En Canarias, los primeros belenes comienzan a representarse
a principios del s. XVIII, fruto del frecuente e
intenso contacto de las islas con el exterior, especialmente
con las repúblicas italianas.
En 1806, Juan Primo de la Guerra describe en su “Diario” en
belén en Santa Cruz:
“Anoche he estado en la parroquia del Pilar
a la hora de la función. En la capilla colateral
a la derecha se halla formado el Nacimiento por un
gusto algo extraordinario, porque el portal se descubre
sobre una montaña a larga distancia, y todo
lo restante de la capilla representa un campo en
que hay pastores y cabañas y un salto de agua
que corre por el medio de la campiña. Supongo
que lo habrá hecho el pintor don Miguel Arroyo”.
Como ocurrió en
el resto de España, son las iglesias, conventos y
los hogares de la alta burguesía isleña los
primeros en contar con belenes; y puesto que La Laguna fue
residencia habitual de conquistadores, hacendados, comerciantes,...
y sede de numerosas iglesias y conventos, es una de las ciudades
tinerfeñas que cuenta con mayor tradición en
la elaboración de belenes, denominados preferiblemente
por sus habitantes “nacimientos”, en clara alusión
al tema principal que evocan.
Desde entonces y hasta la actualidad, los laguneros se han
afanado en construir nacimientos cada vez más elaborados,
adquiriendo o confeccionado figuras para ampliarlos paulatinamente,
e incluso se han adquirido belenes completos. En estas páginas
queremos dejar constancia de algunos de los nacimientos más
antiguos en nuestra Ciudad y de los artesanos de cuyas manos
nacieron muchas de las figuras que los integran.