“A unos 7 kilómetros
de Jerusalén, la población de Ain Karim
recuerda la patria de Juan el Bautista. (...) Aquí
vivían la prima de María, Isabel y Zacarias,
padres de San Juan Bautista”[1].
Ain Karin significa “Fuente del viñedo”[2].
La Sagrada Escritura dice de estos dos israelitas,
los padres del Precursor del Verbo Encarnado: Ambos
eran justos delante de Dios, siguiendo todos los mandamientos
y justificaciones del Señor de manera irreprensible
(Lc 1,6).
En esta ciudad se encuentran dos Iglesias: La Iglesia
de “San Juan Bautista”, donde según
la tradición fue la casa natal del Precursor
del Mesías y la Iglesia “de la Visitación”
o “del Magníficat”,
donde Santa Isabel se encontró con su parienta,
la Santísima Virgen María.
La “Iglesia
de San Juan Bautista”
Esta Iglesia está precedida por un amplio patio,
en cuyo muro de la izquierda, en una serie de placas
de cerámica, puede leerse en varios idiomas,
el canto del “Benedictus”:
Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu
Santo, y profetizó diciendo:
Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado
y redimido a su pueblo, y nos ha suscitado una fuerza
salvadora en la casa de David, su siervo, como había
prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos
profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos
y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo
misericordia a nuestros padres y recordando su santa
alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro
padre, de concedernos que, libres de manos enemigas,
podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante
de él todos nuestros días.
Y tú, niño, serás llamado profeta
del Altísimo, pues irás delante del Señor
para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento
de salvación por el perdón de sus pecados,
por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,
que harán que nos visite una Luz de la altura,
a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras
de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la
paz (Lc 1,67-79).
La Iglesia de “San Juan Bautista” “está
construida en el lugar tradicional de la casa de Zacarías
e Isabel”[3]. Fue construida por los Cruzados
y restaurada por los Franciscanos en el año 1.675.
En la capilla situada al fondo de la nave norte hay
una gruta que se cree fue parte de la casa de los padres
del mayor de los profetas y debajo del altar “puede
leerse una inscripción latina, que traducida
dice así: ‘Aquí nació el
Precursor del Señor’”[4]:
Y a Isabel le llegó el tiempo de su alumbramiento,
y dio a luz un hijo, Oyeron sus vecinos y parientes
que el Señor le había hecho gran misericordia,
y se congratulaban con ella (Lc 1,57-58). El nacimiento
de San Juan Bautista fue acompañados por hechos
extraordinarios que se divulgaban por toda la montaña
de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los
que las oían las grababan en su corazón,
diciendo: Pues ¿qué será este niño?
Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con
él (Lc 1, 65b-66).
Los muros de la Iglesia están recubierto de
“azulejos de Manises” (España),
traído durante el reinado de Isabel II. Los lienzos
que decoran los muros son pinturas españolas
de distintas escuelas. Sobresale el cuadro representando
la degollación de San Juan Bautista de Ribalta,
encima de la sacristía. Al fondo de la sacristía
hay también una exposición de objetos
religiosos de distinto valor, procedentes de España[5],
La “Iglesia
de la Visitación”
El patio de esta Iglesia está limpio y cuidado
como todos los lugares atendidos por los Franciscanos.
No faltan flores. Y en el muro de la derecha se encuentra
materializado por el “Magnificat”,
escrita en varios idiomas[6], la oración que
pronunció la Santísima Virgen al encontrarse
con su prima Santa Isabel:
Y dijo María:
Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu
se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos
en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas
las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso,
Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación
en generación a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó
a los que son soberbios en su propio corazón.
Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó
a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes y despidió
a los ricos sin nada.
Acogió a Israel, su siervo, acordándose
de la misericordia como había anunciado a nuestros
padres en favor de Abraham y de su linaje por los siglos
(Lc 1,46-55).
En este lugar hay dos Iglesias superpuestas. Desde
el patio se entra en la capilla inferior o cripta detrás
del pórtico oriental. Los frescos representan
el encuentro de María e Isabel, Zacarías
ofreciendo incienso en el Templo de Jerusalén,
y en la derecha, Isabel escondiendo al niño para
librarla de la muerte decretada por Herodes.
