meditando que dándole
al martillo, por lo que todos sus compañeros
le consideraban poco menos que inútil.
Hubo una temporada de mucho
trabajo en la cerrajería, y los operarios
tenían que trabajar más de la
cuenta, haciendo horas después de la
jornada. En cuanto al patrón, llevaba
ya cuatro días sin acostarse, trabajando
incesantemente.
Iban terminando los trabajos
más urgentes; pero aun así, llovían
nuevos encargos que hacían imposible
el descanso.
Eloy pedía en vano a
su patrón que le dejara trabajar como
a los demás, asegurándole que
no sólo sabía hacerlo, sino que
tenía fuerza suficiente para ello. E1
dueño no quería ni oír
hablar de tal cosa, y para lo único que
se utilizaban sus servicios era para darle al
fuelle o sostener el hierro con las tenazas
cuando lo sacaban del fuego y había que
moldearlo.
Llegó una noche en que el patrón
estaba ya rendido de sueño y de cansancio,
y quedóse dormido.
Eloy sabía que había
necesidad urgente de entregar al día
siguiente una baranda de hierro para la morada
de un gran señor de la localidad.
Sin decir nada al patrón,
Eloy se puso a trabajar en la baranda él
solo.
San Eloy.
El dueño, con la angustia
del trabajo que había dejado sin hacer, despertó
sobresaltado y fuése al taller. Al llegar, quedóse
pasmado.
Eloy, el aprendiz, estaba haciendo las barandas sin
más fuego ni herramientas que sus propias manos.
Con el índice hacía el agujero en el
travesaño, metía en él un barrote,
y luego, con un ligero golpe de su mano, lo remachaba.
E1 patrón, en silencio, tal como había
venido, se marchó del taller, y volviéndose
a su habitación, se arrodilló para rezar,
convencido de que había contemplado un milagro.
San Eloy, Herrero
Dice la leyenda que san Eloy, que era el más
humilde de los hombres, tenía, no obstante,
una gran vanidad por lo que se refería a su
profesión de herrero. Poseía un taller
montado con todos los perfeccionamientos, y tenía
asimismo la pretensión de que en él
se hacían las mejores herraduras del reino.
Siempre, cuando hacía una herradura, la mostraba
a todos y decía que nadie era capaz de hacerla
con tanta perfección.
Dios, que le había colmado con tantas virtudes,
no quiso que alimentara por más tiempo aquel
gran defecto, y le dio la siguiente lección:
Eloy tenía en la puerta de su herrería
un letrero que aseguraba que él era el mejor
herrero de la comarca. Un día se presentó
en la herrería un hombre que, después
de leer el letrero, preguntó por el amo de
la fragua.
Salió Eloy y preguntó al hombre qué
deseaba. Díjole éste que ya podía
quitar aquel letrero, porque acababa de llegar a la
comarca un herrero que trabajaba mucho mejor que él.
Eloy se rió primero y se indignó después.
Preguntó al forastero quién era aquel
que aseguraba que era capaz de trabajar mejor que
él.
El hombre descolgó el letrero, lo puso en
un rincón y dijo que el herrador capaz de hacer
una herradura mucho mejor que él, y además
sin molestar al caballo en lo más mínimo,
era él mismo. Eloy, ofendido en su amor propio,
contestó que no bastaba con decir las cosas:
había que demostrarlas.
En aquel momento llegó a la herrería
otro hombre que traía un caballo al que había
que herrar.
El primero, tal vez pensando que nunca mejor ocasión
que aquélla para demostrar lo que había
dicho, pidió a san Eloy que le dejara a él
herrar aquel caballo.
El dueño no quería, en principio, pues
aseguraba que su caballo era muy rebelde y que no
toleraría otras manos que las de Eloy, a quien
estaba acostumbrado.
Eloy, satisfecho con la contestación de su
parroquiano, iba a coger el caballo, cuando el forastero
se interpuso y aseguró que sería él
quien herrara el caballo.
En el acto, y sin que ninguno de los presentes se
atreviera a oponerse a ello, el hombre aserró
la pata del animal sin que éste diera señales
de sentirse lastimado. Eloy y el dueño del
caballo quedaron mudos de asombro. El forastero herró
tranquilamente la pata cortada del caballo y, cuando
hubo terminado, se acercó al animal y, colocándole
el pedazo de pata con el casco herrado, lo pegó
con toda perfección.
Hecho esto, saludó cortésmente a Eloy,
y se alejó tan tranquilo.
Éste meditó un buen rato sobre el suceso,
y comprendió la lección que Dios había
querido darle por su vanidad.
Autor: Vicente García de Diego (Leyendas
de España)
Escenas de la vida de san Eloy
Escenas de la vida de san Eloy
Escenas de la vida de san
Eloy
San Eloy, patrón de
los orfebres y herreros
San Eloy o Eligio (588-ca.660) antes de ser nombrado
obispo de Noyon en el 641 fue un afamado orfebre francés
del siglo VII que elaboró dos tronos para el
rey Clotario II con el oro destinado para uno solo
y esta virtud le valió el puesto de platero
del rey y posteriormente tesorero de Dagoberto I.
Nombrado Obispo de Noyon hacia el año el año
640, nunca iba a la corte de Dagoberto sin haber orado
siendo seguido por un cortejo de pobres. Fundador
del monasterio de Solignac contribuyó a afianzar
las creencias cristianas.
