El Apóstol
y Evangelista San Juan menciona en tres oportunidades,
en su Evangelio, a la ciudad de Caná, situada
en la región de Galilea:
San Juan 2,1-12 Las bodas de Caná de
Galilea, donde Jesús hizo el primero de sus
milagros.
San Juan 4,46 Curación de un hijo de
un funcionario real.
San Juan 21,2 Natanael era de aquella ciudad.
La ciudad de Caná se encuentra a 7,5 kilómetros
de Nazaret. Aquí se encuentra una hermosa Iglesia
dedicada al primer milagro que Jesucristo hizo en su
vida pública, a pedido de su Madre, la Virgen
María[1]. Con este prodigio, se da comienzo a
la vida pública del Verbo Encarnado.
El milagro,
San Juan, lo relata de la siguiente manera:
Tres días después se celebraba una boda
en Caná de Galilea y estaba allí la madre
de Jesús.
Fue invitado también a la boda Jesús
con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque
se había acabado el vino de la boda, le dice
a Jesús su madre: “No tienen vino.”
Jesús le responde: “¿Qué
tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado
mi hora.”
Dice su madre a los sirvientes: “Haced lo
que él os diga.”
Había allí seis tinajas de piedra, puestas
para las purificaciones de los judíos, de dos
o tres medidas cada una.
Les dice Jesús: “Llenad las tinajas
de agua.” Y las llenaron hasta arriba.”Sacadlo
ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.”
Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó
el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde
era (los sirvientes, los que habían sacado el
agua, sí que lo sabían), llama el maestresala
al novio y le dice: “Todos sirven primero
el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior.
Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora
Así, en Caná de Galilea, dio Jesús
comienzo a sus señales. Y manifestó su
gloria, y creyeron en él sus discípulos”
(Jn 2,1-11).
En este milagro se mencionan dos elementos: el agua
y el vino:
“El agua de las abluciones rituales simboliza
probablemente a la Antigua Alianza, incapaz de purificar
realmente al hombre. El vino, en cambio, es el símbolo
de la Nueva Alianza, sellada con la Sangre de Cristo,
que renueva y perfecciona la Antigua y da comienzo a
una nueva creación”[2].
Santuario
de las Bodas
A la iglesia franciscana, se pasa a través de
un patio. El edificio, adosado al convento es de planta
cruz latina precedido por un pórtico de tres
arcos en fachada sostenidos por dos columnas centrales
y dos pilastras en los extremos. Las columnas son elementos
reutilizados pertenecientes, a una construcción
antigua, de carácter sinagogal probablemente.
La actual Basílica fue construida en el año
1879, sobre los restos de una antigua Iglesia recordada
por San Willibaldo (año 725)[3].
“En las excavaciones de 1969, en el lado
norte, se encontraron vestigios de un edificio romano,
un patio enlosado, restos de pavimento superpuestos
de mosaico con motivos geométricos y florales.
Todo ello, del siglo IV, según los excavadores.
Algunos de estos restos pueden verse en la sala norte
contigua a la Cripta. Y en el plano de la Iglesia, junto
a la puerta de la Cripta en un nivel inferior, puede
verse un fragmento de mosaico (siglos IV ó V)
con una inscripción incompleta, en arameo de
un tal “José hijo de Tanhum”. Podría
tratarse de una Iglesia sinagogal, construida por José,
conde de Tiberíades, frecuentado por los Judeos-cristianos”[4].
Algunos creen que dicho “José, hijo
de Tanhum” consiguió el permiso del
Emperador Constantino, para construir algunas Iglesias
en la región de Galilea.
En el centro de la Cripta, se conservan restos de un
antiguo lagar, excavado en la propia roca. Sobre ésta
hay un ánfora de piedra rememorando las tinajas
de la boda[5].
Iglesia de
San Bartolomé
“Saliendo del Santuario, se puede alcanzar
de nuevo la carretera de Tiberías, continuando
con la misma callejuela en dirección norte. A
pocos metros se deja, a la izquierda, la Iglesia de
San Bartolomé, llamado también Natanael,
natural de Caná[6] y calificado por el propio
Jesús como un hombre sin tacha”(Jn 1,47).
Saliendo de Caná, a un kilómetro, encontramos
el valle de Yiftael. Una tradición medieval sitúa
aquí el “Campo de las espigas. No solo
los caminos, los atajos y senderos eran a veces la vía
más recta para que el sembrador[7] arrojase sus
semillas por estos campos y aldeas de Galilea, también
en sábado. Sábado era aquel día
en que, atravesando unos sembrados, los discípulos
acuciados, quizás por el hambre[8], arrancaban
espigas para comérselas con gran escándalo
de los fariseos[9]. Pero el Hijo del hombre es Señor
del sábado (Mt 12,1-8)”[10].
Bibliografía
[1] Cf. Jn 2,5ss.
[2] Comentario de la Biblia: El libro del Pueblo de
Dios, Fundación Palabra de Vida, España,
1999, [1534].
[3] Cf. DIEZ, FLORENTINO, Guía de Tierra Santa,
{Historia- Arqueología- Biblia}, Editorial Verbo
Divino, 1993, [287].
[4] DIEZ, FLORENTINO, Guía de Tierra Santa, {Historia-
Arqueología- Biblia}, Editorial Verbo Divino,
1993, [287].
[5] Cf. Jn 2,6-7.
[6] Cf. Jn 21,2.
[7] Podemos recordar la “Parábola del sembrador”
(cf. Mt 13,3b-9; Mc 4,3-9; Lc 8,5-8).
[8] Cf. Mt 12,1.
[9] Cf. Mt 12,2
[10] DIEZ, FLORENTINO, Guía de Tierra Santa,
{Historia- Arqueología- Biblia}, Editorial Verbo
Divino, 1993, [288].