A la izquierda de la entrada al patio, hay una escalera
hasta la Iglesia superior. Está construida sobre
la Iglesia cruzada. Los motivos del muro de la derecha
representan, de adelante hacia atrás de la Iglesia,
el Concilio de Éfeso donde se proclamó
el dogma de la Maternidad Divina:
“Si alguno no confiesa que Dios es verdaderamente
el Emmanuel, y que por eso la Santa Virgen es Madre
de Dios, pues dio a luz según la carne al Verbo
de Dios hecho carne sea anatema”[7].
Se encuentra también a “María Refugio
nuestro haciendo de Mediadora en las Bodas de Caná,
María Socorro de los Cristianos en la Batalla
de Lepanto y Duns Scotto defendiendo la Inmaculada Concepción
de la Virgen”[8].
El sacerdote Franciscano Duns Scotto ha escrito esta
bellísima poesía:
“Si pues con eterno aviso
Dios quiso hacer cuanto pudo
y pudo hacer cuando quiso;
luego que sea es preciso
esta Virgen escogida
para Madre, preferida
en todo, siendo en su estado
concebida sin pecado
y con sangre redimida.
esta niña celestial
de los cielos escogida
es la sola concebida
sin pecado original”[9].
En la cripta de la Iglesia “de la Visitación”
se conserva “un pozo y sobre la pared meridional
una roca, que según los apócrifos, ocultó
al niño Juan el Bautista, para librarle de la
persecución de Herodes, el Grande al ordenar
éste la degollación de los inocentes en
Belén”[10].
“La Iglesia superior (...) conmemora el encuentro
de María e Isabel (...) La respuesta de María,
el Magníficat, está reproducida en varias
lenguas en la explanada enfrente de la Basílica”[11].
Según Florentino Diez estos dos lugares, estas
dos Iglesias recuerdan dos misterios, que se quieren
resaltar igualmente; el nacimiento del Precursor de
Salvador y la visita de María Santísima[12].
El Evangelista de la Santísima Virgen nos trae
las citas, con las cuales podemos meditar sobre estos
misterios bíblicos:
Ain Karem
San Lucas 1,5-25: Anuncio del nacimiento de San Juan
Bautista.
San Lucas 1, 39-56: Visitación de María
a Isabel: “MAGNIFICAT”
San Lucas 1, 57-80: Nacimiento de San Juan Bautista.
“BENEDICTUS”.
Río
Jordán
“El nombre Jordán deriva de la raíz
“yarad” “descender”, de ahí
la expresión: “ha-yardén”,
empleada 177 veces en la Biblia, equivaldría
a “el que desciende”, desde la falda del
Hermón, el Monte más alto de Medio Oriente,
hasta las profundidades del Mar Muerto, que es el punto
más bajo de la tierra”[13].
El Jordán es el Río Bíblico por
excelencia. Está citado 179 veces en el Antiguo
Testamento y solamente 15 veces en el Nuevo Testamento.
Es un Río Sagrado pues por allí pasaron
los Patriarcas del Pueblo de Israel: Abraham y Jacob
con sus familias cuando vinieron de Caldea, luego los
descendientes del aquellos que fueron rescatados de
Egipto, quienes fueron conducidos por Moisés
y pasaron el río de la mano de Josué y
Caleb.
El Río Jordán nos hace recordar el Bautismo
de Jesús, con el cual inició su Vida pública.
Quisiera transcribirles las citas bíblicas de
este acontecimiento:
El Bautismo del Verbo Encarnado
Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea
al Jordán donde Juan, para ser bautizado por
él.
Pero Juan trataba de impedírselo diciéndole:
Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y
tú vienes a mí?
Jesús le respondió: Déjame ahora,
pues conviene que así cumplamos toda justicia.
Entonces le dejó.
Bautizado Jesús, salió luego del agua;
y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu
de Dios que bajaba en forma de paloma y venía
sobre él.
Y una voz que salía de los cielos decía:
Este es mi Hijo amado, en quien me complazco (Mt 3,
13-17).
Y proclamaba: Después de mí viene el
que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle,
inclinándome, la correa de sus sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará
con Espíritu Santo.
Y sucedió que por aquellos días vino
Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado
por Juan en el Jordán.
En cuanto salió del agua vio que los cielos
se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma,
bajaba a él.