Es famoso por ser el santo patrón de plateros,
orfebres, joyeros, herreros, metalúrgicos y
numismáticos. Se festeja el 1 de diciembre.
Antes de detenernos en algunos de sus legendarios
milagros hagamos un pequeño recorrido por su
tratamiento en el arte, como en el magnífico
cuadro de San Eloy (1449) del pintor flamenco Petrus
Christus conservado en el Museo Metropolitano de Arte
de Nueva York.
La tabla representa a una pareja de clientes burgueses
y ricamente ataviados y a san Eligio pesando el oro
en una balanza para confeccionar un anillo de boda.
A la izquierda de la tabla se aprecia un ceñidor
o cinturón propio de las ceremonias nupciales.
En los estantes del fondo podemos ver objetos relacionados
con su profesión de orfebre (cuentas, coral,
perlas, anillos, piedras preciosas, etc.) junto a
otros elementos, como el tarro de cristal con tapa
de oro rematada por un pequeño pelícano.
El motivo del pelícano que se perfora el pecho
con el pico para alimentar a sus crías con
su propia sangre es símbolo del sacrificio
de Jesucristo, propio de los recipientes que fabricaban
los orfebres para guardar las hostias.
Sobre la mesa podemos apreciar el espejo-espía
de seguridad que apunta a la calle como elemento de
vigilancia.
El cuadro está firmado y fechado en el borde
de la mesa con la siguiente inscripción: m
petr xpi me. . fecit. aº 1449 (magister Petrus
Christi me fecit anno 1449), seguida por el emblema
del artista.
Otro ejemplo de san Eloy trabajando en orfebrería
es este cuadro del artista gráfico suizo Niklaus
Manuel (Berna, ca. 1484-ca. Berna 1530).
Milagros de san Eloy
La leyenda cuenta del san Eloy herrero que debía
herrar a un caballo que estaba poseído por
el demonio y no cesaba de dar coces. Para realizar
su tarea con mayor facilidad le corto la pata delantera
y la herró sobre el yunque, volviéndosela
a colocar al animal milagrosamente. La leyenda debió
de nacer al poco tiempo de la muerte del santo, ya
que la práctica de herrar caballos no se generalizó
en Occidente hasta el siglo XI y san Eloy vivió
en el siglo VII.
En la escena san Eloy tiene a su izquierda a san
Antonio el Ermitaño y a san Sebastián
a su derecha, obra del suizo Hans Leu, el Viejo (ca.
1460 - ca.1507).
Otro milagro atribuido a san
Eloy
Debido a su complexión debil y pequeño
físicamente, el aprendiz de cerrajero siempre
trabajaba mucho más lentamente que sus compañeros.
En una temporada de mucho trabajo en la cerrajería
el patrón estaba desbordado por los encargos.
Eloy pedía en vano que le dejaran trabajar
como los demás, pues se veía con la
fuerza suficiente. Ante la urgencia de entregar al
día siguiente unas barandas de hierro, el joven
Eloy se puso a hacer las barandas sin más fuego
y herramientas que sus manos. Ante el pasmo de los
demás vieron que con el dedo índice
hacía el agujero en el travesaño, metía
en él un barrote y con un ligero golpe de mano
lo remachaba.
Un interesante y hermoso tríptico conservado
en la capilla de Nuestra Señora de la Visitación
en la ciudad francesa de Crocq, datado alrededor de
1530, representa escenas de la vida del santo divididas
en cinco grandes temas.
Las dos primeras escenas se refieren a la concepción
de Eloy tras el sueño de su madre donde se
le aparecía un águila anunciando la
llegada al mundo de su hijo.
El segundo tema alude a su oficio de orfebre y a la
presentación de sus trabajos al rey Clotario.
En la siguiente escena vemos a san Eloy ejerciendo
obras de caridad y atendiendo a los enfermos.
Las dos últimas escenas recogen la proclamación
de Eloy como obispo de Noyon y el traslado de sus
restos por un cortejo de religiosos a los que siguen
personajes burgueses mientras que los pobres y enfermos
quedan en segundo plano.
El artista quiso destacar los acontecimientos más
importantes de la vida de San Eloy diseñando
un tríptico particularmente interesante desde
el punto de vista de la composición y de la
técnica al usar pintura de aceite mezclándola
con otros elementos. Restaurado en 1957 el tríptico
se expuso en la iglesia de san Eloy de Crock, pero
debido a las malas condiciones de humedad de la iglesia
se trasladó a la catedral de Notre Dame de
la Visitación en 1996 tras nuevos trabajos
de restauración.
La vida de san Eloy fue escrita por su fiel amigo
y compañero, el también obispo san Audeno,
del que expongo la portada de su traducción
al español por Francisco de Balderrábano
en 1640, junto a la escena del ofrecimiento del trono
de oro al rey Clotario en una vidriera de la comuna
francesa de Lain en el departamento de Yonne.
Para finalizar reproduzco un grabado de san Eloy
del linaje de impresores catalanes Abadal (siglo XVII)
donde se observan exvotos en la parte superior entendidos
como expresión de las curaciones que obró
el obispo, junto a unos gozos populares o 'goigs'
en honor del santo.