Leyendas
(62). Leyenda de San Isidoro de Sevilla (León)
Padul Cofrade
Investigación. Leyendas
Padul, 11 de julio de 2020
Leyenda
de San Isidoro de Sevilla (León)
Se
dice que, cuando había mucha enfermedad,
la gente llevó el cuerpo de San Isidoro
en una procesión a un pueblo que se llama
Trobajo del Camino, cerca de León. Todas
las personas que llevaban el cuerpo anduvieron
descalzas y cantaron himnos, para conducir la
enfermedad afuera. Entonces, el cuerpo pesó
mucho, y la gente no podía transportar
ni levantar el cuerpo.
El Rey de León se enojó
mucho y dijo que ellos deberían construir
una iglesia sobre los restos. Finalmente, la
Reina suplicó a San Isidoro, y él
les permitió algunos niños a devolver
los restos a León, donde la gente erigió
una capilla.
San Isidoro de Sevilla.
El hallazgo
del cuerpo incorrupto de San Isidoro
Cuando ocupó el trono de Sevilla
a la muerte de su padre, el rey Almotamid estableció
un tratado con Fernando I, rey de Castilla y León,
manteniendo una excelente relación con el mismo,
al que colmaba de lujosos regalos y presentes.
En cierta ocasión, el rey Fernando
comunicó a Almotamid su deseo de recuperar las
reliquias de las santas Justa y Rufina, que suponía
sepultadas en algún antiguo templo visigodo. Como
el rey sevillano desconocía el emplazamiento de
tales restos, contestó a Fernando que enviara personas
que fueran capaces de encontrarlos, que él les
facilitaría la labor con todos los medios a su
alcance.
De esta manera, llegó a Sevilla
una comitiva encabezada por el obispo de León,
de nombre Alvito, al que en su época se tenía
tanto por sabio como por santo. El rey Almotamid cumplió
su palabra y alojó cumplidamente a los invitados
en el Palacio de la Barqueta (hoy Monasterio de San Clemente).
Tras un año entero de infructuosas
pesquisas por todos los templos visigodos de la ciudad,
Alvito se dio por vencido y comunicó a Almotamid
su próxima partida. Sin embargo, la noche antes
de su marcha se le apareció en sueños un
hombre vestido con blanca túnica y tocado con mitra
de obispo que afirmó ser San Isidoro, (obispo de
Sevilla durante treinta y ocho años, considerado
el mayor erudito de su época), y que, como premio
a su piedad y perseverancia, le comunicaría el
lugar donde reposaba su cuerpo. Así lo hizo, pero,
antes de desaparecer, también le dijo que no podría
concluir su misión, ya que fallecería en
el plazo de tres días.
Al día siguiente, el obispo Alvito
comunicó a sus acompañantes y al rey Almotamid
lo sucedido, y todos juntos se dirigieron a la vecina
localidad de Santiponce. En el lugar exacto donde la aparición
indicó encontraron una losa, bajo la cual se encontró
un féretro con el cuerpo incorrupto de San Isidoro.
Posteriormente, sobre ese mismo lugar se levantaría
en su honor el Monasterio de San Isidoro del Campo.
Mientras se preparaba el cuerpo para su traslado, el resto
de la profecía también se cumplió.
El pío obispo Alvito fallecía al tercer
día de la aparición.
Se cuenta que el rey Almotamid quedó
muy afectado con estos hechos, despidiendo los restos
de ambos santos hombres con todos los honores cuando salieron
por la puerta de la Macarena en dirección a León.
Autor: José María de
Mena (Tradiciones y leyendas)
San Isidoro,
el desconocido patrón del Reino de León
La iglesia celebró este 25 de
abril la fiesta de San Isidoro. Como se sabe, se considera
este día, por ser el del paso de esta vida a la
vida verdadera; el día del “tránsito”.
De ello se deduce que Isidoro murió el día
25 de abril, en concreto, del año 636.
San Isidoro de Sevilla
No vamos a entrar, en esta breve aproximación a
quien ha sido denominado “el más santo de
los sabios y el más sabio de los santos”,
en otros detalles de su nacimiento (Cartagena o Sevilla),
en su obra (verdaderamente enciclopédica), ni siquiera
en su importancia decisiva, en los concilios cuarto y
quinto de Toledo, para conseguir la conversión
de los visigodos arrianos a la doctrina católica.
En aras de una necesaria brevedad, señalaremos
algunos aspectos, comenzando por su propia muerte y enterramiento.
San Isidoro de Sevilla.
San Isidoro fallece, como hemos dicho,
el día 25 de abril, después de haber llevado
a cabo una ceremonia de penitencia pública. Tras
despojare de los atributos de su condición, ordenó
ser vestido de saco y que su cabeza fuera cubierta de
ceniza. De este modo, ante el pueblo de Dios, congregado
en la catedral, significaba que, así como había
llegado a este mundo desprovisto de toda dignidad, así
pretendía despedirse de él; al mismo tiempo
que pedía, públicamente, perdón por
los males que hubiera podido causar a sus semejantes y
en su relación con la divinidad. Posteriormente
sería enterrado en Santiponce donde nuestro Guzmán
el Bueno, probablemente monaguillo en la Basílica
puesto que habitaba muy cerca, en su niñez, fundaría
un monasterio y donde está el mismo enterrado al
lado de su mujer doña María Alonso Coronel.
San Isidoro
Fotografía: Martínezld
Esta ceremonia de humillación
ante la partida al más allá, bien a pesar
de que sus restos (y nos expresamos así puesto
que sería canonizado más tarde) aún
no habían llegado a León, sería imitada
tres siglos más tarde por nuestro grandísimo
rey, Ramiro II, el Invicto, en la, hoy, humilde iglesia
de San Salvador de Palat del Rey, que se encontraba anexa
a su palacio real y que el monarca, vencedor, nada menos
que del Califa de Córdoba Abderramán III,
en Simancas (939), la más grande e importante batalla
del periodo que conocemos como Reconquista, había
cedido a su hija Elvira que había entrado en religión
(otras hay que tienen más de leyenda que de realidad).