Y se oyó una voz que venía de los cielos:
Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco (Mc
1, 7-11).
Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose,
bautizado también Jesús y puesto en oración,
se abrió el cielo, y bajó sobre él
el Espíritu Santo en forma corporal, como una
paloma; y vino una voz del cielo: Tú eres mi
hijo; yo hoy te he engendrado (Lc 3,21-22).
“Nuestro Señor se sometió voluntariamente
al Bautismo de san Juan, destinado a los pecadores,
para “cumplir toda justicia”. Este gesto
de Jesús es una manifestación de su “anonadamiento”.
El Espíritu que se cernía sobre las aguas
de la primera creación desciende entonces sobre
Cristo, como preludio de la nueva Creación, y
el Padre manifiesta a Jesús como su “Hijo
amado”[14].
El Río
Jordán en el Antiguo Testamento
El paso del Jordán, quedó en la tradición
del Pueblo Hebreo, como el cumplimiento hecho por Dios
a los primeros Patriarcas: Abraham[15], Isaac y Jacob[16]
de darles una tierra para que ellos, que eran nómades,
se transformasen en un pueblo sedentario.
Dicha promesa se cumplió en el Libro de Josué:
Cuando el pueblo partió de sus tiendas para
pasar el Jordán, los sacerdotes llevaban el arca
de la alianza a la cabeza del pueblo. Y en cuanto los
que llevaban el arca llegaron al Jordán, y los
pies de los sacerdotes que llevaban el arca tocaron
la orilla de las aguas, y el Jordán baja crecido
hasta los bordes todo el tiempo de la siega, las aguas
que bajaban de arriba se detuvieron y formaron un solo
bloque a gran distancia, en Adam, la ciudad que está
al lado de Sartán, mientras que las que bajaban
hacia el mar de la Arabá, o mar de la Sal, se
separaron por completo, y el pueblo pasó frente
a Jericó.
Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza de
Yahveh se estuvieron a pie firme, en seco, en medio
del Jordán, mientras que todo Israel pasaba en
seco, hasta que toda la gente acabó de pasar
el Jordán (Jos 3,14-17)
También fue un instrumento de purificación,
cuando el profeta Eliseo le pidió al General
Naamán que se bañara en el Río
Jordán para que se cure milagrosamente de su
lepra[17].
En el Nuevo Testamento, es también un símbolo
de purificación, pues San Juan Bautista, invitaba
a sus contemporáneos a purificar el hombre viejo
para transformarse en hombres nuevos: Acudía
a él Jerusalén, toda Judea, y todos los
de Jerusalén eran bautizados por él en
el río Jordán (Mc 1,5).
“Jesús vino de Galilea al Jordán,
toda Judea, y todos los de Jerusalén, para ser
bautizado por él (Mt 3,13). Después el
mismo Jesús bautizaría allí, o
sus discípulos, yéndose Juan hacia el
norte, a Ainón, cerca de Salim, donde había
mucho agua. Fue, pues junto al Río Jordán,
donde sonó por primera vez, la voz tronante de
Juan, que invitaba a la conversión para convertir
al Mesías. Y donde el mismo Jesús fue
consagrada para su misión: Este es mi Hijo amado,
en quien me complazco (Mt 3, 17)”[18].
Actualmente hay quienes son bautizados en el Río
Jordán o usan dicha agua con devoción
para administrar el Santo Bautismo en el Río
en el que Jesucristo recibió el Bautismo de Penitencia
de manos de su primo San Juan Bautista.
“También los antiguos Padres de la
Iglesia quedaron fascinados en cierto modo, viendo en
el paso del Jordán del Pueblo Hebreo un símbolo
del Bautismo cristiano”[19].
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
“Finalmente, el Bautismo es prefigurado en
el paso del Jordán, por el que el Pueblo de Dios
recibe el don de la tierra prometida a la descendencia
de Abraham, imagen de la vida eterna. La promesa de
esta herencia bienaventurada se cumple en la nueva Alianza”[20].
Apéndice:
San Juan Bautista, el Precursor en el Nacimiento y
en la Muerte de Jesucristo
¿Cuál es la misión del profeta?
“Explicar la Ley, inculcar su observancia,
combatir las transgresiones, llamar al pueblo a penitencia
mediante de amenazas y promesas”[21].
