"Existía por el s. XIII un cadí o alcaide que gobernaba la fortaleza de Rus y tenía un hijo adolescente que gustaba de la cacería. Éste quedó ciego por meterse su caballo en unos matorrales persiguiendo a una pieza de caza y rasgarse los ojos con una zarza. El muchacho, pese a su ceguera, era un amante de la caza y salía a menudo acompañado de sus picadores y sabuesos. Cierto día de septiembre cansado y sudoroso, se sentó a descansar en una hombría mientras sus monteros continuaban con la cacería. De pronto sintió que una mano suave le tocaba ambos párpados a la vez que una dulce voz le animaba a abrir los ojos. Así lo hizo y se encontró frente a una hermosa señora rodeada de luz y tamizada de tonos azules, rosados y blancos. El morito le agradeció la merced y se ofreció a servirla con humildad. Ésta le reveló que en aquel lugar yacía enterrada una imagen suya y su deseo era que la desenterrara y colocara en un lugar decoroso. El mocito le contó a su padre lo sucedido y éste ordenó el destierro. Procedieron a cavar y en el lugar que encontraron la imagen brotó un agua clara, fresca y saludable. El alcaide dispuso la construcción de una ermita formando el altar mayor sobre el nacimiento de la fuente y en el lugar del destierro se colocó la imagen que tanto moros como cristianos veneraron con fe y pleitesía".

La romería de La Yedra se celebra todos los años en torno al 7 de septiembre.