El hecho de la penitencia pública de este gran
rey ocurrió el mes de enero del año 951.
San Isidoro
Corriendo los tiempos, otro rey leonés, Fernando
I (el marido de la reina Sancha, hermana del rey Bermudo
III), apenas dos años después de la llegada
del gran Santo Isidoro a León (año 1063,
entregaría su alma al Creador, en las mismas condiciones,
y en la propia Basílica dedicada, hasta la llegada
de San Isidoro, a San Juan Bautista y a San Pelayo, el
niño martirizado en Córdoba y que había
sido permutado por su tío Hermogio, obispo de Tuy.
Pero, ¿por
qué esta presencia de San Isidoro entre nosotros?
Muchas leyendas se cuentan sobre el particular,
que intentaremos resumir en este breve. Sancha y Fernando
gobiernan en León, reino que se ha convertido en
el más importante y poderoso de la Península.
Hasta tal punto que el resto de los reinos, o le solicitan
apoyo o le pagan tributos; así, por solo citar
algunos, Toledo, Badajoz, Sevilla o Denia (que envía
el cáliz que terminará siendo, tras su embellecimiento
con las propias joyas de la infanta, el que conocemos
bajo el apelativo de “Cáliz de Doña
Urraca”, y que tiene bastantes argumentos para poder
ser considerado como el de la Última Cena).
En esas circunstancias y constatando
la enorme importancia que, en aquel momento, tenían
las reliquias, los reyes pretenden convertir a la urbe
regia, también en ese aspecto, en un espejo en
el que el resto de ciudades deberían mirarse.
Conociendo la existencia de este gran
sabio y santo a la vez, enterrado en Sevilla, se preparó
una delegación cuyo encargo era el de traerse las
reliquias de Isidoro a la corte. Dicha delegación
iba encabezada por el obispo Alvito de León y el
obispo Ordoño de Astorga. La protección
civil, por decirlo de algún modo, había
sido confiada al conde Munio Muñiz, uno de los
personajes más influyentes y poderosos de la corte
leonesa en aquellos años; era propietario del Castillo
de Ulver (a partir del siglo XIV pasará a denominarse
Cornatel) así como de otras muchas posesiones,
especialmente, en El Bierzo. Según don Antonio
Viñayo, iba a la cabeza de un nutrido cuerpo de
ejército compuesto por no menos de 700 soldados.
Fotografía: Martínezld
No pretenderemos describir ahora, ni
siquiera entrar en la polémica de si los leoneses
iban o no a buscar los cuerpos de las santas Justa y Rufina
(quizás en otro artículo), pero lo cierto
es que los restos que se traen a León (y seguramente
los que se pretendía traer desde el inicio) son
los del Señor San Isidoro que entran en triunfo,
en la urbe regia, el día 21 de diciembre del año
del Señor de 1063, en solemnísima procesión,
encabezada por la familia real al completo y en la que
participaban no menos de 8 obispos, varios abades, grandes
señores, etc. Y en medio de grandes manifestaciones
y milagros como la curación de un ciego de nacimiento.
De inmediato, el santo será considerado
Patrono del Reino de León (puesto que el anterior,
Santiago, pasaría a serlo de España) y en
calidad de tal se presentará en la noche previa
al 25 de julio de 1147, al Emperador Alfonso VII de León,
en un momento de gran dificultad cuando este pretende
conquistar Baeza, camino de Almería.
Conquistada la ciudad ese día
citado, se instituye, por consejo del Emperador una “confraternitas”
de caballeros que, con los cambios que imponen los tiempos,
aún continua en nuestros días. Es la Muy
Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso
Pendón de San Isidoro o Pendón de Baeza,
enseña que goza de honores de Capitán General
de las Fuerzas Armadas.
San Isidoro
Fotografía: Martínezld
Mas, no acaban aquí, naturalmente,
las intervenciones de nuestro santo; precisamente en el
día de hoy, último domingo de abril, debería
haber tenido lugar la tradicional y varias veces centenaria
ceremonia de Las Cabezadas, en la que se debate, entre
Cabildo y Corregimiento, la obligatoriedad o no de la
entrega de una serie de ofrendas al santo por su intervención
durante una gran sequía habida en tiempos de Fernando
II, hijo de ese emperador arriba citado. No hubiera estado
de más que, también en esta pandemia, se
hubiera, solemnemente, solicitado la intervención
de Santo… ¿Quién puede imaginar lo
que habría acontecido? A lo mejor teníamos
que haber establecido una nueva tradición…
Algunos años más tarde,
ante la amenaza de una incipiente ceguera del infante
Alfonso (el que convocaría más tarde las
primeras cortes con representación popular), se
recoge también la intervención milagrosa
del Santo, pues curó al niño con el agua
que había brotado de los escalones del presbiterio
de la Basílica.
Un apunte aún, para terminar;
San Isidoro, además de ser patrono de varias entidades
y corporaciones (también de internet, según
determinara San Juan Pablo II el 22 de agosto de 2017)
lo es asimismo de la Universidad de León, institución
que, tras no muchos avatares se consiguió asentar
donde, seguramente, hubiera debido estar varios siglos
antes, si no hubiera sido por los afanes descentralizadores
de nuestros reyes; algo que hoy, por los resultados constatados,
casi podemos afirmar que no fue un gran acierto…
aunque tuvieran otros muchos, ¡cómo negarlo!