¿Cómo probaban los profetas la verdad
de su misión?
“Su vida ajustada a la Ley, su celo por la
causa de Dios, la fortaleza con que luchaban contra
los pecados del pueblo y reprendían las iniquidades
de reyes, príncipes y sacerdotes, eran para los
creyentes prueba bastante de que Dios los enviaba”[22].
San Juan Baustista fue santificado por Jesucristo en
el seno de su madre anciana, Santa Isabel, en ocación
de la visitación de la Santísima Virgen
a su prima: Porque, apenas llegó a mis oídos
la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño
en mi seno (Lc 1,44).
Creo personalmente que Dios concedió en ese
instante, a San Juan Bautista la gracia de no pecar
mortalmente en toda su vida terrena.
Sin poder hablar todavía, San Juan Bautista,
confesó al Verbo en el seno de la Virgen María:
Desde el vientre escogido
Fuiste tu el pregonero,
Para anunciar al mundo
La presencia del Verbo[23]
Vida
oculta
Y el niño crecía y se fortalecía
en espíritu, y habitó en los desiertos
hasta el día que darse a conocer a Israel (Lc
1,80).
San Juan Bautista se preparó en el desierto
de Judea (Mt 3,1) con una vida de sacrificio y penitencia
para la misión que Dios le había destinado:
Ser el Precursor en la 1º venida de Jesucristo.
Se alejó de la vida de los hombres para adentrarse
en la vida de Dios, sumergirse en el abismo divino.
Tuvo en nada la gloria humana. Consideraba todo lo que
éste mundo le brindaba como basura (Fil 3,8).
El Maestro de San Juan Bautista fue el Espíritu
Santo, quien le exigió una renuncia total para
poder habitar en su alma, rica en virtudes.
San Juan Bautista tuvo gran confianza en la Divina
Providencia. Cumplió en su vida las palabras
del Señor: Buscad, pues, primero el reino de
Dios y su justicia, y todo eso se os dará por
añadidura. No os preocupéis, entonces,
del mañana. El mañana se preocupará
de sí mismo (Mt 6,33-34).
El desierto encendido
Fue tu ardiente maestro,
Para allanar montañas
Y encender los senderos[24]
Vida pública
En Israel había desaparecido la Institución
profética. El último de los profetas del
Antiguo Testamento había sido Malaquías,
que vivió en tiempos de Esdras y Nehemías,
casi un siglo después de los profetas Ageo y
Zacarías, cuando el Templo estaba ya reedificado
y se había reanudado el culto.
Malaquías sólo será sucedido,
cuatro siglos más tarde, por el Precursor, a
quien él mismo anuncia, como también la
vuelta de Elías[25] y a quien Jesucristo había
de caracterizar como el último y mayor Profeta
del Antiguo Testamento al decir: La Ley y los Profetas
llegan hasta Juan (Lc 16,16)[26].
El profeta Malaquías había anunciado
ya desde entonces la aparición del Precursor
del Mesías:
He aquí que envío a mi ángel que
preparará el camino delante de Mí,...
(Mal 3,1).
He aquí que os enviaré al Profeta Elías
antes que venga el día grande y tremendo de Yahvé.
El convertirá el corazón de los padres
a los hijos y el corazón de los hijos a los padres;
no sea que Yo viniendo hiera la tierra con el anatema
(Mal 4,5-6).
Esta profecía se cumplió con la aparición
de San Juan Bautista en Judea predicando "penitencia
y conversión": En aquel tiempo apareció
Juan el Bautista, predicando en el desierto de Judea,
y decía: Arrepentíos porque el Reino de
Dios está cerca (Mt 3,1-2)[27].
Jesucristo identificó la misión del profeta
Elías con la misión del precursor San
Juan Bautista: Los discípulos le hicieron esta
pregunta: ¿Por qué pues los escribas dicen
que Elías debe venir primero? Él les respondió
y dijo: Ciertamente Elías vendrá y restaurara
todo. Os declaro, empero, que Elías ya vino,
pero no lo conocieron[28], sino que hicieron con él
cuanto quisieron. Entonces los discípulos cayeron
en la cuenta que les hablaba con relación a Juan
el Bautista (Mt 17,10-12a.13).
Escribe San Agustín:
“Cuando dice el Señor que ya vino
Elías, este Elías de quien habla el Señor,
es Juan, a quien por su especial ministerio llama Elías:
porque así como Elías será el precursor
de su segunda venida, así también lo ha
sido Juan de la primera, y llamando a Juan Elías
nos manifiesta el Señor la conformidad del su
venida con el Antiguo Testamento y las profecías”[29].
El Arcángel San Gabriel había profetizado
la misión del niño a nacer de Isabel,
una mujer anciana y estéril:
... y convertirá a muchos de los hijos de Israel
al Señor, su Dios. Caminará delante de
El con el espíritu y el poder de Elías,
para convertir los corazones de los padres hacia los
hijos, y los rebeldes a la sabiduría de los justos
y preparar al Señor un pueblo bien dispuesto[30]
(Lc 1,16-17).
Su padre Zacarías reivindicó lo dicho
por el Arcángel:
Y tú, pequeñuelo, serás llamado
profeta del Altísimo, porque irás delante
del Señor para preparar sus caminos, para dar
a su pueblo el conocimiento de la salvación,
en la remisión de sus pecados, gracias a las
entrañas misericordiosas de nuestro Dios, por
las que nos visitará desde lo alto el Oriente
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra
de muerte yacen, y dirigir nuestros pies por el camino
de la paz (Lc 1,76-79).
El cumplimiento de ambas profecías se reflejan
en estos textos:
Entonces salía hacia él Jerusalén
y toda la Judea y toda la región del Jordán,
y se hacían bautizar por él en el río
Jordán confesando sus pecados (Mt 3,5).
Y todos iban de él de toda la tierra de Judea
y de Jerusalén y se hacían bautizar por
él en el Río Jordán, confesando
sus pecados (Mc 1,5).
Preguntábanle las gentes: ¡Y bien! ¿Qué
debemos hacer? Les respondió y dijo: Quien tiene
dos túnicas, de una a quien no tiene; y quien
víveres, haga lo mismo. Vinieron también
los publicanos a hacerse bautizar, y le dijeron: Maestro,
¿qué debemos hacer? Les dijo: No hagáis
pagar nada por encima de vuestro arancel. a su vez unos
soldados le preguntaron: Y nosotros ¿qué
debemos hacer?. Les dijo: No hagáis extorsión
a nadie, no denunciéis falsamente a nadie y contentaos
con vuestra paga (Lc 3,10-14).
Los profetas Malaquías y San Juan Bautista trazan
un retrato del Mesías semejantes entre sí.
Profeta de soledades,
Labios hiciste de tus iras
Para fustigar mentiras
Y para gritar verdades[31]
El Mesías vendrá como fuego purificador
que separará la escoria de la plata:
¿Quién podrá soportar el día
de su venida?, ¿Quién es el que podrá
mantenerse en pie en su epifanía? Pues será
como fuego de acrisolador, y como lejía de batanero.
Se sentará para acrisolar y limpiar la plata;
purificará a los hijos de Leví y los purificará
como el oro y la plata para que ofrezcan a Yahvé
sacrificios en justicia (Mal 3,2-3).
Ya el hacha está puesta a la raíz de
los árboles; y todo árbol que no produce
buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo por mi parte, os bautizo con agua para el arrepentimiento;
más Aquel que viene después de mi es más
poderoso que yo y yo no soy digno de llevar sus sandalias.
Él os bautizará con Espíritu Santo
y fuego. La pala de aventar está en su mano y
va a limpiar su era: reunirá el trigo en el granero
y la paja la quemará en fuego que no se apaga
(Mt 3,10-12).
La conmoción general del pueblo de Israel por
la aparición de Juan Bautista por su predicación
y su modo de vivir en el desierto de Judá fue
grande[32]. Todos creyeron que fuese el “Mesías”
prometido.
En tu figura hirsuta
Se esperanzó tu pueblo:
Para una raza nueva
Abriste cielos nuevos[33]
“Es tradición de los judíos
-enseña San Jerónimo- fundada en el profeta
Malaquías, que Elías debe preceder a la
venida del Señor; reducir el corazón de
los padres para con los hijos y el de los hijos para
con sus padres, y restablecer todas las cosas en su
primitivo estado”[34].
La señal de que Juan Bautista había vivido
en el espíritu y en la fuerza de Elías
fue el cumplimiento de la profecía de Malaquías:
y se ve en el hecho de que todo el pueblo que lo escuchó
(a Juan), y aún los publicanos reconocieron la
justicia de Dios recibiendo el bautismo de El (Lc 7,29)[35].
La conversión se verificó, pues, en la
humillación de todo el pueblo (Lc 7,29) ante
el varón de Dios, reconociendo sus pecados[36]
y recibiendo el bautismo de arrepentimiento para (el)
perdón de (los) pecados (Mc 1,4).
Sólo en aquellos que se sabían pecadores
pudieron preguntarle:
La gente sencilla: ¡Y bien! ¿Qué
debemos hacer? (Lc 3,10).
A lo que Juan Bautista les respondió: Quién
tiene dos túnicas, de una a quien no tiene; y
quien víveres haga lo mismo (Lc 3,11).
Los publicanos: Maestro, ¿qué debemos
hacer? (Lc 3,12).
A lo que Juan Bautista les respondió: No hagáis
pagar nada por encima de vuestro arancel (Lc 3,13).
Los soldados: Y nosotros, ¿qué debemos
hacer? (Lc 3,14).
A lo que Juan Bautista les respondió: No hagáis
extorsión a nadie, no denunciéis falsamente
a nadie, y contentaos con vuestra paga (Lc 3,14).
“Previene a los publicanos y a los soldados -dice
Teófilo- que se abstengan de obrar mal; pero
a las turbas, como no tenían malicia, les mandó
que hiciesen algo bueno;...”[37].
Observemos que el Precursor del Mesías les enseña
con mansedumbre de aquello que deben arrepentirse, de
aquellas obras que deben rechazar ya que tenían
como obligación por ley imitar a Yahvé:
Sed, santos, porque Yo soy santo (Lev 11,44).
A los tres estados les recomienda la misericordia que
“es la perfección de las virtudes”[38].
La misericordia prima sobre los sacrificios[39]; sobre
la penitencia.
San Juan Bautista fue una piedra de tropiezo para muchos
en Israel, principalmente para sus jefes[40]. Su vida
de ascesis le recriminaba sus pecados y vicios.
Juan Bautista pudo haberse quejado como Isaías
por la dureza de los Principales del Pueblo de Dios
-Saduceos, Fariseos, Doctores de la Ley y Escribas-:
En vano me he fatigado, de balde e inútilmente
he consumido mis fuerzas; pero mi causa está
en manos de Yahvé y mi recompensa está
en manos de mi Dios(Is 49,4). ¿Quién ha
creído nuestro anuncio, y a quién ha sido
revelado el brazo de Yahvé? (Is 53,1). A ellos,
Dios, les había elegido para que guiaran a su
rebaño a abundantes y ricos pastos[41] a dulces
manantiales[42].
No fuiste Juan la caña
Tronchada por el viento;
Sí la palabra ardiente
Tu palabra de acero[43]
San Juan Bautista tuvo como misión en esta tierra
predicar la Palabra de Dios a la esposa de Cristo: He
aquí el Cordero de Dios (Jn 1,36); y conducir
a ésta hasta su Divino Esposo. El ejemplo que
nos trae el evangelio es que dos de sus discípulos
-San Andrés y San Juan- fueron en pos de Cristo.
La Iglesia estaba ya figurada en aquellos que iban
a él de toda la tierra de Judea y de Jerusalén
(Mc 1,5): publicanos, la gente sencilla, los soldados,
es decir que la Esposa de Cristo estaba patente en todo
el pueblo que lo escuchó (Lc 7,29) y aún
en los mismos pecadores públicos que reconocieron
la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de él
(Lc 7,29).
Autor: Juan Pablo Montes
Bibliografía
[1] LOMBARDI, LUIGI; La Tierra Santa, Edizioni Plurigraf,
Narni-Terni, 1986, 19.
[2] DÍEZ, FLORENTINO; Guía de Tierra Santa,
Editorial Verbo Divino, Madrid, 1990, 39.
[3] DÍEZ, FLORENTINO; Guía de Tierra Santa,
Editorial Verbo Divino, Madrid, 1990, 40.
[4] DÍEZ, FLORENTINO; Guía de Tierra Santa,
Editorial Verbo Divino, Madrid, 1990, 40.
[5] Cf. Ibidem, págs. 41-42.
[6] Cf. Ididem, pág. 42.
[7] ANTONIO ROYO MARÍN O.P. La Virgen María.
Teología y espiritualidad marianas, Biblioteca
de Autores Cristianos. Madrid. 1968, pág. 97.
[8] Ibidem, pág. 43.
[9] PADRE DARÍO BETANCOURT, Me llamarán
Bienaventurada, Buenos Aires, 1999, pág. 56.
[10] LOMBARDI, LUIGI; La Tierra Santa, Edizioni Plurigraf,
Narni-Terni, 1986, 20.
[11] LOMBARDI, LUIGI; La Tierra Santa, Edizioni Plurigraf,
Narni-Terni, 1986, 20.
[12] DÍEZ, FLORENTINO; Guía de Tierra
Santa, Editorial Verbo Divino, Madrid, 1990, 43.
[13] DÍEZ, FLORENTINO; Guía de Tierra
Santa, Editorial Verbo Divino, Madrid, 1990, 389.
[14] Catecismo de la Iglesia Católica, nº
1224.
[15] Cf. Gen 15,18-21.
[16] Cf. Gen 28,13-14.
[17] Cf. 2º Rey 5,1-19.
[18] DÍEZ, FLORENTINO; Guía de Tierra
Santa, Editorial Verbo Divino, Madrid, 1990, 390.
[19] DÍEZ, FLORENTINO; Guía de Tierra
Santa, Editorial Verbo Divino, Madrid, 1990, 389-390.
[20] Catecismo de la Iglesia Católica, nº
1222.
[21] NACAR-COLUNGA, Sagrada Biblia, Introducción
a los libros proféticos, 756.
[22] NACAR-COLUNGA, Sagrada Biblia, Introducción
a los libros proféticos, 756-757.
[23] Poesía de las I vísperas de la Solenmidad
del Nacimiento de San Juan Bautista.
[24] Poesía de las I vísperas de la Solenmidad
del Nacimiento de San Juan Bautista.
[25] Cf. Mal 3,1; 4,5.
[26] Cf. Lc 7,26-28.
[27] Cf. Mc 1,1-8; Lc 3,1-6.
[28] Para San Jerónimo las palabras: ... no lo
conocieron... (Mt 17,12) significa: “le despreciaron
y le decapitaron” (AQUINO, TOMAS DE; Catena
Aurea, Tomo II, San Marcos, Cursos de Cultura Católica,
Buenos Aires, 1946, 97).
[29] AQUINO, TOMAS DE; Catena Aurea, Tomo II, San Marcos,
Cursos de Cultura Católica, Buenos Aires, 1946,96-97.
[30] Cf. Mal 3,1.
[31] Poesía de las I vísperas de la Solenmidad
del Nacimiento de San Juan Bautista.
[32] Cf. Lc 3,15ss.
[33] Poesía de las I vísperas de la Solenmidad
del Nacimiento de San Juan Bautista.
[34] AQUINO, TOMAS DE; Catena Aurea, Tomo II, San Marcos,
Cursos de Cultura Católica, Buenos Aires, 1946,
96.
[35] Cf. Mc 1,5.
[36] Cf. Mc 1,5.
[37] AQUINO, TOMAS DE; Catena Aurea, Tomo IV, San Lucas,
Cursos de Cultura Católica, Buenos Aires, 1946,
84.
[38] AQUINO, TOMAS DE; Catena Aurea, Tomo IV, San Lucas,
Cursos de Cultura Católica, Buenos Aires, 1946,
84.
[39] Cf. Mt 9,13.
[40] Pero los fariseos y los doctores de la Ley frustraron
los designios de dios para con ellos, al no dejarse
bautizar por Juan (Lc 7,30). Los Príncipes de
los judíos habían censurado a Jesucristo
como un hombre que come y bebe, amigo de publicanos
y pecadores (Lc 7,34) siendo que habían rechazado
a Juan Bautista que predicaba y vivía la penitencia:
Está endemoniado (Lc 7,33).
[41] Cf. Ez 34,14.
[42] Cf. Ez 34,1-16; Mt 3,7-9.
[43] Poesía de las I vísperas de la Solenmidad
del Nacimiento de San Juan Bautista.